Revista Pelícano
Vol. 4. E l asalto de lo im pensado
ISSN 2469-0775
pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2018 - Córdoba
Marcelo Paulo Correa
marceco91@gmail.com
Universidad Nacional de Salta -
CONICET. Licenciado en Historia por la
UNSa. Becario doctoral del CONICET.
Investigador del proyecto "Agentes de
gobierno en el mundo Hispano.
Microanálisis del poder monárquico
(ss.XV-XVn). Ha sido becario de
estancia de investigación de la Casa de
Velázquez (Madrid).
DOI: 10.22529/p.2018.4.07
La creacn de una facción aragonesa
en Castilla durante la minoa de
Alfonso XI (1312-1325): las relaciones
exteriores como relaciones cortesanas
The creation of an Aragones Faction
during Alfonso XI’s Minority (1312
1325): External Relations as
Courtesans Relations
Resumen
El presente artículo es resultado de una
investigación micropolítica centrada en el
estudio de los vínculos políticos
establecidos entre personajes importantes
de la Corte castellana con agentes
poticos del rey Jaime II de Aragón.
A través de la documentación epistolar
y cronística se analiza la progresiva
construcción de una faccn cortesana
favorable al monarca aragonés, en el
entorno potico de los tutores de
Alfonso XI.
Palabras clave: Castilla, Alfonso XI,
Corte, relaciones exteriores, Aragón.
Abstract
This article is the result of a
micropolitical research focused on the
study of the political links between
important people of the Castilian Court
and political agents of King James II of
Aragon.
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Through the letters and chronicles, the progressive development of a courtly faction in
favour of the Aragonese King is being analysed, in the political environment of Alfonso
XI's regents.
Key words: Castilla, Alfonso XI, Court, external relations, Aragón.
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Los orígenes de la diplomacia moderna han sido estudiados hasta el momento desde una
perspectiva estatista, sobre todo porque este fenómeno se ha vinculado a los embajadores
en su faceta actores protagónicos, presentados como los depositarios de la potestad de
establecer vínculos exteriores. Bajo la influencia de las propuestas institucionalistas, los
trabajos centrados en el siglo XV han seguido esa misma línea, siguen los preceptos de los
investigadores que proponen a la Baja Edad Media como el escenario del origen del Estado
Moderno.
Sin embargo, recientes investigaciones han recuperado el estudio de la Corte como
centro neurálgico de la potica, una perspectiva que ha permitido también revalorizarla
como espacio de las relaciones exteriores, consideradas en el presente artículo como inter
dinásticas e inter-cortesanas. En ese sentido, Stephan Péquignot ha trabajado
específicamente sobre los distintos agentes de informacn que servían a Jaime II como
fuente, contribuyendo de ese modo a la construccn de una estrategia política fundada en
un “horizonte de información (Péquignot, 2009, p.455).
De entre estos estudios, también se destacan obras como la publicada en 2003 por la
profesora Rita Costa Gomes, en su libro The Formation o f Court Society: Kings and Nobles in
Late Medieval Portugal, refrescaba la importancia que los estudios de Elías han tenido para el
estudio de la Corte e indicaba que considerar a esta entidad como una red de individuos
interconectados, implicaba la construccn de un nuevo objeto de estudio (Costa Gomes,
2003, p.13). Por otro lado hacía alusn a la historización de la Corte, un fenómeno que se
afirma como una secuencia dinámica de condiciones, a trazos de prácticas y procesos que
llevaron a la posicn específica de los monarcas en esa configuración humana. Se trataba
de una realidad donde permanecían en un estado indistinto lo público de lo privado (Costa
Gomes, 2003).
En el mismoo María Narbona Cárceles presentaba un libro que tenía como texto
base su tesis doctoral defendida en 2004 en la Universidad de Navarra, se titula La corte de
Carlos III el Noble, rey de Navarra: espacio doméstico y escenario del poder, 1376-1415, en la que
destaca la vertiente doméstica del poder. En esa línea desarrollaba una explicación que
ubicaba a la casa del monarca como un espacio de intimidad. Este ámbito, que en Navarra
al igual que en Francia tomó la nomenclatura de hostal, servía al monarca para poder
medir el pulso de los personajes que tomarían mayor relevancia en la vida potica del reino
(Narbona Cárceles, 2006).
Por otra parte, en el norte de Europa, 2006 también fue el año de publicación de una
compilacn dirigida por los profesores Steven Gunn y Antheun Janse titulada The Court as
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a Stage. England and the Low Countries en the Lates Middle ^ge. En el conglomerado de textos,
dos capítulos hacen alusn a la Corte de los Duques de Borgoña, un conjunto discontinuo
de territorios que a fines de la Edad Media se aglutinaban con el Duque mediante lazos
vasalticos, pero poco tenían de similar entre sí. Esta diversidad de fueros, vasallos y
representaciones poticas hicieron de la Corte un espacio de complejidad en el que se
desarrollaron mecanismos complejos de integración (Gunn y Janse, 2006).
Por último, en 2015 las profesoras Alexandra Beauchamp y María Narbonarceles
coordinaron un Dossier denominado: La sociedad cortesana en la Península Ibérica (siglos XIV-
XV): fuentes para su estudio. En dicha publicacn las autoras reconocen que, pese a la
eclosión de los trabajos sobre Corte en la Baja Edad Media, todavía queda mucho trabajo
por realizar. Es decir, destacan la potencialidad del tema para ser estudiado. Es por ello que
también resaltan que la agenda temática pendiente es muy variada y cuantiosa, al igual que
las metodologías de investigacn que pueden utilizarse para dicho objeto (Narbona y
Beauchamp, 2015, pp.9-13)
Además, así como la Corte de los reinos ibéricos en la Baja Edad Media resulta un tema
complejo y poco trabajado, el reinado de Alfonso XI de Castilla también presenta una serie
de problemas para realizar un estado de la cuestión.
