Pecano
Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba
EL VUELO DEL PELÍCANO
PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
María Cristina Liendo: Acerca del Pensamiento Latinoamericano
Estela Fernández Nadal: El ser humano: infinitud atravesada por la
finitud. La dimensión vida-muerte en el pensamiento de Franz
Hinkelammert
Cecilia Inés Luque: La máquina vs el misterio. Tribulaciones de la
modernización desigual y contradictoria en Brasil
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Mario Rojas Hernández: Crítica ético-racional objetiva del positivismo
del poder
Juan Ezequiel Rogna: Del snob al gestor: una propuesta kuscheana
para re-pensar al sujeto político desde el peronismo
Gabriel Luis Bourdin: Marcel Jousse y la antropología del gesto
Ana Victoria Britos Castro: Interpelaciones a la dinámica
estado/sociedad civil en la lógica de la colonialidad del poder. Una
revisión de la Bolivia contemporánea
Mateo Paganini: Locura y colonización. Irrupciones autobiográficas en
los testimonios del reino de Araucanía y Patagonia
Guadalupe Estefanía Arenas Pacheco: Una aproximación al
pensamiento inculturado en el itinerario intelectual de Juan Carlos
Scannone
Victoria Casado Tolosa: Exotismo e indianismo: un sujeto político
místico
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Luis Miguel Baronetto: Angelelli: mártir del Concilio
Guillermo Alejandro Barón Del Pópolo: La intuición de una América
Latina distinta. Entrevista a Rolando Concatti sobre la revista Alternativa
Latinoamericana
NUEVAS NARRACIONES
Porfirio H. Calsín Zapana: Breve reseña revista AymaraQuechua
Volumen 2 – Año 2016
ISSN 2469-0775
DOI: 10.22529/p
Directora
Cecilia Padvalskis (Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Editor
Octavio Pedoni (Universidad Nacional de Jujuy, CONICET - Universidad Católica de Córdoba,
Argentina).
Correctora
Marcela Bricca (Colegio Nacional de Monserrat, Argentina).
Traductor
Diego Fonti (CONICET, Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Comité editorial
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Argentina).
Silvia Anderlini (Universidad Católica de Córdoba - Universidad Nacional de Córdoba, Argentina).
José María Bompadre (Universidad Católica de Córdoba - Universidad Nacional de Córdoba – Instituto
de Culturas Aborígenes, Argentina).
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Carlos Asselborn (Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Comité académico
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Argentina); Horacio Cerutti (Universidad Nacional Autónoma de México, México); Rogelio De La
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Nacional de Quilmes, Argentina); Marcelo González (Universidad Nacional de San Martín, Argentina);
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(Pontificia Universidad Gregoriana, Italia); Beatriz Moreyra (CONICET, Universidad Nacional de
Córdoba, Universidad Católica de Córdoba, Argentina); Guillermo Nieva Ocampo (Universidad
Nacional de Salta, Argentina); Gustavo Ortiz (Universidad Católica de Córdoba, Argentina) †; Lila
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Pablo Quintanilla (Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú); Eugenio Rubiolo (Universidad
Católica de Córdoba, Argentina); Aaron Saal (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina); Héctor
Samour (Universidad de Centroamérica José Simeón Cañas, El Salvador); Arturo Sandiano (Universidad
Católica de Córdoba, Argentina); Carlos Schickendantz (Universidad Alberto Hurtado, Chile); Daniel
Vera (Universidad Nacional de Córdoba. Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Revista Pelícano
ISSN 2469-0775
Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad Católica de Córdoba
Sede Centro. Obispo Trejo 323 Bº Centro. X5000IYG - Córdoba - Argentina
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Volumen 2 – 2016
Revista Pelícano Vol. 2.
pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2016 – Córdoba.
Orientaciones para la presentación de trabajos
Esta revista de la Universidad Católica de Córdoba es una publicación periódica anual de artículos de
investigación científica, originales y de revisión, sobre temáticas de Historia, Psicología, Filosofía, Letras
y Ciencias de las Religiones, escritos por investigadores de la propia institución y externos a ella.
Pelícano es una revista plural que sólo exige calidad científica, para lo cual se vale de un sistema de
arbitraje basado en dos evaluaciones con reserva de identidad de los autores y evaluadores, estos
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Consejo de Redacción de la Revista aceptará artículos originales e inéditos con pedido de publicación
en idioma español, inglés y portugués. El envío de los artículos puede hacerse durante todo el año, más
allá de las convocatorias periódicas que se efectúen y deberán ajustarse a las Instrucciones para los
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1) El vuelo del Pelícano. Sección en la que se puede participar sólo por invitación o pedido expreso
de la Revista Pelícano. Consiste en un Dossier con artículos (hasta siete) originales que debaten en
torno a un tema o eje temático común, y que persiguen objetivos similares entre sí. Estarán
supervisados por uno o dos coordinadores como máximo, quienes escribirán una “presentación
general” de la propuesta, que rescate los principales aportes individuales.
2) El asalto de lo impensado. De participación libre. Consiste en artículos de revisión e investigación
científica que exponen, de manera exhaustiva, los resultados originales de proyectos de
investigación individuales o colectivos. Abarca también las investigaciones que analizan, sistematizan
e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo de las ciencias
sociales, humanas y/o teorías y desarrollos conceptuales en el ámbito de la filosofía, psicología, las
ciencias de las religiones, la historia y la literatura, con el fin de dar cuenta de los marcos teórico-
epistemológicos, metodologías y estados de las investigaciones en cuestión. Se caracteriza por
presentar una cuidadosa revisión bibliográfica y por su rigor teórico y metodológico. Además por la
argumentación reflexiva y crítica sobre nuevos problemas teóricos y prácticos.
3) Las formas de la memoria. De participación libre. Ocasionalmente Pelícano publicará
traducciones de documentos relevantes para el estudio de las Humanidades, como así también
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4) Nuevas narraciones. De participación libre. Consiste en comentarios bibliográficos breves en
la que se presentan los aportes científicos de un libro de reciente aparición en el mercado editorial
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contenido.
El Consejo Editorial de la Revista aceptará artículos originales e inéditos con pedido de publicación
en idioma español, inglés y portugués. El envío de los artículos puede hacerse durante todo el año, más
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Revista Pelícano Vol. 2.
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2016 – Córdoba
Índice
EL VUELO DEL PELÍCANO
PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
Presentación (5-6)
María Cristina Liendo: Acerca del Pensamiento Latinoamericano (7-21)
Estela Fernández Nadal: El ser humano: infinitud atravesada por la finitud. La dimensión vida-
muerte en el pensamiento de Franz Hinkelammert (22-32)
Cecilia Inés Luque: La máquina vs el misterio. Tribulaciones de la modernización desigual y
contradictoria en Brasil (33-39)
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Mario Rojas Hernández: Crítica ético-racional objetiva del positivismo del poder (40-59)
Juan Ezequiel Rogna: Del snob al gestor: una propuesta kuscheana para re-pensar al sujeto
político desde el peronismo (60-68)
Gabriel Luis Bourdin: Marcel Jousse y la antropología del gesto (69-81)
Ana Victoria Britos Castro: Interpelaciones a la dinámica estado/sociedad civil en la lógica de la
colonialidad del poder. Una revisión de la Bolivia contemporánea (82-94)
Mateo Paganini: Locura y colonización. Irrupciones autobiográficas en los testimonios del reino
de Araucanía y Patagonia (95-105)
Guadalupe Estefanía Arenas Pacheco: Una aproximación al pensamiento inculturado en el
itinerario intelectual de Juan Carlos Scannone (106-115)
Victoria Casado Tolosa: Exotismo e indianismo: un sujeto político místico (116-121)
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Luis Miguel Baronetto: Angelelli: mártir del Concilio (122-145)
Guillermo Alejandro Barón Del Pópolo: La intuición de una América Latina distinta. Entrevista a
Rolando Concatti sobre la revista Alternativa Latinoamericana (146-155)
NUEVAS NARRACIONES
Porfirio H. Calsín Zapana: Breve reseña revista AymaraQuechua (156-159)
4
Revista Pelícano Vol. 2. Las formas de la memoria
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 122-145
Agosto 2016 – Córdoba
Angelelli: mártir del Concilio
Angelelli: Martyr Council
Luis Miguel Baronetto
1
Director de la Revista Tiempo Latinoamericano
Modo de citar: Baronetto, L., M. (2016).
Angelelli: mártir del concilio. Pelícano, 2.
Recuperado de http://revistas.bibdigital.uccor.
edu.ar/index.php/pelicano/article/view/1127
Resumen:
El homicidio del obispo Angelelli no fue una
equivocación, ni un exabrupto de los asesinos.
Eligieron su objetivo porque conocían su
trayectoria. Si había que aniquilar a los que
procuraban un cambio de fondo respecto a las
situaciones de injusticias, el obispo Enrique
Angelelli debía ser eliminado. Sin desconocer la
dimensión política de toda actuación pastoral
inserta en una comunidad concreta, Mons.
Angelelli explicitó e hizo jugar a favor de los
pobres su condición de obispo de la Iglesia
Católica reafirmándose en la Biblia y su
Magisterio. Como bien se lo ha definido fue
obispo del Concilio. Y por su coherencia en el
compromiso asumido para hacerlo realidad fue
martirizado. El texto explicita este compromiso,
ubicándolo históricamente y narra el largo y
sinuoso camino del proceso judicial que
condenó a los autores intelectuales de su
asesinato.
Palabras clave: Obispo Angelelli, opción por los
pobres, martirio, Concilio Vaticano II, Iglesia
argentina.
Abstract
The murder of Bishop Angelelli was not a
mistake or an outburst of murderers . They
chose their target because they knew his career.
If you had to annihilate those who sought a
fundamental change regarding the situations of
injustice, Bishop Enrique Angelelli should be
eliminated. Without ignoring the political
1Querellante por el Centro Tiempo Latinoamericano en
la causa 97000411/2012: Lesa Humanidad “Monseñor
Enrique Angelelli”, Tribunal Oral Federal 1, La Rioja,
Argentina.
dimension of all pastoral action inserted in a
particular community, Mgr. Angelelli play and
made explicit pro-poor their status as bishop of
the Catholic Church reaffirming the Bible and
the Magisterium. As it is well defined what was
bishop of the Council. And consistency in the
commitment to make it happen was martyred.
The text explicitly this commitment, placing it
historically and tells the long and winding road
of the judicial process which condemned the
masterminds of his murder.
Key words: Bishop Angelelli, option for the poor,
martyrdom, Second Vatican Council, Argentinian
Church.
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ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 122-145
Agosto 2016 – Córdoba
Aniversario de una unción
Un gesto maduró el Misterio en un hombre
Y ungió una vida para una misión;
Un Cayado y un libro iluminaron el camino
Para que el pueblo encontrara el Amor.
Fueron jornadas con sabor a Cruz,
Fueron racimos maduros para Ti, Señor.
La Unción se hizo Misterio
En la Carne y en la Sangre de Dios.
El Cayado animó la marcha,
El Libro encendió la Luz,
Las manos abrieron los surcos
Para el hombre necesitado de amor.
¡Doce jornadas…son tuyas, Señor!
Me llamaste para que fuera testigo…
Soy débil, soy pobre y con temor
Tú me dices: “¡No temas!...mi Amor
Te Ungió;
No es tuyo lo que llevas…apura la marcha…
Te basta mi Palabra…lo demás es ilusión”.
(…)
Enrique Angelelli
-En el duodécimo aniversario de mi
consagración episcopal – 12 de marzo de 1973.
Versos inspirados al despuntar el amanecer de
este día.
La opción de la pobreza
El homicidio del obispo Angelelli no fue una
equivocación, ni un exabrupto de los asesinos.
Eligieron su objetivo porque conocían su
trayectoria. Si había que aniquilar a los que
procuraban un cambio de fondo a las
situaciones de injusticias, el obispo Enrique
Angelelli debía ser eliminado. En las razones de
su peligrosidad se conjugan varios factores.
No asumió su compromiso con los pobres
por snobismo. Lo encarnaba desde sus
primeros años de sacerdote. Su opción
personal, consustancial a su origen familiar y
social, implicó hacerse cargo del destino
colectivo. Su cristianismo de vida evangélica, no
se redujo a la práctica individual del rito. Lo fue
descubriendo con lo que muchos años después
definiría: “con un oído en el Evangelio y el otro
al pueblo” (cfrr. Angelelli, 2010, p.98).
“En nosotros hay una presencia viva de un
Dios que es Padre que nos hace jugar la misma
vida por los demás hasta la muerte si es
necesario” (Angelelli, 2014, p.142)
Pero además, consciente de lo difícil de la
tarea, se ubicó en el lugar desde donde abrir las
puertas y promover la participación. No fue
una misión individual. Esa opción personal se
profundizó en su función de Obispo de la Iglesia
Católica, en extremada fidelidad a la institución.
La teología y la enormidad de la tarea exigían
un ámbito colectivo. Desde su rol episcopal, un
espacio de poder no desdeñable en la realidad
religioso-cultural de Argentina. Pero no lo
hubiese podido hacer si no hubiese sido fiel
hasta el fin de sus días a la misma institución.
Asumiendo plenamente su propio rol jerárquico
planteó iniciativas y posturas no siempre
compartidas por sus pares en el orden nacional,
que en momentos martiriales lo dejaron sólo.
Ante esto demostró fidelidad a la Iglesia
renovada en el Concilio y experimentó el apoyo
explícito del Papa Pablo VI.
