Revista de Derecho Romano Número I (2019)
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ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
ORIGINS OF THE ROMAN PROPERTY AND ITS LIMITS
Por María Cristina Filippi

Resumen: El artículo se refiere a los orígenes de la propiedad de la tierra y sus límites para el desarrollo el
mismo se divide en dos partes: la primera que nos narra que sucedió según fuentes clásicas de los autores Tito
Livio, Plutarco y Polibio. La segunda parte se refiere a lo que pudo haber sucedido.
Palabras clave: Roma- Propiedad- Límites
Abstract: The article refers to the origins of land ownership and its limits for development, it is divided into
two parts: the first that tells us what happened according to classical sources of the authors Livy, Plutarch and
Polybius. The second part refers to what could have happened.
Keywords: Rome- Property- Limits
Artículo publicado bajo Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin
Derivar. © Universidad Católica de Córdoba
http://dx.doi.org/10.22529/rdr.2019(1)01

Profesora titular de Derecho Romano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
Católica de Córdoba (UCC) y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Doctora en Derecho. Directora
del Instituto de Derecho Romano “Agustín Díaz Bialet” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad Católica de Córdoba. Mail: [email protected].
ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
Revista de Derecho Romano Número I (2019)
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I. INTRODUCCIÓN
En este tema, estimo imperioso formular una distinción, ya que contamos con dos
géneros de versiones.
Una de ellas es la que nos refieren los historiadores clásicos, y dentro del género no
incluyo a los modernos, sino a quienes vivieron en Roma y por ello nos suministran
versiones de “primera mano”, podríamos decir si por ello entendiésemos narraciones
hechas por quienes vivieron entre seis y ocho siglos después de acaecidos los sucesos.
Concretamente me voy a limitar a lo que cuentan Tito Livio y Plutarco, aunque también he
leído a Polibio pese a que no se ocupa específicamente del tema, ya explicaré porqué.
Y en el marco de la otra, analizarían lo que los historiadores y juristas modernos,
desechando ya la historia mítica de la Monarquía romana y las supuestas acciones
atribuidas a los primeros reyes, en particular se trata de Rómulo y Anco Marcio, dicen que
en verdad sucedió. Aunque, lo afirmo desde ya, se trata de sucesos que tuvieron lugar
durante un período sobre el cual no hay certezas. Lo allí acaecido se pierde en la noche de
los tiempos, y carecemos de narraciones contemporáneas y fidedignas sobre los mismos, de
suerte que todo lo que refiero en este apartado es mera hipótesis. Mítica o pretendidamente
científica, pero jamás indubitable e indiscutida.
Por ello divido este apartado en dos acápites, a los que he titulado: “Lo que nos narran
que sucedió” y “Lo que pudo haber sucedido”
1
.
a. Lo que nos narran que sucedió
Como expuse, me guío en esta parte por Tito Livio y Plutarco. Ambos, también
Polibio, constituyen lo que se denomina fuentes clásicas, todos vivieron en Roma, pero lo
hicieron en épocas muy posteriores a los sucesos que refieren. No sostengo por cierto, que
no existan otros historiadores clásicos, Dionisio de Halicarnaso por ejemplo. Pero es inútil
incluir más nombres, simplemente juzgo que, como muestra de lo que deseo exponer, con
los mencionados me basta.
1
Filippi María Cristina, “Un análisis crítico de la reforma agraria de los hermanos Tiberio Graco y
Cayo Graco”, que publico la editorial EDUCC en Córdoba, año 2009 y una segunda edición año
2015. De allí el material en el apartado II
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3
La lectura de los clásicos, en lo que al período mítico de la Monarquía romana se
refiere y en esto están de acuerdo en general los investigadores, inspira una total falta de
confiabilidad. Pese a estar más próximas en el tiempo a los sucesos que narran, otras
versiones posteriores, surgidas de la investigación de campo y de la pluma de historiadores
modernos, nos aparecen hoy mucho menos cuestionables. Posiblemente porque la distancia,
y la gran cantidad de descubrimientos arqueológicos, confieren a estas últimas mayor
objetividad.
El período que va del siglo VIII al IV a J.C. ha sido denominado por Arangio Ruiz
2
,
como “refractario a un estudio documental directo”. El mismo autor nos suministra las
razones de esta calificación.
En primer lugar, el recuerdo y la versión de los antiguos sucesos carece de fuentes
escritas que lo corroboren, motivo por el cual se asienta en versiones y tradiciones
transmitidas oralmente de padres a hijos, que inclusive los historiadores de la época
pusieron en duda.