El reinado de Alfonso XI (1312-1350) es hasta el momento, uno de los lapsos menos
estudiados por el medievalismo, de hecho todavía está pendiente una publicación que
integre los aspectos políticos de todo el peodo. No obstante, los años de la minoa son
aún más desconocidos, no solo por la falta de disponibilidad de documentos, sino también
por lo convulsa que fue la época, lo que dificulta la reconstruccn y explicación de los
procesos históricos. Pese a que actualmente existen pesquisas relativas a la guerra y a la
itinerancia cortesana en esta época (Arias Guillén, 2012; Cañas Galvez, 2014), que aportan
algunos datos para la comprensión del reinado, ninguna de ellas se ha ocupado de
investigar en profundidad la importancia de la minoría del rey.
En este período observamos a un rey niño que solo sirve para legitimar las acciones de
sus tutores, de todos ellos la figura de prestigio indiscutida fue la reina María de Molina.
Sumado a esto, se puede observar que, como resultado del proceso integrador desarrollado
durante el reinado anterior (Correa, 2015, pp.63-77), la mayoría de los linajes del reino se
encontraban ya en el seno de la Corte y, por ende, gozaban del privilegio de servir al rey en
algún oficio del entorno doméstico.
En ese sentido, la disputa faccional que se desarrolló en torno a la obtencn de algún
lugar en las tríadas tutoriales, fue una verdadera lucha por la privanza. Es decir, que se
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buscó controlar el acceso al monarca para así poder controlar la dispensa de las gracias y
mercedes que éste daría o que se darían en su nombre. En efecto, para encontrar un
equilibrio entre los bandos en pugna fue necesaria la toma del poder por parte de Alfonso
XI en 1325 quien, a través de documentos y proclamas, lamentaba lo sucedido en los años
anteriores (Navarro, 2004, pp.177-192).
Las dificultades acontecidas en la larga minoría de Alfonso XI configuraron un
complejo panorama potico que depend cada vez más del establecimiento de vínculos
con objetivos y fidelidades fluctuantes. Sin embargo, se observa aquí un proceso de
consolidación del servicio (Quintanilla Raso, 1999, pp.63-103)1 como principal vía de acceso
al poder, dejando en un segundo plano el linaje y la sangre como elementos legitimadores.2
Además, la inexistencia de un personaje que contase con el suficiente poder para
controlar las banderías, hizo factible y hasta casi necesaria la intervencn de los monarcas
de los reinos vecinos, en especial de Jaime II de Aragón, quien lideró desde el exterior una
facción castellana que respondía a sus intereses.
El contexto político: Los inicios del reinado de Alfonso XI y la primera tutoa
Incluso antes de la muerte de Fernando IV en 1312 doña María de Molina, su madre, y
doña Constanza, su esposa, pugnaban por el lugar en el que debería reposar el rey enfermo
para recuperarse. Mientras que la primera quería llevarlo a Palencia, a casa de Ruy Pérez,
uno de sus vasallos, la segunda quería que el rey se dirigiese a Carrión, donde sería atendido
por ella misma y por su aliado Juan Núñez de Lara (Cerdá y Rico, 1787, p.43). A pesar ello,
el monarca decid ir a Valladolid, donde la reina debía celebrar una concordia con el
infante don Juan en vistas de la enfermedad del monarca. Sin embargo, “algunos privados
aconsejaron al rey que no aceptara el acuerdo (Cerdá y Rico, 1787, p.43), situacn que
refleja claramente cómo desde el incidente de Gonzalo Gómez de Caldelar (Cerdá y Rico,
1787, p.43), durante el cual los Lara buscaron distanciar a Fernando IV de la reina, María
de Molina había perdido el monopolio del consejo sobre el rey.
De todos modos, desde la muerte de su esposo Sancho IV de Castilla en 1295, la reina
madre había constituido para un partido y éste le permitió que tras el nacimiento del
heredero fuese puesta a cargo de su cuidado, en detrimento de la decisión que había
1 El servicio al monarca implicaba una relacn personal, el trato directo con él. Estas prestaciones se
devolvían en el desempeño de cargos y en el reconocimiento del derecho que los nobles ostentaban para el
desempeño de las más altas magistraturas en el gobierno.
2 Antes de que el servicio se transformara en una forma de engrandecimiento, la fuente de nobleza era
indubitablemente la sangre, pertenecer a un linaje y sobre todo honrar el antepasado común de una familia
eran el símbolo de la nobleza. De allí la utilización de los apellidos y más n de los patronímicos como
mbolo de continuidad
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tomado doña Constanza, de entregar la guarda del no al infante don Pedro, hermano de
Fernando IV (Cnica de Alfonso XI, p.44).
Mientras tanto, el infante don Juan se aliaba con otros poderosos y reunía fuerzas para
solicitar que se compartiese con él la guarda del recién nacido. Junto a él, don Juan Núñez,
Fernán Luis de Saldaña y otros hombres, todos ellos miembros de la nobleza vieja castellana,
acompañaron al rey al encuentro de la reina Constanza. Pero el monarca decidió reunirse
con don Juan Manuel, quién disfrutaba de señoríos en el área fronteriza entre Castilla y
Aragón, y Juan Alfonso de Haro, señor de Vizcaya, quienes acompañaron a María de
Molina. La insistencia de Don Juan Núñez no cesaba y en nombre de Constanza intentó
varias veces acceder al rey, pero este se negó a recibirlo. Entonces, este noble decid actuar
violentamente para tomar al príncipe como prisionero, pero el monarca fue enviado a Ávila
por su madre, donde un miembro de un antiguo linaje castellano, don Diego Gómez de
Castañeda, partidario de María de Molina, lo recibió (Cnica de Alfonso XI, p.50).