La doble faceta de la Iglesia en su constante
histórica tuvo manifestaciones más o menos
atenuadas según la época, pero más visibles en
sus contradicciones durante y después del
Concilio. Desde las diferentes posturas se
procuró no explicitarlas hacia fuera priorizando
la unidad eclesial. Angelelli lo vivió con
profunda espiritualidad, sin resignar su rol
profético, padeciendo –diríamos así– con alegría y
esperanza. Sin especulaciones, ni falsas
prudencias, según sus palabras. Hacia adentro
de la institución como pregonero de la
renovación para mejor servicio al mundo. Y
hacia fuera cuando la interpelación de ese
mundo, especialmente el de los pobres, requería
convicción y generosidad.
Al hacerse voz para que hablaran los
enmudecidos; y más aún cuando esa palabra
recuperada por los pobres se transformó en
acción, el obispo se constituyó en el peligro
principal para el orden establecido por los
poderosos. En la disputa eclesial por el modelo y
la misión de la Iglesia, los preconciliares tenían
coincidencias e intereses comunes con los
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actores sociales sostenedores del sistema
capitalista.
En este contexto la pobreza fue –y es- la
subversión, que cuestiona y plantea la radicalidad
del cambio. En sus dos vertientes. Como
opción de vida evangélica, hacia el interior de la
institución eclesiástica; y como realidad de
injusticias sociales que cuestionan las
estructuras económicas y políticas. También
doblemente provocadora de conflictos.
Postulada como opción de vida según el
modelo de Jesús el Carpintero (cfrr. Gauthier,
1965), no reducido a determinadas asociaciones
religiosas, sino como imperativo de la estructura
eclesial en su conjunto, implicaba profundizar
en una concepción de iglesia cuestionadora de
su estructura de poder, de su ubicación en la
sociedad, de sus riquezas y de modalidades
principescas y medievales, que la mayoría de los
obispos no estaban dispuestos a resignar. Se
demostraría al finalizar el Concilio, cuando a
pesar de la insistencia de un reducido grupo de
cardenales
2
, obispos y de teólogos, biblistas y
pastoralistas, no se vieron reflejadas estas
propuestas en los documentos finalmente
aprobados. Tocaban fibras íntimas e intereses
de las estructuras eclesiásticas y de quienes
ocupaban sus principales lugares.
Pero además no era difícil advertir que al
responder a las dos preguntas fundamentales
del Concilio: ¿Iglesia, que dices de ti misma? Y
¿Cuál es tu misión?, desde esta perspectiva,
necesariamente la virtud de la pobreza debía
expresarse en el compromiso con una acción
transformadora de las injusticias sociales. Y esto
afectaba una de las bases sustanciales de la
estructura eclesiástica, que desde el Emperador
Constantino, se confundió con el poder
temporal, dándole la legitimidad “divina”. Y así
siguió gozando de poderío social, económico y
político hasta constituirse en la referencia
exclusiva de la civilización occidental y cristiana,
sustentada en la propiedad privada. El sistema
de explotación del hombre y de la naturaleza
para la acumulación lucrativa de los bienes,
resumido en el capitalismo, adquirió el carácter
2
Los cardenales que plantearon el tema de la pobreza en
el aula conciliar fueron Giacomo Lercaro, de Bolonia
(Italia), León José Suenens de Bruselas (Bélgica), Pedro
María Gerlier de Lyon (Francia) y Juan Bautista Montini
de Milán (Italia), quien después sería el Papa Pablo VI.
sagrado. Y quienes se atrevieran a cuestionarlo
debían ser los herejes y cismáticos a eliminar.
Coincidente en los años, la Conferencia de
Ejércitos Americanos, hegemonizada por los
EEUU realizada en West Point en 1964
explicitó la doctrina de las fronteras ideológicas.
Sería misión de los ejércitos de estos
continentes no ya la defensa de las fronteras
geográficas, sino las ideológicas. Lo que
implicaba identificar el enemigo a combatir al
interior de los propios países. Defender la
civilización occidental y cristiana ante la agresión del
comunismo. Fueron los términos ideológico-
religiosos del sistema capitalista con su régimen
de propiedad privada, contra el socialismo y la
propiedad estatizada. Allí se sustentaron en
1973 los terratenientes de Anillaco para
argumentar las violentas agresiones que
expulsaron al obispo diocesano. Era en defensa
de las tradiciones católicas reclamando la remoción
de Mons. Angelelli por comunista, tercermundista.
No lograron la remoción, pero cuando las
fuerzas armadas usurparon el gobierno en 1976
lo eliminaron.
En la Argentina Católica, con la ancestral y
profunda gravitación social de la institución
religiosa que la representa, no resultaba fácil
eliminar a un obispo. Pero los militares no
podrían haber matado a un Obispo sin
complicidad civil y clerical” (Baronetto y
Baronetto, 2015, p.172). La necesidad de
hacerlo estuvo en relación a la relevancia de una
práctica promotora de activa participación en el
proceso social, desde motivaciones religiosas.
De allí las características específicas en la
planificación y ejecución del atentado criminal,
con las maniobras de ocultamiento y el activo
rol de los servicios de inteligencia, aún en los
años posteriores. No sólo para preservar la
impunidad de los autores sino para no
entorpecer las relaciones especialmente
cultivadas por la Junta Militar con la cúpula del
Episcopado argentino y anular cualquier intento
de investigación institucional.
Hombre de la Iglesia Católica
El hecho de que la memoria del obispo
Angelelli haya sido recuperada y mantenida con
mayor persistencia por sectores cristianos de
base, organizaciones populares o instituciones,
muchas de ellas no ligadas a la estructura de la
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Iglesia restó importancia a su condición
episcopal, como miembro pleno de la Iglesia
Católica. A ello contribuyó enormemente la
complicidad desde sus inicios de la jerarquía
católica con el terrorismo de estado, no sólo
negando su asesinato sino diferenciándose de
su pastoral ante cada situación de conflicto que
le tocó enfrentar: los cuestionamientos ante los
planteos renovadores del clero cordobés en
1964, el silencio del episcopado ante la
prohibición de la misa radial en 1971, el apoyo
explícito a los terratenientes sancionados de
Anillaco en 1973 del presidente del episcopado
Adolfo Tortolo con informes adversos al
Vaticano, la negativa a concederle la palabra en
la última Asamblea de la Conferencia Episcopal
de la que participó en mayo de 1976, el silencio
y la no investigación de las circunstancias de su
muerte, sospechada de asesinato desde el
primer momento, la descalificación a quienes
reivindicaron su martirio. Todo ello alejó su
memoria del seno de la iglesia institucional
restando la trascendencia de su rol como
obispo de la Iglesia Católica, institución con
poder social que Enrique Angelelli puso al
servicio de los pobres, colocándolos en el
centro de la pastoral diocesana.
El juicio que condenó a los responsables del
asesinato se abocó a reconstruir la materialidad
del crimen. Pero la investigación judicial para
sustentar las pruebas del accidente planificado e
intencionalmente provocado, se extendió en el largo
recorrido del martirio que testimoniaron
quienes fueron considerados por el Tribunal
como testigos directos por haber padecido
conjuntamente la persecución a la pastoral
diocesana, que era el peligro mayor a eliminar.
Es decir, para devolverle la muerte, se requirió
rememorar su vida, colectivamente vivida, que
le quitaron.
Con el Angelelli asesinado tratamos ahora de
recorrer un camino del martirio, que se inició
en su práctica como sacerdote y obispo en
Córdoba, siguió en la pastoral diocesana de La
Rioja y no terminó el 4 de agosto, cuando lo
mataron. Treinta ocho años después los
tribunales judiciales esclarecieron los hechos y
condenaron a los homicidas. Con la
documentación conocida hasta el presente
pretendemos hacer ese recorrido.
Enrique Ángel Angelelli
Enrique Angelelli, hijo de labriegos radicados
en las afueras de la ciudad Córdoba, hizo la
carrera eclesiástica sin considerarla como modo
de ascenso social, aspiración compartida por
familias inmigrantes que procuraban un futuro
mejor para sus hijos.
Terminó de cursar sus estudios de teología
en Roma, en el Colegio Pío Latinoamericano,
concebido después de la segunda guerra
mundial como una necesidad para universalizar
las directivas de la Iglesia Católica y
homogeneizar su presencia. Los estudios allí
realizados eran considerados un antecedente
sólido para acceder al episcopado. Para la iglesia
católica era una forma de garantizar la fidelidad.
El P. Angelelli regresó de Roma con la
licenciatura en Derecho Canónico aprobada.
Para la institución eclesiástica de la época el
derecho canónico era tan o más importante que
la teología o los estudios bíblicos, porque allí
residía una de las bases de la obediencia a las
normas establecidas por una estructura rígida y
piramidal. Apenas arribó a Córdoba, en
septiembre de 1951, el clero le brindó un
agasajo, oportunidad en la que el joven
sacerdote –ordenado en octubre de 1949–
transmitió un mensaje del Papa Pio XII:
“Dígales a los sacerdotes que cultiven la vida
interior, sean fieles a la Iglesia y a su doctrina,
sean caritativos con los demás, sean penitentes
y prediquen” (Angelelli, 1951, pp.225-226).
Características que en lo personal asumió hasta
el martirio.
La fidelidad a la Iglesia y su doctrina y a la
caridad la vivió y promovió desde su temprana
vocación hacia los pobres. Desde 1891 la Iglesia
Católica, con la Rerum Novarum del Papa León
XIII reinstaló a los pobres en su mensaje.
3
Si
bien lo hizo para disputarle al modernismo la
rectoría del mundo, y en especial la clase obrera
al marxismo, la cuestión social –como se la
denominó– se introdujo con fuerza en la
doctrina católica. Además, su predicación y su
penitencia tuvieron en el horizonte la dignidad de
los pobres. Ese fue su compromiso martirial.
3 Dice el teólogo José Comblin: “RerumNovarum asume
la defensa de los derechos de los trabajadores y de esta
manera reintroduce la pobreza en el mensaje cristiano.
No se trata de la práctica de la asistencia, sino del
contenido de la enseñanza cristiana.” (1995, p.32).
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Agosto 2016 – Córdoba
En fidelidad a su origen, desde los inicios de
su sacerdocio mostró predilección por la
cuestión social: los pobres y los trabajadores. Se
manifestó en el contacto con las villas miserias
de Alto Alberdi y los enfermos del Hospital
Clínicas, del que fue capellán. Luego dando
contención a las familias indigentes ocupantes
de los galpones de la antigua “Barraca de Soria”
o bajo los puentes en la desembocadura de La
Cañada y el Río Suquía, cuando se hizo cargo
de la Capilla Cristo Obrero, de la ciudad de
Córdoba, en 1953 (cfrr. Archivo del
Arzobispado de Córdoba, Protocolo 2122/53).
4
Su preocupación por los trabajadores, que se
oficializó al ser designado Asesor Federal de la
JOC (Juventud Obrera Católica), tuvo avances
al compás de las nuevas realidades sociales del
mundo moderno. El sacerdote belga Jo
Cardjin fundó la JOC en 1925 para recristianizar
a la clase obrera. Esta concepción de
neocristiandad predominante en la época fue
cediendo a medida que la Iglesia también era
penetrada por las realidades modernas, hasta
que el Concilio Vaticano II (1962-1965)
institucionalizó nuevas definiciones y modos de
presencia y relación de la Iglesia con el mundo.
5
Pero en 1954 el P. Angelelli expresaba las
líneas rectoras del Magisterio de la época, con el
germen de un diagnóstico explicitado años
después en diversos documentos pontificios o
episcopales:
El movimiento obrero exige hoy como
réplica al sistema liberal, que redujo al
obrero a una simple mercancía sujeta a la ley
de la oferta y la demanda, una valorización
de su propia dignidad. […] Si el Vicario de
Cristo no duda en afirmar que ‘la clase
obrera está llamada a asumir
responsabilidades que nunca había conocido
en el pasado’, un movimiento obrero
apostólico que entrañe la misión de
devolverle a la Iglesia la Clase Obrera
perdida, merecerá toda la atención y el
estudio para que se encarne en nuestras
parroquias de ambiente obrero (Angelelli,
1954, pp.34-35).
4 La capilla Cristo Obrero pertenecía a la jurisdicción de
la Parroquia de la Catedral. El decreto designaba al P.
Angelelli vicario cooperador de la Catedral, con
residencia en la Capilla de Cristo Obrero.
5 Gaudium et Spes fue la Constitución Conciliar que
concentró las conclusiones de esta temática.
Esta mirada eclesiocéntrica tuvo en
Argentina un primer viraje después del
derrocamiento del presidente Perón, en el que
la Iglesia Católica institucionalmente participó
de modo activo. La dura persecución padecida
por los trabajadores a partir de noviembre de
1955, produjo la reacción de los sacerdotes de
Córdoba, que sintieron el rechazo obrero y
declararon: no estamos en contra de los
obreros. Muchos de nosotros venimos
precisamente del mundo obrero…” (cfrr.
Criterio, 1955, pp.964-965). El P. Angelelli lo
expuso en la IV Semana Nacional de Estudios
de los Asesores de la JOC:
No hemos sabido ver, por las razones que
ellas sean, que la clase obrera configuraba un
serio problema de Iglesia, al mismo tiempo
que iba gestándose una conciencia tal,
dentro de la misma masa, de su ubicación
junto a las demás clases sociales, la
participación en la vida y en el quehacer
nacional, la fisonomía que imprimía a una
Argentina anterior al ‘43. Y a la Argentina
durante y después del fenómeno peronista.
Debemos confesar humildemente que
hemos estado alejados de la clase obrera; no
hemos penetrado en el corazón de la misma;
no hemos estado presentes como Iglesia en
sus momentos tristes, duros y de posibilidad
para una promoción auténtica. Ante la clase
obrera hemos aparecido como extranjeros;
no hubo diálogo materno y filial; hemos
usado lenguaje distinto y nos hemos
presentado ante ella como una iglesia
burguesa (Angelelli, 1958a, pp.113-114).
