Pecano
Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba
ISSN 2469-0775
DOI: 10.22529/p
EL VUELO DEL PELÍCANO
MICHEL DE CERTEAU
Pierre Antoine Fabre: La cuestión mística en la posteridad de Michel de Certeau
Alfonso Mendiola: El conflicto moderno entre la voz y la escritura
Andrés Gabriel Freijomil: El nuevo mundo como “página en blanco”. Elementos
para una historia de las representaciones de América Latina en la obra de Michel de
Certeau
Christian Jouhaud: Regreso a Loudun
Diego Fonti: Sobre cuerpos desaparecidos y memorias encarnadas
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Karina Clissa: Obras orientadas a la predicación. Estudio comparativo de bibliotecas
institucionales en Córdoba del Tucumán en el siglo XVIII
Susana María Gómez: Khôra: el espacio propiciatorio de una investigación no
causalista en literatura
Alejandro Luis Pucheta: Conocimiento y racionalidad en el pensamiento de
Emmanuel Levinas
Adriana Vulponi: Sobre la conformación de un género y de un clásico: avatares en la
edición de literatura infantil y juvenil argentina
Franco Olmos Rebellato: Entre el instinto y la razón: comentarios sobre la ética y
estéticas de un saqueo
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Bibiana Eguía: Dios en lo innombrable. Presencia del discurso religioso en novelas
argentinas contestatarias. Entrevista a la investigadora Ursula Arning
NUEVAS NARRACIONES
Jordi Gastón Prina: Sobre Los sentidos del sujeto, de Judith Butler
Volumen 3 – Año 2017
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Editor
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Volumen 3 – 2017
Revista Pelícano Vol. 3.
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2017 – Córdoba.
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Agosto 2017 – Córdoba.
Índice
EL VUELO DEL PELÍCANO
MICHEL DE CERTEAU
Presentación (5-7)
Pierre Antoine Fabre: La cuestión mística en la posteridad de Michel de Certeau (8-15)
Alfonso Mendiola: El conflicto moderno entre la voz y la escritura (16-30)
Andrés Gabriel Freijomil: El nuevo mundo como “página en blanco”. Elementos para una
historia de las representaciones de América Latina en la obra de Michel de Certeau (31-38)
Christian Jouhaud: Regreso a Loudun (39-48)
Diego Fonti: Sobre cuerpos desaparecidos y memorias encarnadas (49-64)
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Karina Clissa: Obras orientadas a la predicación. Estudio comparativo de bibliotecas institucionales
en Córdoba del Tucumán en el siglo XVIII (65-80)
Susana María Gómez: Khôra: el espacio propiciatorio de una investigación no causalista en
literatura (81-87)
Alejandro Luis Pucheta: Conocimiento y racionalidad en el pensamiento de Emmanuel Levinas
(88-100)
Adriana Vulponi: Sobre la conformación de un género y de un clásico: avatares en la edición de
literatura infantil y juvenil argentina (101-113)
Franco Olmos Rebellato: Entre el instinto y la razón: comentarios sobre la ética y estéticas de un
saqueo (114-122)
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Bibiana Eguía: Dios en lo innombrable. Presencia del discurso religioso en novelas argentinas
contestatarias. Entrevista a la investigadora Ursula Arning (123-130)
NUEVAS NARRACIONES
Jordi Gastón Prina: Sobre Los sentidos del sujeto, de Judith Butler (131-135)
4
Revista Pelícano Vol. 3. El vuelo del Pelícano
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 8-15
Agosto 2017 – Córdoba
Michel de Certeau
La cuestión mística en la posteridad de
Michel de Certeau
1
The Mystical Question in the Posterity of
Michel de Certeau
Pierre Antoine Fabre
2
École des hautes études en sciences sociales,
Paris
pierre-antoine.fabre@ehess.fr
Traducción: Diego Fonti
Modo de citar: Fabre, P. A. (2017). La cuestión
mística en la posteridad de Michel de Certeau.
Traducción de Diego Fonti Pelicano, 3.
Recuperado de http://revistas.bibdigital.uccor.
edu.ar/index.php/pelicano/article/view/1238
DOI: 10.22529/p.2017.3.02
Resumen
El desafío de la “cuestión mística”, desde el
punto de vista de la posteridad de Certeau, es
muy grande por dos razones. Por un lado, esta
cuestión plantea el problema de la pertenencia
cristiana –de la fe cristiana, por así decirlo– de
la obra de Certeau tomada en su globalidad.
¿Esta pertenencia y esta fe habitan la totalidad
de la obra? Por otra parte, lacuestión mística”
1 Se publicó un primer estado de estas investigaciones
por invitación de Philippe Artières en la revista Sociétés et
représentations en mayo de 2017. Esta primera versión ha
dado lugar a diversas anotaciones y sugerencias, de la que
se benefició la presente contribución. Agradezco
particularmente a Anne-Marie Chartier, Patrick Goujon y
Jacques Le Brun por sus lecturas. Agradezco también a
Diego Fonti por su traducción de alta calidad.