Como se puede observar, partidarios de uno u otro bando persistían en una lucha
faccional iniciada en el reinado del predecesor de Alfonso XI, con la cual tambn
convivían los viejos problemas de legislación. Tal como en el reinado anterior, en el que la
disputa había sido sucesora, durante la minoría de Alfonso XI la costumbre castellana se
enfrentó con la reciente reglamentacn acuñada por Alfonso X, expresada en Las Siete
Partidas, en las que se recogían algunas de las condiciones necesarias para acceder al
Consejo de Regencia (Sánchez Arcilla-Bernal, 1995). Ante la necesidad de conformar un
consejo de tutoría se formaron dos partidos cortesanos, que tuvieron una representacn
s o menos equitativa, pero con frecuencia se vieron afectados por recurrentes cambios
de fidelidad. Por un lado, el infante don Juan reorganizaba su capacidad para ejercer
patronazgo y aglutinaba bajo su influencia a María de Haro, a Lope de Haro, a don Juan
Núñez de Lara, a don Fernando de la Cerda, a Sancho Sánchez de Velasco y a Constanza
de Portugal (García Fernández, 1991, pp.143-182). Por el otro, el denominado partido
molinista, formado durante el reinado de Fernando IV, con algunas modificaciones, se
conformó en torno a la postulacn como tutor del infante don Pedro (hermano de
Fernando IV) con el benepcito de María de Molina, en su papel de cabeza del linaje de los
Meneses, Juan Alfonso de Haro, Fernán Ruiz de Saldaña y el maestre de Caltatrava (García
Fernández, 1991, pp.143-182; Crónica de Alfonso XI, p.50). En esta época tambn el infante
don Felipe empezó a adquirir protagonismo, acompañando a su hermano Pedro y a su
madre, y sirviendo de contacto entre el infante Juan y la reina María al momento de
negociar los lugares del consejo.
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Por aquel entonces, algunos personajes destacados del momento político fueron
desapareciendo. De hecho, en 1313 fallec la reina doña Constanza (Sánchez Arcilla-
Bernal, 1995, p.74), situacn que dejaba a doña María como guarda indiscutible del
pequeño monarca y deslegitimaba a aquellos que habían pretendido hasta entonces sustituir
la autoridad de la madre de Alfonso por la de su abuela. Hacia 1318, don Pedro, en
colaboracn con los maestres de las órdenes militares, solicitaba servicios en las cortes de
Medina del Campo para asediar el reino musulmán de Granada (Sánchez Arcilla-Bernal,
1995, p.74), lo que anunciaba que reanudar la reconquista formaba parte de los planes del
tutor.
Iniciadas las hostilidades, luego de la toma del castillo de Tíscar hecho que motivó la
accn militar de don Juan- el infante Pedro avanzó rápidamente sobre las puertas de
Granada, pero ante el ataque del musulmán Ozmín, tanto él como su o Juan murieron en
batalla (Sánchez Arcilla-Bernal, 1995, p.93). En consecuencia, la tríada de tutores quedaba
reducida a la señora de Molina, lo que despertó las aspiraciones de otros personajes de
influencia para acercarse a la figura regia.
El contexto político: La segunda tutoría y la muerte de María de Molina (1318-1325)
La segunda tutoría del rey se inició con la muerte de los infantes Juan y Pedro en el o
1319 y culminó con la toma efectiva del poder por parte del rey Alfonso XI en 1325, año
que inauguró su gobierno personal. Tras conocerse los fallecimientos de los antiguos
tutores, don Juan Manuel se apresu a ser nombrado tutor del rey y fue rápidamente
reconocido en conjunto con María de Molina.
En ese escenario, se desencadenó un conflicto con doña María de Haro, quien
recientemente había enviudado tras la muerte del infante Juan. La noble solicitaba para su
hijo, conocido como Juan el Tuerto el Adelantamiento de la Frontera (Sánchez Arcilla-
Bernal, 1995, p.97)3, uno de los oficios de gobierno territorial de la Corona. Sin embargo, lo
que pretendía con ello era alcanzar la tutoría a través del ejercicio de cargos cortesanos.
Juan el Tuerto se al rápidamente con Fernando de la Cerda, ambos personajes
intentaban apartar de la tutoría a don Juan Manuel y al infante don Felipe, por lo que
recurrieron cada uno a sus aliados en el reino. Pero las clientelas que habían tejido el noble
murciano y el Infante fueron más poderosas, por lo que consolidaron su posición junto al
rey niño (García Fernández, 1991, pp.143-182).
3 Durante el reinado de Fernando IV, el adelantamiento de la Frontera, es decir el control honorífico sobre el
sur del reino, había estado en manos de otro linaje.
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Don Juan Manuel, tampoco fue bien recibido por la reina como co-tutor. De hecho,
ésta intentó aliarse con María de Haro y con Juan el Tuerto para deshacerse de él, pero fue
inútil dado que contaba con poderosos aliados en la Corte, entre los que destacaba el
merino mayor de Castilla, don García Lasso de la Vega4.
Con posterioridad, mientras se desarrollaban las Cortes de Valladolid de 1322, fallec
María de Molina y tras este hecho Castilla quedaba sin una figura potica dotada de un gran
prestigio.
Antes de morir, María, quien se había encargado cuidadosamente de la crianza del rey, se
ocupó de rodearle de un equipo que fuese fiel a ella. De este modo, quedaba con el cargo
ayo del rey Martín Fernández de Toledo uno de los principales seguidores de la señora de
Molina.
