estructural, que vino de la mano de los movimientos sociales y que luego encontró una
traducción en los nuevos gobiernos progresistas” (Svampa, 2016, p.12), al mismo tiempo
que comienzan a visibilizarse esos cuestionamientos en producciones al interior de las
Ciencias Sociales y Humanas que responden a estas nuevas cartografías epistémicas. En
este sentido, los procesos de emergencia de los movimientos sociales han producido una
reflexión en las investigaciones, que concibe a estas luchas como el eje paradigmático de la
crítica desde el presente. La constitución de movimientos sociales de distinto tipo ha sido
central para comprender, explicar y determinar que modernidad y capitalismo se han
constituido en el mismo momento; y que lo han hecho a costa de la dominación colonial
que han ejercido en América Latina (Dálmata, et al., 2009), (Tapia, 2008), (Retamozo,
2006).
En esos ámbitos se dieron discusiones que dieron lugar, entre otras cuestiones, a otorgar
una importancia creciente a las condiciones históricas en los que se implementaron las
formas políticas en cada una de las regiones del mundo en los periodos coloniales, en
particular las producidas en América y el Caribe. Los Estudios culturales particularmente,
desde los trabajos producidos por Stuart Hall (1980), adquirieron un fuerte impacto a
través de la categoría de contextualismo radical. Dicho concepto permitió una comprensión
metodológica más adecuada a lo discursivo para la comprensión de los fenómenos políticos
y sociales de los que somos parte en América Latina.2 La importancia está dada sobre todo
en las prácticas del contextualismo; es decir, prácticas del conocimiento desde el presente
contextual de producción de los acontecimientos, con el fin de evitar los universalismos
estériles y los esencialismos atávicos. Se propone considerar una producción de
conocimiento (en sus aspectos políticos, analíticos y estratégicos) capaces de considerar la
complejidad y la contingencia, evitando cualquier reduccionismo (Caballero: 2013). Esto
significa abandonar la fórmula universal utilizada como modelo de lo político como fue,
2 Entiendo los estudios culturales como “‘el campo transdisciplinario que busca comprender e intervenir,
desde un enfoque contextual, sobre cierto tipo de articulaciones concretas entre lo cultural y lo político’
(p.157). Primero, significa entender lo transdisciplinario no como la superposición de metodologías varias,
sino criticar el parcelamiento disciplinario que impide reformular los métodos para adecuarlos a nuevas
circunstancias. Esto supone, en segundo lugar, una actitud antirreduccionista que abre la posibilidad de
lecturas, pues el estudio de la cultura no es exclusivamente un asunto cultural; es también político,
económico, social, jurídico, etc. Asimismo, exige al investigador una explícita voluntad política, pues los
estudios culturales tienen como finalidad intervenir para transformar, es decir, utilizar la teoría para provocar
cambios en las relaciones de poder y no solo la elaboración de complejos aparatos conceptuales. En otras
palabras, teorizar lo político y politizar lo teórico”. (Caballero, 2013).
Revista Pelícano vol.4 (2018) - 112