Revista Pelícano Vol. 3. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 101-113
Agosto 2017 – Córdoba
manifiesta en la LIJ, sino en la producción
literaria en general del país. Resulta oportuno
hacer referencia al trabajo realizado por
investigadores de Letras que aborda obras
argentinas “para adultos”, Umbrales y catástrofes:
literatura argentina de los ’90 (2003). El estudio es
fruto de una actividad académica en equipo,
dirigida por Susana Romano Sued. En esta
investigación, la mencionada autora inicia la
presentación del libro haciendo referencia a: “los
distintos rumbos que toma la memoria de los
argentinos, expresada en las diferentes escrituras,
vemos que hay varias modalidades de captación
de la catástrofe y captura de la tradición”
(Romano Sued, 2003, p.9).
Las palabras citadas parecen justas para
referirse a la lectura de la configuración que nos
ocupa en cuanto a la circulación y vinculación de
ideas afines entre La Literatura legitimada, la
general, “a secas”, y la LIJ.
Quizá por las imposiciones mismas del género en las
novelas que presentaremos, que exigen gran
economía y precisión, quizá por la procedencia de
las autoras de la LIJ –acostumbradas a huir de los
artilugios de las sofisticaciones eruditas– estas
obras no contienen la densidad semántica que
conllevan, por ejemplo, las del corpus trabajado
por Pampa Arán en el mencionado trabajo
dirigido por Romano Sued, en la lectura de
Ricardo Piglia, Martín Kohan o María Rosa Lojo.
Sin embargo, su reconocido valor estético (legitimado
por la misma comunidad de expertos) y la
significación cultural que revisten son innegables. A
través de ellas, se muestra que para las memorias
llegó el tiempo de ser contadas, casi como misión.
También se centraliza en la LIJ la cuestión
generacional de “legado” de estas memorias a los
más jóvenes, a los iniciados en la comunidad, pues
constituye parte de lo que conduce, desde la
perspectiva nativa, hacia la constitución de una
idea de país, de Nación, de identidad.
En primer lugar, nos detenemos en Stefano de
María Teresa Andruetto pues la autora también es
así considerada (ya clásica) y, justamente, en el
año 2016 por su trayectoria, recibió el Premio
Pregonero de Honor a la trayectoria en LIJ de La
Fundación El Libro de Buenos Aires (que,
señalamos, había recibido Carlos Silveyra).
Además, de muchos otros nacionales e
internacionales, entre ellos, nada menos que el
Hans Christian Andersen del IBBY, el Pequeño
Nobel, en el año 2012 –primera argentina e
hispanohablante con ese galardón–. Por todo
esto y por razones de espacio, éste es el caso que
se expone con más detenimiento.
Veamos la historia de la edición de Stefano,
publicado por primera vez en Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, en 1997. En ella
ingresa, con claves decisiones, otra destacada
figura: Gigliola Zecchin de Duhalde, conocida en
el país como Canela y reconocida, entre otras
funciones, como editora, especialista y escritora
en el campo de la LIJ. La incidencia de esta figura
en el mundo editorial de la LIJ argentina y su
presencia en los medios es fundamental: una
pequeña muestra de ello es el Premio que la
Cámara Argentina del Libro le otorgó, en el año
2008. Ha sido Directora del Departamento de
Literatura para chicos y jóvenes en la Editorial
Sudamericana, desde 1987 hasta 2002. Puso en
marcha y organizó el área de LIJ en la Editorial,
donde concretó doce colecciones, editando más
de 250 libros. Y, desde esa posición, fue una de
los protagonistas que intervino activamente en el
destino de la circulación de Stefano.
Entre sus múltiples realizaciones, Canela ha
participado de diversas reflexiones y debates, en
particular, sobre la actividad editorial. En una de
sus perspectivas explicitadas sobre la cuestión,
afirmaba:
El editor se encuentra, en el centro de diversas
tensiones. Por un lado, el mercado de
consumo ejerce presión en forma creciente
sobre sus decisiones; por otro, los creadores,
autores, ilustradores, diseñadores, junto a
críticos y lectores depositan en él necesidades
y exigencias […] las leyes del mercado y las
leyes de la creación requieren competencias
muy diversas que el editor debe conocer y
sintetizar. Ambas representan las tensiones a
las que aludíamos. Y si editar libros no es una
tarea inocente, sabemos que menos inocente
aún es editar libros para niños y adolescentes.
En la tarea cotidiana de elegir un texto, un
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