Finalmente don Juan el Tuerto accedía a la tutoa, la cual ejerc junto al infante Felipe
y don Juan Manuel. Los tres delinearon más o menos un área de jurisdiccn para cada uno,
a fin de dividir tareas. Estos acuerdos no evitaron los enfrentamientos entre los tutores,
quienes llamaron simultáneamente a dos reuniones de Cortes debido a que no podían
arribar a un acuerdo (Sánchez Arcilla-Bernañ, 1995, p. 111).
Hacia finales del período, la situación del reino parece haber sido crítica, reflejada así en
la Crónica del reinado:
E tanto era el mal que se fazía en la tierra, que avnque fallasen los homes muertos por
los caminos no lo avian por estraño, e otrosí non avían por estraño los rrobo nin los
frutos nin daños ni males que fazian en las villas ni en los caminos. E mas desto, los
tutores echauan muchos pechos desaforados e seruigios en la tierra de cada uno.
(Catalán, 1977, cap. XLIX, pp.369-370).
Una vez tomado el poder en 1325, el rey Alfonso XI también hacía referencia a los os
pasados como un período de grandes dificultades, e incluso se vio obligado a recordar que
la autoridad de los tutores había expirado, puesto que a partir de ese momento gobernaba
él mismo:
[...] los mios regnos tomaron por tutores al infante don Felipe et a don Johan, fijo del
infante don Johan, et a don Johan, fijo del infante don Manuel, et por razón de la
desabenengia que fue entre el infante don Felipe et don Johan et don Johan et por
muchos males e dannos que fazian de cadaa en la mi tierra acordé fazer llamar a
Cortes [ . ] Et porque, segunt derecho daqui adelante non deuo auer tutor, oue mio
4 Como se explicará en breve, Lasso de la Vega fue miembro de la Casa de Alfonso XI y al mismo tiempo
miembro de la casa de la infanta Constanza de Aragón.
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acuerdo con prelados et maestres de las ordenes de caualleros, mios naturales, et
procuradores de las gibdades et de las villas que son aquí conmigo et tomé en mi todo el
poder complidamente para usar de los mios regnos como deuo. (Real Academia Alfonso
el Sabio, 1997, p.59).5
Con esto cerraba una etapa turbulenta de la historia de Castilla, pero se iniciaba otra en
la que el consenso con la gran nobleza y la caballería villana serían de gran importancia.
La facción aragonesa en Castilla y la doble fidelidad
La debilidad política que afectó a la monarquía castellana en los años de la minoría de
Alfonso XI sirvió para que los tutores premiasen a sus partidarios con regalos, títulos y
oficios en la corte.
Del mismo modo, fue una época en la cual los personajes con mayor trascendencia
política intentaron obtener beneficios a partir de sus prestaciones a uno u otro bando. En
este sistema de relaciones personales y de linajes organizados en redes de poder, los
grandes patronos, es decir aquellos que tenían la posibilidad social y económica de
mantener una clientela, acrecentaron su protagonismo. Uno de esos grandes patronos fue
justamente un personaje externo a la vida política castellana, el monarca de un reino vecino,
don Jaime II de Aragón.
En general los trabajos de investigacn realizados por Manuel García Fernández,
Ángeles Maciá de Ros (Maciá de Ros, 1994) y el clásico de Martínez Ferrando, han
advertido sobre el carácter intervencionista de la potica exterior del monarca aragonés, por
lo que también se han explicado las vinculaciones que este estableció con la sociedad
política castellana. Sin embargo, no se han considerado en modo suficiente las estrategias
de vinculacn del rey aragonés con los oficiales de la corte castellana y la utilizacn de
casas reales como bastiones de sus objetivos poticos. Por otro lado, Pquignot ha dado un
salto cualitativo en el estudio de la potica en la época de Jaime II. Sus estudios se han
centrado en las distintas variantes de la potica internaáonal del monarca y en las formas que
adop la diplomacia para intervenir en la Península y sobre todo para mantener cierta
influencia sobre el papado (Péquignot, 2009).
Este conjunto de maniobras poticas tuvo como principales agentes a miembros de la
familia real aragonesa, en particular a los infantes Maa, Constanza y Juan de Aragón. Las
5 Provisión real de Alfonso XI, al concejo de Murcia, notificando que asumía el gobierno del reino y ordenando el envío de
procuradores, 14/08/1325 (Real Academia Alfonso el Sabio, 1997, p.59).
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princesas habían sido esposas del infante Pedro y de don Juan Manuel, respectivamente,
mientras que el infante don Juan fue arzobispo de Toledo.
Se explicarán a continuacn los distintos dispositivos que utilizó Jaime de Aragón para
la construccn de su proyecto potico en Castilla. Así tambn se pueden leer sus
expectativas y los fracasos generados por la contingencia del devenir político de los reinos
peninsulares involucrados y sus familias reales.
La infanta María, segunda hija del matrimonio entre Jaime II y Blanca de Anjou, fue en
principio prometida con uno de los hijos de Felipe IV de Francia (García Fernández, 1998,
pp.157-174). Sólo tras el fracaso de esta posibilidad, se acordaría el casamiento con el
infante don Pedro de Castilla en enero de 1312 (Marnez Ferrando, 1948, pp.157-174;
Recuerdo Lista, 2014, pp.151-172). Por el mismo acuerdo la infanta Leonor de Castilla
hermana de Alfonso XI— fue entregada al infante heredero Jaime de Aragón, con esto se
sellaban bodas dobles y se trataba de establecer un tratado de no intervención que se había
tratado ya en Torrellas en 1304. En ese orden, Bartolomé Benassar ha señalado la
importancia que tenían los hijos de los monarcas en las relaciones exteriores, donde se
destacaban la geopolítica y la sucesión como picos fundamentales (Benassar, 2007, pp.43-
52). En efecto, la familia real jugaba un rol fundamental en la potica exterior aragonesa,
eran la representacn de la unidad de lacasa de Aragón hacia el exterior, no había
matrimonio dinástico que no tuviera un fin político (Péquignot, 2009, pp.429-436).