6
6No es objeto de este escrito desarrollar el pensamiento
renovador que se expresaba en esa revista, donde el P.
Angelelli integraba el equipo de redacción junto a otros
sacerdotes que años después tendrían protagonismo
como obispos, teólogos o sociólogos. Entre ellos
Eduardo Pironio, Enrique Rau, Lucio Gera, Joaquín
Aduriz, MilanViscovich, Enrique Rau, Miguel
Ramondetti, Justino O’Farrel, quienes a su vez hacían
presente a europeos como K. Rhaner, H. de Lubac,
Francisco Hourtat y otros, que serían peritos teólogos y
sociólogos del Concilio Vaticano II. A estas voces
renovadoras, la jerarquía eclesiástica le puso límites. De
hecho esta edición fue la última. Los responsables de la
Redacción hicieron saber que: Notas de Pastoral Jocista
dejará de aparecer. Repetidas insinuaciones de su Emcia.
Rvma el Cardenal Antonio Caggiano en el sentido que
Notas de Pastoral Jocista está en el elevado plano que
competiría a la Revista Eclesiástica Argentina y debiera
reducirse exclusivamente a la temática propia de la JOC,
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Como expresión práctica al finalizar el
debate los ciento cincuenta sacerdotes
participantes solicitaron Al Honorable
Congreso de la Nación […] “La más urgente
vigencia de una auténtica unidad y libertad
obreras fundamentadas en la libre
determinación de los propios trabajadores…”
[...] Y “se arbitren para esto los medios legales
que correspondan a fin de que los obreros
elijan libremente sus autoridades... (Angelelli,
1958b, pp.54-55).
Que los jóvenes obreros tuvieran su espacio
en la Iglesia produjo resquemores. La J.O.C.
dice un dirigente de esos años– “era tolerada,
más que aceptada” (Baronetto, 2006, p.27).
Traer la realidad del mundo obrero al ámbito de
un movimiento eclesial con el método jocista de
Ver-Juzgar-Obrar significó introducir un análisis
socio-económico que ponía al desnudo las
causas de los bajos salarios y las precarias
condiciones laborales. Una sensibilidad que fue
profundizándose con los aportes de las ciencias
sociales. Si esta dinámica era acompañada de
cerca por la práctica pastoral del P. Angelelli
como Asesor, que se trasladaba en su moto
Puma a las Secciones de la JOC en las parroquias
periféricas de la ciudad, aquel movimiento se
potenciaba. Eran tiempos de búsqueda de
renovación en la evangelización del mundo
moderno.
La Iglesia del Concilio
En 1958 asumió como Papa un hijo de
campesinos italianos. Elegido a los 77 años
como de transición, sorprendió al mundo
convocando al Concilio Ecuménico Vaticano
II. Juan XXIII abrió las ventanas de la Iglesia
para que entraran aires nuevos. Y habló de “la
Iglesia de los pobres” (Juan XXIII, 1962).
De la actitud apologética, la Iglesia fue
dando pasos en el siglo XX hacia el diálogo con
el mundo. De maestra quiso ser servidora. De
sociedad perfecta a santa y pecadora. Esto que
ganó terreno en el Concilio Vaticano II contuvo
un proceso de transformación que al obispo
Angelelli lo reafirmó en sus opciones, pero
nos han llevado a tomar esta resolución (…). La
Redacción”, p.5. Más que “insinuaciones” en realidad fue
“clausura”. Así lo calificó el P. Gerardo Farrel,
historiador, en una entrevista en 1989; cfr. Martín, 2013,
p.279.
fundamentalmente lo expresaría sin medias
tintas ni mezquinas especulaciones en su
práctica pastoral.
El 16 de noviembre de 1965, pocos días
antes de clausurarse el Concilio Ecuménico
Vaticano II, 42 obispos de diversos países
concelebraron la misa en las Catacumbas de
Santa Domitila (Roma) y sellaron su
compromiso en el Pacto de las Catacumbas, que
tuvo escasa difusión. Entre esos pocos obispos
estuvo Enrique Angelelli, que con Alberto
Devoto, de Goya fueron los únicos firmantes
de Argentina (Beozzo, 2015; Pikaza y Antunes
da Silva, 2015):
1 Procuraremos vivir según el modo
ordinario de nuestra población en lo que
concierne a casa, comida, medios de
locomoción, y a todo lo que de ahí se
desprende. Mt. 5,3; 6,33-34; 8,20. […] 10
Haremos todo lo posible para que los
responsables de nuestro gobierno y de
nuestros servicios públicos decidan y
pongan en práctica las leyes, estructuras e
instituciones sociales que son necesarias para
la justicia, la igualdad y el desarrollo
armónico y total de todo el hombre y de
todos los hombres, y, así para el
advenimiento de un orden social, nuevo,
digno de hijos de hombres y de hijos de
Dios. Hech. 2, 44-45; 4,32-35; 5,4; 2 Cor. 8 y
9; 1 Tim. 5,16 (Pikaza y Antunes da Silva,
2015, p.21).
Se trataba de un compromiso asumido
personal y colectivamente de vivir la pobreza,
de mostrar el rostro de una Iglesia servidora y
pobre, y de trabajar para “la adopción de
estructuras económicas y culturales que no
fabriquen naciones pobres en un mundo cada
vez más rico, sino que permitan que las
mayorías pobres salgan de la miseria.”(Pikaza y
Antunes da Silva, 2015, p.23).
En el Pacto de las Catacumbas la mayor
parte de las cláusulas expresaban la decisión de
los obispos por un modo de vida en la pobreza,
“para ser fieles al espíritu de Jesús”,
acompañando a “los trabajadores y
económicamente débiles”. Lo primero era un
testimonio hacia el interior de la Iglesia: “ni oro
ni plata, no posesión de bienes muebles e
inmuebles, ni cuentas en los bancos,
eliminación de títulos de poder, como
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Eminencia, Excelencia…” (cfrr. Pikaza y
Antunes da Silva, 2015, p.21)
Este “Pacto fue precursor de otro
documento colectivo firmado el 15 de agosto
de 1967. El Manifiesto de 18 obispos del Tercer
Mundo
7
, encabezado por el Arzobispo brasileño
Hélder Cámara, tuvo repercusión mundial,
especialmente en nuestro país porque dio
origen en 1968 a lo que luego se llamó
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Los cristianosdijeron los obispos en ese
Manifiesto tienen el deber de mostrar
que el verdadero socialismo es el
cristianismo integralmente vivido, en el
justo reparto de los bienes y la igualdad
fundamental de todos. Lejos de
contrariarse con él, sepamos adherirlo con
alegría, como a una forma de vida social
mejor adaptada a nuestro tiempo y más
conforme con el espíritu del Evangelio.
Así evitaremos que algunos confundan
Dios y la religión con los opresores del
mundo de los pobres y de los
trabajadores, que son, en efecto el
feudalismo, el capitalismo y el
imperialismo. (AAVV, 1968, p. 17).
8
Al clausurar la última sesión del Concilio, el
7 de diciembre de 1965, el Papa Pablo VI dijo:
“La Iglesia se ha declarado en cierto modo la
sirvienta de la humanidad” (Paulo VI, 1966, p.
829). La propuesta era cambiar la ubicación
social de la Iglesia, más al de que en los
documentos conciliares quedaron expresadas
las diversas perspectivas predominantes, sin que
los pobres lograran el lugar central asignado en
el mensaje evangélico.
9
7El teólogo y filósofo Jo Pablo Martín relata: “En
septiembre de 1973 le hice una entrevista a Angelelli; me
contó que él había pasado un mal trago con la redacción
de ese manifiesto. (…) Angelelli me decía que a él le
hubiera gustado otro tono, participar en la redacción y,
sobre todo, que se extendiera el número de los firmantes
que podían haber sido 70, y hasta más de 100, con un
poco de tiempo. cfr. Op. Cit. p.397.
8Dicho manifiesto fue publicado en el semanario francés
Temoignage Chrétien, el 31/8/67, Pf. 14, b. (Traducido por
el CIDOC Centro Intercultural de Información, Doc.
67/35, Cuernavaca, México, 1967).
9El teólogo e historiador brasilero Jo Oscar Beozzo
afirma que los padres conciliares “al plantear la
modernidad no diferenciaron entre su cara atractiva de
ciencia y técnica,…con una modernidad que representaba
Para el obispo Angelelli las definiciones
fueron claras. Antes de partir de Roma escribió
sus extensas reflexiones que cru como
reservadas:
La elaboración conciliar nos lleva a una
Iglesia, apostólica, misionera, universal,
abierta, santa, evangélica, pobre, signo,
rostro, sacramento del Dios escondido; a
una Iglesia que siendo de Hoy quiere y siente
la necesidad de dialogar y comprender al
hombre actual; que no está puesta para
condenar, sino para sanar y salvar; que
quienes están constituidos en autoridad en el
Pueblo de Dios, son servidores…si la
autoridad es esencial en la Iglesia no es fin
en misma sino servicio de la Ecclesia para
que todos conozcan al Padre por el Hijo en
el Espíritu Santo (Angelelli, 1996).
Como obispo auxiliar de Córdoba, desde
fines de 1960, Mons. Angelelli impregnó sus
opciones en la pastoral arquidiocesana.
Intervino apoyando conflictos obreros y
convocó a la solidaridad con los pobres en la
crisis económico-social de fines de 1963
(Angelelli, 1963). Este accionar y su activa
propagación de la renovación del Concilio
Ecuménico Vaticano II (1962-1965),
10
apoyando al clero que reclamaba cambios, le
provocó la adversa reacción del tradicionalismo
católico de Córdoba, que atrajo la intervención
de la Nunciatura Apostólica en 1964. Mons.
Angelelli quedó “desorientado y hasta
escandalizado, al ver que se ha impostado toda
una reunión del clero, sobre una realidad
inexistente, cual es la rebeldía” al Arzobispo,
mientras en privado el Nuncio le pedía que
tratara de “calmar al clero durante cinco meses,
porque la Santa Sede necesita ese tiempo para
solucionar el problema. […] Me cuesta ver un
proceder evangélico” (cfrr. Angelelli, 1964),
concluía el informe del obispo auxiliar que
quedó acusado arbitrariamente de rebelde,
colonización, rapiña, guerras”. Revista Vida Nueva, 9 de
marzo de 2012, España. Recuperado el 1 de mayo de
2016 de http://www.vidanueva.es/2012/03/09/jose-
oscar-beozzo-teologo-brasileno-tenemos-que-alentar-y-
no-matar-la-profecia-dentro-de-la-iglesia/
10
Enrique Angelelli participó de la primera sesión del
Concilio en 1962. Y de la tercera (1964) y cuarta (1965).
Durante el desarrollo de la segunda, en 1963, quedó a
cargo de la Arquidiócesis de Córdoba.
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mientras asumía la responsabilidad de cumplir
el pedido de la autoridad vaticana de ser puente
entre el clero y su máxima jerarquía local. Al
renunciar el Arzobispo Castellano en 1965 fue
relegado del gobierno eclesiástico. Aunque el
nuevo Arzobispo Raúl Primatesta se vio en la
necesidad de rehabilitarlo, el rol asignado le
restó protagonismo; y las versiones sobre su
renuncia publicadas en la prensa debieron ser
desmentidas por el mismo Arzobispo. Tramos
martiriales que reafirmaron sus opciones
evangélicas. El efecto de su compromiso con
los trabajadores y los pobres quedó reflejado en
la prensa de Córdoba, cuando comentó su
designación como titular diocesano en La Rioja:
“es considerado una de las figuras eclesiásticas
de real gravitación en los medios obreros y
gremiales del país”. (Diario Córdoba, 27 de
Junio de 1968).
1968: El concilio en La Rioja
La Constitución Lumen Gentium, con la Gaudium
et Spes fueron los documentos más destacados y
debatidos del Concilio Ecuménico Vaticano II
(1962-1965). En el primero los padres
conciliares intentaron una definición sobre la
naturaleza y misión de la Iglesia. Que no hubo
un consenso absoluto quedó expresado en su
redacción con dos capítulos donde cada uno
resaltó el aspecto que consideraba sustancial.
Sin ser antagónicos entendían a la Iglesia de
distinto modo: unos acentuaban su constitución
jerárquica y otros como Pueblo de Dios. La
redacción final intentó compatibilizar ambos
aspectos. Cuando estas definiciones se
irradiaron por el mundo, cada sujeto eclesial le
puso el acento a la definición que estimaba
corresponder. Para unos se trató de mantener la
Iglesia como expresión visible del reino de Dios
y para otros fue el instrumento de su
construcción en este mundo, lo que implicaba
mirar más hacia fuera, adecuando su
organización interna.
La Iglesia del Concilio quedó entendida con
el acento puesto en sus características repetidas
por Angelelli de servidora y misionera. Su razón de
ser era aportar a una sociedad fraterna y
solidaria. Pero la concepción de Pueblo de Dios
también implicaba destacar la importancia de
los diferentes roles de sus miembros,
considerados en su adultez y con
responsabilidades a asumir. La corresponsabilidad
fue la expresión concreta de esta participación
que Mons. Angelelli aplicó en La Rioja. Esto no
sólo definió una pastoral de conjunto sino
especialmente su implementación, extendiendo
la acción a los más diversos actores sociales, que
incluyeron a quienes no se consideraban
miembros de la Iglesia o no se definían
cristianos. Eran lo que los mismos documentos
conciliares mencionaban como hombres de buena
voluntad. Esta fue la concepción eclesial
profundizada con la participación activa de los
agentes pastorales.
