Revista Pelícano Vol. 3. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp.114-122
Agosto 2017 – Córdoba
y las aspiraciones se transforman en
necesidades vitales, que, de no ser satisfechas
darían origen a un mal funcionamiento del
organismo” (Marcuse, 1969, p.18). Es así como
el filósofo alemán retoma la discusión sobre la
estética en el marxismo donde lo sensible y su
reflexión, es decir la estética, encuentra su
radicalidad en lo biológico.
De aquí la importancia de incorporar a este
análisis las teorizaciones sobre la estética, en
tanto el capitalismo logra constituir una
determinada sensibilidad social, una moralidad
que se afirma como “norma de
comportamiento orgánico” (Marcuse, 1969,
p.18). Entonces la sensibilidad aparece como el
“lugar en donde se alojan los deseos, las
pasiones, las emociones y los sentimientos. Y
desde ella se cristaliza históricamente un modo
de sentir y percibir la realidad, en suma: una
estética” (Asselborn, 2015, p.64). Y sobre esto
el neoliberalismo algo sabe; aquí la economía se
constituye también como “teoría de la
sensación, del gusto, del deseo y de las
pasiones” (Asselborn, 2015, p.66). Es el
neoliberalismo el que posibilita la reproducción
de diferentes grietas en la sociedad, éstas
pueden ser económicas, políticas como también
estéticas; siendo las dos primeras las más
comunes a la hora de realizar los análisis sobre
el capitalismo. Las que nos interesan en este
apartado son las divisiones estéticas (Asselborn,
Cruz y Pachecho, 2013).
De vuelta a los saqueos del 2013, y a las
divisiones estéticas, parece que estaba claro en
ese momento quienes eran los saqueadores,
pero estaba claro por su forma de vestir,
construyendo de esta forma un patrón que
compone algunas de las características del
saqueador, del delincuente: el “motochorro”,
que es a la vez “negro de mierda”. Donde uno
es negro, aunque su tez sea blanca, y por si
hiciera falta se estetiza doblemente. Aparece la
mierda; conjugación del racismo-hedor-mugre
que debe ser higienizada. Decir esto es diluir,
negar, impedir la conformación del sujeto en
tanto sujeto político; se produce una
estetización de la política en donde a mayor
estetización menor politización (Asselborn et
al., 2013). Aquí radica el cuestionamiento a la
estetización de la política: en la sustitución,
desplazamiento y anulación de la política.
Sin embargo, la despolitización aquí es
doble: por un lado, despolitiza a los ciudadanos,
anulando cualquier posibilidad de constituirse
en sujetos políticos - críticos y, por el otro lado,
despolitiza en tanto el origen de los males es
ubicado en el Estado, en particular, y la política
en general (Asselborn et al., 2013). Pero la
sensibilidad neoliberal da un paso más
afirmando, de manera enfática, la “función
represora del Estado” (Ídem.), posibilitado por
una sensibilidad cuya base está compuesta por
el miedo, el miedo al otro. En este caso el otro
tiene cara, color, olor y una forma de vestir que
es encarnado bajo la idea de “negro de mierda”.
La estetización viene de la mano, en este caso,
de un racismo que esos días hizo ostentación de
sí mismo, ya no se ocultaba en el chiste y el
comentario por lo bajo; dejaba de ser rumor.
Una alternativa para pensar en esta forma de
racismo sería el hacer un paralelismo con la idea
de “cripto-antisemitismo” desarrollada en una
conferencia sobre el antisemitismo en 1962,
donde Theodor W. Adorno habla de una forma
cotidiana de antisemitismo en el que predomina
el comentario solapado, disimulado, en
definitiva “el rumor sobre los judíos” (Adorno,
2005 [1962], p.73).
De lo que se trata entonces es de dar cuenta
de estas formas cotidianas, casi imperceptibles,
en las que se mueven los malestares,
descontentos e incomodidades; estos malestares
en forma de queja, rumor, en definitiva,
comentarios desfachatados -y fascistizados-
terminan irrumpiendo con toda su fuerza ese
tres y cuatro de diciembre. El rumor, el
comentario y el chiste dejan de ser tales para ser
algo más, se convierten en demanda y
afirmación de un orden, en orden de lo
cotidiano que se ve tambalear por las “hordas”
de “motochorros”, por los “negros de mierda”,
por la irrupción de una Córdoba que se
convertía en escenario para un western. El asco
se pretende política, se estetiza de esta forma al
marginal que ahora es marginalizado política,
económica y estéticamente. Esto hace posible
pensar en una estética neoliberal que no anula,
sino que afirma una sensibilidad que logra
combinar la racialización de los cuerpos con
una dominación clasista (Asselborn, Cruz y
Pacheco, 2009). Así el negro, como el indio, no
sólo es “pobre y vago”, es “feo, sucio,
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