Del mismo modo, Martin Aurell explica que frente a las corrientes miserabilistas que
opacaban el poder de la mujer en la Edad Media, han surgido estudios que matizan tal
afirmacn, que atienden sobre todo al poder fáctico de las princesas y la utilizacn de sus
vínculos de filiación, matrimonio o amistad para influir sobre las decisiones (Aurell, 2001,
pp.14-32). Con esto también se busca abandonar el tinte anecdótico que tradicionalmente
se ha dado a los escritos sobre las reinas y de este modo, recuperar su capacidad de
controlar agentes externos (Fuente Pérez, 2017, pp.15-18).
Apenas efectivizado el matrimonio, don Jaime buscó que la infanta se acercase de
manera afectiva a doña María de Molina, así lo expresaba en una carta:
porque vos mandamos que’l seades muy obedient e mandada assi como a madre e a
señora qui siempre vos verna della mucha honra e mucho bien, porque somos ciertos
que mientras ella creades e le seades obediente faredes bien vuestras fagiendas (Marnez
Ferrando, 1948, vol.2, pp.503-504).6
6 Carta de Jaime II a la Infanta doña María, Aconséjale que se humilde y obediente, con la reina de Castilla a la que deberá
considerar como madre (Marnez Ferrando, 1948, vol.2, pp.503-504).
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Estos sistemas, donde lo doméstico y lo potico, lo público y lo privado, lo familiar y lo
gubernativo se mantenían indistintos, el vínculo personal tenía una importancia radical. Si
bien María era esposa de uno de los tutores de Alfonso, para Jaime II la relacn afectiva
con la señora de Molina era indispensable para que la infanta aragonesa pudiese tener un
poder propio en el ámbito castellano. Por otro lado, esta situación permite también
relativizar las posibilidades de influencia potica que podía tener don Pedro, fuera de la que
obtenía gracias a la confianza de su madre.
Ya que la posibilidad de ejercer patrocinio era un asunto importante en el ámbito
político bajomedieval, don Jaime II se ocupó de organizar y financiar el servicio doméstico
de su hija en Castilla. Esta situación permitía a la infanta María detentar un poder propio y
asegurarse una cierta independencia de su marido, el infante castellano.
De este modo, el elegido por el monarca aragonés para ocupar la mayordomía de la casa
de la infanta fue don García Lasso de la Vega, miembro de un linaje que parece haber
tenido origen en la ciudad de Toledo (Passini, 2008, pp.131-142), pero que experimen un
ascenso considerable en la coyuntura de los primeros años del siglo XIV, hasta que don
García alcanzó el oficio de Merino Mayor de la Casa de Alfonso XI, al tiempo que recibía
libramientos de la casa de la infanta aragonesa7.
El protagonismo del noble al servicio de María de Aragón se intensificó tras la muerte
del marido de la infanta en 1319. Sin embargo, la posición de la princesa pareció
desvanecerse cuando la figura s importante a la que estaba vinculada desaparec,
justamente cuando aún esta no había podido establecer una relación filial con la reina María
de Molina. Por esta razón, don García de la Vega resultaba especialmente atractivo a los
ojos del rey aragonés, puesto que se trataba del personaje mejor posicionado en los oficios
cortesanos del rey no, al tiempo que ocupaba el oficio principal en la casa a Maa. En
consecuencia, podría convertirse en defensor de sus derechos.
A tales efectos, Jaime II escribió al noble castellano:
de cuanto servicio fagedes a la infanta nuestra fija, vos gradecemos muito. E fazedes
fran lealtad. E cosa porque vos siempre seremos tenido de fager mucha honra e
mucha merge. E rogamos por vos quanto podemos que aquí lo fagedes enqui
7 Carta de Jaime II, A García Lasso de la Vega. Le expresa el monarca su sentimiento por la muerte del infante Pedro de
Castilla y le estimula a seguir sirviendo con lealtad a la infanta Da María y vigilar por ella. Le agradece su interés en encargarse
de la crianza del hijo que nazca a D a María tal como se lo había prometido a los padres (Martínez Ferrando, 1948, vol.2,
pp.211-212).
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adelant, ca no nos podedes servir en cosa mas cara que no sea que es la infanta. E set
muy curoso que lle sea bien guardada. (Martínez Ferrando, 1948, vol.2, pp.211-212).
Además, en la carta el monarca informaba de la llegada a Castilla de un caballero y dos
monjas del monasterio de Sijena donde otra hija suya era priora para acompañar a la
infanta Maa, personajes mediante los que buscaba dominar las fuentes de consejos que
podía recibir su hija en Castilla.
Estos acontecimientos habían llevado a que el eje de conflicto más importante entre
ambas casas reinantes sea la crianza de doña Blanca hija y heredera del matrimonio de
Pedro y María de Aragón dado que la reina María de Molina exigía controlar dicha tarea,
mientras que la infanta María quería retener a su lado a su heredera. En el fondo de este
conflicto, la razón por la que se disputaban a la niña se centraba en las posesiones que esta
había heredado de su padre muchas de ellas en la frontera entre Castilla y Aragón base
material de su poder y de quién se ocupara de ella en su niñez (Martínez Ferrando, 1948,
pp.127-147).
