De la ética a la ontología. Educación a la crítica y fundamentación en el equilibrio reflexivo

Resumen

La polarización actual del escenario ético-filosófico refleja la sustitución del plexo referencial ontológico -que es un más allá de sí mismos, del narcisismo de la conciencia, hacia lo superior, más potente e interpelante, aunque menos manejable- por una horizontalidad epistemológica más manejable. La fuerza seductora de esta sustitución consiste en aportar un ulterior grado de claridad y de decidibilidad "científica" a la vida moral, aunque al precio de que ese manejo del criterio de la moralidad, otorgado por la referencia de todas las obligaciones a un principio epistémico único, excluya o relegue a un plano moral inferior exigencias y ámbitos antropológica e históricamente importantes de la reflexión ética. Charles Taylor observa bien la convergencia de elementos muy poco "críticos" en este seductor arrastre y recorte ejercido sobre la ética por parte de la epistemología. "Primeramente, un temperamento moral que ubica a las cuestiones de justicia (formalismo) y de benevolencia (utilitarismo) por sobre todas las demás, a punto tal de hacer de ellas el todo de la 'moralidad' propiamente dicha; luego y correlativamente, una polarización sobre las obligaciones hacia los otros: la moralidad es relativa al 'deber'; finalmente, en consecuencia con lo precedente, una claridad sin precedentes en los asuntos morales: primero porque los límites de la moralidad están determinados de modo neto y, segundo, porque los problemas puestos dentro de esos límites pueden ser resueltos mediante un procedimiento definido". Pero la cuestión no sólo está en que se suprimen o relegan aspectos importantes sino también, y sobre todo, en que esa reducción epistémica, restrictiva del horizonte nutriente de la moralidad, socava la consistencia del mismo criterio puro o neutro de universalización. Es el desgaste propio de lo que se tiene a la mano como principio operatorio disponible.