2 Es director de estudios de la EHESS, donde dirige el
Centro de estudios de ciencias sociales de lo religioso
(CéSor). Sus trabajos giran en torno al primer siglo de la
Compañía de Jesús, sobre la historia de la espiritualidad
del siglo XVII, sobre la historia de la imagen cristiana en
la posteridad del Concilio de Trento y sobre la historia de
la evangelización moderna. Recientemente ha publicado:
Décréter l’image. La XXV e Session du Concile de Trente Paris,
Les Belles Lettres (2013) ; con Patrick Goujon, Suppression et
restauration de la Compagnie de Jésus (Paris, Lessius, 2014);
con Nicolas Fornerod, Sophie Houdard y Cristina Pitassi,
Lire Jean de Labadie (Paris, Classiques Garnier, 2016), y con
Giovanni Careri, Caravage hors-champ (Paris, Editions
1:1, 2017).
fractura en su interior mismo la cuestión de la
pertenencia cristiana y la de la fe en un Dios, ya
que todo el trabajo de Michel de Certeau ha
consistido, en su vasta empresa de descifrado
del “lenguaje místico”, en identificar en ese
lenguaje los signos de una desafiliación o de una
dificultad –hasta el extremo de la ex-sistencia, la
salida de sí– de decir el nombre del Padre, de
hablar el lenguaje recibido en el nombre del
Padre; haciendo de esta dificultad el síntoma de
una crisis y de una transformación social
mayores en la sociedad cristiana de la primera
modernidad, en la cual los “místicos” habrían
sido a la vez heraldos y víctimas. El presente
ensayo desarolla concretamente estas líneas de
interpretación por medio de una lectura crítica
de unas páginas de la Fábula Mistica publicada
por Certeau en 1982.
Palabras claves: Cuestión mística, destierro,
escritura, muerte de Dios.
Abstract
The challenge of the “mystical question”, from
the viewpoint of Certeau´s posterity, is really
important because of two reasons. On the one
side, this question states the problem of the
Christian belonging of Certeau´s work –his
belonging to the Christian faith, so to speak– as
a whole. Does this belonging and this faith
inhabit the totality of his work? On the other
side, the “mystical question” splits in its inmost
the question of the Chistian belonging and of
the faith in a God, since the whole work of
Michel de Certeau consists, in its vast
endeavour of deciphering the “mystical
language”, in identifying in this language the
signs of a disenrollment or of a difficulty –up
to the extreme of the ex-sistence, the going out
of himself– in saying the name of the Father, in
speaking the received language in the name of
the Father; making of this difficulty the
symptom of a mayor crisis and social
transformation in the Christian society during
the first modernity, in which the "mystics"
would have been heralds and victims at the
same time. This essay arguments those
proposals by the way of a critical lecture of
some pages of the Fable Mystique, published by
Certeau in 1982.
8
Revista Pelícano Vol. 3. El vuelo del Pelícano
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 8-15
Agosto 2017 – Córdoba
Key words: Mystical Question, Exile, Writing,
Death of God.
Intento aquí enfrentarme a una cuestión que es
difícil ante todo por dos razones inmediatas.
Por un lado, Michel de Certeau, nacido en
1925, murió todavía joven en 1986 dejando una
obra abierta, de la cual sería imposible decir
cómo se hubiera desarrollado más al de esta
fecha (como lo he visto varias veces en
numerosas discusiones con los mejores
conocedores de esta obra).
3
Por otro lado, el trabajo sobre la “mística”
abre una brecha en el corazón mismo de esta
obra, ya que Certeau se involucra fuertemente
en una serie de investigaciones sobre el
“lenguaje místico” (uno de los títulos
provisorios que él mismo le dio por mucho
tiempo a su Fábula mística publicada en 1982)
más allá del conjunto de sus primeros trabajos
dominados por una misión editorial (el Memorial
de Pierre Favre, la Correspondencia de Jean-
Joseph Surin, y toda una serie de trabajos de los
años 1960)
4
que le había sido asignada por la
provincia francesa de la Compañía de Jesús.
Estas investigaciones condujeron a la
publicación de La Fábula Mística, y se
desarrollaron paralelamente –como se verá, este
paralelo es esencial para la reflexión que intento
hacer aquí– a una fuerte consolidación sobre el
terreno de la sociología contemporánea,
sociología de la iglesia cristiana y, de modo más
amplio, de las sociedades europeas de la
segunda mitad del siglo XX. Por ello la cuestión
3 La publicación reciente del segundo volumen de La
fábula mística, en 2014, surgida de un considerable trabajo
editorial de Luce Giard, evidentemente no puede
decirnos nada de este porvenir, pues reúne trabajos
anteriores, paralelos o inmediatamente posteriores a La
fábula de 1982 que sólo cuatro años separan de la
muerte de Certeau. Más adelante volve sobre dos
ángulos diferentes del volumen de 1982.