Así el mismísimo Tito Livio se excusa, al iniciar el Libro VI de su obra
3
, por haber
incluido en los cinco precedentes de modo muy condensado todo lo atinente al período
anterior al incendio por los galos de la Ciudad. Suministra la explicación, según él ello se
debe a la escasez de noticias fidedignas. Vale la pena transcribir el párrafo en cuestión:
“Res cum vetustote nimia obscuras, velut quae magno ex intervallo loci vix cernuntur, tum,
quid parvae et rarae per eadem tempora litterae fuere, una custodia fidelis memoriae
rerum gestarum, et quid, etiam si quae in commentariis pontificarum aliisque publicis
privastique erant monumentos, incensa urbe”.
4
Igualmente Tito Livio refiere en otro lugar de su obra
5
, que “el recuerdo de
antiquísimos acontecimientos fue perturbado y oscurecido por las falsas genealogías de las
familias nobles y, sobre todo, por la tendencia de los analistas (está hablando de las épocas
2
Cfr. Historia del Derecho Romano, de Vicente Arangio Ruiz, a quien sigo en esta parte de la
exposición. Ver cita completa en Bibliografía.
3
Cfr. la Historia de Roma, ya mencionada. Ver cita completa en Bibliografía.
4
En caso de que las narraciones referentes a ese siniestro (se trata de la invasión de Roma por los
galos, circa 287-290 a J.C.), sería preciso considerarlo entonces, precisamente, como el medio que
se estimó más oportuno para explicar, de alguna manera plausible, una evidente a la par que
lamentable falta de documentos del período anterior, con lo cual el resultado sería siempre el
mismo.
5
Cfr. 8. 40. 4. Ver cita completa en Bibliografía.
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de los Gracos y de Sila, digamos entre el 133 y el 80 a J.C.), a exaltar las gestas de las
ilustres prosapias de las cuales procedían”.
A la inversa, personalmente no tengo dudas que así como en ocasiones las
narraciones fueron desvirtuadas para exaltar la memoria de algún grupo gentilicio, en otras
debió haber sucedido precisamente lo contrario. Y muchas versiones históricas, teñidas de
parcialidad, no debieron haber tenido otro fin que desprestigiar a los adversarios.
Es que el historiador clásico, griego o latino, no concibe la historia como lo
hacemos hoy. Para ellos se trataba de un género literario, dominado ora por el espíritu
retórico, ora por el trágico, ora por el afán moralizador. Rara vez, excepción hecha de
Polibio, se preocuparon más por la verdad real, que por la narración literaria en sí misma.
No olvidemos tampoco la vanidad nacionalista, que nos presenta como nacidas en
Roma ciertas instituciones de origen mucho más antiguo. Los comicios centuriados y la
división en tribus aparecen como invento de Servio Tulio, sin embargo, ¿no existían ya en
la Atenas de varios siglos atrás institutos parecidos?
Otro fenómeno que también confunde es la denominada “concentración histórica”,
merced a la cual se agrupan en torno a personajes determinados, sucesos y disposiciones
políticas y sociales que, quizás, demoraron décadas en desarrollarse.
De esta manera, a Rómulo se le atribuye todo lo atinente a la organización política
primitiva, incluidas cuestiones como la división entre patricios y plebeyos, o la división del
pueblo en gens, que de ninguna manera pudieron surgir de la voluntad de un monarca, o de
un legislador. Numa Pompilio concentra en su persona la totalidad de lo que hace al culto
público y su organización, así como la de los colegios sacerdotales. Servio Tulio resulta el
artífice de las garantías ciudadanas. Las XII Tablas son el compendio de los principios
jurídicos primitivos, aunque éstos hubieran existido ya con anterioridad. Los tribunos de la
plebe en fin, son los autores de cuanta iniciativa grata a la masa popular existió en los
primeros años de la era republicana.
Hechas estas salvedades, vayamos a una brevísima alusión a los historiadores que
arriba he mencionado.
Comienzo por Polibio, pese a que no se refiera en su obra al menos en la parte de
ella que ha llegado a nosotros- a la fundación de Roma, ni al primer reparto de tierras. La
narración que él hace comienza “con la Olimpíada ciento veintinueve”, según refiere el
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historiador, o sea a partir del momento en que los romanos salen por primera vez del
territorio continental de Italia, para incursionar en Sicilia. Acabará con la destrucción de
Cartago, y la conquista de Grecia.
Sin embargo, estimo que la lectura de este autor es imprescindible. Polibio es un
historiador minucioso y metódico, al menos tanto como permitían los hábitos intelectuales
de su tiempo, que nunca consignaba nada que no hubiese cotejado y vuelto a cotejar, para
establecer a su satisfacción el grado de certeza de la información que brindaba.
Cierto es que su obra trasunta un palpable anhelo de halagar al conquistador romano (él era
de origen griego), puesto de manifiesto al propio inicio cuando dice:”Los romanos
sujetaron, no algunas partes del mundo, sino casi toda la redondez de la tierra
6
, y elevaron
su poder a tal altura que los presentes envidiamos ahora, y los venideros jamás podrán
superarle”
7
.