En consecuencia, la infanta María abandonó Castilla junto a su hija para refugiarse en
los dominios de su padre sin aviso alguno a la reina abuela, quien por ese tiempo había
incrementado sus recelos hacia los miembros de la familia real aragonesa (Marnez
Ferrando, 1948, p.115). Poco tiempo después, tras un fracaso en las negociaciones con la
casa Plantagenet, la infanta Maa de Aragón fue instada a tomar el hábito de la Orden de
San Juan de Jerusalén, por lo que su padre reorganizó y redujo el servicio de su casa, para
adecuar el servicio a las posibilidades económicas de la princesa.
En este momento, sin abandonar el servicio a la infanta aragonesa, don García de la
Vega parece haberse convertido en un agente inclinado hacia la casa gobernante de Castilla.
Podemos suponer que esta situacn era consecuencia de la dramática reducción de la
capacidad de patronazgo de doña María de Aragón. Pero tambn se debía a la misma
consolidación de la posicn de don García frente a los nuevos tutores, con quienes
utilizaba estratégicamente el viejo vínculo con Aragón.
En efecto, don García buscó encontrarse con doña María de Aragón en un lugar que le
fuese conveniente, para ofrecer nuevamente sus servicios de representación ante los
monarcas castellanos, visita con la cual Jaime II se mostró bastante restrictivo, aconsejando
a su hija que no viajase a ningún lugar de Castilla, el monarca expresó su rechazo al pedido
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que realizó su antiguo mayordomo.8 Incluso prohibía que el noble castellano pudiese ver a
Blanca, su hija, por lo que aconsejaba a los nuevos miembros de su casa a que colaboren
con dicho pedido:
A su hija, doña María escribía Jaime II: “porque García Lasso de la Vega quiere verse
con vos e vos mandamos que si Catalayu viniere sea bien guardada doña Blanca, vuestra
fija, [que a su] poder no venga ni salga de vuestra casa, e fait la bien guardar. Y a Ferran
Sánchez Duc, miembro de su casa: “vos mandamos esspresament que a doña Blanca
figades bien guardar que no salga del poder de su madre ni venga en poder de García
Lasso. (Martínez Ferrando, 1948, vol.2, p.603).9
Finalmente, después de la entrevista llevada a cabo en 1324, don García Lasso recuperó
el contacto con don Jaime y con la infanta María (García Fernández, 1998, pp.157-174),10
hecho que deja entrever que su visita fue una nueva demostración de fidelidad para ganarse
su confianza.11 Sin embargo, restaba poco tiempo para que la minoa de Alfonso XI
culminase.
Estos agentes de doble fidelidad, fueron un fenómeno reiterado en los sistemas de
gobierno de los siglos XIV al XVIII, pero bastante descuidados por la historiografía
medievalista. Como en el caso observado, se trata de personas que no tenían lealtad hacia
un solo señor o dinastía, sino que se asiste a una combinación de lealtades, es decir a
servidores de varios señores. En general, servían a señores que tenían una amplia capacidad
de patronazgo, en general en busca de alternativas ante la debilidad de su señor (González
Cuerva, 2003)12. Este fenómeno también se ha estudiado en el caso de agentes al servicio
de dos Cortes reales (Rivero Rodríguez, 1994, pp.305-378), explicación bastante
conveniente para el caso don García Lasso de la Vega.
8 A la infanta Da María. Le prohíbe don Jaime que se traslade a un lugar de Castilla para entrevistarse con Lasso de la Vega,
tal como este le propone. En todo caso que la entrevista se celebre en Aragón y si don Lasso recela está dispuesto a enviarle un
salvoconducto (Martínez Ferrando, 1948, vol.2, p.303).
9 A la infanta D a María. Recomendándola que si Lasso de la Vega acude a Calatayud tenga bien guardada a la infanta doña
Blanca mientras digho caballero permanezca en la ciudad solo le permitiría verla cuando desee peto en su presencia. A
continuación carta a Ferrant Sanchez Duch, mayordomo de la infanta doña María, con análogo texto (Martínez Ferrando,
1948, vol.2, p.603).
10 La vida de doña María de Aragón terminaría en el monasterio de Sijena, del cual su hermana había sido
priora. Se trataba de un importante centro político dentro de la Corona de Aragón, con el cual Jaime II había
establecido una estrecha relacn desde que decidiera ingresar a su hija como interna, un centro de promoción
social y control político puesto que la vida de las infantas se vigilaba a través de las prioras (a excepción del
priorato de Blanca de Aragón) y tambn bajo la atenta mirada de las monjas que a su vez eran miembros de
las casas de las infantas.
11 A don Gana Lasso de la Vega, Justicia Mayor de la Casa del Rey de Castilla (Marnez Ferrando, 1948, vol.2,
pp.606-607).
12 En los siglos de la modernidad, una y otra vez aparecerán agentes de doble fidelidad sobre, todo aquellos
vinculados a Roma y a la Monarquía hispánica, por el servicio que debían prestar a sus señores, pero también
por la clara identidad católica de los personajes y de la dinasa Habsburgo misma.
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Otro agente de doble fidelidad fue Don Juan Manuel.13 Evidentemente, su caso es muy
especial, puesto que pertenecía a la familia real por ser sobrino de Alfonso X - hijo de su
hermano el infante Manuel- y tío abuelo de Alfonso XI (Torres Fontes, 2003, pp.9-17).
Además, había integrado el segundo consejo de tutoría, condición que no evitó que fuese
un informante de Jaime II sobre la situación potica castellana. Por otro lado, cuando pa
a ser Camarero mayor del rey niño Alfonso XI, don Juan Manuel contrajo matrimonio con
la infanta Constanza de Aragón en 1312 (Giménez Soler, 1932, pp.23-50).