4 Para un intento de recapitulación de estos trabajos, ver
P. A. Fabre, Une érudition critique: Michel de Certeau
en route vers 68” (2016). Hay que subrayar el rigor
documental y analítico de los trabajos de Andres
Freijomil sobre el “primer Certeau”, en particular: “Les
pratiques de la lecture chez Michel de Certeau: la
matérialité de l’œuvre” (2009), “À la recherche du «
premier » Michel de Certeau. Les enjeux de ses premiers
textes publiés pendant les années lyonnaises (1947-1950)
(2012), “El nacimiento de un historiador. Michel de
Certeau y la historia de la espiritualidad francesa” ( 2015).
de la “mística” se sitúa apropiadamente tanto
en el momento de interrupción de la obra,
debido a la muerte, como en el de una crisis
profunda en el curso de elaboración de esta
obra, que se podría fechar, sin dudas demasiado
deprisa,
5
en torno a los años 1968 e
inmediatamente siguientes.
El desafío
El desafío de la “cuestión mística”, desde el
punto de vista de la posteridad de Certeau, es
muy grande por dos razones.
Por un lado, esta cuestión plantea el
problema de la pertenencia cristiana –de la fe
cristiana, por así decirlo –de la obra de Certeau
tomada en su globalidad, y todos aquellos que,
desde hace mucho tiempo, están cerca de esta
obra y sienten su influencia saben cómo este
problema no se resuelve de suyo, si uno
considera por ejemplo hasta qué punto toda la
vertiente contemporánea de esta obra
(largamente madurada y conocida en Estados
Unidos) ha podido ignorar
6
y recíprocamente su
enraizamiento en los largos años de trabajo y
publicaciones en el contexto intelectual y
editorial de la Compañía de Jesús y más
ampliamente del catolicismo francés, desde las
revistas jesuitas, fuertemente espirituales
(Christus) ampliamente publicadas (Études) o
científicamente eruditas (Revue d’ascétique et de
mystique, puis Revue d’histoire de la spiritualité),
hasta la revista Esprit, en cuyo ámbito Certeau
estuvo indirecta pero activamente presente en
los años 1970.
7
¿Esta pertenencia y esta fe
5 En este tiempo habría que poner un espacio, el de los
viajes y residencias de Michel de Certeau en las Américas
a partir de este mismo período. En este ciclo de viajes, en
particular en Latinoamérica, Certeau era a la vez
heredero, de alguna manera, de la antigua tradición
“misionera” de la vieja Compañía de Jesús y el testimonio
de la realidad contemporánea de los compromisos de esta
misma Compañía en el terreno de los movimientos de
emancipación social –y teológica– del continente. Para
una visión general de este panorama, cfr. el excelente
artículo de Silvia Scatena, “Le Concile en Amérique
latine: le rôle du CELAM dans l’aggiornamento
continental” (2016), traducido al francés por P.A. Fabre.
6 La tesis doctoral de Jeremy Ahearne, escrita hace años
pero por lo demás notable, sigue siendo un ejemplo
significativo de esta escisión (Jeremy Ahearne, Michel de
Certeau: Interpretation and Its Other, 1995).
7 Es preciso saludar aquí la iniciativa de Denis Pelletier y
de François Trémolières, quienes desde 2015 en el marco
de un seminario de la École pratique des hautes études se
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habitan la totalidad de la obra? ¿Cómo y por
qué vías las han habitado, tanto en los trabajos
explícitamente consagrados al estudio del
legado cristiano como en aquellos que,
proyectados sobre la escena contemporánea
interrogan ese legado, o parecen no interrogarlo
sino desplazarse a lugares sociales o espacios de
pensamiento que le son extraños, o se han
vuelto extraños, en particular en lo que
concierne a las investigaciones sociológicas y
antropológicas de Certeau Certeau que, por
tanto, conocía sin dudas mejor que nadie sus
“raíces cristianas”, y la historia compleja de la
gestación de estas disciplinas en el paso al siglo
XX?
