Pecano
Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba
EL VUELO DEL PELÍCANO
PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
María Cristina Liendo: Acerca del Pensamiento Latinoamericano
Estela Fernández Nadal: El ser humano: infinitud atravesada por la
finitud. La dimensión vida-muerte en el pensamiento de Franz
Hinkelammert
Cecilia Inés Luque: La máquina vs el misterio. Tribulaciones de la
modernización desigual y contradictoria en Brasil
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Mario Rojas Hernández: Crítica ético-racional objetiva del positivismo
del poder
Juan Ezequiel Rogna: Del snob al gestor: una propuesta kuscheana
para re-pensar al sujeto político desde el peronismo
Gabriel Luis Bourdin: Marcel Jousse y la antropología del gesto
Ana Victoria Britos Castro: Interpelaciones a la dinámica
estado/sociedad civil en la lógica de la colonialidad del poder. Una
revisión de la Bolivia contemporánea
Mateo Paganini: Locura y colonización. Irrupciones autobiográficas en
los testimonios del reino de Araucanía y Patagonia
Guadalupe Estefanía Arenas Pacheco: Una aproximación al
pensamiento inculturado en el itinerario intelectual de Juan Carlos
Scannone
Victoria Casado Tolosa: Exotismo e indianismo: un sujeto político
místico
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Luis Miguel Baronetto: Angelelli: mártir del Concilio
Guillermo Alejandro Barón Del Pópolo: La intuición de una América
Latina distinta. Entrevista a Rolando Concatti sobre la revista Alternativa
Latinoamericana
NUEVAS NARRACIONES
Porfirio H. Calsín Zapana: Breve reseña revista AymaraQuechua
Volumen 2 – Año 2016
ISSN 2469-0775
DOI: 10.22529/p
Directora
Cecilia Padvalskis (Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Editor
Octavio Pedoni (Universidad Nacional de Jujuy, CONICET - Universidad Católica de Córdoba,
Argentina).
Correctora
Marcela Bricca (Colegio Nacional de Monserrat, Argentina).
Traductor
Diego Fonti (CONICET, Universidad Católica de Córdoba, Argentina).
Comité editorial
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Argentina).
Silvia Anderlini (Universidad Católica de Córdoba - Universidad Nacional de Córdoba, Argentina).
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de Culturas Aborígenes, Argentina).
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(Pontificia Universidad Gregoriana, Italia); Beatriz Moreyra (CONICET, Universidad Nacional de
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Católica de Córdoba, Argentina); Aaron Saal (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina); Héctor
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Católica de Córdoba, Argentina); Carlos Schickendantz (Universidad Alberto Hurtado, Chile); Daniel
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Revista Pelícano
ISSN 2469-0775
Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad Católica de Córdoba
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Tel. (54) 351 4219000. Correo: pelicano@uccor.edu.ar - Sitio web: pelicano.ucc.edu.ar
Volumen 2 – 2016
Revista Pelícano Vol. 2.
pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2016 – Córdoba.
Orientaciones para la presentación de trabajos
Esta revista de la Universidad Católica de Córdoba es una publicación periódica anual de artículos de
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2) El asalto de lo impensado. De participación libre. Consiste en artículos de revisión e investigación
científica que exponen, de manera exhaustiva, los resultados originales de proyectos de
investigación individuales o colectivos. Abarca también las investigaciones que analizan, sistematizan
e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo de las ciencias
sociales, humanas y/o teorías y desarrollos conceptuales en el ámbito de la filosofía, psicología, las
ciencias de las religiones, la historia y la literatura, con el fin de dar cuenta de los marcos teórico-
epistemológicos, metodologías y estados de las investigaciones en cuestión. Se caracteriza por
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Revista Pelícano Vol. 2.
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar
Agosto 2016 – Córdoba
Índice
EL VUELO DEL PELÍCANO
PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
Presentación (5-6)
María Cristina Liendo: Acerca del Pensamiento Latinoamericano (7-21)
Estela Fernández Nadal: El ser humano: infinitud atravesada por la finitud. La dimensión vida-
muerte en el pensamiento de Franz Hinkelammert (22-32)
Cecilia Inés Luque: La máquina vs el misterio. Tribulaciones de la modernización desigual y
contradictoria en Brasil (33-39)
EL ASALTO DE LO IMPENSADO
Mario Rojas Hernández: Crítica ético-racional objetiva del positivismo del poder (40-59)
Juan Ezequiel Rogna: Del snob al gestor: una propuesta kuscheana para re-pensar al sujeto
político desde el peronismo (60-68)
Gabriel Luis Bourdin: Marcel Jousse y la antropología del gesto (69-81)
Ana Victoria Britos Castro: Interpelaciones a la dinámica estado/sociedad civil en la lógica de la
colonialidad del poder. Una revisión de la Bolivia contemporánea (82-94)
Mateo Paganini: Locura y colonización. Irrupciones autobiográficas en los testimonios del reino
de Araucanía y Patagonia (95-105)
Guadalupe Estefanía Arenas Pacheco: Una aproximación al pensamiento inculturado en el
itinerario intelectual de Juan Carlos Scannone (106-115)
Victoria Casado Tolosa: Exotismo e indianismo: un sujeto político místico (116-121)
LAS FORMAS DE LA MEMORIA
Luis Miguel Baronetto: Angelelli: mártir del Concilio (122-145)
Guillermo Alejandro Barón Del Pópolo: La intuición de una América Latina distinta. Entrevista a
Rolando Concatti sobre la revista Alternativa Latinoamericana (146-155)
NUEVAS NARRACIONES
Porfirio H. Calsín Zapana: Breve reseña revista AymaraQuechua (156-159)
4
Revista Pelícano Vol. 2. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 60-68
Agosto 2016 – Córdoba
Del snob al gestor: una propuesta
kuscheana para re-pensar al sujeto político
desde el peronismo
From the Snob to the Agent: a Kuschean
Proposal Rethinking the Political Subject
from a Peronist Perspective
Juan Ezequiel Rogna
1
Universidad Nacional de Córdoba/CONICET
Modo de citar: Rogna, J., E. (2016). Del snob
al gestor: una propuesta kuscheana para re-
pensar al sujeto político desde el peronismo.