A las ideas madres del Concilio las recalqué
hasta que fueran penetrando en la carne y en la
sangre de esta Iglesia… Hoy se mezclan las
voces de ‘crucifícale’ con las voces de
‘esperanza’”, dijo Mons. Angelelli (2012,
p.160).cuando ya la pastoral soportaba la
oposición de quienes veían afectados sus
intereses.
Cuando el 24 de agosto de 1968 Enrique
Angelelli asumió como titular de la diócesis de
La Rioja, la provincia tenía 150.000 habitantes
diseminados en 94.000 kms2. Compartía con
las provincias norteñas la postergación de sus
economías regionales, causada por el
centralismo portuario de Buenos Aires. Y sus
riquezas naturales acumuladas en pocas familias
por un proceso de despojo a la mayoría
empobrecida, cuya juventud emigraba o
subsistía del empleo público.
“Deben caer –dijo en su primer reportaje–
una serie de sistemas que son causantes de las
injusticias, de los desencuentros” (Baronetto,
1988, p.3).Lo decía en consonancia con las
bases de los documentos, que en esos días
discutían los obispos latinoamericanos en
Medellín, para poner en práctica las
disposiciones del Concilio. El primer síntoma
de las dificultades que le tocaría enfrentar en
sus ocho años de pastoreo riojano fue el envío
por correspondencia de la página central del
diario con el reportaje y una nota sobre escrita a
máquina que le advertía: “Querido Angelelli:
Eres muy supersónico para La Rioja en tu
presentación…no hay que entrar con demasía
ínfula (sic)…” (p.9).
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Los pobres y los cambios sociales
Después de recorrer la provincia en camioneta,
carruajes tirados por animales, montado en
caballos o mulas por senderos sinuosos y
escarpados, de llanuras y montañas (cfr.
Angelelli, 1974 p.11), Monseñor Angelelli
convocó a una Semana de Pastoral para
diagnosticar la realidad a evangelizar. El
documento final sintetizó “una situación de
injusticia y violencia que constituye un pecado
institucionalizado que degrada, esclaviza y
frustra a nuestro pueblo en sus legítimas
aspiraciones” (Baronetto, 2006, p.72).
En el Informe ad limina de 1974, entregado al
Papa Pablo VI, el obispo puntualizó la grave
situación socio-política en los cuatro decanatos
de la diócesis: En la ciudad capital, con un
tercio de la población, señaló el radio céntrico
con residencias de familias acomodadas,
individualistas, arraigadas a costumbres
tradicionalmente clasistas” (Angelelli, 1974,
p.57). En los barrios, “obreros, peones y
familias pobres venidas del interior;…poseen
casas precarias o ranchos”. En la zona rural
cercana
hay muy pocos que poseen tierras extensas,
éstas pertenecen a personas con todas las
posibilidades económicas que le permiten
explotar la tierra y a quienes la trabajan…
(que) carecen de organismos que los
representen y defiendan sus derechos, siendo
uno de los sectores más explotados” (p.59)
Después de visitar Los Llanos, el obispo en
1972 denunció: “Personas que se dicen
integrantes de servicios de informaciones han
esquilmado, con la complicidad de testaferros, a
la pobre gente” (Baronetto, 1988, p.56),
especialmente en la compra del ganado a bajo
precio. Y también las maniobras de estos
grupos, que incluían a militares de la Fuerza
Aérea, para apropiarse de grandes extensiones
de tierras, amenazando con el desalojo a los
antiguos poseedores y habitantes del lugar. En
el decanato del Oeste: “Unos pocos
propietarios de viñedos, nogales y olivos,
dueños del pueblo, no pagan el salario justo, ni
beneficios sociales…La mayoría, peones que
son explotados por los patrones…y empleadas
domésticas…” (Angelelli, 1974, p.72). En el
norte describió el círculo de la pobreza: “Los
muchos tienen que servir a los dueños de la
tierra y del agua por una remuneración
injusta…Existen grandes latifundios…la
comercialización está en manos de los
industriales dueños de los establecimientos
aceituneros…” (p.78).
Esta realidad de profundas y ancestrales
injusticias sociales se transformó en denuncia
profética:
Si frecuentemente he debido señalar
problemas y situaciones irritantes y que no
son conformes al Plan de Dios, ha sido
después de haberlos constatado
personalmente en el contacto directo con
esos problemas y de haber escuchado de la
gente la realidad de sus vidas…”(pp.10-11).
De la palabra se pasó a la acción. El obispo
dinamizó una pastoral de conjunto,
potenciando la fe cristiana en sus
manifestaciones de religiosidad popular, que
traducida a las exigencias de la vida cotidiana
subvertía el orden explotador, injusto y
bendecido durante siglos por creencias
alienantes. Un obispo católico, jerarquía de la
misma iglesia que tantas veces se benefició de
esos poderes establecidos, vino a desestabilizar
la tranquilidad ordenada de la alta sociedad
riojana. El mismo Niño Alcalde, constituido en
autoridad por indígenas en rebeldía y aceptado
por conquistadores españoles, volvía cada año
en la procesión del Tinkunaco a reinstalar el
mensaje de la fraternidad, de la igualdad
constitutiva de los humanos. En todo el
territorio diocesano sacerdotes, religiosas y
laicos promovieron iniciativas comunitarias. Se
realizaron jornadas de reflexión de jóvenes,
maestros, mujeres, etc. de donde surgían los
diagnósticos y la planificación de iniciativas a
concretar: Desde las específicamente religiosas,
como las fiestas patronales, la renovación
litúrgica y la organización de la catequesis hasta
las sociales, entendidas como constituyentes de la
misión de la Iglesia. Las empleadas domésticas
se sindicalizaron. Otras mujeres formaron las
cooperativas de Teleras para el trabajo artesanal.
Los obreros y pequeños productores de nueces
y aceitunas se organizaron en cooperativas de
trabajo y comercialización; y se formó el
sindicato de mineros. Igual sucedió en la zona
norte, donde en 1973 se produjo el principal
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conflicto con los latifundistas de Anillaco y
Aminga al constituirse la cooperativa
CODETRAL que reclamó la expropiación del
abandonado y apetecido latifundio Azzalini, el
más rico en aguas. Que los peones se
organizaran en el sindicato rural y cooperativas,
provocaría en las fincas de los poderosos,
escasez de mano de obra como la que venían
explotando hasta entonces. Esos cambios
sociales no fueron tolerados. El pueblo pobre
tomaba conciencia del poder de su
organización; y la Iglesia, tradicionalmente
legitimadora del orden establecido, acompañaba
ese proceso liberador. Desde las entrañas de la
propia cultura, con el sincretismo consustancial
al proceso histórico latinoamericano, expresado
en la honda religiosidad popular riojana, se
potenciaba la voz liberadora de los pobres
contra el sistema de explotación.
La peligrosidad del obispo no estuvo sólo en
sus palabras sin medias tintas, denunciando las
distintas realidades de injusticias desde el
Evangelio y el Magisterio, en cada misa radial
de los domingos o en reportajes periodísticos;
sino en la multiplicidad y variedad de
organizaciones diseminadas a lo largo y a lo
ancho de la geografía riojana. Esa pastoral de
conjunto incluía a sectores no eclesiales e
instituciones partícipes de aquella realidad. Y la
confluencia plural podía generar una relación de
fuerzas diferente poniendo en disputa la
hegemonía de los poderes en una sociedad
clasista y de tradiciones feudales. El peligro era
social. La iglesia conciliar expresada en la
pastoral promovida por el obispo Angelelli se
constituyó en el principal enemigo. La Iglesia en
La Rioja fue especialmente la Iglesia de los pobres,
como la había propuesto el Papa Juan XXIII.
Un poder institucional, arraigado en la historia
argentina, que había legitimado la dominación y
los privilegios de una clase social, cambió de
lugar y se ubicó a la par de los dominados.
Angelelli se convirtió en el hombre zorro
disfrazado de oveja. Así lo definió el Vicecomdoro
Fernando Luis Estrella –condenado por su
homicidio– el 25 de mayo de 1976:
Como dignos hijos nacidos bajo el signo de
la Cruz y la Espada…hay que ser fieles a los
principios de nuestra religión aunque ellos
nos enfrente a los hombres…Debemos
adherirnos al occidentalismo cristiano como
Cristo quiere al mundo y no como el
hombre zorro disfrazado de oveja quiere que
sea Cristo…Y muchas veces el enemigo está
entre nosotros (Diario El Independiente, 26
de mayo de 1976).
En 1970 dirigentes conservadores
anquilosados en las instituciones laicales
católicas, a las que el obispo había declarado en
estado de asamblea, acusaron a la pastoral
diocesana de haberse “desviado hacia el
comunismo... (cfr. Obispado de La Rioja. 5
años de vida. Iglesia en La Rioja, Argentina,
1968-1973, (mimeo), p. 4.). Autodefinidos
como “los verdaderos católicos, que siempre
trabajamos para la Iglesia”, este mismo grupo
constituido en los Cruzados de la Fe, acompañó
en 1973 a los terratenientes de Anillaco
provocando la expulsión del obispo en las
fiestas patronales de San Antonio. Tomando
como bandera al anciano párroco del lugar
plantearon la disyuntiva entre la iglesia de
Angelelli y la Iglesia del Padre Virgilio. La defensa
de una fe sin implicancias sociales se unía a la
oposición de los terratenientes a los proyectos
de organización cooperativa para la producción
agrícola alentados por la pastoral diocesana.
Dos proyectos político- sociales opuestos; y
ambos sustentados en distintas concepciones de
la fe cristiana y de la misión de la Iglesia. El
obispo diocesano aplicó la sanción canónica del
entredicho personal a los 13 promotores de las
violentas agresiones. Estos elevaron al Nuncio
Apostólico y al Arzobispo Adolfo Tortolo,
presidente del Episcopado –después Vicario
Castrense– las acusaciones de tercermundista y de
querer destruir “las sagradas tradiciones
católicas” (Diario El Sol, 14 de Junio de 1973).
Mons. Angelelli solicitó al Vaticano un
representante que llegó a fines de ese año y
ratificó la fidelidad de la pastoral al Evangelio y
a la Iglesia. El arzobispo Vicente Zazpe
informó al Papa que el problema no era
religioso, como pretendían presentarlo los
latifundistas; sino socio-económico, ante el
impulso a la expropiación de tierras para
trabajadores cooperativizados y las denuncias
del Obispo a los factores de poder vigentes en
la provincia que manejaban la usura, la droga, la
prostitución y la trata de personas, entre los que
se encontraba el propietario del diario El Sol. El
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núcleo del problema socio-económico fue la
propiedad privada de la tierra y su proceso de
producción en riesgo. “Con CODETRAL
había dicho el obispo Angelelli– iniciaremos,
realmente, la reforma agraria en La Rioja”
(Baronetto, 1988, p. 78). En octubre de 1973 el
capellán militar Felipe Antonio Pelanda López
informó al Jefe de la Policía Federal “sobre la
situación que creaban las actividades
disociadoras y subversivas de Mons. Angelelli.”
(Baronetto y Baronetto, 2015, p.163) Así quedó
anotado en los archivos de la Dirección de
Inteligencia de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires.
El representante de Pablo VI Mons. Zazpe
expresó su preocupación. Declaró a la prensa:
“Para el futuro temo cualquier cosa. Uno de los
sancionados me dijo: o Angelelli se va por las
buenas o por las malas, y si no es por las malas
será por lo peor.” (Nuevo Diario, Santa Fe, 28 de
Diciembre de 1973; Diario El Independiente, La
Rioja, 7 de Enero de 1974). Era de vida o
muerte. Estaban amenazados los intereses de la
clase beneficiaria del sistema social vigente
Iglesia martirizada
“Cuando una Iglesia es fiel a su misión confiada
por Cristo debe ser perseguida y ser signo de
contradicción” (Angelelli, 2014, p.154).
Se incrementó la campaña de calumnias y
difamaciones, para generar sospechas y
desconfianzas en la gente sencilla de la
población, a través del diario El Sol, creado a
mediados de 1972, cuando gobernaban los
militares. Hubo encarcelamiento de sacerdotes
y laicos. En el período democrático de 1973 a
1976, los poderes fácticos siguieron
usufructuando la situación. El feudalismo se
molestó por la pastoral diocesana, pero no
modificó sus hábitos de opresión a los pobres.
El proceso político que fue frustrando las
expectativas de liberación votadas el 11 de
marzo de 1973, agudizó su descomposición. Y
desde el seno mismo del peronismo los sectores
más reaccionarios fueron adquiriendo mayor
protagonismo. El Consejo Superior del
Justicialismo emitió un documento reservado
11
lanzando la persecución a los infiltrados,
expresados en los sectores más dinámicos de la
juventud y afines a los procesos de cambios
11cfrr. Diario La Opinión, 2 de octubre de 1973, Bs. As.
revolucionarios que despertaban en varios
países de Latinoamérica y otros continentes del
tercer mundo. En La Rioja fue utilizado para
perseguir especialmente al laicado que
encarnaba la pastoral diocesana. Y el obispo
Angelelli figuró en una lista de dirigentes
nacionales amenazados de muerte por las 3 A
(Alianza Anticomunista Argentina).
12
Debo decir que los hechos vividos en estos
días por detenciones y allanamientos
realizados en nuestra provincia, han
sembrado sufrimiento en hogares riojanos y
miedo en la población. Este hecho llega
hasta sembrar la desconfianza con quien se
habla, a no saber a quién recurrir, a crear una
psicosis en el pueblo y hacer correr los
rumores más inverosímiles. Se llega a dudar
de enviar a la catequesis. (Angelelli, 2014,
p.233).
