En la provincia de Córdoba, en el centro del país, recién comienza a hablarse de grupos
indígenas, aborígenes o pueblos originarios a finales de dicho período e inicio del nuevo milenio.
En esta provincia, en la actualidad, existen más de 21 comunidades en procesos de
formación en diferentes localidades rurales y urbanas.3
Siguiendo a James Brow (1990), podemos entender la aparición y organización de estos
grupos bajo el concepto de procesos de comunalización, es decir, como un conjunto de
acciones que sostienen y construyen los sentimientos de pertenencia vinculados a un “estar
juntos”. En nuestro caso, se trata de un sentido de pertenencia vinculado a una filiación
con una identidad aborigen en común.4 Cabe destacar, que varios grupos indígenas en
Argentina y Córdoba, se han reorganizado con la figura política de “comunidad”5,
encarando un proceso de reconocimiento étnico y de rearticulación comunal, que implicó
también la tramitación de la personería jurídica frente al Instituto Nacional de Asuntos
Indígenas (en adelante: INAI). Por su parte, estos procesos de comunalización, han
identificado un pasado aborigen asociado a la presencia de grupos Comechingones en
Córdoba. Ello ha implicado el trabajo cultural de enlazar memorias colectivas, reconstruir
los lazos genealógicos y el pasado territorial. En este sentido, estos procesos han lidiado
con las memorias hegemónicas y las narrativas oficiales (Ramos, 2011), que han
naturalizado el sentido común sobre la extinción de los pueblos indígenas.
En Córdoba, los procesos de adscripción indígena y re-emergencias de comunidades, se
remontan al noroeste provincial, en las zonas serranas. Uno de los primeros antecedentes
se dio en el pueblo de San Marcos Sierras, en el Departamento de Cruz del Eje, de la mano
de los entonces
descendientes de los grupos comechingón/sanavirón Tulián. Ya desde la
década del ‘90 comenzaron a realizar las “tulianadas”, una fiesta local en conmemoración a
una restitución de tierras históricas a la comunidad indígena en 1806 (Tell, 2012; Tulián y
3 Río Cuarto, Bialet Massé, San Carlos Minas, San Marcos Sierras, Capilla del Monte, La Higuera, Villa María,
San Esteban, Alta Gracia, Berrotarán, Ciudad de Córdoba, entre otras.
4 La categoría procesos de comunalización, nos permite entender los procesos de formación de comunidades desde
los aspectos simbólicos y materiales. Esto evita substancializar las comunidades y alejarnos de una postura
esencialista de análisis, pues nos interesa analizar la manera en que se van construyendo sentimientos de
comunidad entre los grupos que se adscriben como pertenecientes a ellas. En este sentido es importante
entender, tal como señala Brow, que en los sujetos existentes hay una creencia compartida de que sus
vínculos son vividos desde siempre, sin embargo, la comunidad es una construcción que sostiene dicha
creencia. En esa configuración participan tanto procesos de primordialización (substancialización y
naturalización de los lazos, concepción de un origen común inmemorial) como prácticas de reinvención de la
tradición, es decir, prácticas que desde la concepción de un pasado común dan sentido al estar juntos en el
presente. Para un análisis más profundo sobre la relación entre procesos de comunalización y territorio
vinculado a la Comunidad Comechingón del Pueblo de La Toma se puede consultar en Palladino (2010).
5 Como muestra Bompadre (2016), es importante mencionar también la presencia de personas que se
identifican como “descendientes” y/o originarios Comechingones, pero que no están involucrados en
procesos de comunalización ni han decidido participar en el proceso de reivindicación política en estas
comunidades. Existe además en la ciudad de Córdoba, otro tipo de identidades aborígenes migrantes de
diferentes sectores de Argentina (Stagnaro, 2014).
Revista Pelícano vol.4 (2018) - 66