Por otra parte, la “cuestión mística” fractura
en su interior mismo la cuestión de la
pertenencia cristiana y la de la fe en un Dios, ya
que todo el trabajo de Michel de Certeau ha
consistido, en su vasta empresa de descifrado
del “lenguaje místico”, en identificar en ese
lenguaje los signos de una desafiliación o de una
dificultad –hasta el extremo de la ex-sistencia, la
salida de sí– de decir el nombre del Padre, de
hablar el lenguaje recibido en el nombre del
Padre, en ser de ese nombre; haciendo de esta
dificultad el síntoma de una crisis y de una
transformación social mayores en la sociedad
cristiana de la primera modernidad, en la cual
los “místicos” habrían sido a la vez heraldos y
víctimas, sin jamás dejar de ser lo uno y lo otro
como lo ha demostrado Jacques Le Brun, en un
diálogo constante con la obra de Michel de
Certeau, a lo largo de sus trabajos.
8
Las numerosas investigaciones inspiradas
por, habitadas por, inquietadas por esta obra en
su incómoda posteridad, han hecho a menudo
opciones muy diferentes. Se pueden diferenciar
brevemente tres orientaciones: la primera tiende
a substituir a Michel de Certeau por su objeto,
subsumiendo bajo su propia autoridad, que se
convierte en la de un autor, o sea un escritor, la
esfuerzan en conectar estos hilos; y también subrayar la
importancia de un pequeño libro de Alfonso Mendiola,
Michel de Certeau (2014), que presenta lo que hoy es la
primera síntesis histórica y teórica de la obra.
8 Recordemos aquí, entre otros innumerables escritos
que jamás han dejado de acompañarme y sostenerme, Le
pur amour de Platon à Lacan (2002): libro en el cual Le Brun
muestra al mismo tiempo la exigencia y la imposibilidad
de un don sin contra-don hacia un Dios del que no
podemos no esperar que sea.
legitimidad de una investigación para la cual
habría que ir a buscar en otra parte, por otro lado,
las verificaciones.
9
La segunda profundiza la
brecha de la diferencia mística, de la hetero-
doxia del discurso místico y del que se hizo su
intérprete; ella privilegia la crisis por sobre la
transformación, la ruptura por sobre la
reinstauración.
10
La tercera podría estar tentada,
como consecuencia de la discutible promoción
de Michel de Certeau al rango de libro de
cabecera por Jorge Bergoglio, hoy Papa
Francisco, a una restauración de la obra en el
centro de la institución cristiana, de algún modo
como su profeta. La complejidad confesional
de la obra y de la trayectoria de su autor quizás
nos proteja de esa posteridad, pero no nos pone
al abrigo de nada.
Aquí hago la elección de interrogar dos
lugares precisos en los cuales me parece que no
podemos no intentar al menos hacer frente a la
dificultad de estas cuestiones, así como las he
sintetizado de grosso modo. Va de suyo que
esta elección es ofrecida, y abierta, a la
discusión de quienes, como yo, viven desde
hace treinta años con la herencia de este
pensamiento y de sus abismos – si uno entiende
aquí por abismo aquello que no cesa de
9 Ver por ejemplo el artículo, muy preciso y auténtico, de
Henri Laux, “Michel de Certeau lecteur de Surin. Les
enjeux d'une interprétation” (2004). Sin dudas soy tanto
más sensible respecto de esta orientación cuanto que la
encuentro también en la posteridad de la obra de Louis
Marin, en particular de sus investigaciones sobre Pascal,
que a veces se tiende a considerar como trabajos de
autor, o sea actos de escritura, que no se pueden
confundir con las exigencias de una investigación
histórica. ¿Por qué esas vueltas, en las que la posteridad
de uno y otro de cierto modo queda afectada? ¿Porque
hay efectivamente diálogo con los muertos (hoy diálogo
de muertos), porque hay escritura como lugar de ese
diálogo?
10 Evidentemente los matices aquí son numerosos entre
trabajos muy singulares: para permanecer en el ámbito de
los estudios franceses, los de Sophie Houdard (ver por
ejemplo sus Invasions mystiques, Paris, Belles-Lettres, 2008)
ubican esta diferencia mística al umbral de una forma de
disidencia, los de Patrick Goujon (ver por ejemplo
Prendre part à l’intransmissible, 2008) la remiten a los
desgarramientos internos de las instituciones católicas
modernas mismas y a la energía soterrada de sus
fundaciones. El trabajo de François Trémolières sobre
Henri Bremond y Certeau surgiría, me parece, de esta
segunda dinámica (“Approches de l’indicible dans le
courant mystique français (Bremond et Certeau lecteurs
des mystiques)”, 2000).
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Revista Pelícano Vol. 3. El vuelo del Pelícano
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ponernos en cuestión en nuestro propio
trabajo.
El fetiche
Comencemos por volver una vez más –pero
aquí es inevitable– a uno de los enunciados de
Michel de Certeau que más tinta habrá hecho
fluir, o por lo menos introducir una gran
medida de captatio benevolentiae. Estamos en las
primeras líneas de La Fábula Mística, en lo que
será su primer volumen, publicado en 1982:
Este libro se presenta en nombre de una
incompetencia: está desterrado de aquello
que trata. La escritura que dedico a los
discursos místicos de (o sobre) la presencia
(de Dios) tiene por condición la de no formar
parte de éstos (Certeau, 1993, p.11).