Fue la denuncia del obispo en la misa radial
del 27 de abril de 1975.
Con la dictadura militar de 1976 el
terrorismo de estado mostró su rostro más
cruel. En La Rioja, donde no se produjeron
hechos de subversión armada, las detenciones y
torturas se masificaron en jóvenes, catequistas,
maestros rurales y dirigentes sociales vinculados
a la pastoral. Los militares en el gobierno, que
decían defender la civilización occidental y cristiana,
señalaron al obispo como cabeza de la subversión y
adoptaron medidas en su contra: Prohibieron
otra vez la misa radial. Grabaron homilías e
infiltraron servicios de inteligencia en las
prácticas religiosas (catequesis, procesiones).
Detuvieron a curas párrocos, hostigaron a las
religiosas, requisaron sus viviendas y
automóviles; encarcelaron a mujeres y hombres
miembros de las cooperativas y de los
sindicatos.
El obispo denunció públicamente:
Se busca separar a la Iglesia de su pueblo…
se intenta contraponer a la Iglesia de Pío XII
con la de Juan XXIII y Pablo VI para que el
12
Las 3 A o AAA (Alianza Anticomunista Argentina)
fue una organización paramilitar clandestina organizada
por el Comisario de la Policía Federal Jo López Rega,
siendo Ministro de Bienestar Social. Actuó con amenazas,
secuestros y asesinatos desde fines de 1973 hasta
mediados de 1975. Muchos de sus miembros fueron
incorporados luego a la represión ilegal de las Fuerzas
Armadas.
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Concilio Vaticano quede en letra muerta. Se
intenta hacer aparecer a la Diócesis de La
Rioja como si no fuera católica… (Angelelli,
2014, p.371).
La legitimación ideológico-religiosa que
acompañó el accionar represivo para salvar la
nacionalidad, el ser nacional o el estilo de vida
occidental y cristiano fue expresada en el escenario
mismo de la represión:
la autodefensa exige tomar determinadas
actitudes y, en este caso, habrá de respetarse
el derecho hasta donde se puede. (…) La
causa de la violencia existente en el país es
de origen ideológico. El país tiene una
ideología tradicional y cuando alguien
pretende imponer otro ideario diferente y
extraño, la nación reacciona como un
organismo, generándose la violencia” (cfrr.
Pío Laghi, Diario El Independiente, 27 de junio
de 1976).
El Nuncio Pío Laghi completó su
pensamiento antes de emprender el regreso:
La Patria no es solamente el territorio y sus
fronteras, es un conjunto de valores […]. Es
también el espíritu nacional, la fe en Dios, el
respeto de los derechos y el desarrollo en
orden, signado por la justicia y la paz”.
En el aeropuerto el jefe de operaciones
contra la subversión en Tucumán, general
Antonio Domingo Bussi, al despedirlo
concretó: Los soldados están empeñados en
una misión de defensa de los valores de la
Iglesia, de la Familia y de la Patria” (Diario El
Independiente, 28 de junio de 1976) Tradición,
Familia y Propiedad, enarbolando el lema Dios,
Patria y Hogar, con los Cruzados de la Fe, fueron
señalados como los promotores de los ataques
al obispo riojano. Mons. Angelelli le escribió al
arzobispo Zazpe: “…La ‘caza de brujas’ anda
en toda su euforia. Los protagonistas de La
Costa son los mentores, consejeros y quienes
confeccionan listas de gente para la cárcel y
para ser puestos en el index…” (Angelelli,
1986, p.10). Dos meses antes había escrito a las
máximas autoridades del episcopado:
“Necesitamos urgentemente clarificar la misión
que corresponde a las Diócesis y a la Vicaría
Castrense… Es hora que abramos los ojos y no
dejemos que Generales del Ejército usurpen la
misión de velar por la Fe Católica” (Baronetto,
1988, p.135; cfr. Angelelli, Carta al Episcopado
Argentino, 25 de febrero de 1976). En su diario
personal el Pro Vicario Castrense, Victorio
Bonamín, pocos días después registró la
conversación con Mons. Tortolo, titular de la
Vicaría: “Me refiere lo de una carta desorbitada
de Angelelli contra los militares de La Rioja
(por las detenciones). (DVB 5/3/1976)”
(Bilbao y Lede, 2016, p.373). Bonamín no se
quedó en palabras. El 27 de junio concurr a
Chamical (La Rioja) y en la Base Aérea predicó:
“Carecéis de una asistencia espiritual a la que
tenéis derecho y a la que todos deberemos venir
en auxilio” (Diario El Sol, 28 de junio de 1976,
p.8).
El 18 de julio en Chamical secuestraron y
asesinaron a los sacerdotes Gabriel Longueville
y Fray Carlos Murias. Pocos días después el
dirigente campesino Wenceslao Pedernera fue
ametrallado en la puerta de su vivienda. El 4 de
agosto de 1976, en la soledad de la ruta de
Chamical a la ciudad de La Rioja, un auto
blanco interceptó la marcha de la camioneta del
obispo Angelelli que iba acompañado del
sacerdote Arturo Pinto, provocando su vuelco
fatal. El sobreviviente Pinto testimonió
reiteradas veces en el proceso judicial relatando
estos hechos. Otros testigos que asistieron a
Pinto en grave estado de semiinconsciencia
afirmaron la mención de un vehículo del mismo
color. Y tanto el policía Pío Tanquía de Punta
de Los Llanos como ocasionales automovilistas
que pasaron por la ruta en esas circunstancias,
declararon en el expediente haber visto un auto
Peugeot blanco. Los jueces cotejando múltiples
y diversas pruebas determinaron que el
accidente había sido planificado, intencional y
provocado. Y condenaron a dos de los
responsables del crimen, el ex general Luciano
B. Menéndez y el vicecomodoro Fernando
Estrella. Otros altos jefes quedaron en la
impunidad. La investigación judicial había
procesado a seis militares y apar al ex jefe de
policía el mayor Edilio Cristóbal Di Césaris por
demencia senil. Antes de que la causa se elevara
a juicio en el 2012 falleció el general Albano
Harguindeguy. Además de los dos condenados,
fueron imputados Jorge Rafael Videla y el
comisario de inteligencia Juan Carlos Romero,
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que fallecieron antes de iniciarse el juicio a fines
del 2013. No llegaron aser procesados por
haber fallecido los coroneles de La Rioja
Osvaldo Pérez Battaglia y Pedro Jorge
Malagamba; y el comodoro Lázaro Aguirre, de
Chamical. Todos acusados de autoría mediata.
La modalidad del atentado criminal ocultó la
verdad de los hechos. Y esto, al momento del
juicio, impidió identificar a los autores
materiales. La co-autoría civil no fue investigada
judicialmente. En el veredicto del año 2014, el
Tribunal dijo que “las actuaciones se
encuentran a disposición de las partes a los
fines que estimaren corresponder” y consignó
los nombres de las personas que habían sido
señaladas por las querellas (Baronetto y
Baronetto, 2015, p.224).
13
Conductas de los obispos
La hegemonía de los obispos conservadores en
la cúpula del episcopado argentino la padeció el
obispo Angelelli desde los primeros años de su
función pastoral en La Rioja y se prolongó. El
presidente del episcopado y vicario castrense
Adolfo Tortolo, días después de la instauración
de la dictadura de 1976 declaró: “Ha
comenzado la hora del gran renacer de la
nación”. E instó a trabajar “codo a codo con
Nuestro Señor en la restauración del ser
nacional” (Diario El Independiente, 4 de abril de
1976, p.6).Los pocos obispos de mayor
fidelidad a la renovación conciliar, no lograron
hacer mella en una mayoría silenciosa, que en
general siguió la orientación impuesta por la
máxima conducción. La actitud hegemónica de
prescindencia y silencio se mantuvo cuando
ante el incremento de la persecución desde
comienzos del año 1976, el obispo riojano y sus
sacerdotes requirieron la intervención de la
máxima autoridad católica en Argentina. Así lo
revelan las cartas del obispo a Mons. Zazpe,
con quien mantenía especial relación, al
cardenal Primatesta y al Nuncio Pío Laghi.
13
Mencionó a algunos militares: Cnel. Maximiano Payba,
capitán Juan Carlos Muller, Cap. Cerutti y capitán Hugo
Norberto Maggi. Los trece entredichados: Juan Fanor del
Moral, Juan C. Cisterna, Amado Menem, Carlos Orellana,
Fiore Ciccone, Manuel Menem, César Menem, Manuel
Yañez, Roberto Pastor Ávila, Simón Navarro, José
Alejandro Lucero, Luis María de la Puente y Humberto
Páez. También a los periodistas del diario El Sol José
Ricardo Furey, Luis Saavedra y Tomás Álvarez Saavedra.
Obtuvo respuestas formales, que no llegaron a
ser expresión pública de apoyo, lo que
contribuyó a un aislamiento que fue fatal,
porque favoreció la mano ejecutora del crimen.
Esa situación se prolongó por treinta años,
cuando institucionalmente se produjeron
hechos diferentes.
La causa judicial del asesinato de Mons.
Angelelli tuvo como característica específica la
participación de la Iglesia Católica. Lo hizo de
dos maneras: 1) El obispado de La Rioja se
constituyó en querellante. 2) El Papa Francisco
aportó documentación del archivo vaticano.
En el primer caso, en el 2006 el obispo
Roberto Rodríguez ejecutó una decisión del
episcopado argentino impulsada por el cardenal
Jorge Bergoglio. En la 90 Asamblea Plenaria de
noviembre del 2005 la Conferencia Episcopal
Argentina (C.E.A) había resuelto “que la
Comisión Ejecutiva determine el modo más
conveniente para solicitar la investigación y la
resolución judicial definitiva acerca de las
circunstancias de la muerte de Mons. Angelelli”.
Y el cardenal Bergoglio, le encomendó al
arzobispo emérito Carmelo Giaquinta “que
estudies el modo de implementar la Resolución
N°75” (cfrr. Carpeta C.E.A. Comisión
“Giaquinta”, Tribunal Oral Federal de La Rioja
11-6-2014 (TOF), F.3, Carta del 20 de
diciembre de 2005).
En el primer informe parcial al presidente de
la C.E.A. –que éste le pidió, leyese en la
Asamblea de mayo de 2006– el arzobispo
Giaquinta instó a:
Que la Conferencia Episcopal Argentina a
través de la Comisión Ejecutiva procure
subsanar pasos que pienso tuvieron que
haberse dado mucho antes y colabore al
máximo con la investigación que está
llevando a cabo la Justicia Federal. Y a tal
fin: a) solicite a los Obispos de las sedes que,
en su momento, denunciaron el accidente
como asesinato de Mons. Angelelli, que
presenten a la CEA los testimonios en los se
han basado, especialmente a los Obispos de
Neuquén, Quilmes y Viedma, y que, para
ello faciliten la consulta a los archivos de las
respectivas Curias. (Ibíd. F. 34, Carta al
Card. Jorge Bergoglio) Y “que se estudie la
conveniencia de que la CEA se constituya o
no en querellante del caso…
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Además le compart a Bergoglio algunas
“impresiones”:
Hemos de reconocer, con humildad, que en
este caso doloroso, como cuerpo episcopal
llegamos muy tarde. Y ello, a pesar de que el
Papa Pablo VI manifestó públicamente su
extrañeza por el accidente, y con ello abrió la
posibilidad de que el Episcopado abriese una
querella.(…) La CEA nunca pidió
formalmente la investigación de los hechos,
ni siquiera cuando el Juez de Instrucción, en
1986, declaró que se trató de un homicidio
(Ibíd. F. 35).
El 10 de julio de 2006 Mons. Giaquinta,
después de recorrer distintos lugares donde
podría encontrar elementos útiles, propuso una
serie de acciones concretas, que comenzaban
con la conformación de la Comisión Ad Hoc,
incluía la posibilidad de constituirse en
querellantes y proponía recurrir al Papa por
documentación “que estuviese en la Nunciatura
o en Roma”. Hacía expresa mención a que “el
Papa Pablo VI aludió a esa muerte en un
discurso público” (Ibíd. F. 17).
En realidad se refería a dos menciones del
diario del Vaticano L’Osservatore Romano. La
primera, del 22 de agosto de 1976, que aludía al
“misterioso accidente automovilístico al dar
cuenta del fallecimiento de Mons. Angelelli; y la
segunda, transcribía el discurso del Papa al dar
el placet” al embajador argentino Dr. Rubén
Víctor Manuel Blanco designado por el dictador
Jorge R. Videla, el 27 de septiembre de 1976.
…La Iglesia en Argentina –dijo el Papa– no
desea privilegio alguno; se contenta con
poder servir a los fieles y a la comunidad
civil en un clima de serenidad, de respeto y
de seguridad para todos. A este respecto,
como Padre común, no podemos dejar de
participar intensamente en la pena de todos
aquellos que han quedado consternados ante
los recientes episodios, que han costado la
pérdida de valiosas vidas humanas, incluidas
las de diversas personas eclesiásticas. Hechos
estos, acaecidos en circunstancias que
todavía esperan una explicación adecuada. Al
mismo tiempo deploramos vivamente este
aumento de ciega violencia que en los
últimos tiempos ha turbado de manera grave
la vida del pueblo argentino (L’osservatore
Romano, 3 de octubre de 1976, p.2; 450).
Además de revisar las carpetas sobre Mons.