Sin embargo, la vinculacn de Juan Manuel con la casa reinante en Aragón había
empezado durante el reinado de Fernando IV de Castilla, debido a sus amplias posesiones
en Murcia, territorio lindero entre ambas coronas. Si bien en un momento parecía haberse
afiliado al partido de María de Molina, tras haber conseguido disfrutar de algunas rentas
pertenecientes al obispado de Cuenca, se alió luego con el infante don Juan, en la búsqueda
de un apoyo aragonés para destronar a Fernando. Finalmente, en 1301, la muerte de su
primera esposa lo mantuvo alejado de la escena potica castellana por algún tiempo, lo cual
no evi sus negociaciones con los infantes de la Cerda en el ámbito aragonés, y que
hubiese sido comisionado por los pretendientes al trono castellano para entrevistarse con
Jaime II (Giménez Soler, 1932, pp.23-50).
Pasado el tiempo, una vez establecida la relación entre ambos personajes, don Juan
Manuel pid como esposa a doña Constanza, enlace por el que obtenía como dote la
ciudad de Elche, agregándola a su señorío. Además, don Juan Manuel fue el encargado de
gestionar el matrimonio entre María de Aran y el infante don Pedro (Giménez Soler,
1932, pp.23-50).
Luego de la muerte de Fernando IV, don Juan Manuel aspiraba a la mayordomía de su
heredero Alfonso. Mientras tanto, en 1311, Constanza de Aragón cumplió 12 años y su
matrimonio pudo efectivizarse (Giménez Soler, 1932, p.50). Como don Pedro aspiraba a la
regencia y estaba enlazado a otra infanta aragonesa, Jaime II solicitó que el adelantado de
Murcia lo apoyase en su postulacn, por lo que debió enfrentarse a Don Juan Núñez de
Lara. Pronto empezaron las desavenencias entre Pedro y Juan Manuel, ya que el candidato
a la tutoría prometía confirmar el adelantamiento de Murcia pero no la mayordomía de la
Casa real (Giménez Soler, 1932, p.61).
Además, el infante castellano se vinculó con otros personajes de la órbita de Jaime II, en
principio con Diego García mensajero real, quien se encargaba de notificar con
anterioridad a don Juan Manuel sobre la correspondencia enviada desde Aragón a María de
13La biografía más completa de don Juan Manuel sigue siendo la obra de Giménez Soler, Andrés, Don Juan
Manuel. Biografía y estudio Crítico, Zaragoza Tipográfica La académica, 1932, 300 pp.
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Molina. Por otro lado tenía contactos con Santa Sabina, enviado del papa Juan XXII desde
Aviñón hacia Castilla por consejo del monarca aragonés (Giménez Soler, 1932, p.81). Por
último, nunca logró establecer una relación fluida con García Lasso, dado que como afirma
Giménez Soler, éste “le disgustaba (Giménez Soler, 1932, p.253). La ausencia de nculos
entre estos dos individuos no ha quedado documentada en los archivos.
En cuanto a su actividad directa como cliente de Jaime II de Aragón, a diferencia de su
cuñada María de Aragón, don Juan Manuel parece haber sido sobre todo un informante
de la actividad política castellana, en especial respecto de las actividades diplomáticas de
doña María de Molina, de la que era muy cercano por ser mayordomo mayor de la Casa y
posteriormente por ser tutor del rey.
La emblemática figura de don Juan Manuel seguiría presente por algún tiempo en los
entramados cortesanos, basta decir que fue un personaje de primera línea en la política
castellana, pero no abandonó su relación con Jaime II hasta su ocaso político a finales de la
minoa.
A finales de la minoría, otra figura que dominaba la faccn aragonesa era el infante
Juan, quien había sido nombrado arzobispo de Toledo en 1319, sede primada de la
península por su prestigio y por sus cuantiosas rentas (Merlos, 2000, pp.27-50). La
obtención de la mitra toledana es un claro ejemplo de la política exterior llevada a cabo por
la casa reinante de Aragón en la Corte pontificia de Aviñón, en la que ejercían una gran
influencia los reyes de Francia. Los reyes de la dinastía Capeto estaban tradicionalmente
enfrentados con los de Aragón por las posesiones e intereses que ambos tenían en el actual
sur de Francia (Alvira Cabrer, 2002). Sin embargo, Jaime II envió una embajada lo
suficientemente efectiva para hacer nombrar a su hijo sin consulta alguna de la regente
María de Molina.
En efecto, el nombramiento de don Juan no constituía una novedad para los reyes
aragoneses, puesto que en 1266 Jaime I de Aragón había conseguido para su hijo Sancho la
mitra toledana, hecho que podemos considerar como antecedente para el caso aquí tratado,
Sin embargo, desde que Fernando de Covarrubias fuese nombrado arzobispo en 1276, se
habían sucedido una serie de prelados de origen castellano en la sede toledana, todos ellos
vinculados al entorno de la reina María de Molina, situación que convierte en extraordinario
el nombramiento de un infante aragonés. Si bien no se trataba de algo inusitado, el
nombramiento de Juan como arzobispo de Toledo significó la consolidación de la potica
intervencionista de Jaime II en Castilla (Péquignot, 2009, pp.475-476).
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Desde no don Juan había ocupado cargos eclesiásticos. Luego de ser tonsurado por
Clemente V en el año 1310, ocupó sucesivamente el cargo de arcediano de Jerez en Sevilla,
de preboste de Valencia, de arcediano de Guadalajara en la iglesia de Toledo y de deán de
Burgos (Torija Rodguez, 2012, pp.273-300).