Pero, al margen de esto, es evidente su preocupación por ir más allá de la mera
relación de datos y fechas. Busca adentrarse en el verdadero espíritu de la historia que
cuenta, como lo hace quien narra un suceso pero no se detiene en sucesos superficiales,
sino que se adentra en planos tangenciales que a primera vista parecerían ociosos, pero que
permiten comprenderlo en plenitud.
Él mismo lo refiere
8
, cuando se compara con otros historiadores los cuales dice- se
limitan a recoger sucesos acaecidos al mismo tiempo, pero ninguno se toma la molestia de
coordinarlos, indagar en qué principios se originaron y cómo habían llegado a su
complemento. Casi como quien estudia los miembros de un cuerpo humano aislados, sin
tener la visión de éste completo.
6
Sic de la traducción que contiene la versión de Editorial Solar, que usé como texto de consulta.
Como me resultaba difícil aceptar que en esas épocas Polibio hubiese hablado de “la redondez de
la tierra”, por dos motivos, en primer lugar porque la concepción de la esfericidad del planeta aún
no se había planteado por aquellas épocas, y además porque mencionar “la tierra” alude a un cuerpo
celeste, cosa con la que hoy estamos familiarizados pero que de ninguna manera era así en esos
tiempos, consulté la versión traducida de Editorial Gredos. Allí, en lugar de “la redondez de la
tierra” se lee “la integridad del mundo”, versión que me parece muchísimo más satisfactoria. La
voz “mundus”, en latín, tiene la acepción de “limpio”, porque así llamaron los romanos al espacio,
ya despejado de malezas, donde habían de fundar su ciudad, pero por extensión significa también
“mundo, universo, globo terrestre”, utilizando términos actuales.
7
Cfr. Historia Universal, de Polibio. 1.2. Ver cita completa en Bibliografía.
8
Cfr. Historia Universal, de Polibio. 1.4. Ver cita completa en Bibliografía.
ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
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6
Polibio es de origen griego, nacido en Megalópolis (Arcadia) hacia el 210 a J.C. Fue
historiador, y el autor de una Historia Universal, a la que ya hice alusión,.
Desafortunadamente sólo se conservan de ella apenas cinco volúmenes. Falleció alrededor
del 125 a J.C.
Fue hijo de Lycortas, a quien le tocó dirigir la política de las ciudades griegas que se
agruparon en la Liga Aquea, cuando los romanos invadieron Grecia durante la primera
mitad del siglo II a J.C. Fue llevado a Roma después de la derrota de Perseo de Macedonia
y sus aliados, en el año 168 a J.C., junto con otras figuras eminentes de la política griega.
Allí se incorporó a un grupo intelectual, que se dio en llamar el “círculo de los
Escipiones”. Ese núcleo de eruditos, filósofos y diletantes que se reunía habitualmente en
la casa de Cornelia, la hija del Africano, la madre de los Graco.
Tito Livio, por su parte, vino al mundo en Patavium (Padua), según nos refieren
Quintiliano, Marcial, Estacio y otros autores latinos. Sabemos que nació, probablemente, en
el seno de una familia acomodada, lo que le permitió recibir una buena instrucción, durante
uno de los consulados de Cayo Julio César. Bien fuese cuando lo desempeñó
conjuntamente con Fígulo en cuyo caso el hecho habría tenido lugar en el año 59 a J.C.,
bien cuando fueron cónsules César y Bíbulo, en el año 64 a J.C. Falleció en su misma
ciudad natal, Padua, durante el curso del año 17 d J.C., cuando ya contaba con ochenta años
de edad.
Su obra, la Historia de Roma
9
, tiene 142 libros, de los que se conservan los que van
del I al X, y del XXI al XLV, así como diversos fragmentos sueltos, como aquél en el cual
narra la muerte de Cicerón y una página dedicada a la campaña de Pompeyo contra
Sertorio. Se inicia con la fundación de Roma, y concluye con las honras fúnebres en honor
de Livio Druso, muerto en Germania en el o 9 a J.C. El libro I, que nos interesa en esta
parte, ya que en él se contiene todo lo referido a la Monarquía, habría sido publicado en el
año 29 a J.C., y vuelto a publicar entre el 27 y el 25, o sea cuando el historiador contaba
aproximadamente con treinta y cinco años de edad.
Plutarco, en fin, nació en Queronea, una pequeña ciudad griega ubicada en los
confines de Beocia y Fócida. No conocemos exactamente la fecha, ya que las menciones
9
El título original es, “Ab urbe condita libri”.
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que de él se hacen se limitan a poner de relieve cuándo comenzó a tener celebridad, lo que
habría sucedido en los tiempos del emperador Nerón.
Posiblemente se pueda fijar la época de su nacimiento durante el reinado de
Claudio, entre los años 49 y 50 d J.C. Idéntica incertidumbre rodea el momento de su
fallecimiento, que algunos autores ubican en los albores del reinado de Adriano, es decir
hacia el 120 d J.C., otros a fines del mismo reinado, allá por el año 134, y que en fin, otros
más, hacen acaecer recién en épocas de Antonino Pío. Si esta última versión fuese cierta, el
historiador habría contado entonces con alrededor de noventa años.