11
En una primera lectura estas líneas concisas
confirman lo que pudimos saber con la
epistemología historiográfica de Certeau: sea la
construcción y la recepción de un tiempo lejano
como otro (otro en el tiempo como el indio
puede serlo en el espacio o el inconsciente en el
espíritu: historia, etnología, psicoanálisis); del
tiempo lejano como extraño, y no del todo,
según un legado muy antiguo en el sentido de la
narración de la historia, como ejemplo, modelo,
es decir poder de identificación. Por cierto,
Certeau siempre ha señalado que
subterráneamente un flujo a contramano de esa
distancia, algo del pasado que podía venir a
inquietarnos, no como aquello que no debe
pasar, sino como aquello que no puede pasar y
que esa inquietud podía estar obrando en el
trabajo del historiador mismo.
12
Pero a partir de
una segunda lectura, me parece que opera otra
cosa en esas primeras líneas de La Fábula:
porque esta incompetencia en cuyo nombre
Certeau declara su extrañeza respecto de su
objeto ¿no es una determinación de “aquello
11 (La cursiva es del autor, el ejemplar personal de Louis
Marin, amigo cercano de Certeau en los años 1970, tiene
subrayadas estas líneas con atención, Fonds Louis Marin,
Bibliothèque du CéSor/EHESS). La consulta de los
manuscritos de La Fábula (si existen), inaccesibles todavía
a la investigación científica, sería quizás preciosa para
profundizar los pliegues de este enunciado. Agradezco
vivamente a Andrés Freijomil el haberme comunicado los
fragmentos que necesitaba de la edición mexicana de La
Fábula.
12 Sobre este punto ver el inicio de L’écriture de l’histoire,
1975, pp. 92-97 (“Le travail sur la limite”). La escritura de
la historia, 2006, pp. 93-97 (“El trabajo sobre el límite”).
que trata”? El místico, contrariamente al
teólogo (por lo demás, cuyo hábito Certeau
siempre se negó a calzarse a pesar de todas sus
competencias), ¿no es el que declara su
incompetencia, aquel que no logra más o
menos estructurar un discurso competente, un
discurso pleno, completo, cerrado sobre la
inscripción de su objeto en su propio ser?
13
¿Aquel cuya lengua, como un deseo, por el
contrario falla a su objeto? Y Certeau mismo lo
dice en el cuerpo del libro cuando, citando a
Benveniste y al Dictionnaire encyclopédique des
sciences du langage de Ducrot y Todorov, escribe:
[...] al ser del mismo tipo que los signos
lingüísticos de la enunciación, (los
dispositivos de la enunciación mística) no se
refieren a un objeto significado ni a una
entidad referencial [...] sino a la instancia
misma del discurso. No remiten
directamente a la competencia” [...]. Se
refieren a una “performancia” (Certeau,
1993, p.196).
Ahora bien, Certeau, inmediatamente
después, enuncia tres de esos dispositivos que
pueden ser vinculados de un modo muy preciso
con las primeras líneas del libro:
El corte que sirve de condición previa al
discurso y que establece un contrato con los
destinatarios [...] el lugar vacío, “sitio sin
sitio”, que señala en el discurso su lugar de
locución [...] la representación de este lugar
por medio de una figura narrativa que forma
el marco del relato (Certeau, 1993, p.196).
13 Verificación inversa: la investigación de la
construcción de una competencia en la constitución del
“sujeto” de la Compañía de Jesús al final del siglo XVI, a
la hora de la “administración espiritual” de la orden, para
retomar una formulación de Michel de Certeau tomada
prestada de uno de los secretarios del general de los
jesuitas Claudio Acquaviva (en Certeau, 2005, p. 256;
2007a, pp.170-171): un adentro y un afuera, una
subjetivación y una acción ordenada a un fin – en síntesis,
un sujeto, un verbo y un complemento. Remito a las
investigaciones actuales de Martín Morales sobre lo que
llama la “gramaticalización” en las estrategias de
gobierno de la Compañía de Jesús (ver particularmente
“La Restauración de la Compañía de Jesús y los vaivenes
de una escritura”, en P. A. Fabre, P.Goujon, M. Morales
ed., “Le pouvoir de se réunir en corps”. La Compagnie de
Jésus de sa Suppression (1773) à sa Restauration (1814), Rome,
2017).
11
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Este marco –esta figura de marco– ¿no
puede ser acaso ese “discurso místico”, que se
volverá la “representación” de la enunciación
certoiana misma, es decir algo muy distinto que
su “otro”?