Angelelli en los archivos del episcopado
argentino, Giaquinta exploró posibilidades en la
sede de la representación diplomática del
Vaticano. Pero el 19 de marzo de 2007 le
informó al Card. Bergoglio:
en la Nunciatura es imposible consultar
nada, por dos razones: a) porque cada 25
años se remite todo el Archivo local a la
Santa Sede (y ya han pasado más de 25 años
de la muerte de Mons. Angelelli); b) No se
puede consultar nada en la Nunciatura dado
que todo pertenece a la Santa Sede (cfr.
Carpeta C.E.A. Comisión “Giaquinta”, F.
326).
En base a información recabada u ofrecida
por algunos obispos, Giaquinta envió a todos,
especialmente a quienes ya eran obispos en
agosto de 1976 un cuestionario para que
informaran lo que estuviese en su conocimiento
sobre la muerte de Mons. Angelelli, ya fuese en
un sentido u otro (Ibíd., F. 48, Consulta a los
Obispos Argentinos).
El obispo de San Rafael (Mendoza) Mons.
Eduardo M. Taussig si bien no era obispo en
esos años - relató por escrito que cuando
realizaba estudios en Roma, tuvo ocasión de
asistir a una actividad organizada por el
embajador argentino Dr. Santiago de Estrada
(h) para escuchar un panel de obispos sobre el
Sínodo de Laicos que se estaba realizando.
Entre ellos estaba el cardenal Primatesta:
Al término de las exposiciones hubo un
tiempo de diálogo… En ese contexto, un
sacerdote religioso, más joven que yo, de
un modo intemperante preguntó,
cuestionando a la mesa del panel por qué el
episcopado argentino no había hecho más o
no había tenido una actitud más firme en
relación al ‘asesinato’ de Mons. Angelelli,
callando o no denunciando el crimen
cometido por los militares del proceso.
Recuerdo vivamente que el Cardenal
Primatesta con un gesto adusto, un ademán
enérgico, casi podría decir golpeando sobre
la mesa con la mano, respondió palabras más
o palabras menos ‘¡No le permito! Su
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afirmación está poniendo en duda el buen
nombre o la honestidad de uno de los
hombres más inobjetables del episcopado
argentino., S.E.R. Mons. Vicente Zazpe, a
quien la Conferencia Episcopal le
encomendó investigar lo sucedido y quien
nos ha informado que no se podía probar o
establecer que haya sido un crimen.
El obispo Taussig agregó que:
luego de la finalización de la conferencia, en
el coctel o refrigerio que seguía a
continuación, tuve ocasión de acercarme a
un círculo en el cual el Cardenal Primatesta
reiteró estos conceptos y se criticó como
desubicada o ideologizada, además de
irrespetuosa en el modo, la intervención del
sacerdote que había hecho la pregunta en la
ocasión detallada (Ibíd., F. 40-41, Prot.
110/06, Carta de Mons. Taussig al Secret.
Gral. de la CEA, 31 de julio de 2006).
Las palabras de Primatesta en esa ocasión, a
principios de la década del ochenta, afirmaban
dar por realizada la respuesta que en agosto de
1976 les dio a los sacerdotes riojanos. Cuando
estos le transmitieron sus sospechas del
asesinato, el cardenal les respondió: “Vamos a
aceptar la teoría del accidente, para averiguar
tranquilos”. Así lo declaró en la causa judicial
el exsecretario de la curia Juan A. Ortiz
(Baronetto y Baronetto, 2015, p.78).
Sin embargo nunca se conoció nada al
respecto. No obra en los archivos del
episcopado, ni en otros lugares que rastreó
Giaquinta. No hay constancias de ninguna
investigación promovida por la Comisión
Ejecutiva en esos años, ni que la haya realizado
Mons. Zazpe. Y no parece posible que un
hecho de tal magnitud no haya quedado
registrado al menos en las actas habituales de la
cúpula eclesiástica, como se ha conocido en
otro caso muy sensible vinculado a las consultas
efectuadas por la Junta Militar sobre los
desaparecidos
14
. Además el mismo Mons.
Giaquinta le informó al Card. Bergoglio que “la
C.E.A. nunca pidió formalmente la
investigación de los hechos, ni siquiera cuando
14
cfrr. Informe sobre la entrevista de la comisión
ejecutiva de la C.E.A. con el presidente de la República
del día 10 de abril de 1978.
el Juez de Instrucción, en 1986, declaró que se
trató de un homicidio” (cfr. Carpeta C.E.A.
Comisión “Giaquinta”, Carta del 8 de mayo de
2006, F. 35).
Entre la documentación recogida por el
Arzobispo Giaquinta se archivó una carta de
Mons. Jaime De Nevares invitando al Cardenal
Raúl Primatesta para los homenajes al obispo
mártir, que se realizarían en Neuquén el 4 de
agosto de 1983, donde se reclamó investigar su
asesinato. El Arzobispo de Córdoba anotó al
pié de la misma en forma manuscrita: “No
contestar! Parece imprudente en sus
afirmaciones y fuera de lugar…”; y subrayó dos
veces la palabra martirio que De Nevares incluía
en su misiva (Ibíd. F. 153, Carta de Mons. De
Nevares al Cardenal Primatesta, 22 de junio de
1983). Con el mismo motivo, a una consulta del
obispo Rubén Di Monte el cardenal Primatesta
le respondió:
Personalmente recibí la circular a que haces
referencias, lo mismo Roldán, y pensamos
no contestar porque no sólo aparece fuera
de lugar, sino que inconcientemente se está
haciendo el juego a otra gente que pretende
usar la memoria de Mons. Angelelli. Si en
Córdoba la Arquidiócesis juzga oportuno y
conveniente hacer un recuerdo de Mons.
Angelelli lo hará como cosa propia y sin
otras connotaciones…pero aún no hemos
decidido nada porque es necesario pesar
bien las circunstancias. Tanto pesaron que
ni ese año ni en los posteriores mientras fue
arzobispo de Córdoba organizó ningún
“recuerdo de Mons. Angelelli”.
Y le agregaba a Di Monte:
En cuanto a tu carta a Mons. De Nevares
me parece bien que la envíes. Yo sólo
corregiría un punto en la pág. 2, donde dices
que ‘si hubiera alguna prueba concreta
tendría que pasarla a la Justicia…’, pienso
que deberían ser presentadas al Episcopado
para que asumiera su responsabilidad e
iniciara las acciones que correspondan como
justicia…aunque en ese extremo caso si
fuera cierto, el Episcopado ahora tendría que
hablar de perdón (Ibíd. F. 154, Carta del
Cardenal Primatesta al Obispo Di Monte, 11
de julio de 1983. El subrayado corresponde
al texto original).
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En agosto de 1983 los obispos presentes en
la celebración del martirio de Mons. Angelellien
Neuquén fueron cuatro. Acompañaron al titular
de la Diócesis Mons. De Nevares, los obispos
Jorge Novak, Miguel Hesayne y el uruguayo
Marcelo Mendiharat, de Salto. En la
oportunidad se distribuyó una gacetilla de
prensa donde se relataba el asesinato de Mons.
Angelelli según los datos conocidos hasta
entonces. Tuvo fuerte repercusión pública, al
punto que la Fiscalía del lugar se hizo eco de la
denuncia y derivó la investigación al Juzgado de
Instrucción de La Rioja. Fue la primera
reapertura de la causa judicial. En 1986 el Juez
Aldo Morales resolvió que la muerte de
Angelelli había sido un “homicidio fríamente
premeditado y esperado por la víctima”. La
causa se archivó en 1989 al aplicarse la ley de
obediencia debida a los militares imputados en
ese momento. Pero al anularse las leyes de
impunidad, se reiniciaron las actuaciones por
delitos de lesa humanidad. Y esta investigación
en el 2006 quedó a cargo del Juez Federal de La
Rioja, Daniel Herrera Piedrabuena. Fue el
mismo año que se creó la Comisión Episcopal
Ad Hoc para solicitar la investigación judicial de
la muerte de Mons. Angelelli.
La posibilidad de constituirse en
querellantesque el Arzobispo Giaquinta propuso
al Card. Bergoglio, condujo a solicitar un
dictamen al Instituto de Derecho Eclesiástico
de la Facultad de Derecho Canónico de la
Universidad Católica Argentina. Éste respondió
que “La ley (art. 82, 3er párrafo del Código
Penal) no prevé que la Iglesia Católica o la
Conferencia Episcopal Argentina, puedan
presentarse como querellante, en la
investigación donde uno de sus miembros fue
asesinado” (Ibíd. Fs. 25-26-27). Sin embargo
como son persona jurídica de carácter
público…es posible que la Iglesia pueda asumir
el rol de querellante”. Pero “la decisión de
constituirse debe ser tratada también
internamente, de acuerdo al derecho propio”.
En los siete últimos ítems de un total de trece,
el dictamen abordó las implicancias del rol de
querellante: “justificar el pedido, llevándose a
cabo algunas valoraciones sobre el hecho a
investigar”. “Se deberá también considerar ‘la
extinción de la acción penal’ (arts. 59, 62 inc. 1°
y ss del Código Penal). En el caso de Mons.
Angelelli el hecho sucedió hace 30 años y, por
lo tanto, se encuentra sujeto a la prescripción
correspondiente” (Ídem.). Advirtió:
Si alguno de los sospechosos en este caso es
una persona que se encuentra abarcada en
las leyes de obediencia debida o punto final,
el querellante (es decir la Conferencia
Episcopal Argentina), deberá expresar
públicamente su opinión oficial acerca de la
inconstitucionalidad de ambas leyes y, por
qué no son aplicables en este caso. Se
tomaría por ello una postura jurídica
determinada a favor de este fallo de la
Suprema Corte, sobre una controversia
acerca de la retroactividad de las leyes
penales… (Ídem.).
El ítem 11 del dictamen explicaba:
Los fines de la querella son investigar un
hecho y encontrar a sus responsables
sancionándolos con pena de prisión para que
cumplan su castigo, por lo que hicieron.
Esto apunta a señalar que si se individualizan
a los responsables, serán acusados y, en caso
de juicio y acusación, se deberá efectuar un
expreso pedido de pena de prisión en
cantidad de años. Salvo que ulteriormente se
desista de la querella. (Ídem.).
Entre paréntesis les recordaba a los obispos:
“(En este caso, casi con seguridad, estaríamos
juzgando a una persona mayor de edad, es decir
de más de 70 años, con las consecuencias
penales correspondientes.)” (Ídem.). También,
que “existen dificultades probatorias” por un
hecho ocurrido hace 30 años. El consejo final
era buscar alternativas para presentar pruebas
sin “dejar sentada una opinión respecto a temas
controvertidos” (Ídem). En suma, aunque se
podía, los inconvenientes no eran pocos.
La conducta mayoritaria de los miembros del
Episcopado en el 2006 no había variado la de
los hermanos mayores de la época dictatorial. Por
eso el Cardenal Bergoglio terminó aconsejando
que fuese el obispado de La Rioja el que se
constituyera. La participación del obispado en
la causa judicial fue importante, porque más allá
de lo simbólico en el sentido reparatorio, fue la
primera vez que la Iglesia Católica se involucró
directamente en la investigación judicial del
obispo asesinado, lo que además facilitó contar
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con documentación surgida de sus propios
archivos. Aunque localmente, comenzaba a
revertirse una conducta de silencio y
complicidad de la institución eclesiástica
argentina con el terrorismo de estado.
El impulso favorable a transparentar la
conducta del Episcopado quedó trunco cuando
en el 2011 falleció el arzobispo Giaquinta. Su
investigación no terminó en un informe final.
Cuando el Tribunal Oral Federal de La Rioja
supo de la existencia de la Comisión Ad Hoc
creada por la Conferencia Episcopal Argentina
referida a la muerte de Mons. Angelelli, solicitó
a la CEA se le remitiera “en un plazo de tres (3)
días el expediente ORIGINAL de la
investigación de esa Comisión presidida por
Mons. Carmelo Giaquinta.” El oficio judicial
estaba fechado el 30 de mayo de 2014. Once
días después, el 10 de junio, el Secretario de la
C.E.A. obispo Enrique Eguía Seguí respondió
que no contamos con expediente
propiamente dicho, pero con un conjunto
de comunicaciones intercambiadas por el
presidente de la Comisión Ad Hoc y esta
Secretaría General con sus respectivas
respuestas, la cual cuenta con múltiples
adjuntos fruto de la investigación (cfrr.
Conferencia Episcopal Argentina, Prot. 125/14,
10 de junio de 2014. TOF 1, La Rioja).
Con su respuesta las autoridades eclesiásticas
enviaron una carpeta con cuatrocientos
diecinueve folios, dos días antes de que el
Tribunal recibiera la documentación enviada
por el Papa Bergoglio.
La información sobre la existencia de
documentación en Roma había sido relatada
por Fray Miguel A. López, franciscano
conventual, en el 2008 ante la Comisión que
presidía Giaquinta. Aunque el período de
pruebas había concluido, al saberlo como
querellante en representación del Centro Tiempo
Latinoamericano consideré imprescindible poner
en conocimiento al actual obispo de La Rioja
Marcelo Colombo. Más cuando la declaración,
que estaba en conocimiento del episcopado aún
no había sido aportada a la causa y contenía
detalles ignorados que hacían al objeto de la
causa. El obispo Colombo, graduado en
abogacía, dimensionó su importancia y actuó
con pido reflejo. Envió un correo al Papa
Francisco, y a la mañana siguiente éste le
anticipó por teléfono que le enviaba lo que el
escaso tiempo le había permitido encontrar. El
13 de junio, previo a los alegatos, llegó a manos
del Tribunal la presentación del obispo
Colombo con la documentación vaticana.