Historiador y filósofo, la obra a la que consulto en esta parte de mi trabajo es la
denominada “Vidas Paralelas”. No debo dejar de hacer notar que este autor, de quien
Tácito
10
manifestó que “conservó siempre la moderación en la sabiduría, cualidad
peregrina y difícil”
11
, fue sin embargo seriamente criticado por la posterioridad.
Se le ha reprochado preconizar (sobre todo en sus “Vidas Paralelas”) la necesidad
de mantener un espíritu imparcial, amigo de la verdad, y ecuánime en sus juicios, pero
actuar de manera distinta al escribir, dejándose arrastrar por una total parcialidad al narrar y
juzgar. Por ejemplo, en su “Historia de Herodoto”.
Se le ha criticado también cierta ingenuidad, en que habría incurrido al narrar mitos
y prodigios como si verdaderamente creyese en ellos, con reverencia pueril. Cosa extraña si
pensamos que se trata de un hombre que escribió un “Tratado de la superstición”.
Pero, en fin, no me corresponde a mí dilucidar estas cuestiones. Voy a limitarme a narrar la
leyenda de la fundación de Roma, y las reformas en la asignación de tierras introducidas
con posterioridad durante el período monárquico, tal como Plutarco y Tito Livio nos
explican.
Al final y al cabo, de esto trato en esta parte del trabajo. De “lo que nos narran que
sucedió”.
Como no podía ser de otra manera, la cuestión de la tierra está presente desde el
momento mismo de la fundación de la ciudad.
12
El conflicto entre Rómulo y Remo va
10
Cfr. Los Anales, de Cayo Cornelio Tácito. Ver cita completa en Bibliografía.
11
“Retinuit, quod es difficillimum, sapientae modum”.
12
Sigo aquí La Vida de Rómulo, contenida en las Vidas Paralelas, de Plutarco. Ver cita completa en
Bibliografía.
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mucho más allá de los celos que enfrentan a dos hermanos en disputa por el poder, es la
confrontación de dos modelos de construcción geopolítica.
Rómulo sueña con una “Roma Quadrata”, construida tomando como centro el
Palatino. Remo, más modesto en sus aspiraciones, se contenta con una fortificación cónica,
asentada en la cumbre del Aventino, que resultaba mucho más fácil de defender, pero
también más difícil de expandir.
Triunfa Rómulo, que comienza a delimitar con el arado el emplazamiento de las murallas
de su futura ciudad. Y el primer acto de... ¿crimen? ¿justicia? ¿castigo?, también tendrá que
ver con la tierra. Remo muere por haberse atrevido a profanar esos límites sacrosantos.
Por ello la ciudad, de planta cuadrada, tiene como punto de referencia el Palatino. El
Aventino, sobre cuya ladera, en un lugar denominado Remonia se ubica la tumba del
desdichado Remo permanecerá durantes muchos siglos fuera del ámbito del poemerium, es
decir del lugar más allá de las murallas donde acaban los auspicios que protegen la ciudad.
También tiene que ver la tierra con los actos rituales que siguieron a la fundación.
En el lugar luego denominado el Foso de los Comicios, se abrió un hoyo circular,
denominado “mundo”, donde se colocaron muestras de todas las cosas provechosas y
necesarias, pero del cual cada nuevo ciudadano sacó un puñado de tierra, para llevarlo
consigo. Y arrojó en su lugar otro puñado, traído por cada uno de su lugar de origen. ¿Se
puede todavía dudar de la importancia de la tierra?
La tradición narra también que Rómulo asignó dos yugadas de tierra
13
por cada
familia, por cada gens, en la cabeza de los respectivos jefes de las mismas. Cada pater,
recibió entonces dos yugadas para habitar, labrar y trabajar, conjuntamente con los suyos
14
.
Pero la ciudad seguía quedando grande, en función al número de habitantes, aún con el
incremento que supuso la llegada de las sabinas, operado alrededor de cuatro meses
después de la fundación. Así lo había previsto Rómulo desde un principio, por eso dije que
la concepción geopolítica de éste era mucho más ambiciosa que la de su hermano Remo.
No me atreveré a decir que pensaba ya en un Imperio, pero al menos lo hacía en
una ciudad destinada a perdurar.
13
Cada yugada significa 2518,88 m2. Dos yugadas suman entonces 5.037,76 m2, algo más de
media hectárea. En el sistema romano de medidas de superficie un heredium, equivalente a 5.040
m2, era precisamente media hectárea, o dos yugadas.
14
Cfr. Varrón. De Re Rustica. 1.10.