Formulo la pregunta con tanta más
serenidad, si la serenidad es posible en esta línea
de cresta, puesto que la otra palabra con la que
Certeau se designa a mismo en estas líneas
es un “desterrado”– prolifera en el despliegue
de La Fábula. Se vuelve a encontrar aquí:
Todos estos discursos podrían (¿querrían?)
tener la condición que Sócrates daba al suyo:
“el discurso que, a través de mi boca,
embrujada por ti, acabas de pronunciar...”
(Phèdre, 242
e). Ruptura, deriva, locura de
discursos desterrados de ellos mismos por
una carencia, por un Otro (Certeau, 1993,
p.63).
14
Transferencia de exilio, precedida de un
sorprendente intercambio de discurso que
Certeau pone en boca de Platón por Sócrates y
Fedro.
Se vuelve a encontrar ahí, en el siglo XVII
europeo:
En este presente desterrado de su principio
primero y último, pero que tiende hacia un
“gran instauración”, las conquistas de la
razón y del espíritu tratan de superar la
contradicción entre la parcelación técnica de
los sectores [...] y la necesidad de un lenguaje
unitario (Certeau, 1993, p.187).
15
Y de nuevo:
[…] el sujeto espiritual nace de un retiro o
de un retraso relativamente a los objetos del
mundo. Nace de un destierro (Certeau, 1993,
p.121).
16
Finalmente allí donde, citando a Surin, y
entrando de alguna manera en el cuadro a partir
del “marco de la narración”:
El actor místico Surin surge, “llevando un
corazón abstracto, solitario, extranjero,
incapaz de acomodarse y de modelarse a los
usos de este país que tenemos por exilio
(Certeau, 1993, p.243).
17
14 Cursivas P.A.F.
15 Cursivas P.A.F.
16 Cursivas y traducción P. A. F.
17 Cursivas P.A.F.
El trastorno
La meditación de esta declaración de
incompetencia y de esta situación de exilio se
encuentra ciertamente en el gran trastorno que
ha provocado en un sorprendente lapsus, en
uno de los capítulos más célebres de La Fábula
(un capítulo del que acabo de transcribir
algunas líneas de apertura, donde surgiría el
actor místico): “El iletrado ilustrado” (yo
trabajo aquí en otro nivel, que no es más el de
los ardides del lenguaje con los que Certeau
producía en el texto precedente el evento de
una doble lectura posible de su discurso, sino el
de los ardides, en el lenguaje, con los que él
formulo esta hipótesis– va a encontrarse a
mismo desplazado, desconcertado).
18
Certeau analiza una carta escrita por el
jesuita Surin en 1630, en la cual narra su
encuentro, en el curso de un viaje en carruaje,
con un joven “sin ningunas letras”, que “no
había nunca sido instruido de nada, sino de
Dios, en la vida espiritual”. En particular
reporta lo siguiente:
Como lo presionaba para que me dijera si
alguien le había enseñado, le dijo que no y
que había almas a quienes las criaturas solo
podían dañar. Que aún quando el Evangelio
pereciera, Dios le había enseñado lo suficiente
para su salvación (Certeau, 1993, p.246).
19
Varias páginas después, Certeau comenta
este pasaje:
La sabiduría no es ligada a una tradición
oral o escrita ni lo inspirado está ligado o es
comparable a las realidades de la tierra. Es
muy extraño que el joven iletrado repita a
Surin las palabras que Ignacio de Loyola,
otro místico autodidacto, se decía en los
tiempos de Manresa (1522) y que recuerda
en su Autobiografía: “Muchas vezes ha
pensado consigo: si no hubiese Escriptura
que nos enseñase estas cosas de la fe, él se
18 Concentro en los límites de esta contribución lo
esencial de un análisis que desarrollo en una investigación
en curso sobre “Michel de Certeau et les arts de mourir”,
en el marco de un dossier sobre el suicidio y los fines
postreros en los Archives de sciences sociales des religions.
Señalo tanto más la circulación entre esos dos textos
cuanto que la “muerte”, en la que acabaré, es justamente
una de las vías por las que Certeau mismo circula entre la
época moderna y la antigua literatura del Ars moriendi, y la
época la muerte contemporánea.
19 Cursivas P.A.F.
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determinaría a morir por ellas, solamente por lo
que ha visto
20
” (Certeau, 1993, pp.276-277).