Pelícano, 2. Recuperado de
http://revistas.bibdigital.uccor.edu.ar/index.ph
p/pelicano/article/view/1121
Resumen
Rodolfo Kusch (1922-1979) formó parte de la
“generación Contorno” nucleada alrededor de
la revista dirigida por los hermanos Ismael y
David Viñas. Sin embargo, su temprano
alejamiento le permitió ensayar respuestas
alternativas en relación a cuál era el sujeto
histórico revolucionario habilitado por el
peronismo y cuál era, a la vez, el sujeto
contrarrevolucionario alumbrado por la
concreta experiencia histórica de nuestro país.
A los fines del presente trabajo, consideramos
factible y productivo el cotejo de algunos
filones de su pensamiento con las posiciones
desarrolladas contemporáneamente por Jorge
Abelardo Ramos, Juan Jo Hernández Arregui
y Arturo Jauretche. De manera específica,
proponemos un recorrido por sus respectivas
caracterizaciones de la pequeña burguesía, en la
que participa el sujeto letrado o intelectual.
Por nuestra parte, entendemos que el
pensamiento de Kusch estuvo volcado, en
buena medida, a reflexionar sobre la
constitución de un sujeto filosófico y político
que se correspondiera con la conciliación de
1 Dr. en Letras. Profesor adscripto en las cátedras
Pensamiento Latinoamericano y Literatura Argentina II y
profesor invitado en el Seminario del Cono Sur (Escuela
de Letras, FFyH, U.N.C.). Becario del CONICET y
miembro del equipo de investigación nucleado en el
proyecto “Literatura y política: construcciones de lo
popular y representaciones sociales en la literatura
argentina”.
clases propuesta por el justicialismo. En este
sentido, la doctrina de Perón, tendiente a la
generación de una amalgama policlasista que
tuviera como elemento aglutinante a la llamada
“conciencia nacional”, constituía para Kusch
una sugestiva apuesta política que encerraba un
problema existencial de primer orden.
Palabras clave: Rodolfo Kusch, peronismo,
sujeto político, pueblo, pequeña burguesía.
Abstract
Rodolfo Kusch (1922-1979) was part of the
“Generation Contorno”, which was centred
around the magazine directed by brothers
Ismael and David Viñas. His early departure
from the magazine, however, allowed him to
attempt alternative responses to the questions
as to what was the revolutionary historical
subject enabled by Peronism and what was, in
turn, the counter-revolutionary subject
informed by the concrete historical experience
in Argentina. For the purposes of this work, we
deem as both feasible and productive the
comparison and contrast between some parts
of his thinking and the respective stances taken
by Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández
Arregui and Arturo Jauretche. Specifically, here
we propose a review of each one’s
characterization of the petty bourgeoisie, of
which the learned or intellectual subject forms
part.
In our view, Kuschs efforts were focused, to
a great extent, on reflecting upon the
construction of a philosophical and political
subject which would match the conciliation of
classes proposed by Justicialism. In this sense,
Peróns doctrine, which tended towards the
creation of a policlassist amalgam with
“national consciousness” as the bonding
element, was for Kusch an interesting political
bet involving an existential problem of the
highest order.
Key words: Rodolfo Kusch, peronism, political
subject, people, petty bourgeoisie.
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Agosto 2016 – Córdoba
Introducción: el peronismo revisitado
Luego del derrocamiento de Perón en
septiembre de 1955, comenzaron a aparecer
una serie de publicaciones que proyectaron al
plano discursivo el enfrentamiento entre la
autoproclamada Revolución Libertadora y la
naciente Resistencia Peronista. Esto se plasmó,
por un lado, en el número especial de la revista
Sur editado en diciembre de ese año. Fundada
en 1931 y bajo la constante dirección de
Victoria Ocampo, la publicación nucleaba a los
más importantes intelectuales y escritores
liberales de nuestro país. A contrapelo de su
habitual línea editorial, la edición 237 tomaba
distancia de la literatura y de la crítica estética
para “meter las patas” en las fuentes de la
política, celebrando la caída del tirano prófugo y
ensalzando la misión de la Revolución anti-
peronista. En consonancia con esta posición,
aunque con sus matices, durante los meses
subsiguientes aparecieron ensayos como Qué es
esto (1956) de Ezequiel Martínez Estrada o El
otro rostro del peronismo (1956) de Ernesto Sabato.
Por otra parte, la caída de Perón y la
proscripción del peronismo a partir del ‘56
impulsaron la consolidación de un frente
político-intelectual que salió a la palestra con
intenciones de polemizar con aquellos agentes
de la cultura que volvían a ocupar su histórica
posición hegemónica. Para ello, en numerosas
ocasiones se sirvieron de textos publicados por
los propios políticos e intelectuales
“libertadores” con la finalidad de
desmenuzarlos y añadirle espesor histórico a
sus planteos. Los integrantes de este frente
afirmaban, por entonces, que en el anti-
peronismo subyacía una larga tradición
intelectual anti-popular derivada de la
colonización pedagógica, y en contraposición,
interpretaron al peronismo como la re-
emergencia de las masas populares en la historia
de nuestro país. Este frente reunía, entre otros,
a Jorge Abelardo Ramos, Arturo Jauretche, Raúl
Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, John William
Cooke, Juan José Hernández Arregui, José
María Rosa y Rodolfo Puigróss. Confluían allí
tendencias políticas e intelectuales que iban
desde F.O.R.J.A. y el radicalismo yrigoyenista
hasta el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo y el revisionismo histórico,
pasando por una flamante izquierda nacional que
intentaba conjugar marxismo e interpretación
de la realidad nacional.
2
Por otra parte, en esos años floreció la
llamada “generación Contorno”, es decir, jóvenes
con formación preeminentemente de izquierda
que emergieron al campo intelectual a través de
la revista dirigida por los hermanos Ismael y
David Viñas. Pero más allá de su matriz de
pensamiento, Contorno no se diferenció
sustancialmente de Sur en la defenestración del
peronismo y en su autoconfiguración como
portadora de una “racionalidad” inexistente en
aquel “régimen” demagógico. En este sentido,
seguimos a Pablo Heredia cuando identifica a
ambas publicaciones como constructoras del
imaginario antiperonista que se explicitó con la
Revolución Libertadora.
3
2 En Peronismo y pensamiento nacional (1955-1973) Pablo
Jo Hernández recordaba al editor Arturo Peña Lillo
cuando, en sus Memorias de papel, afirmó que los actores
de este frente se sintieron llamados “a explicitar, tanto a
los libertadores como a los propios partidarios, qué fue el
peronismo. A la tesis de que era un estado emocional, era
preciso oponerle la categoría racional de proyecto de
nación soberana, había que repensar la historia social y
económica.” (Hernández, 1997, p.43.) Más adelante,
Hernández agregaba que este tipo de reflexión se vio
posibilitado por el hecho de que en esos años “(…) era el
peronismo y su posición ante él, y no las diversidades
ideológicas, lo que marcaba la divisoria de aguas.” (p.76.)
3 Heredia cotejó el número 237 de Sur con el número 7-8
de Contorno (julio de 1956) y sostuvo que:
Si bien los intelectuales que escribieron en este
número de Contorno no ‘alinean’ sus discursos a un
homogéneo antiperonismo como en el caso de
Sur, comparten, de modo heterogéneo, el
interrogante que abre la tesis de que el peronismo,
si bien no fue un movimiento revolucionario,
movilizó al proletariado otorgándole, sin esfuerzos
para él, derechos y beneficios que nunca antes en
la historia había tenido. El antiperonismo se
presenta menguado de esta manera y apunta a un
principio intelectual que persigue el registro de una
cristalización ‘sincera’ del lugar que ocupan los
intelectuales con respecto al proletariado peronista.
(Heredia, 2014, p.92.)
En el análisis de los artículos, se destaca la lectura de
León Rozitchner sobre la manipulación de las masas por
parte del peronismo, al que calificaba como un
movimiento burgués. Heredia señala: “(Rozitchner)
describe el gobierno peronista a través de la corrupción,
el fraude y la tortura, pero le agrega que si sucedió se
debió a que esa política represiva ya existía ‘en nosotros’,
la burguesía bien-pensante. (p.123.) Esta posición,
como veremos, abre una dimensión psicológica sobre la
clase media que bien podría contrapuntearse con la de
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Revista Pelícano Vol. 2. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 60-68
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En el caso del filósofo Rodolfo Kusch, cuyo
grupo de pertenencia inicial fue Contorno, su
temprano alejamiento le permitió ensayar
respuestas alternativas en relación a cuál era el
sujeto histórico revolucionario habilitado por el
peronismo y cuál era, a la vez, el sujeto
contrarrevolucionario alumbrado por la
concreta experiencia histórica de nuestro país.
Este recorrido permanentemente transicional
ubicó a Kusch en el lugar incómodo donde aún
hoy se mantiene: dentro de nuestro campo
intelectual, por un lado se perfila como
predecesor de la Filosofía de la Liberación,
movimiento que a la vez co-fundó a principios
de los ‘70; pero también puede ser considerado
como piedra de toque para el pensamiento
ecologista de nuestro país; y también como
forjador de una particular línea de crítica y
creación estéticas; y además –y eso es lo que
nos interesa en el presente trabajo- resulta
factible comparar algunos filones de su
pensamiento con las ideas desarrolladas por
Jauretche o Scalabrini Ortiz, Ramos o
Hernández Arregui. En este sentido,
consideramos factible y provechoso examinar
sus caracterizaciones de la pequeña burguesía
en la que participa el sujeto letrado o intelectual.
El tercero en discordia
Bajo el dualismo civilización/barbarie
encarnado en sendos paradigmas culturales a
los que podríamos llamar letrado-culto e
iletrado-popular, se conformó la matriz de
comprensión política y valoración estética en
nuestro país. Sin embargo, este dualismo puede
ser complejizado si nos detenemos en la
constitución subjetiva de los individuos
identificados como pequeños burgueses. Éste
fue un desvelo que en cierta manera Kusch
compartió con otros intelectuales de Contorno,
pero creemos que puede desmarcarse de aquel
espíritu “autocrítico” si lo asociamos con otros
pensadores contemporáneos como Ramos,
Jauretche o Hernández Arregui. Repasemos sus
respectivas caracterizaciones de la pequeña
burguesía y pongámoslas en cotejo con la
propuesta kuscheana.
De Jorge Abelardo Ramos, recordemos el
carácter de garantes del statu quo imperial que le
atribuyó a los sujetos civilizados-cultos-letrados
Kusch.
que, en los países semi-coloniales como el
nuestro, ven moldeada su subjetividad por los
dispositivos de la colonización pedagógica. En
otros términos, estos sujetos, a través de su
accionar específico, en la Argentina representan
una fuerza contrarrevolucionaria de primer
orden. En el apartado La cultura satélite
bilingüe” de Crisis y resurrección de la literatura
argentina, lo expresaba de la siguiente manera:
Los seudointelectuales de nuestro país,
educados en esta escuela de imitación,
expresan invariablemente su aversión a
una teoría de lo nacional que los explica y
los niega. De ahí que acepten el
nacionalismo de los europeos, esto es el
nacionalismo imperialista de un Eliot o un
Valery, cuyo tema constante es la
averiguación de las hazañas culturales o
históricas de su propio país. Pero rechazan
al mismo tiempo el derecho de reivindicar
o desarrollar nuestra propia tradición
nacional, sin cuya afirmación no puede
probarse el derecho de un país a
pertenecerse (Ramos, 1954, p.13).
A pesar de la constatación de ese estado de
cosas, o quizás a raíz de la misma, hacia el final
de la obra Ramos propugnaba por una
“resurrección” de nuestra literatura dentro del
marco ampliado por una perspectiva
latinoamericanista. Sin embargo, al efectuar un
movimiento desdoblado entre la crítica a un
oponente político-intelectual que comparte su
misma condición de clase y un postrero sesgo
propositivo y esperanzador, dejó sin explicitar
el camino que propiciaría el desarrollo de una
conciencia nacional. En otras palabras, lo que
no se alcanza a ver con claridad en el libro de
Ramos es cómo superar por la vía del marxismo
ese condicionamiento “seudointelectual” que
porta el pequeño burgués, más allá de las
disputas en torno a la configuración del canon
intelectual desde una u otra tradición. Por el
contrario, quedaban disgregadas allí dos esferas,
una europeizante y otra nacional, que en la
práctica estaban imbricadas, aunque los
pequeños burgueses liberales y los pequeños
burgueses nacionalistas, con sus miradas
constreñidas por las coyunturas, no estuviesen
en condiciones de asumirlo.
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Por los mismos senderos de la izquierda
nacional anduvo Juan José Hernández Arregui.
Al igual que Ramos, Jauretche o Kusch, en
Imperialismo y cultura (1957) adoptó como blanco
principal de sus críticas a la facción liberal que
aplaudió desde las páginas de Sur la llegada de la
Revolución Libertadora. Apuntando
especialmente a sus plumas más representativas,
fueron forjando una lista que de modo casi
invariable incluía a Martínez Estrada, a Borges y
a Sábato. El texto de Hernández Arregui,
además, hacía explícito el paralelismo entre el
“retorno al coloniaje” derivado del Plan
Prebisch y el simultáneo retorno a las primeras
planas de los intelectuales y profesores
universitarios que habían surgido a la vida
pública entre 1930 y 1943. De manera particular
en el capítulo titulado “El Imperialismo y la
pequeño-burguesía en los países dependientes”,
y de manera aún más explícita en el pasaje “La
clase media como fuerza de control”, el autor
analizó el temor al cambio sobre el que se
asentaban los resortes psicológicos de un sector
social que:
(…) a diferencia de la burguesía y el
proletariado muy homogéneas en su
composición de clase y en sus
valorizaciones sociales, ofrece
desigualdades de composición, asimetrías
de nivel y diversidades ideológicas en sus
diversos estratos componentes (…) y esta
diversidad de composición se expresa en
una forma extrema de individualismo y en
cierta resistencia a la solidaridad social
organizada (…) (Hernández Arregui,
1973, p.212).
Más allá del molde un tanto estereotípico en
el que se asentaba su apreciación sobre la
burguesía y el proletariado como un todo
monolítico, lo que nos interesa destacar en
Arregui es la novedad dada por el carácter
errático de la “clase media”. En este sentido,
más allá de ser una fuerza de control impelida
por el miedo a la propia inestabilidad, por sus
preceptos morales como anhelo de estabilidad,
por su individualismo como certeza de
superioridad y por su idealismo como
“interpretación engañosa de la propia situación
social”, el autor arrojaba una distinción
fundamental al señalar que:
(…) al mismo tiempo, los sectores menos
favorecidos de la pequeño burguesía,
amenazados de pauperización real, se
incorporan a la lucha del proletariado,
aportando una conciencia política
derivada de la mejor comprensión teóricas
de las contradicciones del proceso social
en su conjunto (p.214).
Como vemos, aquí se explicita el dinamismo
presentado por un sector de esa pequeña
burguesía que no sólo podía desligarse del rol
de “fuerza de control” y la imitación de clases
superiores, sino que también podía generar
empatía con la clase proletaria, asumiéndose
como su vanguardia ideológica. Ahora bien:
¿cómo es posible que justamente las franjas
“menos favorecidas” de una pequeño burguesía
que teme parecerse a las clases bajas fueran las
llamadas a generar empatía? O en otros
términos, extraídos del mismo autor: ¿de qué
manera los individuos allí identificados evitarían
el “encandilamiento” de “su encumbramiento
material” y “la posibilidad de adquirir una
cultura superior” según una “actitud mental
que acentúa su separación del pueblo, es decir,
de sus cercanos orígenes” (p.214)? No hay
respuesta a tal dilema en estas páginas de
Hernández Arregui, que tienen el mérito no
menor de dejarlo planteado.
Respecto de Arturo Jauretche, desde una
posición inscripta en el llamado pensamiento
nacional retomó y desarrolló el concepto de
colonización pedagógica enunciado por Ramos.
A la vez, destinó una de sus obras más
emblemáticas al tratamiento de El medio pelo en
la sociedad argentina (1966). En ese libro, por otra
parte uno de los más orgánicos de su legado
bibliográfico, Jauretche dirigió su exégesis
nacional hacia una revisión histórica, política y
económica que permitiese comprender cómo se
fue constituyendo y consolidando un sector
que, a diferencia de la clase alta, de los
trabajadores y “el grueso de la clase media”,
detentaba “una posición equívoca en la
sociedad” (Jauretche, 2010a, p.16). Como
vemos, en este punto la sintonía con
Hernández Arregui es total. Ahora bien,
siguiendo a Jauretche, dicha posición derivaría
de “la situación forzada de quien trata de
aparentar un status superior al que en realidad
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posee” (p.16). En este sentido, el “medio pelo”
vendría a constituirse como una traducción
vernácula del snob. Detengámonos sobre este
término.
Si bien existen diversas teorías sobre el
origen del vocablo, todas apuntan a señalar que
es una contracción de la expresión latina sine
nobilitate (“sin nobleza”) y que su tradición
literaria más nutrida proviene de Inglaterra. Es
interesante observar que el filósofo español
Jo Ortega y Gasset, en el Prólogo para
franceses de La rebelión de las masas
4
, atribuyó el
esnobismo al “hombre-masa”, es decir, al
obrero que atacaba al “viejo liberalismo” y
defendía las “disciplinas llamadas
‘internacionales’” (Ortega y Gasset, 1983, p.
17). Para Ortega y Gasset, cuyo pensamiento
debe ser revisado si queremos comprender el
sustrato ideológico del grupo Sur, este hombre-
masa “tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo
derechos y no cree que tiene obligaciones: es el
hombre sin la nobleza que obliga –sine
nobilitate- snob”
5
. Es posible entrever, ya en
esta brevísima reseña, que el dilema se
instauraba entre el individuo y el hombre-masa,
o bien entre una selecta minoría y la
muchedumbre. Simultáneamente, el autor
identificaba al snob con este segundo grupo y
señalaba que la mayor amenaza, ahora que “de
pronto” se había hecho “visible” instaurándose
“en los lugares preferentes de la sociedad”
(p.41), era la creciente hegemonía de lo vulgar
que “no siente que existe sobre el planeta para
hacer algo determinado e incanjeable, (y) es
incapaz de entender que hay misiones
particulares y especiales mensajes.
(p.18)
Las consideraciones que brindó Jo
Donoso en su Prólogo a El libro de los snobs de
William Makepeace Thackeray vienen a
complejizar sus caracterizaciones posibles. En
principio, porque Donoso leía a través de la
tradición literaria inglesa que halló en Thackeray
una certera definición: “El snob es aquel que
4 El libro fue publicado en 1929, pero el mencionado
prólogo data de la edición francesa de 1937.
5 Acto seguido, el autor colocaba una nota al pie de
página en la que, sin citar fuentes, aseguraba que “el
origen de la palabra snob” se dio en Inglaterra, cuando
en “las listas de vecinos (que) indicaban junto a cada
nombre el oficio y el rango de la persona”, la abreviatura
s. nob. se utilizó para identificar a “los simples burgueses”
(p.17).
mezquinamente admira cosas mezquinas.
(Thackeray, 1976, p.7) Dentro de esta tradición,
marcaba en dicho Prólogo, pueden encontrarse
numerosos ejemplos que se remontan hasta el
retrato de la abadesa Sor Eglantina que Chaucer
hizo en sus Cuentos de Canterbury, así como
también diferentes orígenes del vocablo que se
distancian de aquél que Ortega y Gasset daba
por seguro. Por otra parte sostenía que, aunque
resultase molesto, debía admitirse el snobismo
que fluye de uno mismo, ya que “seguramente
existen escasos seres en cualquier capa social
cuya conducta no haya sido definida alguna vez
por esta peculiar forma de envidia que es el
esnobismo, ya sea consciente y reconocido, ya
sea oculto y vergonzante. (p.7) Asimismo,
destacaba la ironía practicada por el autor
victoriano, quien podía reírse a través de su
propia identificación con los snobs e incluirse
simbólicamente dentro de la condena moral que
desprendían sus ridículas semblanzas. Por su
parte, el propio Thackeray, en la serie de
artículos dedicados a retratar a los snobs
ingleses desde su irónica auto-asunción, dibujó
un friso social que abarcaba a snobs
aristócratas, mercaderes, militares, eclesiásticos,
universitarios, literarios, sibaritas, viajeros,
rurales, clubistas, jugadores, etc.; un friso cuya
amplitud habilitaba la tesis de Donoso acerca
del snobismo como “una manifestación de la
personalidad en su comportamiento social, no
privativa de la alta burguesía” (p.13).
Volviendo a Jauretche, podemos decir que su
concepción del medio pelo no concuerda con el
hombre-masa de Ortega y Gasset ni, a la
manera de Donoso, sus cualidades resultan
consideradas como “un rasgo del
comportamiento humano” (pp.7-8). A
diferencia del chileno, el linqueño lo
identificaba con un sector específico de la
sociedad; y a diferencia del español, ese sector
era la pequeña burguesía argentina. La
“posición equívoca” del snob en nuestra
sociedad se daría, entonces, en “el ambiguo
perfil de una burguesía en ascenso y sectores ya
desclasados de la alta sociedad” (Jauretche,
2010a, p.17). A raíz de su ambigüedad, el medio
pelo entendido como snob no encarna
cabalmente ni al paradigma cultural letrado-
civilizado ni al iletrado-popular; mas en su afán
por adquirir la alta cultura que admira y
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diferenciarse de aquel sector de la sociedad al
que desprecia por bárbaro e inculto, recae en
consumos culturales específicos. En Filo,
contrafilo y punta (1964) Jauretche había
empleado los términos tilingo y guarango para
diferenciar los perfiles sociales que podrían
haber derivado de la burguesía que emergió con
la industrialización pre y propiamente peronista.
De haber reconocido su procedencia popular,
ese sector social habría sido guarango, es decir, la
oligarquía lo habría acusado de tener “mal
gusto” pero habría tenido un gusto propio. Sin
embargo, al negarla, quiso imitar a esa
oligarquía y se convirtió en tilingo, refinando sus
modales al precio de “desnacionalizar” su
conciencia. De allí que el objetivo principal de
la prédica jauretcheana haya sido “nacionalizar
la conciencia” de los sectores medios. Por otra
parte, en esa misma obra había distinguido
entre “snobs auténticos” y “snobs de magoya”,
tomando a Victoria Ocampo y a Jorge Luis
Borges como ejemplos paradigmáticos de los
primeros y a “todos (los) hijos de tanos,
gallegos, vascos, turcos, judíos y criollos secos,
que se amontonaron en la SADE, en Sur y en
La Nación de los domingos” (Jauretche, 2010b,
p. 12) como encarnaciones de los segundos.
Repasado este antecedente, permítasenos
rectificarnos: el medio pelo no sería el snob a
secas sino el “snob de magoya”, y su postura
constituiría, según el autor, “una traición
deliberada, una evasión del país y de la
responsabilidad nacional al precio del prestigio,
la fama, la consagración” (p.12). Por su parte,
los snobs auténticos” responderían a su
condición aristocrática, orientada
históricamente a desarrollarse “al margen de la
vida real” y de acuerdo a modelos importados.
Por último, creemos que es interesante
señalar cierto lazo congénito entre el
surgimiento del “snob de magoya” o medio
pelo, así como también de su función social en
los países semi-coloniales, y el desarrollo de la
cultura de masas. Es decir que, a como el
pequeño burgués resulta el “tercero en
discordia” que rompe con el dualismo
establecido entre las clases “alta” y “baja”, la
cultura de masas es “la tercera en discordia”
que viene a modificar la relación bipolar entre
lo que llamamos paradigmas letrado-culto e
iletrado-popular. Éste es, justamente, el modo
que Ana María Zubieta y otros autores (2000)
eligieron para denominarla en su recorrido por
las genealogías de conceptos tales como: cultura
dominante, burguesa, legítima, culta y/o letrada, por
un lado; cultura dominada, popular, proletaria y/o
contracultura, por el otro; y cultura de masas como
la tercera esfera a indagar.
Vayamos ahora a Kusch, en cuya obra el
término pueblo, como señalaba el propio autor,
era empleado para designar al “hombre real” de
la América actual que no es totalmente
moderno ni totalmente indígena” (Kusch,
2007b, p.225). En este sentido, Kusch excluía a
la clase media “estéril” que se desvive por “ser
alguien”, es decir, por concretar la imagen que
tiene de sí a través de un determinado quehacer.
Pero al no suscribir teóricamente al marxismo,
no discriminaba al sujeto americano en
términos de clase social y en su definición de
pueblo incluía también a los sectores medios.
Esto resultaba posible dentro de su planteo
porque, más allá de la colonización pedagógica
ejercida fundamentalmente sobre los sujetos
pequeño-burgueses, existiría una “popularidad
interior” subyacente a la inculcada cultura
europea. Cabe aclarar que, de manera semejante
a los autores anteriormente reseñados, Kusch
atacó en sus primeros escritos a los
sostenedores de un estado de “neurastenia
literaria”. Pero todos ellos luego comprendieron
que la literatura era sólo una expresión
significativa de fenómenos culturales más
amplios en los cuales se enmarcaba. Por ello,
sus respectivos senderos teóricos y críticos
fueron escudriñando mecanismos políticos y
culturales de implicancias fundamentales para la
interpretación de la realidad argentina. Del
planteo filosófico de Kusch, queremos
remarcar su distinción entre dos modalidades
de pensamiento, el pensar causal y el pensar
seminal, así como también el carácter
complementario que les asignó al
comprenderlos como partes de un pensar total.
Debemos hacer hincapié, a la vez, en la
correspondencia entre el primer tipo de pensar
y el paradigma cultural civilizado-letrado-culto
asentado, de acuerdo al desarrollo filosófico
moderno occidental, en el vector causal que
busca generar soluciones desde la racionalidad
pragmática. Por su parte, el pensar seminal
vendría a corresponderse con el paradigma
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bárbaro-iletrado-popular- que, de acuerdo a ese
mismo desarrollo filosófico moderno
occidental, se asienta en el vector seminal que
persigue la salvación más allá de las cosas
nombrables.
6
Ahora bien, decíamos que uno de los
principales desvelos de Kusch, así como
también de otros pensadores contemporáneos
preocupados por la nacionalización de la
conciencia argentina (y, por extensión,
“latinoamericana” o “americana”) era identificar
tanto al sujeto revolucionario como
contrarrevolucionario de su época. Siguiendo
este desvelo, Kusch descendió de toda voluntad
metafísica para tratar con los hombres
concretos de su tiempo. En este sentido, la
relación dicotómica que estableció en un
principio entre indios y porteños como si fuesen
un negro y un blanco absolutos, fue
transmutando en una suerte de yin yang budista
en el que cada uno de los elementos contiene
en su interior el germen o la “semilla” del
término opuesto.
7
De acuerdo con este nuevo
emplazamiento, Kusch planteó (contrariamente
a lo que afirman algunos de sus críticos), que
una existencia asentada en el vector afectivo no
rechaza por principio al vector causal y sus
“soluciones técnicas” (lo cual sería un absurdo,
puesto que todas las culturas indígenas
desarrollaron las propias) pero lo hace si esta
“solución” no se consagra, es decir, no participa
del horizonte de salvación sin el cual se
desfonda el molde vital donde se asienta toda
cultura. Paralelamente, comprendió que algo de
bárbaro indio cundía bajo la piel del civilizado
porteño, curtida por libros y datos que tendían a
6 En las investigaciones de Mircea Eliade -con quien
Kusch muestra importantes puntos de contacto- esta
dualidad se traduce en dos matrices culturales, la
“tradicional” y la “moderna”, que implican o bien un
cierre o bien una apertura hacia lo sagrado. (Eliade, 1998,
p.42)
7 En la cosmovisión del indio Santacruz Pachacuti
estudiada por Kusch en América profunda (1962), este tipo
de integración de la dualidad puede asimilarse con la
unión de los sexos en el dios Viracocha (2007b, p.34). La
similitud, sin embargo, fue explicitada posteriormente,
cuando en el apartado “Introducción a la Puna” de Indios,
porteños y dioses (1966), señaló: “los antiguos quichuas (…)
pensaban (…) que el sentido del mundo se repartía entre
lo masculino y lo femenino, el cari y el huarmi, de la
misma manera como los chinos distinguían entre el yin y
el yang.” (2007a, p.152)
escindirlo de su contexto vital; y a la vez,
sostuvo que ese punto negro sobre blanco
pleno no conseguía salir de su estado infantil
(“seminalidad infantil”) porque no lograba
romper con ese miedo a ser bárbaro que
subyace en las consciencias occidentalizadas y
su “pobre individualismo”.
8
Aquí, como en
tantos otros aspectos, Kusch se mostraba
deudor de las investigaciones de Carl Jung en
torno a la psicología profunda y los arquetipos
compartidos por la especie humana. Pero a
diferencia de la tradición europea, por un lado
se propuso identificar ambos paradigmas con
sujetos históricos de su lugar y su tiempo; por
otro lado, su reflexión filosófica –devenida
antropológica y a la vez política- trascendió
tempranamente la dualidad para proponer la
tensa convivencia entre ambos polos o vectores
a manera de motor de la historia. Entonces,
observó el peligro de que ese motor pudiera
“descomponerse” o “paralizarse” si se imponía
un proyecto existencial que escindiera al vector
racional del vector emocional, a la solución de
la salvación, al cuerpo del espíritu, a la cabeza
del corazón. El pensar total, afirmó entonces,
debía implicar necesariamente a ambos
vectores. Frente a esta necesidad, comprobó
que los proyectos políticos fundacionales de
nuestra región, bajo el influjo del positivismo,
8 Tomamos la expresión del ensayo escrito por Jorge
Luis Borges entre 1945 y 1946. Actualizaba allí los
principios liberales que señalamos en Ortega y Gasset,
enfrentándose a un nacionalismo que “quiere
embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente
molesto” (Borges, 1998, p.58). Entonces calificaba a ese
nacionalismo de “ilusorio” e “imaginario” y deslizaba
comparaciones entre los argentinos y “los americanos del
Norte”, o entre los argentinos y “casi todos los
europeos”. A partir de este cotejo apuntaba, por ejemplo,
que el argentino no se identifica con el Estado (puesto
que “es un individuo, no un ciudadano”) y que “el
mundo”, según la cosmovisión argenta, no es “un
cosmos” sino “un caos”. Sobre el final, consumado su
diagnóstico, disparaba:
Se dirá que los rasgos que he señalado son
meramente negativos o anárquicos, se añadirá que
no son capaces de explicación política. Me atrevo a
sugerir lo contrario. El más urgente de los
problemas de nuestra época (ya denunciado con
profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la
gradual intromisión del Estado en los actos del
individuo; en la lucha con ese mal, cuyos nombres
son el comunismo y el nazismo, el individualismo
argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora,
encontrará justificación y deberes (p.59).
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se erigieron anulando la dimensión sagrada de
la existencia; y que esta anulación trajo
aparejada la mutilación de un hombre que
rechazó al mito y acabó negando, en los
desarrollos más avanzados del pensamiento
(pos)moderno, la existencia misma de la historia
como posibilidad de tramar relatos que
otorguen significado a la experiencia
compartida por los miembros de una
comunidad. Asimismo, de acuerdo con lo
expresado, la caracterización que Kusch hizo
del pequeño burgués en tanto “intelectual” no
fue unilateral como en Ramos sino más bien
ambivalente, como se daba en el caso de
Hernández Arregui. Pero a diferencia de éste,
en el planteo kuscheano existe un principio de
explicación acerca del porq un mismo sujeto
puede generar empatía o rechazo hacia los
“sectores más desfavorecidos” o “clases
inferiores” –por decirlo de algún modo- que
Arregui identificaba con el término proletariado.
Dicho principio, creemos, se deriva a su vez de
la posibilidad de integrar o negar la propia
seminalidad por parte de los sujetos letrados. En
caso de ser negada, el individuo se encapsula en
su miedo a ser ese bárbaro Otro que lo habita y,
paradójicamente, no llega a ser plenamente él
mismo. Si la integra, el individuo puede
adentrarse en el horizonte simbólico que provee
el salvacionismo emocional. El pueblo, en el
pensamiento de Kusch, resulta así el símbolo
que encierra los conceptos de lo masivo, de lo
segregado, de la invalidez ontológica y de lo
arraigado que, aunque se comprenda como lo
opuesto a uno mismo de acuerdo a
connotaciones de tipo cultural, participa desde
lo más profundo de todo individuo. Kusch
sostuvo, entonces, que el sujeto letrado también
podía ser un gestor: una “semilla” “regada” y
“abonada” que, adoptando palabras de Jorge
Torres Roggero, ya no es un “sujeto biográfico”
o una “inteligencia individual” sino el “sujeto
de una acción en que el pueblo agota el
fenómeno cultural como puro proyecto.
(Torres Roggero, 2005, p.75) La condición
indispensable, agregamos nosotros recurriendo
a la célebre expresión de Eduardo Galeano, es
que no divorcie a la cabeza del cuerpo e intente
una “fusión contradictoria, difícil pero
necesaria, entre lo que se siente y lo que se
piensa.
9
El tercero en discordia como posibilidad de
concordia
Podemos arriesgar, sin temor a exagerar o a
deformarlo, que el pensamiento de Kusch
estuvo volcado en buena medida a reflexionar
sobre la constitución de un sujeto filosófico y
político que se correspondiera con la
conciliación de clases propuesta por el
peronismo. En la doctrina de Perón,
capitalismo y comunismo eran las dos caras de
una misma cultura imperial materialista.
10
Consecuentemente, los gobiernos justicialistas
descartaron la lucha de clases para habilitar una
tercera posición anti-imperialista asentada en una
amalgama policlasista que tuviera como
elemento aglutinante a la llamada conciencia
nacional. Ya hemos visto que Kusch, como
muchos pensadores de su tiempo, vio allí una
sugestiva apuesta que encerraba otro problema
de primer orden, pues no sólo la estructura
económica del país se había constituido sobre
un modelo agroexportador que acotaba el
surgimiento y la consolidación de esa burguesía,
sino también porque la superestructura cultural
había instaurado un paradigma racionalista que
llevaba a los sujetos pertenecientes a esa clase a
abjurar del vector afectivo y renegar del Otro.
Para Kusch, el núcleo del problema radicaba en
que esa abjuración cercenaba una cualidad
profundamente humana: la de inteligir con el
corazón. En este sentido, sostuvo que si el
único vector que cincelaba a una cultura
resultaba ser el causal, quedaría abolida la
posibilidad de generar empatía y las
comunidades humanas estarían condenadas a su
extinción. A la vez, se distanció de las
9 Citado en: Russo, 2015.
10 Reuniendo textos producidos en años precedentes, en
el libro La hora de los pueblos (1973) Perón repasó los
principios de su doctrina política para ubicarla como
pionera de los movimientos de liberación del Tercer
Mundo. En ese marco, sostenía que:
(el) desarrollo intenso de la política internacional,
dentro y fuera de los países, ha impuesto la
necesidad de crear los instrumentos para manejarla
y así han surgido las “Grandes Internacionales”. El
capitalismo y el comunismo soviético no son sino
dos de ellas, aparentemente contrapuestas pero, en
realidad de verdad perfectamente unidas y
coordinadas (Perón, 1982, p.28).
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tendencias hegemónicas en el pensamiento
occidental y sus diversos epifenómenos locales
para advertir, en una primera instancia, que las
sociedades (latino)americanas no habían
atravesado procesos de híper-tecnificación; por
este motivo, la negación del vector afectivo se
correspondería con una pequeña porción
poblacional reconocible en los civilizados sujetos
urbanos. Pero luego observó que este vector
afectivo también se encontraba latente en los
sectores minoritarios que corrían tras la
“ficción ciudadana”. Entonces, comprendió que
el histórico rechazo de esos sectores en relación
a la bárbara otredad popular era la traducción
política del rechazo a su propia dimensión
afectiva. Sin embargo, tanto la presencia física
de esa otredad popular como del vector afectivo
en la constitución subjetiva de los sujetos
“civilizados” se obstinaban en permanecer. Al
constatarlo, Kusch propuso que para “ganar la
salud”
11
(equilibrio psíquico de sujeto social) y
“simular naciones”
12
(equilibrio político de la
comunidad) era necesario conciliar ambos
vectores. Lo cual era, ni más ni menos, una
propuesta filosófico-antropológica que
pretendía correr en fructífero paralelo con la
conciliación de clases del justicialismo.
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11 Tomamos la expresión del Exordio de América
profunda, en donde planteó el problema de la “integridad
mental” americana y su solución, consistente en “retomar
el antiguo mundo para ganar en salud. Si no se hace así,
-agregaba- el antiguo mundo continuará siendo
autónomo y, por lo tanto, será una fuente de traumas
para nuestra vida psíquica y social” (Kusch, 2007b, p.4).
12 Extraemos estos términos de La negación en el
pensamiento popular, obra publicada en 1975 (ver Kusch,
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