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El plan del fundador
15
era expandirse, y para ello necesitaba atraer gente procedente
de los pueblos vecinos, lugar había de sobra. Por ello se abre un asilo
16
, localizado en una
vertiente ubicada entre dos bosques sagrados, pero fuera de la planta de Roma propiamente
dicha. Era como un arrabal de la ciudad.
Allí se refugió, procedente de poblaciones cercanas, una multitud indiferenciada, sin
distinción de libres y esclavos, que esperaban ser admitidos como ciudadanos en Roma.
Cosa que más adelante sucedería.
Y vinieron las primeras luchas, con los caeninenses, con los antemnates, con los
sabinos primero. Luego con los habitantes de Camaria, con los de Veyes por el control de la
ciudad de Fidenas...
Todo en tiempos de Rómulo, pero la expansión no se detiene allí, apenas ha
comenzado. La destrucción de Alba Longa en épocas de Tulio Hostilio no deja de ser un
hito en ella, importante por la trascendencia que tiene, la hija devorando a la madre, pero un
hito más, entre tantos otros.
Y entonces, llegó Anco Marcio...
Según Tito Livio
17
, fue elegido luego de la muerte de Tulio Hostilio por el pueblo,
elección ésta ratificada por el senado. Era sabino, y nieto por línea materna de Numa
Pompilio. Mucho más adelante, Julio César dirá que la gens Julia desciende directamente
de este rey.
Se trata de un personaje oscuro y contradictorio, más aún que el resto de los reyes.
Y, al igual que todos ellos, posiblemente no haya existido nunca.
Según Michelet
18
, “presenta una mezcla de tradiciones confusas y la reunión de
caracteres contradictorios reunidos en el mismo individuo”. Así, este nieto de Numa, que
había enterrado en su tumba todos sus escritos religiosos para que no fueran divulgados,
publica en tablas los misterios de la religión, precisamente para que todos los conozcan.
Los cuales, pese a esto, eran ignorados por los plebeyos varios siglos después, según
narran las crónicas.
15
Cfr. El primer libro de la Historia de Tito Livio. Dedicado a Los Orígines de Roma. Tito Livio. 1.
8. Ver cita completa en Bibliografía.
16
Término que en griego viene a significar algo así como “lugar inviolable”, pues en Grecia
“derecho de asilo” se asociaba con “derecho de asentamiento”.
17
Libro 1.32.
18
Historia de Roma, de Jules Michelet. Ver cita completa en Bibliografía.
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Funda el puerto de Ostia, para un pueblo que no tenía barcos ni practicaba la navegación,
abre al pie del Capitolio una cárcel terrible, exclusivamente para los plebeyos, y sin
embargo por el otro lado es generoso con ellos, les reparte tierras conjuntamente con los
demás latinos vencidos que se habían radicado en la ciudad, principalmente en el monte
Aventino, dando origen a la parte de Roma que será conocida como “ciudad plebeya”. Y,
sin embargo, curiosamente varios siglos después la Lex Icilia, repartientre los plebeyos
esas mismas tierras, con gran beneplácito por parte de éstos.
Todo esto ratifica lo que he expuesto más arriba. Poco se puede confiar en los mitos
de los historiadores latinos. Sin embargo, tal la versión que nos ha llegado, y así la
transcribo.
Retomemos a Tito Livio
19
. Según su narración, Anco Marcio (cuyo carácter era tan
dispar y variable que recordaba tanto a Rómulo como a Numa), había tomado por la fuerza
la ciudad latina de Politorio y, siguiendo una tradición establecida desde los orígenes
mismos de la ciudad, admitió en Roma a los enemigos vencidos, que fueron incluidos en el
número de los ciudadanos. Más habitantes para Roma.
Para ese entonces, los romanos más antiguos, los patricios, se habían establecido en
el Palatino y su contorno, los sabinos habían ocupado el Capitolio y la Ciudadela que lo
defendía, y los albanos el monte Celio. Por eso, a estos nuevos ciudadanos se les entregó el
Aventino, luegar al que también fueron derivados con posterioridad los vencidos habitantes
de Telenes y Ficana
20
.
No paró allí la cosa, ya que después de estos sucesos sale Anco al frente de su
ejército para enfrentar a los latinos que aún permanecían rebeldes y se habían agrupado en
Medulia
21
, venciéndolos en batalla campal. A raíz de lo cual una multitud adicional de
nuevos ciudadanos se asienta en Roma. A ellos se los ubica en un lugar situado junto al
templo de Murcia
22
, para unir Palatino y Aventino.
También se añadió el Janículo, no porque en la ciudad faltase ya espacio para
albergar a sus pobladores, sino por razones defensivas. Tal el motivo por el cual se lo rodeó
con una muralla, y se procedió a unirlo a la ciudad con un puente de madera, el primero de
19
Libro 1.33.
20
Telenes estaba al sur de Roma, Ficana en el camino de Ostia.
21
Antigua colonia de Alba Longa, situada al noreste de Roma.
