Revista Pelícano Vol. 1. Nuevas narraciones
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 126 – 134
Agosto 2015 – Córdoba
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evangelio para analizar cómo y cuándo la vida
eclesial se torna una mala noticia para las
mujeres, impidiéndole discernir que la
sexualidad y el género tienen la posibilidad de
relacionarnos con Dios.
Coincidiendo con Foucault y Butler acerca
de que la sexualidad es una construcción social,
Nancy Bedford se pregunta por qué la
heteronormatividad como ley impide la
dinámica de la gracia para las personas que caen
fuera de los cánones de la misma, qué hay del
carácter liberador del evangelio en relación con
las identidades sexuales y qué requiere de los y
las creyentes el Dios de la justicia cuando los
confronta con la diferencia sexual en la
creación.
La vida cotidiana es el escenario de la
reflexión teológica de una mujer religiosa que
cuestiona la criminalización del aborto
terapéutico para obtener el apoyo de una
jerarquía católica ultraconservadora, como
sucedió en Nicaragua. La violencia del uso de
las mujeres como botín de la democracia
formal, artículo de intercambio en el mercado
de los votos, la lleva a abordar el tema del
aborto desde la fragilidad histórica del cuerpo
de las mujeres. Así como, el rechazo de las
jerarquías católicas, en la Ciudad de México, al
matrimonio entre personas del mismo sexo la
lleva a postular al interior de un grupo de 150
pastoras y pastores la homosexualidad en
relación con la materialidad de la buena
creación de Dios. Les pidió, como ejercicio, que
se miraran en su constitución, que reconocieran
las sexualidades que había entre ellas y ellos
para dejar de ver al disidente sexual como otro.
Con la misma concreción, se refiere a una
ceremonia litúrgica para festejar el cambio de
nombre de quien entró a estudiar con ella
teología como mujer pero salió de ahí como
hombre, un transgénero que quiso celebrar
cristianamente su paso de vida.
Estos tres momentos o escenas, a Nancy
Elizabeth Bedford le ilustran el carácter fluido,
yo diría histórico, de la realidad social y política.
El aborto, el matrimonio igualitario, el cambio
de adscripción genérica son temas que
esconden los derechos sexuales de las mujeres,
la persistencia de relaciones de poder entre los
géneros, la cosificación sexual de los cuerpos y
la decadencia de la familia nuclear. Le urge, por
lo tanto, una teología encarnada, para anunciar
que la sexualidad no es un ente fijo, que está
ligada al cambio y a la vida, pues en Cristo no
hay hombre ni mujer, porque en su evangelio la
posibilidad de la conversión, del cambio, no
está fuera de la gracia, sino nos manifiesta lo
que hemos de ser. Su propuesta de la gracia y la
sexualidad se centra en la encarnación y desde
ahí piensa la particularidad, la singularidad de
cada persona en el horizonte normativo de la
convivencia social teológica. En otras palabras,
pide una reflexión sobre los derechos sexuales
que se sostenga en un marco integral, que no
deje de considerar las condiciones en que se
realiza la vida, que reconozca la violencia contra
las mujeres y se postule la liberación como acto
revolucionario, sin puritanismos ni cosificación
de la vida.
La reflexión de Bedford, que no soy capaz
de seguir en sus reflexiones teológicas más
profundas, porque se me escapa el sentido de la
gracia, nos lleva a reflexionar sobre la evidencia
que están frente a los ojos de cualquier lega
como yo: por ejemplo, el conservadurismo del
matrimonio laico entre personas LGTB. Éste se
sostiene en los paradigmas de la familia nuclear,
institución cuya crisis está ligada a la crisis del
modelo económico que la hegemonizó. Hoy la
familia nuclear es prácticamente imposible de
llevar adelante si en ella no existen un empleo
remunerado continuo y una condición de salud,
pues no es viable para la discapacidad, la vejez y
la demencia. Por supuesto Bedford va más allá,
y la fluidez epistemológica de los temas de
género y sexualidades la llevan a repensar su
discurso acerca de Dios. Y lo hace con una
libertad mayor que la de una laica o una
feminista secular cuando se enfrenta a su
discurso acerca de la ley y la justicia. Para
Bedford, que es creyente, cuando pensamos en
las personas vivientes las visualizamos como
cuerpos sexuados y esa imagen nos acompaña
cuando hablamos de Dios. Su Dios es por lo
tanto concreto y trascendente, eso es, tan fluido
que trasciende el sexo pasando de uno a otro,
en una perenne transexualidad.
Esta imagen evangélica y esperanzada del
horizonte de los derechos sexuales pasa a ser
analizada por la sociología que, según Juan
Marco Vaggione, tiende a estudiar lo religioso
como un resabio de las sociedades tradicionales,