21
Primera observación dirigida al lector poco
familiar con dicha Autobiografía de Ignacio de
Loyola. El enunciado si no hubiese Escriptura que
nos enseñase estas cosas de la fe fue sometido a
fuertes turbulencias en la posteridad inmediata
ignaciana. La Autobiografía del fundador (que no
será publicada sino más de dos siglos después
en una versión latina de los Bollandistas) sólo
circula en un pequeño número de copias
manuscritas, pero aparece la inquietud por
ciertas palabras que podrían parecer salidas
directamente de la inspiración alumbrada que
marca el primer período de la vida de Ignacio y
que explica, por un lado, los numerosos
procesos que tuvo que enfrentar en la época se
su residencia en el pequeño pueblo catalán de
Manresa y la fundación de la Compañía de
Jesús, más de veinte años después: la
inspiración de una comunicación de Dios solo,
sin ninguna mediación, ni la de la Iglesia, o sea
de la tradición, y ni siquiera de la Escritura (hay
que recordar que la navaja de la Reforma quiere
cortar el lazo entre esas dos mediaciones, para
decirlo de un modo sintético).
Pedro de Ribadeneira, primer gran biógrafo
de Ignacio, no se equivocaba en su Vita Ignatii
Loyolae, ordenada por el gobierno de la Orden y
publicada en latín y luego en español en 1583,
cuando transforma el enunciado ignaciano
original (o por lo menos lo que conserva la
narración dictada en 1553-1555): si no hubiese
Escriptura que nos enseñase estas cosas deviene, en
una formulación mucho más esquiva:
Si los misterios de nuestra santa fe no
estuvieran escritos en las letras sagradas, o si
(lo que no puede ser) la Escritura divina se
huviera perdido, con todo esso serían para él
tan ciertos y los tendría tan fixos y escritos
en las entrañas, que solamente por lo que
avía visto, no dudaría ni de entenderlos, ni
de enseñarlos, ni de morir por ellos (MHSI,
1965, pp.124-125).
Evidentemente, se podría glosar largamente
estas transformaciones, que portan en
mismas el “corazón religioso del siglo XVI”,
20 Loyola, 1987, p.87 (cito en el texto español original).
21 Cursivas P.A.F.
para retomar el título del libro célebre de
Lucien Febvre, pero no es ese nuestro
propósito. Yo no menciono aquí esta otra
epopeya textual –apenas vislumbrada– sino
porque Michel de Certeau, al parecer perderla
de vista y borrando la distancia por tanto
considerable entre un “Evangelio que
perecería” y las “Escrituras que no habrían
jamás sido”, instala una especie de ficción: en
efecto, es altamente improbable que Surin, si
había sido sensible al legado de Ignacio de
Loyola (se sabe, por los trabajos citados de
Patrick Goujon en particular, que lo mismo vale
para el legado de Teresa de Ávila), haya podido
comprender en la palabra de su joven
interlocutor el recuerdo de una narración que
apenas podía conocer en la versión que aquí
refiere Certeau. Este se ubica así literalmente
entre los dos personajes de la narración de Surin
para suscitar esta reminiscencia: “la sombra del
Padre aparece como un espíritu de anuncio, un
ángel en este desierto”, concluye Certeau sobre
su análisis (Certeau, 1993, p.320). ¿De qué
Padre se trata? ¿De Ignacio, o de Certeau
mismo “surgiendo”, como Surin, como un
“actor místico”?
Pero lo esencial –¿abierto por esta ficción?
22
– está en otro lugar. Está en la brecha
verdaderamente asombrosa entre dos
proposiciones, que Certeau parece dar como
equivalentes. Aquí estamos en el corazón del
trastorno. En efecto, el iletrado declara (por la
pluma de Surin): Que aún quando el Evangelio
pereciera, Dios le habia enseñado lo suficiente
para su salvación”.
Y Certeau le hace decir, por el recuerdo de la
narración de Ignacio “repetido” por el joven (la
palabra es demasiado fuerte), que “si no
hubiese Escriptura que nos enseñase estas cosas
de la fe, él se determinaría a morir por ellas”.
La homología efectiva, y espectacular, de los
dos tiempos condicionales (¡si yo estaría dispuesto
a morir, bien podría ser que el Evangelio pudiera
efectivamente perecer!), disimula por un lado, como
lo he mostrado, la discordancia entre un
Evangelio perecido y un Evangelio jamás
22 Es muy conmovedor que el lapsus calami que sigue
sea de alguna manera introducido o hecho posible por
esta comunicación directa entre Ignacio y Certeau, una
comunicación que, de hecho, hace entrar nuestro tiempo
en el de Surin y del iletrado, como fuera de la erudición
escrupulosa del conjunto del capítulo.
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nacido, si se me permite expresarlo así, y por
otro lado una diferencia mucho más radical
entre la muerte del Evangelio y la del joven iletrado.