22
En el valle donde luego se levantaría el Circo Máximo.
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los muchos que luego se levantarían sobre el Tíber. Igualmente por razones de índole
militar se cava el foso de los Quirites, importante fortificación destinada a impedir el
acceso desde lugares más llanos.
Lo que sigue de la narración no interesa a los fines de este trabajo. Lo interesante es
la distribución de tierras, aunque se trate de tierra urbana. Asimismo, cada una de las
nuevas familias habría recibido derecho a trabajar con exclusividad, siete yugadas de tierra
de labor, tomadas de la tierra pública que para entonces poseía ya la ciudad
23
.
La última cuestión correspondiente al período monárquico que nos interesa es la
relativa a la reforma de Servio Tulio, que nos narra Tito Livio
24
, y que también menciona
Dionisio de Halicarnaso.
Luego de una victoriosa campaña militar, contra los etruscos en general y contra
Veyes en particular (una más entre las muchas confrontaciones que mantuvieron ambas
ciudades), Servio Tulio realiza un censo, conforme el cual se ordenan en adelante las clases
y las centurias, tanto para la paz, cuanto para la guerra.
No me interesa aquí reproducir la modalidad de conformación de las clases, por
todos conocida. Lo que sí encuentro importante destacar es que, si bien la unidad de medida
para ubicar a los ciudadanos en una u otra era el factor económico a esto todos los autores
lo mencionan- dicho factor económico no se medía en dinero, sino en los bienes mancipi
que poseyesen, cosa que ya no se menciona tanto.
Ya he referido más arriba que las cosas mancipi estaban constituidas principalmente
por la tierra, las fincas rústicas, los instrumentos y aún los derechos que sirviesen para
explotarlas. Concretamente los fundos en suelo itálico, las servidumbres prediales sobre los
mismos, los animales de tiro y carga y los esclavos.
Tener tierra de labor pasa entonces a ser un elemento capital, que será decisivo a la
hora de censar, y de categorizar a una familia. Cosa que había de tener lugar cada cinco
años, de manera que la división social no se congelaba, sino que era móvil. Se dice que el
primer censo dio como resultado ochenta mil ciudadanos en estado de llevar armas.
23
Cfr. Derecho Romano, de Juan Carlos Ghirardi. En la Parte de Temas Doctrinarios, precisamente
el capítulo de Reformas Agrarias en la República Romana. Ver cita completa en Bibliografía.
24
Libro 1.42,43 y 44.
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La última centuria, la de los proletarios (proletarii) estaba conformada por el resto
de la gran multitud que no tenía bienes mancipi. A ellos se los censaba por la prole, de allí
el nombre, y estaban exentos del servicio militar.
Dada la cantidad de ciudadanos resultante, Servio Tulio ensanchó la ciudad, y
amplió los límites del poemerium, cosa esta última a la que solamente se atrevían encarar
quienes habían obtenido gran prestigio y logrado resonantes victorias.
Con lo cual los confines de Roma se extendieron, para acoger en el seno de la
ciudad a dos nuevas colinas, los montes Quirinal y el Viminal. Inmediatamente tuvo lugar
una nueva ampliación, que incluyó el Esquilino, donde el mismo Servio Tulio fijó su
residencia, para dar el ejemplo a sus conciudadanos y para que el lugar adquiriese prestigio.
La ciudad, así modificada, fue rodeada por un terraplén, fosas y murallas.
Con esta narración juzgo adecuado acabar el punto que he venido desarrollando. Tal
es la versión que los autores clásicos nos suministran, sobre cómo se asignó primitivamente
la tierra, y cuáles fueron los criterios conforme a los que se procedió a tal adjudicación.
b. Lo que pudo haber sucedido
Parecería que, desde mucho antes del establecimiento de una ciudad propiamente
dicha, junto a las orillas del Tíber, en la región de las siete colinas tiberinas (los montes
Palatino, Esquilino, Celio, Quirinal, Viminal, Capitolio y Aventino), pueblos procedentes
de tres tribus, primero separadamente, luego en común, habían venido ocupando la zona.
25
Eran estas tres tribus, las de los ramnes, ticios o titienses y ceres. Los ramnes
indudablemente eran latinos. Ellos fueron quienes dieron nombre a la nueva ciudad romana
y contribuyeron esencialmente a fijar su nacionalidad.
En cuanto a los ticios, que la tradición también ha denominado titienses en
conmemoración del rey sabino Tito Tacio, pertenecían a esta nacionalidad, o sea la sabina,
sobre ello todas las tradiciones resultan uniformes. Una de estas tradiciones recuerda a la
cofradía Ticiana, instituida precisamente por Tacio, en conmemoración del ingreso de su
pueblo a Roma, y para preservar los ritos nacionales, que aquél había llevado consigo.
25
Cfr. Historia de Roma, de Theodor Mommsen, premio Nobel de Literatura 1902. Ver cita
completa en Bibliografía.