Explicó que se trataba de dos textos suscriptos
por el obispo Angelelli: Una carta al Nuncio
Apostólico Pío Laghi, del 5 de julio de 1976, de
cuatro fojas. Y transcribió un extracto de la
extensa carta de Mons. Angelelli:
Estamos permanentemente obstaculizados
para cumplir la misión de la Iglesia.
Personalmente, los sacerdotes y las religiosas
somos humillados, requisados y allanados
por la policía con orden del ejército. Ya no
es fácil hacer una reunión con los
catequistas, con los sacerdotes o las
religiosas. Las celebraciones son impedidas u
obstaculizadas. Todo este proceder surge
principalmente de ejército y de la persona
del jefe y del segundo jefe Pérez Bataglia y
Malagamba. El Jefe de Policía, Mayor Di
Césari, al ‘demorar’ a seis religiosas entre las
cuales estaba la Provincial de las Azules,
Madre María Eugenia, públicamente se les
dijo que eran sospechadas y que el mayor
ideólogo marxista era el obispo (ridículo)
pero hasta esto llegamos. Me aconsejan que
se lo diga: nuevamente he sido amenazado
de muerte. Al Señor y la Virgen me
encomiendo. Sólo se lo digo para que lo sepa
(cfrr. Colombo, 2013).
El segundo era una “Crónica de los hechos
relacionados con el asesinato de los PP.
Longueville y Murias, así como la consigna de
último momento de la muerte del laico
Pedernera” de cuatro fojas. Explicó el actual
obispo de La Rioja que “la crónica dice en dos
oportunidades que se omiten consignar ‘datos
delicados y comprometedores’. El obispo se reveló en
esos dramáticos momentos como el testigo fiel
que da cuenta de todo lo que se vive al
instante” (Ibíd.). Ambos textos tenían su
ingreso con número de protocolo en la
Nunciatura Apostólica de Argentina. El
segundo llegó el 30 de julio de 1976, cuatro días
antes de que asesinaran a su autor.
Más allá de cualquier valoración política,
para una estructura piramidal y verticalista, que
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de todos modos no oculta sus diferencias, la
actitud del Papa Francisco fue un claro mensaje
a las reticencias que en general demostró la
cúpula episcopal argentina. Fue la primera vez
que el Vaticano abrió sus archivos para aportar
a una causa por delitos de lesa humanidad, en
este caso por el asesinato de un obispo. Tuvo
mucha trascendencia ya que la cúpula del
Episcopado argentino desde el mismo día del
trágico atentado mantuvo silencio, y nunca
promovió investigación sobre el crimen de uno
de sus miembros, aún sabiendo por boca del
mismo Angelelli las persecuciones y amenazas
de muerte de las que era objeto por parte de los
militares.
La carpeta que Pío Laghi no envió a Roma
en 1976, y llegó veinticinco años después
según las normativas vaticanas averiguadas por
el Arzobispo Giaquinta–, pudo ser encontrada
por el Papa Francisco en archivos que
concentran envíos de todos los países del
mundo.
Que el Nuncio no había informado al
Vaticano se supo el 9 de noviembre del 2008
cuando Fray Miguel Ángel López, de la misma
orden religiosa del asesinado Fray Carlos de
Dios Murias, respondió a consultas del
Arzobispo Giaquinta. El extenso relato
historiaba la amistad del testimoniante con Fray
Carlos Murias, brindando detalles de la antigua
y estrecha relación de éste con Mons. Angelelli,
quien lo había ordenado sacerdote en 1972; y
fundamentalmente lo ocurrido inmediatamente
después del asesinato de aquel. Merece leerse.
A quien Monseñor Angelelli confió lo
hablado en la noche del velatorio fue a mí.
15
–Escribió el fraile– Me llamó aparte y me
dijo: ‘Chango, anoche, durante el velorio, me
visitaron y me dijeron: Mire yo no
comparto su línea y su modus operandi,
pero tampoco comparto esto (la muerte
de los curas), y me nar todo lo que pasó y
quienes estaban detrás de todo esto’. Te voy
a pedir un favor. Tienes que hacer llegar a tu
general, a Roma, un sobre que te voy a dar
cuando te vayas. Que nadie se entere. Que
nadie sepa nada. Y hacelo llegar a tu general,
por gente de tu confianza. Dale privacidad y
no digas de qué se trata. Voy a enviar dos
15Lo resaltado en el texto de Fray Miguel Ángel López
pertenece al original.
más, uno al Nuncio y otro a Monseñor
Zaspe. Los voy a enviar antes de salir para
La Rioja, para que lleguen antes que yo salga.
Me voy a quedar para la novena de las
ánimas. (…)’.
Lo que más le dolió a monseñor fue que
el encuentro (de la Comisión Ejecutiva del
Episcopado) con Videla fue a la misma hora
del entierro de los Padres. Angelelli
interpretaba que esto había sido una táctica
del gobierno para aislarlo de todo contacto.
El gobierno ya sabía que él estaba
informado de todo. De hecho me dijo:
‘Chango, si me dejan llegar a Buenos Aires,
varios birretes van a caer’. Solo después me
di cuenta de la gravedad y del peso de esas
palabras. Monseñor tenía la sospecha de que
no lo dejarían llegar con vida a Buenos
Aires. Por eso se cercioró de informar todo
antes de viajar. Y por eso la preocupación
creo yo– de retener el portafolio del obispo
muerto.
En el año 1985 –relató Fray López– fui
nombrado Asistente General para América
Latina. (…). Me entrevisté con el ministro
general Monseñor Vitale Bonnmarco, que
era en esos años, arzobispo de Aquileia. Fue
él quien me relató los hechos: a- El recibió el
material que le envió Monseñor Angelelli.
Ignoraba que había sido a través mío. b-
Estaba en La Alvernia (el monte donde San
Francisco recibió los estigmas) el día que lo
llaman de la Secretaría de Estado para
preguntarle si había recibido alguna
información de lo sucedido en Argentina, ya
que estaba involucrado un fraile conventual.
El responde que sí. Le solicitan en nombre
del Papa que lo acerque urgentemente,
porque el Santo Padre debe recibir a un
nuevo embajador argentino y necesita
informarse para hacer el discurso. Le
informan que el Santo Padre parece estar
muy preocupado por lo sucedido. Ante el
desconcierto por la falta de información en
la Santa Sede, ya que él estaba directamente
informado por el obispo, le responden, que
de la Nunciatura de Argentina no ha llegado
ninguna información al respecto, y esto urge
al Santo Padre que debe recibir al embajador.
Envía entonces a Roma, al Asistente para las
Misiones (…), para que tome el sobre que
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estaba sobre el escritorio del Padre General y
lo lleve a la Secretaría de Estado.
(Lamentablemente dado que lo solicitaba
nada menos que el mismo Papa en persona,
no se le ocurrió sacar fotocopia del
material).”
Al poco tiempo –continuó– el Ministro
General viene a Argentina y se entrevista
conel Sr. Nuncio, Monseñor Pío Laghi. Al
inicio, éste intentó negar todo lo que nuestro
general sugería sobre los hechos. Pero frente
a la contundente información, inclusive de
que Nunciatura no había informado con
rapidez y objetividad a la Santa Sede sobre
los hechos, el Nuncio cambió de actitud y
llegó a querer hacerle entender, que no se
podía hacer otra cosa, dado la difícil
situación que se estaba atravesando. En fin
quiso suavizar todo, aceptando sin embargo
las informaciones que nuestro Padre General
conocía (cfr. Carpeta C.E.A. Comisión
“Giaquinta”, F. 397-400, Testimonio de Fray
Miguel A. López).
Cuando la Curia franciscana en Roma quiso
recuperar la documentación entregada al Papa,
Mons. Benelli acusó recibo del pedido,
quedando registrado con número de protocolo.
Pero la documentación no le fue devuelta. Fray
López hizo gestiones personales ante el
Cardenal Casaroli, Secretario de Estado del
Vaticano, quien ante la insistencia del reclamo le
dijo: “Mire Padre en el archivo del Vaticano no
se pierde nada, al máximo se traspapela,
quédese tranquilo, algún día aparecerá” (Ídem).
El camino de la impunidad
Una de las particularidades del juicio por el
homicidio de Mons. Angelelli –a diferencia de
otros por delitos de lesa humanidad– fue que
había que probar que el crimen había sido
encubierto como un accidente vial fortuito. Y a
partir de allí identificar a los autores penalmente
responsables. Después de más de 35 años había
que desmontar no sólo las irregularidades
iniciales, sino las maniobras de ocultamiento de
la verdad realizadas por los servicios de
inteligencia.
Los 32 cuerpos del expediente judicial se
iniciaron el mismo 4 de agosto de 1976 con las
actuaciones del sumario policial a cargo de
policías venidos de la capital riojana.
Acompañados de militares “fuertemente
armados” reemplazaron a los policías del lugar
del hecho. Esa misma noche hicieron firmar
actas al oficial Pío Tanquia de Punta de Los
Llanos, sin permitirle leerlas (cfrr. Baronetto y
Baronetto, 2015, p.107). El Tribunal calificó de
sumamente extraña la participación del Juez
Rodolfo Nicolás Vigo. Auditor de la policía
federal, llegado poco antes a La Rioja, fijó
domicilio en el Hotel Emperador y fue
designado en la función judicial por
interventores militares a escasos días previos
del atentado criminal, abandonando el cargo
poco después. Ordenó hacer tres copias del
sumario: la primera para su expediente y las
otras dos para enviar al Ministerio del Interior y
al Tercer Cuerpo de Ejército, según declaró el
secretario de actuaciones el policía Luna
Moreyra. También ordenó “allanar las
habitaciones privadas del obispo Angelelli”
(Ibíd., p. 108), que no se concretó por la
oposición del Vicario Esteban Inestal
Entre otras irregularidades verificadas, la
fundamentación de la sentencia judicial señaló
que la misma noche del accidente estando
internado el P. Arturo Pinto en Chamical, los
sumariantes fraguaron una declaración del
acompañante que sobrevivió. Según los
médicos que lo atendieron, no podía declarar
porque estaba “muy shoqueado” y apenas
emitía sonidos por la inflamación de la lengua y
la fractura del maxilar (cfr. Ibíd, p.115). El
Tribunal también dejó asentada la manipulación
del cadáver antes de la autopsia definitiva al
obispo; y la anormal presencia de militares en
ese lugar donde sólo se realizaba un trámite
propio de un accidente automovilístico; en este caso
por el reventón de un neumático, según había
ordenado publicar en la prensa el jefe del
Batallón Coronel Pérez Battaglia, aunque la
misma pericia mecánica policial había
descartado esa causa. El 31 de ese mismo mes
la causa fue archivada.
En la investigación que se reabrió por
segunda vez en el 2005, después de anuladas las
leyes de impunidad, declaró el 6 de abril de
2011 el imputado Jorge Rafael Videla. Dijo que
en esta causa iba a declarar porque se trataba de
la muerte de Mons. Angelelli en un accidente
automovilístico y se limitó a mencionar tres
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aspectos: 1- Que en audiencia concedida, el
Nuncio Pío Laghi le dijo: “Presidente, la Iglesia
tiene asumido que el fallecimiento de Mons.
Angelelli fue producto (sic) por un accidente.
Ud. puede dormir tranquilo respecto de este
asunto. (Ibíd., p. 150). 2- Que hacía entrega al
juez de documentación recibida de un ex
colaborador (69 fojas en fotocopias). Y 3- Que
ese ex colaborador era el coronel (R)Eduardo
De Casas. Lo que no agregó Videla es que ese
militar retirado había trabajado en la Policía
Federal de La Rioja y era enlace con Inteligencia
del Ejército.
La “documentación” de Videla, en
fotocopias sin firmas, era una recopilación de
informes de la inteligencia militar que pretendía
instalar la versión del accidente fatal. El Juez
Herrera Piedrabuena desestimó el valor de esos
anónimos por no reunir requisitos de prueba
indiciaria y calificó la maniobra como ‘operación’
tendiente a desviar la investigación. Pero esos papeles
revelaron el activo rol de la inteligencia militar, su
preocupación ante el desvelamiento de la
verdad sobre el asesinato de Mons. Angelelli y
el objetivo de mantener en el convencimiento
de los obispos católicos la versión del accidente
fortuito.
La actuación del colaborador de Videla,
coronel Eduardo De Casas empezó en julio de
1986, poco después que el Juez Aldo Morales
que actuó luego de la reapertura judicial
promovida por Mons. De Nevares– resolvió
que la muerte del obispo obedecía a un
“homicidio fríamente premeditado”. Y ante el
público interés de colaborar en el
esclarecimiento por parte del entonces obispo
de La Rioja Bernardo Witte, elaboró una
estrategia para hacerle llegar un supuesto testigo
directo que afirmaba la versión del accidente
vial. Raúl Antonio Nacuzzi, empleado de la
Empresa de Energía de La Rioja, declaró ante
el obispo Witte –sin hacerlo ante la Justicia–
que el conductor era el P. Pinto, y el obispo
Angelelli había sido despedido por la puerta
del acompañante al volcar. Nacuzzi, fallecido,
mantenía vinculaciones con el Batallón Militar
de Ingenieros de La Rioja, declaró en audiencia
judicial su segunda esposa en mayo de 2014.
La generosa colaboración de los servicios de
inteligencia con el obispo Witte avan con el
peritaje mecánico extrajudicial realizado en 1988 por
el coronel Héctor Maximiano Payba, Dir. Tec.,
EMGE (Estado Mayor General del Ejército),
que lo hizo en base a una copia del sumario
inicial y fotos originales del hecho. Siguiendo la
versión militar, dio por supuesto que Angelelli
no conducía la camioneta.