Juan de Aragón encabe la oposicn a la reina María de Molina como representante
de los intereses de Jaime II en Castilla y gozó del oficio de Canciller Mayor de la Casa
castellana, el cual estaba vinculado a la mitra toledana desde 1206 (García Fernández, 1991,
pp.143-148). Tras la muerte de María de Molina actuó como miembro de las facciones que
se disputaban el poder, apoyando a su cuñado don Juan Manuel en su postulacn a la
tutoría y en sus enfrentamientos con el gran señor de Vizcaya, don Juan el Tuerto. La
afinidad entre el prelado toledano y el infante castellano alcanzaba algunos aspectos
personales, entre ellos el gusto por la literatura, actividad que incluía comentarios y
traducciones de algunas obras csicas, que soan circular entre ellos, actividad que
permitió consolidar la amistad (Martínez Ferrando, 1943, p.145).
Sin embargo, la relación con don Juan Manuel no estuvo exenta de enfrentamientos,
dado que ambos se disputaban el liderazgo aragonés en Castila, lo que provocó que en
1325 el tutor de Alfonso XI aparatara al arzobispo de la Cancillería real, lo que lo
desvinculaba de la Corte (Torija Rodríguez, 2012, pp.273-300). A pesar de las claras
intenciones de Jaime II por recomponer la relación entre ambos, escribiendo asiduamente
a Juan Manuel para justificar la conducta de su hijo e incluso enviando a García Muñoz
como mediador, las relaciones continuaron siendo espinosas (Marnez Ferrando, 1948,
p.149).
Pese a su gran actividad pastoral en el interior del arzobispado, la situacn de don Juan
de Aragón se hizo insostenible, por lo que decidió migrar de cargo hacia el arzobispado de
Tarragona en el reino de Aragón, donde se suponía que encontraría menos oposiciones
que en la convulsa Castilla (Martínez Ferrando, 1948, p.149). La carrera de don Juan
continuó en ascenso luego del cambio de sede, ya que en 1328 obtuvo el tulo honorífico
de Patriarca de Alejandría. Sin embargo, su vida se trun tempranamente, puesto que
falleció en 1334 en su sede tarraconense (Martínez Ferrando, 1948, p.151).
Consideraciones de cierre
La minoría de Alfonso XI es todavía un momento poco explotado por la historiografía
bajomedieval castellana, no obstante, fue un momento de grandes cambios en los procesos
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constitutivos del sistema cortesano, de los orígenes de la nobleza de servicio y de las
relaciones exteriores de la Corona de Castilla.
Respecto del primer aspecto se ha observado cómo en torno a los tutores, las distintas
facciones quedaron articuladas para pugnar por los oficios de la Corte, la minoría de edad
del rey y la multiplicidad de personajes con poderes equidistantes imposibilitaban que haya
un paterfamilias que organizase a quienes debían ocupar estas posiciones. Por ello, ninguno
de los tutores pudo sobreponerse a otro.
Sin embargo, la figura de María de Molina se dotó de un gran prestigio frente a la
desordenada sociedad potica, como autoridad incuestionable incluso frente a doña
Constanza, madre del rey no, con esto no se quiere decir que se haya constituido un
poder dominante, sino que como se ha desarrollado la conflictividad fue recurrente. Por lo
tanto la familia real se introdujo cada vez más en las relaciones sociales que se tean con
los estamentos privilegiados del reino dado que tenía el control de algunos oficios o la
capacidad de patrocinar a ciertos personajes, como el caso de don Lasso de la Vega.
Por otro lado, estos años reflejan las diversas formas de agencia política que las reinas y
princesas habían alcanzado en la Península Ibérica. Por ende, no sólo fueron un mero
objeto de intercambio sino que también contribuyeron a afirmar la influencia de su dinasa
en el marco internacional. Asimismo, aquellas princesas casadas con personajes
importantes en Castilla bien pueden haber formado parte de ese horizonte de información que
Péquignot ha señalado en su estudio.
Además, el papel de María de Molina no fue lo trascendental para las relaciones
políticas sino tambn en la representación de la legitimidad de su hijo frente a otros
posibles candidatos, de algún modo la reina fue la garante del poder de Alfonso durante la
minoría.
Por último, este artículo denota una nueva faceta de la utilización de la Corte, los
servicios domésticos y las redes de fidelidad: las relaciones exteriores. Y aquí resulta
pertinente una aclaración conceptual dado que hemos trabajado sobre la doble fidelidad o el
servicio a dos Cortes como elementos explicativos para el fenómeno. Pero es cierto también
que la historia de las relaciones exteriores es una corriente bastante nueva en la
historiografía, nacida desde la historia de las relaciones internaáonales, situacn que deja abierta
una temática que pod ser tratada en futuras investigaciones.
La introduccn de dichos temas en la agenda de la historiografía se hace latente en la
medida que esta corriente de indagacn, que antes se ocupaba del estudio de lazos
existentes entre Estados Nación, no era propicia para los siglos que comprendieron a la
Revista Pelícano vol.4 (2018) - 135
Baja Edad Media ni a la Edad Moderna. En estos sistemas poticos, el poder no estaba
concentrado en una embajada o en una misión, sino que el príncipe y su entorno
inmediato fueron el punto de partida en el establecimiento de relaciones políticas (Rivero
Rodríguez, 2000, pp.7-8).
Sin embargo, ante la minoa de edad del rey castellano, las casas principescas
constituidas por Jaime II de Aragón se vincularon a personajes de la Corte del rey niño o
de lo contrario a miembros de los consejos de tutoría, a fin de alcanzar cierta injerencia.
Nótese también la clara intención del monarca aragonés por vincular a los personajes
castellanos que de una u otra forma había colocado bajo su égida, situacn que puede
leerse como un intento por configurar una faccn, elemento primordial de la acción
política de la época, pero además su vinculación a personajes que no necesariamente eran
tutores pero que ocupaban un lugar predominante en el servicio doméstico del rey niño,
ya sea para actuar en ese momento o como búsqueda a priori de una promoción al
momento de que este asumiera el poder.
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