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No hay certezas acerca de cuándo se produjo la confusión de ambos pueblos, si bien
pareciera remontarse a una época muy lejana. Una época en la cual latinos y sabélicos no se
hallaban tan distanciados, en idioma, costumbres y religión, como lo estuvieron más
adelante latinos y samnitas. Posiblemente una tribu de origen sabino haya convivido por
décadas junto a los ramnes, pero conservando su identidad nacional, hasta que todos
confluyeron en la misma ciudad.
Roma tiene entonces, en sus orígenes, mezcla de nacionalidades. Es famosa la
tradición según la cual, tiempo después de fundada, el sabino Apio Claudio junto a su
numerosa clientela se estableció en la nueva urbe, y recibió de ella el derecho de
ciudadanía. Sin embargo, esta mezcla no fue tan profunda como para alterar la identidad de
la ciudad original, se trata de dos pueblos que convivían desde hacía tiempo, y que
posiblemente hubiesen desarrollado una especie de simbiosis. Prueba de lo cual está en el
hecho de que la nueva ciudad no perdió ni la religión ni la lengua latinas.
Poco sabemos de los lúceres. Mommsen
26
, sugiere que podrían haber sido latinos,
aunque provenientes de una rama distinta de la conformada por los ramnes. Otras versiones
afirman que se trató de etruscos, otras más, en fin, que el nombre genérico sirvió para
designar a todos los que advenían a Roma, que no pertenecieran a las tribus de los sabinos y
de los latinos.
Sea como fuere, resulta muy difícil creer en la historia tradicional, según la cual
Roma habría surgido de un acto fundacional especial. La crónica que narra la leyenda de
Rómulo y Remo debe ser, seguramente, ficticia. Originada quizás en la necesidad de un
pueblo, que se creía llamado a la grandeza como finalmente lo fue, de tener un fundador
cierto, además de origen divino, y una fecha determinada de nacimiento. En el caso, el 21
de abril del año 753 a J.C., entre la primera y la segunda hora del día.
Pero la verdad no puede ser ni tan simple, ni tan fantasiosa, Roma no se pudo haber
hecho en un día. Con seguridad las tres tribus habían ocupado las cimas de las colinas sobre
las cuales se desplegará luego su planta, y cultivaban en común las llanuras existentes entre
ellas, compartiendo el agua que manaba de la fuente de los Cámenes, ubicada cerca de
26
Cfr. Op. Cit.
ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
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donde más tarde se levantaría la puerta Capena, y la de la fuente Capitolina, encerrada más
tarde en el Tullanium.
27
Tal podría ser la explicación real del asentamiento de cada pueblo en un monte
diferente, en lugar de la historia oficial que atribuye el hecho a decisión unilateral de los
reyes Rómulo, Anco Marcio y Servio Tulio.
Se trataba de un territorio hostil, el suelo era poco fértil y expuesto a frecuentes
inundaciones, el agua potable era escasa, los torrentes que bajaban de la montaña en la
estación de lluvias formaban marismas en las depresiones del terreno ubicado entre las
colinas, motivo por el cual la región no ofrecía ningún atractivo para los inmigrantes. Un
motivo adicional para el nacimiento de la leyenda fundacional. Nadie en su sano juicio,
salvo una cuadrilla de forajidos procedente de Alba Longa, podría haber escogido ese lugar
como sede de una nueva urbanización.
Los límites de la Roma primitiva, olvidándonos de lo que los historiadores cuentan
acerca de Rómulo y su arado, debieron ser más o menos así, según describe Mommsen:
28
Al este, lindaría con territorios de las ciudades de Anteme, Fidenas, Coenina,
Collacia y Gabia, situadas todas a una distancia inferior a dos leguas del supuesto recinto
amurallado por Servio Tulio. Más allá, a unas cinco leguas y en la misma dirección, todavía
se hallaban las poderosas urbes de Tusculum y Alba, motivo por el cual no hay ninguna
duda que el terreno romano original no debía llegar mucho más allá de la Fossa Cluiliana,
con una extensión total de ocho kilómetros.
Al oeste la frontera se encontraría a unas seis millas, en dirección a la ciudad de
Lavinium. Esto en cuanto a los límites terrestres porque los demás estaban dados por el río
Tíber, una de cuyas márgenes pertenecía a Roma. A través del río tenía salida al mar, en el
espacio intermedio no existió jamás en aquellos tiempos población alguna, de modo que la
fundación de Ostia como puerto parece una decisión natural. Era el arrabal, la vinculación
con el exterior, la puerta por donde entraba y salía el comercio, cuando comenzó a haberlo.
Si asumimos que ésta fue la realidad, por fuerza entonces debemos abandonar la
idea de que fue Rómulo, o cualquier otro rey, quien repartió originalmente la tierra entre
sus súbditos. Voy a explicarme.
27
Éste fue el nombre de la prisión, construida más tarde al pie del monte Capitolio.