Según los papeles de Videla ese peritaje había
sido elaborado a pedido del obispo de La Rioja,
Mons. Witte. Así lo decía el título manuscrito
de un largo informe mecanografiado. Pero
cuando el Cnel. Payba fue preguntado durante
el juicio, por pedido de quien había elaborado
ese peritaje declaró que se lo habían ordenado
desde el Estado Mayor General del Ejército. Y
no mencionó al obispo Witte. Añadió que lo
hizo en base a un expediente con fotos que le
facilitaron. Aunque la maniobra se desbarató en
el juicio del 2014 con las declaraciones del
militar autor del fraude, en 1988 alcanzó para
modificar la postura del entonces sucesor del
obispo Angelelli, quien terminó afirmando en
su libro de memorias Mi vida misionera la
hipótesis del accidente. Y esta postura sirv
para mantener la actitud de silencio de la
mayoría del episcopado, sin reclamar el
esclarecimiento del hecho.
Se agregaron otros informes, que el Tribunal
supuso elaborados por el Cnel. De Casas,
donde se pormenorizaban los actos
recordatorios del martirio desde 1977 en
adelante, señalando presencia de participantes y
organizadores, a quienes sindicaban como
tercermundistas o delincuentes subversivos.
Con estas calificaciones pretendieron –y en
gran medida, lograron– mantener alejada a la
mayoría episcopal, ante la presunción de ser
utilizados para fines políticos del marxismo.
La meticulosa labor del Arzobispo Giaquinta
en la Comisión Episcopal Ad Hoc, informando
de cada paso al cardenal Bergoglio, no pasó
desapercibida para los servicios de inteligencia
del Ejército. Y justificó la segunda ofensivaen el
2006, cuando el expediente judicial había sido
reactivado y se conmemoraron los treinta años
del crimen. El Presidente Néstor Kirchner con
motivo de los homenajes afirmó en Chamical
que lo habían asesinado los militares. Y el
Cardenal Jorge Bergoglio, revestido con la
casulla roja martirial, dijo en la homilía en la
catedral riojana ese 4 de agosto que Angelelli:
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“Fue testigo de la fe derramando su sangre”
(Bergoglio, 2014, p.19).
Un nuevo Informe sin firma ni fecha calificó
de “marxista-tercermundista” el impulso
judicial de los querellantes. En esta nueva etapa
además del coronel De Casas, que mostró
poseer un verdadero expediente paralelo, con
“actuaciones en copias y otras en originales,
(y) las fotografías de Angelelli en el accidente”
–declaró un testigo en el juicio (Baronetto y
Baronetto, 2015, pp.57-58)–, actuó el general
Jorge Norberto Apa, detenido y procesado en
mayo del 2014, por 85 desapariciones y 20
secuestros en una investigación judicial a cargo
de la Jueza Federal Alicia Vence, de San Martín
(Bs. As.). El general Apa fue jefe de Inteligencia
Subversiva Terrorista del Departamento Interior
de la Jefatura de Inteligencia del Estado Mayor
del Ejército en los años 1979 y 1980. Y siguió
trabajando en su especialidad aportando en la
elaboración de otro informe sobre la
investigación efectuada por el fallecimiento de
Monseñor Enrique Angelelli, bastante similar al
anterior, según la carta de Mons. Giaquinta al
coronel De Casas. Pero además desarrolló una
intensa actividad hacia miembros destacados
del Episcopado Argentino. El 2 de agosto del
2006 le envió al Cardenal Bergoglio una nota
con el epígrafe de presidente - sin especificar de
qué -, con material adjunto, según el acuse de
recibo que firmó el obispo Sergio Fenoy,
secretario de la C.E.A. El texto decía:
Nos dirigimos a S.E.R., en cumplimiento de
un deber de elemental prioridad ética, ante
lo que consideramos una clara maniobra
para involucrar a la Iglesia Católica en un
hecho de evidente falsedad. Nos referimos a
la muerte de Monseñor Enrique Angelelli,
que se está instrumentando como martirio,
ubicando como autores de su muerte a
miembros de las FFAA. Adjuntamos para su
conocimiento la información documentada
(copia fiel del original) que demuestra que la
muerte fue claramente un accidente. Si la
jerarquía católica desconociese esa
circunstancia sería víctima de una maniobra
perversa y, como tal, plena de injusticia.
Hemos considerado que la magnitud y
gravedad del hecho en análisis, amerita su
conocimiento por las más altas autoridades
de la Iglesia (cfrr. Baronetto y Baronetto,
2015, pp.133-134).
Revelando no desconocer internas
episcopales, pero además sospechando
manipulación de esa información por parte del
presidente de la C.E.A, envió igual texto con la
documentación, en la misma fecha, al
Arzobispo de La Plata Mons. Héctor Aguer,
agregando: “En consonancia con esto le
hacemos saber que esta información le fue
entregada al Sr. Cardenal Primado, Monseñor
Jorge Bergoglio con fecha 3 del corriente”(cfr.
Ibíd., p.134).Cabe agregar que el texto similar
de la nota a dos destinatarios del episcopado
llegó al Tribunal por distintas vías. El dirigido al
cardenal Bergoglio estuvo incluido en la
Carpeta de la C.E.A. y el enviado al arzobispo
Aguer fue entregado por el imputado Videla.
Pero además el general Apa se presentó ante
la Comisión Episcopal Ad Hoc sin identificarse
como militar, sino como “Sr. Jorge Norberto
Apa, presidente del Centro de Estudios
Históricos Verdad y Dignidad”. Y fue
mencionado por el arzobispo Giaquinta en la
carta al coronel De Casas. En esa carta, cuya
copia obra en los papeles de Videla, también le
agradec la visita para reunirse con la
mencionada Comisión en “El Cenáculo-La
Montonera”, previa a la Asamblea Episcopal
del 9 de abril de 2008.
Esta intensa actividad de inteligencia log
ingresar a la Asamblea Episcopal (Ibíd., pp.131-
137), además de haber sido usada en el juicio
por los defensores de los imputados, influyó
sobre la mayoría de los miembros del
episcopado, que después de la sentencia judicial
no se pronunció públicamente.
El martirio por la fe y la justicia
La misión de producir cambios portadores de
justicia, fraternidad y paz es para todos los que
asumiendo con fidelidad el compromiso se
juegan hasta el final. “No basta llenar la boca
con la palabra pueblo –decía Angelelli–; sino
que exige ayudarle a caminar con el mayor
desinterés y jugarse hasta la sangre, si es
preciso” (2012, p.46).
El martirio es la consecuencia, inevitable a
veces, de las opciones de vida que se mantienen
con coherencia, provocando la ira de los
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poderosos, cuando es al servicio de los
empobrecidos. Es no bajar los brazos ante las
adversidades, enfrentando los oprobios y las
difamaciones, poniendo primero el destino y la
vida de la comunidad, antes que el propio
pellejo. “Siendo vasos de barro –dijo el
obispo–, en nosotros hay una presencia viva de
un Dios que es Padre que nos hace jugar la
misma vida por los demás hasta la muerte si es
necesario” (Angelelli, 2014, p.142).
El Mensaje de Mons. Angelelli –palabra y
acción– provocó la persecución, la difamación y
las amenazas, que provenían de quienes se
autodenominaron defensores de las tradiciones
católicas y defendían sus posiciones socio-
económicas de privilegio. Y se llegó al asesinato
en 1976. Jorge Rafael Videla, presidente de la
Junta Militar declaró en esos años:
Consideramos que es un delito grave atentar
contra el estilo de vida occidental y cristiano,
(…) y en este tipo de lucha no solamente es
considerado agresor el que agrede a través
de una bomba, sino el que quiere cambiar
nuestro sistema de vida a través de ideas que
son justamente subversivas (Diario La
Prensa, 18 de diciembre de 1977).
Más directo y cercano fue el Cnel. Pérez
Battaglia, Jefe del Batallón de La Rioja:
…La ciudadanía toda debe combatir al
delincuente… que caracterizado de
representante de Dios, ora por la integridad
o el descanso de los traidores a la patria…
La acción disolvente y antinacional será
destruida; la subversión al servicio de una
causa esclavista, será totalmente aniquilada
Diario El Independiente, 9 de julio de 1976,
págs. 1 y 2 (Diario El Independiente, 9 de julio
de 1976, pp. 1-2).
La Iglesia del Concilio, fiel al Evangelio, que
se expresó en el obispo Angelelli y su
comunidad diocesana, no se sustentó en una fe
individualista, en una religión de ritos fríos,
pomposos y distantes, donde la salvación se
obtenía por la formalidad de las reglas que nada
tenían que ver con el cristianismo originario. La
de Angelelli fue una fe profunda en el amor que
se compromete por la justicia, aún a riesgo de la
propia vida en defensa de los más débiles. Más
peligrosa cuando esa búsqueda de la justicia fue
junto a los que no pueden sostenerse por
mismos y necesitan de la solidaridad para
caminar como pueblo organizado. La fe que
propuso Angelelli fue una apuesta a la
esperanza, como proceso viviente en un camino
que se sabe dificultoso pero posible; y con las
fuerzas necesarias para seguir avanzando. La
misma fe de Jesús, el Dios encarnado que
asume la condición humana, con sus grandezas
y debilidades, haciendo explícita su misión: “He
venido para que tengan vida, y vida en
abundancia” (Jn. 10,10). Una fe que para ser
auténtica exige vivirse en comunidad,
compartiendo bienes, sufriendo padecimientos,
celebrando los triunfos de la vida sobre la
muerte, en cada lucha ganada, en cada
encuentro de pueblo. Esa fue la fe de la Iglesia
católica en La Rioja que él presidió.
La Iglesia al autorizar en el 2015 el proceso
de beatificación propone el reconocimiento del
martirio al haber sido eliminado in odium fidei.
En Latinoamérica, donde la histórica
composición religiosa y cultural de su identidad
cristiana ha traspasado las diferentes clases
sociales, se dio la particularidad de que las
dictaduras que reprimieron las luchas de los
pueblos se reivindicaron como defensoras de la
civilización occidental y cristiana. En esa
persecución, las mayorías populares por su
parte, se sintieron motivadas por creencias
religiosas de igual signo. Fue la fe cristiana no
entendida ni practicada de la misma manera - la
que motorizó las luchas por los valores
evangélicos de la solidaridad y la justicia.
Mártires en la fe por la justicia y la paz.
En este contexto no resulta un detalle menor
que los jueces, –que no son teólogos, ni
corresponde que lo sean– en el fallo del juicio
por el homicidio a Angelelli no aplicaron la
figura penal del “odio religioso” (Código Penal,
art.80, inc.4), solicitada por las querellas, porque
–dice la sentencia–
…si bien ambos sacerdotes –Enrique
Angelelli y Arturo Pinto– eran ministros de
la religión católica, apostólica y romana, se
dio la paradoja que también proclamaban
públicamente su pertenencia a dicha religión
los más altos dirigentes del régimen cívico-
militar que había usurpado el poder el 24 de
marzo de 1976, que –entre los objetivos que
se había trazado– señalaba como uno de los
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más destacados el de defender el estilo de
vida ‘occidental y cristiano’ de la sociedad
argentina. En realidad, Enrique Angelelli y
Arturo Pinto fueron víctimas del ‘terrorismo
de Estado’ por haber sido catalogados en los
informes de inteligencia como
pertenecientes al movimiento de ‘Sacerdotes
del Tercer Mundo’, que en varios
documentos oficiales de la época eran
tildados de ‘marxistas’ o ‘comunistas’, y se
les adjudicaba una ideología que los hacía
peligrosos y eran ubicados entre los sectores
de opositores políticos del régimen
dictatorial, encuadrados en la flexible
categoría de ‘elementos subversivos’, donde
cabían militantes de partidos políticos,
movimientos estudiantiles, sindicales,
religiosos, etc., que eran considerados
‘enemigos’, seleccionados como ‘blancos’ u
‘objetivos’ y debían ser aniquilados por el
plan sistemático de eliminación
instrumentado por el ‘terrorismo de Estado’
(Baronetto y Baronetto, 2015, p. 211).
Pretendieron deslegitimar su función
episcopal, calificando su pastoral evangélica con
etiquetas ideológicas ajenas a su identidad. Son
muchas las menciones del mismo obispo, en
homilías y reportajes, denunciando estas
difamaciones y advirtiéndolas como maniobras
para confundir la fe sencilla del pueblo y
descalificar su obra evangelizadora.
Pero su accionar como obispo de la Iglesia
Católica dinamizando la participación del
pueblo por una transformación de fondo de
sistemas y estructuras provocadoras de la
desigualdad social, respondía a la más estricta y
antigua doctrina en relación a la destinación
universal de los bienes, así lo resume el
Concilio:
Dios ha destinado la tierra, y todo lo que
en ella se contiene, para uso de todos los
hombres y de todos los pueblos, de modo
que los bienes creados deben llegar en
forma justa, según la regla de la justicia,
inseparable de la caridad. (GS, 69).
Esta desacralización de la propiedad privada
(De Zan, 2012)
16
como derecho natural
16En el prólogo de 1973a esta obra el teólogo Arturo
Paoli se preguntó: “Por qué lugar preciso de la historia ha
resultaba atentatoria contra la civilización
occidental y cristiana” sustentadora del sistema
capitalista. Quienes pregonaban la igualdad de
derechos de los pobres debían ser aniquilados.
Sin desconocer la dimensión política de toda
actuación pastoral inserta en una comunidad
concreta, Mons. Angelelli explicitó e hizo jugar
a favor de los pobres su condición de obispo de
la Iglesia Católica reafirmándose en la Biblia y
su Magisterio. Como bien se lo ha definido fue
obispo del Concilio. Y por su coherencia en el
compromiso asumido para hacerlo realidad fue
martirizado.
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