Pero hay que dar un paso más. Porque el
iletrado jamás ha pedido morir, solamente ha
afirmado la certeza de su salvación, lo que no es
lo mismo excepto si el paso de una a otra (de la
certeza de salvación a la presteza a querer
morir, eso que quizás se denomina mártir) está
efectivamente operándose. Dicho de otro modo:
excepto que estemos aquí frente a una
comunicación extraordinaria en el acto de la
escritura, ya que es Surin quien, por Certeau y la
invocación de Ignacio, escribe la muerte del
iletrado ilustrado; a menos que Surin, hombre de la
Escritura, escriba la muerte; a menos que la
escritura de Michel de Certeau cumpla la
transformación de la muerte de la Escritura en una
escritura de la muerte; a menos que, como lo
escribe Certeau en La invención de lo cotidiano: la
escritura es un gesto moribundo” (Certeau,
1980, p.324).
23
Pero ¿qué está en juego en esta equipolencia
de la muerte de la Escritura y de la escritura de
la muerte? ¿Acaso no tocamos aquí, quizás
secretamente respecto del autor mismo, un
lugar central de la transvaloración del tiempo en
la obra de Michel de Certeau?
El medio breve (Le moyen court)
Que el lapsus del muy letrado y sin embargo
ilustrado Michel de Certeau nos pueda
trastornar al remitirnos a la ambivalencia, que
yo considero esencial, de la declaración de
incompetencia del autor de La Fábula, nos
remite también a la exposición inicial de las
cuestiones de estas páginas.
Que la muerte esté actuando en todo este
pasaje, ciertamente no es accidental. Después
de todo, si se reúnen las grandes ceremonias
que han marcado lo que se llama no la época
moderna en la comprensión de los
historiadores, sino la modernidad” en su
sentido civilizatorio, se siguen muy de cerca la
“muerte de Dios” y la “muerte del hombre”.
24
¿No serían ellas, una y otra, los dos espasmos
23 Traducción P.A.F. (Certeau, 2007b, p.212).
24 Quizás parezca audaz este pasaje de la (muerte de) la
Escritura a (la muerte de) Dios. Pero ¿no es el conjunto
de transformaciones que operan en estas páginas lo que
nos invita, cuando proponen la hipótesis –la suposición
imposible– de un Dios sin Escritura?
de una misma conmoción, en la cual la muerte
misma quedaría como el evento mayor? La
muerte sería el pasar, el pasaje, que nos
transportaría a través de los espacios de nuestra
larga modernidad, aquella de la que no dejamos
de presentir su terminación sin ver el final.
Pero quizás haya que interrogarse sobre los
efectos de esta otra conmoción extraña por la
cual, de repente, una distancia irrumpió en la
pluma de Certeau, en una especie de accidente
del texto. Quizás haya que correr el riesgo de
invertir, a favor de esta conmoción o de este
“evento de contemporaneidad”
25
entre estos
dos tiempos, una doxa largamente extendida hoy
en día, según la cual la atracción, por no decir
cierta fascinación ejercida por los dicta et acta
místicos de la lejana época moderna, tendería a
que a través de ellos sobreviviría algo, en un
mundo sin Dios, del resplandor divino, y
precisamente en virtud del hecho de que en la
época moderna misma, en nombre de su propia
“incompetencia”, el discurso de la mística ya
habría vivido, sufrido, experimentado un
mundo en el cual Dios no aparecería más que
por fragmentos, por instantes, por relámpagos
o destellos. Si se mira de frente las
consecuencias del trecho temporal al que
Certeau nos invita en sus páginas propiamente
oníricas, no es la ausencia de Dios lo que
sostiene la obsesión mística de la época
contemporánea, sino su presencia
26
; pero una
presencia que, quizás más radicalmente que
nunca, tocaría algo del aura divina por el
“medio breve”, para retomar una formulación
célebre de Madame Guyon,
27
que no
desmentiría al “iletrado ilustrado” de Surin, ni a
Surin mismo haciéndose eco de él, su apóstol y
pluma.
¿No vale la pena, en la posteridad de Michel
de Certeau, formularse esta cuestión, tal vez
25 Como lo había escrito Louis Marin (1992).
26 Se encuentra aquí el arrepentimiento sublime de
Hölderlin entre la primera y segunda versión de su
“Vocación de poeta”: “Pero, digna de adoración y feliz
por siempre vives, Naturaleza […] tanto tiempo como el
dios no nos falte” (So lange der Gott nicht fehlet); y
luego “Pero el hombre enfrenta solo a su dios […] el
tiempo que esta falta de Dios se torne en ayuda” (So
lange bis Gottes fehl hilft) (Hölderlin, 1967, pp.778,
1201).
27 Jeanne Marie Bouvier de la Motte, conocida como
Madame Guyon, Moyen court et très-facile de faire oraison que
tous peuvent pratiquer tres-aisement, A. Briasson, Lyon, 1686.
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inquietante? ¿Y de preguntarse, de intentar
preguntarse cómo respondería él mismo?
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