28
Cfr. Op. Cit.
ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
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Posiblemente, en los albores de la civilización, la propiedad no solamente de la
tierra sino de todo, los hijos de la tribu inclusive, fue comunitaria. Al hablar de los albores
de la civilización me refiero la época en la cual la cultura humana empezó a diferenciarse
de los usos y costumbres de las demás agrupaciones de seres vivos, en particular los
primates
29
. Si así son las cosas, hay genéricamente dos grandes formas en que los súbditos
de una nación devienen propietarios. Conforme la primera, la propiedad es en sus orígenes
colectiva para pasar después, por concesión del Estado, a tornarse individual. De acuerdo a
la segunda, pertenece desde un principio a los particulares, que la llevan consigo al
integrarse al grupo social organizado.
Esta última línea de pensamiento es particularmente aplicable al caso de los bienes
muebles. Si bien este tipo de cosas los muebles- habrían sido los primeros en relación a
los cuales el Estado delegase el dominio entre sus ciudadanos, conforme una de las
posiciones doctrinarias mencionadas
30
.
Siguiendo a Bonfante
31
, diré que muy posiblemente las res mancipi fueron, en
tiempos pre romanos, propiedad común del consorcio gentilicio. Por consiguiente, el
ejercicio del derecho dominial recayó en cabeza del pater que estaba al frente de la gens.
La verdadera propiedad individual recién nació, jurídica y socialmente, cuando el
proceso de disgregación de las primitivas unidades gentilicias culminó en la conformación
de familias ajenas unas de otras (proprio iure) aunque conservasen un nomen común, y
cuando sus miembros se tornaron sujetos patrimonialmente independientes, proceso que
recién viene a completarse alrededor del siglo III a J.C.
La propiedad de las cosas, especialmente de la tierra, habría sido entonces y en los
orígenes de Roma, atribuible a cada uno de los diversos núcleos familiares denominados
gens, o sea agrupaciones de personas que reconocían descender de un mismo antepasado
común. Estos terrenos conformarán los denominados agri gentilicii.
La gens, fue la primitiva titular de la tierra y, al organizarse el Estado, la integró a
éste. Tal concepción resulta coherente con la idea de que el Estado se conforma, en Roma,
de acuerdo al modelo gentilicio. Como tal tiene un rey, que, a semejanza del pater, lo
29
Cfr. Manual de Historia de la Civilización, de Héctor Trevisan y José Sinland. Ver cita completa
en Bibliografía.
30
Cfr. Manual de Derecho Romano II, de Juan José Alba Crespo. Ver cita completa en Bibliografía.
31
Cfr. Instituciones de Derecho Romano, de Pedro Bonfante. Ver cita completa en Bibliografía.
ORÍGENES DE LA PROPIEDAD ROMANA Y SUS LÍMITES
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dirige y gobierna. Al igual que cada familia tiene sus dioses lares, que protegen
encrucijadas y caminos, tiene sus deidades nacionales, veneradas en templos a los que
solamente los ciudadanos pueden acceder
32
. De esta manera, la conformación del primitivo
Estado habría sido un calco de la estructura de cada gens, que confluye a integrarlo.
Esta tierra familiar, en sus orígenes, constituyó lo que se denominaba ager limitatus,
porque sus confines eran santos, demarcados en una ceremonia religiosa especial, en la que
se invocaba al dios Terminus, bajo cuya protección se ponían los límtes. Las XII Tablas
disponían que, inmediatamente después de acabado el espacio correspondiente al ager
limitatus, se dejasen libres cinco pies (dos pies y medio por cada uno de los fundos que de
esta manera eran contiguos, pero no estaban pegados. Este espacio libre, por el que los
particulares transitaban, debió ser en un principio res sancta y por ende fuera del comercio
ya que Cicerón
33
, narra que no podía ser adquirido por usucapión.
Nótese otra semejanza entre la estructura del primitivo Estado con la conformación
de la gens. Así como ésta tenía su ager limitatus, también Roma poseía su poemerium,
espacio ubicado inmediatamente afuera de las murallas, en el cual no podía construirse, ya
que sobre él se extendían los auspicios que emanaban de los dioses protectores de la ciudad.
Éste debió ser, entonces, el principio. Las tribus originarias, habitantes de las siete
colinas, que luego confluirían y se unirían para conformar Roma, tenían sus grupos
familiares aglutinados en torno a un mismo antepasado común, sus gentes. Y estos grupos a
su vez eran propietarios de tierras, que integrarían al nuevo Estado, una vez el mismo
quedó conformado y ellos pasaron a formar parte de él.
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32
Cfr. Derecho Romano, de Juan Carlos Ghirardi. En la Parte de Temas Doctrinarios, precisamente
el capítulo de Roma y la Laicización del Derecho. Ver cita completa en Bibliografía.
33
Cfr. De Legibus. 1.21.
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