Desde el castellum aquae, el agua se distribuía por la ciudad, por tuberías de barro
cocido o de plomo, estas últimas mucho más largas y grandes, exclusivamente a fuentes
públicas, edificios públicos, viviendas particulares de altos cargos o personas importantes
que se la podían costear y, en caso necesario, a depósitos secundarios. En las domus
romanas, casas unifamiliares, la vida se realizaba de puertas adentro y disponían de un gran
patio central, llamado atrium, donde recibían y atendían a las visitas. Para disponer de agua
en este tipo de vivienda idearon un sistema, llamado compluvium, que recogía el agua de la
lluvia haciéndola caer por el tejado inclinado hasta unas cisternas o impluvium, ubicadas en
el atrium de la casa.
Pero no todas las casas eran domus, para albergar a toda la población romana
familias y muchos comerciantes que vivían dentro de la muralla, se comenzaron a construir
en altura casas de hasta 6 pisos llamadas ínsulas, en las que podían vivir hasta 200
personas, generalmente de clase humilde. En estos edificios de viviendas, la parte de abajo
era destinada al comercio y a tabernas y no disponían de agua.
Para controlar la tarea de reparto se utilizaban los partidores, inicialmente,
funcionaban de manera que el agua se distribuía según un orden de prioridad, primero a las
fuentes públicas, después a los edificios públicos y, si había agua suficiente, a casas
particulares. Para regular cuánta agua iba a cada destino, las tuberías de salida de los
partidores tenían diferentes diámetros, de manera que el diámetro mayor distribuía el agua
al uso al que más se quería destinar. Esta unidad de medida basada en el diámetro de la
tubería se llamó quinaria y equivalía a 5/4 de un dedo.
Ya en la época de la antigua Roma se preocupaban por el uso y el consumo de agua
en las ciudades. De hecho, para poder garantizar el suministro de agua suficiente, antes de
decidir de qué fuente o manantial la obtenían, los romanos debían estimar cuánta agua
necesitaban. De esta manera tenían estipulada la cantidad de agua requerida para una u otra
actividad.
Sexto Julio Frontino fue el procurador del agua en Roma en el siglo I a. C; y en sus
libros dejó anotado cómo se repartía en aquella época: