Revista Pelícano Vol. 2. El asalto de lo impensado
ISSN 2469-0775 - pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 40-59
Agosto 2016 – Córdoba
tiene que ver con el positivismo del poder. Así,
antes de plantear aun sea sólo algunos aspectos
esenciales de este vínculo (III) es necesario
exponer de qué concepciones estoy hablando
(II).
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Las preguntas filosóficas que se pueden
plantear en relación con lo anterior son: ¿en
verdad consiste o se reduce la inter-acción
humana en la comunidad política a acciones
estratégicas de poder, a la lucha por el poder?,
¿es sólo esto lo que articula, estructura y
posibilita la acción y organización socio-
política?, ¿en verdad actuamos todos los
individuos sólo con base en la búsqueda y el
ejercicio del poder?, ¿es ésta realmente la única
forma de buscar y ejercer el poder político?, ¿la
política, o lo político, se reduce a eso?, ¿no se
puede entonces distinguir racionalmente entre
usos legítimo e ilegítimo del poder? El gran
problema ético es aquí que si no hay criterios ni
principios morales, normativos, objetivamente
válidos –y si no existen criterio ni parámetros
conceptuales, lógicos, teóricos, de validez
objetiva–, entonces no hay modo de poder
determinar qué es legítimo o ilegítimo, justo o
injusto, racional o irracional ni diferenciar y
decidir así de modo igualmente racional entre
ellos. No hay así modo de criticar estrictamente
(i.e. filosóficamente y de modo objetivamente
válido) ni de decidir en torno a si lo fácticamente
dado (económico, social, político, educativo,
religioso, cultural) es bueno o malo, legítimo o
ilegítimo, racional o irracional. Todo juicio,
acción, y meta se puede hacer depender
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No es meta de este trabajo la crítica argumentativa a los
enfoques que expongo en seguida. El presente es parte
de una serie de trabajos en los que me abocaré a la crítica
de cada uno de ellos, en el intento de fijarlos como
representantes de un cierto tipo de racionalidad –muy
limitado y desastroso– al que opondré, como necesario y
legítimo, otro tipo de racionalidad desde el que es posible
y efectiva la crítica y refutación de aquéllos. Hay
afortunadamente mucho trabajo crítico sobre este asunto;
pero aun así, hay todavía cosas a desarrollar en este
sentido crítico. Remito por ahora a las referencias
bibliográficas de mi artículo Rojas Hernández (b), donde
se indican trabajos que han llevado a cabo crítica
fundamental de estas concepciones. Con mucho de lo
que se va a exponer se puede vincular todavía la
concepción económica del individuo egoísta, la tesis del
egoísmo universal, pero por cuestiones de espacio no
abordo este asunto que trato ampliamente en Rojas
Hernández (d), (e), y en otro artículo en preparación
sobre la crítica de la racionalidad económica.
entonces de valoraciones y decisiones subjetivas
(individuales o de grupo) no más
fundamentables, y esto quiere decir, en el caso
extremo, arbitrarias. Así, a fin de cuentas, nada
puede impedir ir a parar, justo, en el mero
“decisionismo”, el cual tiene que afirmar
lapidariamente que sólo cada uno puede decidir
por sí mismo sin más criterios para determinar si
lo que decidió es correcto (legítimo, justo,
racional) –como ya vimos arriba. Es la decisión
pura liberada de todo momento o componente
normativo. Para el “decisionismo” no se puede
fundamentar racionalmente (i.e. mediante
argumentos) la opción y decisión por una
determinada norma moral o por otra, por una
determinada acción o por otra cualquiera, por
un medio y una meta u otros: “el decisionismo
sólo aparece cuando la fundamentación última
es sustituida por la decisión última” (K.-O.
Apel, cit. en Cortina, 1985, p.44).
Ante lo expuesto es preciso no pasar por
alto de ninguna manera que, por un lado, el
enfoque del positivismo del poder, vinculado de
diferentes formas y grados con los otros
enfoques expuestos, sí ha(n) ejercido y sigue(n)
ejerciendo una enorme influencia en la
conformación o estructuración del pensar,
querer y actuar humanos en los diferentes
ámbitos económicos, sociales, políticos,
educativos, militares, incluido el religioso.
Considero que hoy en día esto se ha
radicalizado aún más, en especial en los ámbitos
de la economía y la política. Esas concepción
están realmente presentes en el mundo actual,
siguen siendo de enorme peso e influencia, se
siguen imponiendo y propagando. Por otro
lado, con ellos no se trata de meras
elucubraciones hueras de unos individuos
encerrados en sus cubículos, oficinas, empresas,
laboratorios, sino de formas de pensar, sentir y
actuar muy arraigadas en nuestras sociedades.
Defiendo por eso que no se puede simplemente
separar la manera en que un individuo piensa y
concibe el mundo de la forma en que lleva su
vida individualmente y en grupo, y en que actúa
e interactúa en la academia, el parlamento, la
empresa, como amigo/a, como profesionista,
etc.; innumerables individuos y grupos piensan y
conciben el mundo en la manera expuesta y, acorde con
ello, actúan, luchan, buscan alcanzar sus metas y
satisfacer sus gustos, preferencias, intereses de las
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