Revista Pelícano Vol. 3. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 81-87
Agosto 2017 – Córdoba
mirada en lo que hay en la teoría y de ahí cómo
hacer para leer las obras u observarlos discursos
con un proceder metódico.
Solemos situar las decisiones metodológicas
en un afuera del problema, buscando por las
prácticas investigativas qué aceptación tendrá
este u otro método. La elección del método
también involucra las pasiones y los
conocimientos de sí mismos en tanto
investigadores. En esta perspectiva, estos están
ya pre-construidos, crecen en su destino de
tradición –y de traducción–, se asimilan en las
materias llamadas “metodología”, o se
seleccionan de un listado. Confundimos esta
construcción previa –a veces difusa o imprecisa
en los contornos entre la transmisión a la vez
actual y anacrónica a que nos somete la
formación– con las decisiones sobre el
proceder mismo, que sólo nuestro problema
nos permitiría, insisto en el término, constituir.
Ante ello, propongo que pensemos en la
idea de un posible metodológico, a la manera de los
“posibles” que Derrida ofrece en la inminencia
del problema, en la deconstrucción de de sus
componentes y acercamientos en zoom a
aspectos que serán ratificados por el propio
preguntar y no tanto por la demostración
futura. Asumimos la idea de que el saber no es
algo que está ahí afuera, listo para que quien se
acerque lo conozca. El conocer es, ante todo, el
uso de una sensibilidad ante la inminencia del
objeto, del tema, de la pregunta (y, también,
como en la novela de Jane Austin Sensibilidad y
sentimientos, sus traiciones y sus relaciones
imposibles). Me pregunto si la investigación
viene a nosotros, y no al revés. En
Humanidades, ya lo dijo Bajtin, las ciencias
tienen voz a la vez que son resultado de la
escucha de esas voces de los otros hablando a
través del conocimiento que constituimos y en
relación a los cuales nos constituimos como sujetos
cognoscentes. Al mismo tiempo, aprendemos
de nosotros mismos, algo (Bajtin, 1959-61).
Pero si asumimos esta mirada bajtiniana, no
podremos ya seguir pensando que el
conocimiento en Humanidades está por ahí,
esperando un proceder acertado (incluso por
azar) que nos acerque a él.
El conocer es una creación de un
investigador: ¿En qué consiste aquello
inteligible, que se nos escapa de la mano porque
depende de la mirada y siendo cada quien un
observador con visiones diferentes,
inexorablemente? ¿Cómo procedo, qué hago
para que mi conocer no se reduzca a una mera
argumentación que, por ser comprobable en sus
premisas, me acerque a otro en pos de
comunicar exactamente lo que veo? ¿Puede
verlo alguien más, o sólo está en mi cabeza?
Atenerse a pensar las Ciencias Humanas en
función de objetos intangibles, e incluso en
conocimientos que son pura elaboración
conceptual –y discursiva– a la vez que
significantes cuyas relaciones con otros signos
de la cultura pueden manifestarse de manera
evidente, doxática.
Este es un punto de quiebre de muchas
decisiones investigativas en literatura, aunque
pensemos que éstas son muy variadas y tanto
ingresan, en términos institucionales la crítica,
el Archivo o fuente documental como literatura,
la Enciclopedia como conjunto de saber
literario a dejar asentado; la formación de
nuevos conceptos y evitando la mera
descripción de estados de cosas, corpus, obras.
En este punto es que creo que podrían colocar
en el mismo terreno de interrogantes que
plantea Derrida en un texto no tan conocido
“Khôra”, que guía mi equipo de investigación.
En él, se plantea desde el Timeo de Platón la
pregunta sobre el saber frente a un logos
enciclopédico que pareciera reunir todo el saber
sobre las cosas, sobre todos los tipos de ser,
ante lo cual se abre una grieta en el
razonamiento, y se crea un vacío, abriendo la
diferencia entre lo inteligible y lo sensible, entre
el discurso (mito) y ese logos (que luego la
modernidad con su razón instrumental volvió
utilitario). En ese vacío hay algo que ocupa el
lugar: khôra. El texto derridiano que nos sirve
de contención, precisamente porque habla de
un concepto que lo es, se trata de Khôra: situante
más que situada, y siendo ella, en su significado
de lugar ocupado por alguien, territorio (de lo
público que es una investigación por individual
que se considere). Además, “parece ajena al
orden del paradigma, ese modelo inteligible e
inmutable. Y, sin embargo, ‘invisible’ y ‘sin
forma sensible’, participa de lo inteligible de
manera muy embarazosa, aporética” (Derrida,
1993, pp.16-17). Este detalle me interesa
destacar para pensar en “metodología” en
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