Revista Pelícano Vol. 3. El vuelo del Pelícano
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 16-30
Agosto 2017 – Córdoba
‘cuerpo glorioso’). Invenciones de cuerpos
para el Otro (De Certeau, 1993b, p.347).
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Como hemos dicho, sólo hay trabajo de
duelo si se acepta que hay otro más que yo. El
perder algo –una persona, una idea, una cosa–
trae consigo, según Freud, un repliegue sobre
uno mismo. La libido se concentra en el yo y
abandona al mundo exterior. El mundo (el
otro) como objeto deseado desaparece. En esa
experiencia de tristeza nada tiene sentido ni
valor como para ponerse en movimiento. Sólo
existe lo mismo sin lo otro. Ante esa vivencia
Freud plantea dos alternativas: 1) nunca salir de
uno mismo, la melancolía y, 2) después de un
tiempo volver a investir el objeto, en sentido
psicoanalítico, es decir, salir del interior al
exterior, el final del trabajo de duelo. Para
realizar la segunda alternativa se necesita tener
un cuerpo, pues este instituye la posibilidad del
afuera.
El ensayo Duelo y melancolía está centrado en
el estudio del narcisismo, pues no olvidemos
que un año antes –1914– Freud había escrito
Introducción al narcisismo. Freud comienza Duelo y
melancolía con la siguiente frase: “Tras servirnos
del sueño como paradigma normal de las
perturbaciones anímicas narcisistas,
intentaremos ahora echar luz sobre la
naturaleza de la melancolía comparándola con
un afecto normal: el duelo” (Freud, 1979, p.
241). El duelo como “afecto normal” servirá
para que al estudiar la melancolía
comprendamos mejor el narcisismo. Ahora
veamos cómo se caracteriza el duelo: “El duelo
es, por regla general, la reacción frente a la
pérdida de una persona amada o de una
abstracción que haga sus veces, como la patria,
la libertad, un ideal, etc.” Y en contraposición
con el duelo señala que “en muchas personas se
observa, en lugar del duelo la melancolía (y por
6 Como hemos venido señalando, es importante insistir,
pues es el hilo de nuestro argumento, que Certeau
distingue dos formas de escritura. Una, la perteneciente
al mundo medieval, las escrituras que se transmiten como
voz, y otro, propio del mundo moderno, la escritura como
operación productora. “Parece que en la cultura nacida con
Gutenberg, la palabra antigua se dividió en la escritura
fabricante de objetos y el canto de una pasión sin
contenido, de un origen fuera de texto, o de algo
indefinido del deseo que huye y a la vez fascina a todos
los escritores del fin del siglo”. (De Certeau, 1993a, pp.
91-92)
eso sospechamos en ellas una disposición
enfermiza).” (Freud, 1979, p. 241). Tanto el
discurso místico como el de los de la crítica de
la ciencia escriturística se refieren a algo que se
ha perdido para siempre, en este caso, la voz.
Así –señala Certeau– el historiador de los
místicos, llamado como ellos a decir el otro,
duplica esa experiencia al estudiarlos: un
ejercicio de ausencia define a la vez la
operación mediante la cual produce su texto
y aquella que construyó el de ellos.
Estructura en espejo: como Narciso, el actor
historiador observa a su doble, que vuelve
incomprensible la oscilación de ese otro
elemento. Busca un desparecido, que
buscaba un desparecido, etc. (De Certeau,
1993b, p.21).
La distinción entre duelo y melancolía
Certeau la trabajó, en especial, en su ensayo La
institución de la podredumbre: Luder. Esta distinción
la analiza en dos momentos: por un lado, el
caso de Schreber y, por el otro, la experiencia
del místico y el torturado. El caso Schreber fue
analizado por Freud a partir de sus memorias
en Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de
paranoia (Dementia paranoides) descrito
autobiográficamente, escrito en 1910 y publicado
en 1911. Lo que interesa a Certeau en La
Institución de la podredumbre es mostrar como la
posibilidad de superar toda experiencia de
pérdida se logra por medio del postulado de
que Hay otro. Mientras que Schreber al
concentrar sus pulsiones sobre su yo y no sobre
el objeto –aquí hemos ido entendiendo objeto
como lo otro– es incapaz de aceptar la pérdida,
en cambio los místicos y los torturados al dirigir
sus pulsiones al objeto son capaces de salir de la
etapa depresiva. Es importante resaltar que
todo sujeto, según Certeau, se reconoce a sí
mismo como una podredumbre. La diferencia
está en que a unos no les impide caminar hacia
los otros como en el caso de Schreber: “Yo sólo
soy eso, podredumbre, ¿pero qué importa?”
Hay un pasaje en Duelo y melancolía en el que
Freud señala que ciertos melancólicos
proyectan sobre sí mismos los juicios más
duros, más negativos sobre su persona. Freud
no se sorprende de que una persona se
reconozca como carroña, al contrario, sostiene
que todos lo somos; pero aquello que le parece
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