Revista Pelícano Vol. 1. Las formas de la memoria
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 114 – 125
Agosto 2015 – Córdoba
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de segunda por sus orientaciones sexuales,
sus fracasos matrimoniales, sus errores en
la vida.
Por eso, la Iglesia como signo debe
significar en su propia estructura interna la
salvación que anuncia (salvación del
egoísmo, la codicia, la opresión del
hombre por el hombre, la liberación de la
sumisión al dinero). Su organización debe
estar en función de esa tarea. Ser signo de
liberación de Dios en la historia. Ella
misma debe ser en su existencia concreta
lugar de liberación. Un signo debe ser
claro y comprensible; por eso las urgentes
reformas en la Iglesia no son un fin en sí
mismo sino que se orientan a que la Iglesia
pueda cumplir su misión en el mundo hoy:
anunciar ese nuevo orden llamado reino
de Dios anunciado por Jesús.
La perspectiva de Velasco permite sintetizar
nuestro parecer y también dar un paso más al
expresar que en el seno de nuestra propia
Iglesia hay un mundo de excluidos, hay un
mundo de pobres. Abrir las puertas a los
nuevos sujetos emergentes, a los injusticiados
de hoy, comprometernos con su vida de fe, con
sus luchas para erradicar la injusticia que los
somete, nos exige tomar conciencia de las veces
en que como Iglesia, desde nuestras propias
estructuras, lejos de ser signo de liberación, nos
constituimos en aquellos que excluyen, que
victimizan, que ignoran, que someten, que
dañan. Es necesario volver a ellos y mostrar,
como decía Ellacuría, el rostro maternal de la
Iglesia y dar pasos para que los que se sienten
alejados se sientan acogidos, partes y partícipes
protagonistas de la vida de la Iglesia.
Creemos que con su vida y su fuerza, la
Iglesia de los pobres va mostrando, y debe
seguir mostrando en su existencia concreta y en
su misión, que ella es “sacramento histórico de
liberación”; y va invitando a la Iglesia toda, a ser
un signo claro, comprensible y creíble para el
mundo de hoy ad extra y también ad intra.
Una conclusión que no concluye.
Procuramos en este escrito recuperar, al menos
aproximativamente, los aportes más
significativos que Ignacio Ellacuría ha realizado
en torno a la temática de la Iglesia de los
pobres.
Creemos que sus reflexiones siguen teniendo
especial vigencia y, aunque él dijera que “suena
fuerte”, siguen interpelando a la Iglesia hoy,
porque le permiten descubrir qué lugar real
ocupan en ella, en su estructura, en sus
decisiones pastorales, en su Magisterio, en su
teología y en la vida de cada uno de nosotros
como cristianos, los pobres; no solo como
destinatarios de nuestras acciones, sino como
verdaderos sujetos. La Iglesia de los pobres se
constituye, por tanto, también en “hacia” dónde
seguir caminando para ser una comunidad
eclesial más fiel al seguimiento de Jesús.
Para finalizar dejamos que el propio
Ellacuría nos “interpele” con sus palabras:
Las Iglesias de L.A. interpelan, no sé si a la
Iglesia española o a la alemana, a quien las
quiera mirar, en esta cuádruple dirección:
¿hay en su Iglesia una opción preferencial
por los pobres?, ¿hay en su Iglesia un
acompañamiento real a las luchas que
realmente sean de liberación de las
mayorías populares?, ¿hay un esfuerzo
para que la teología y la pastoral se metan
dentro de esos movimientos y traten de
cristianizarlos?, ¿hay un factor profundo,
importante, de persecución? Lo único que
quisiera –porque eso de interpelación
suena muy fuerte– son dos cosas: que
pusieran Uds. sus ojos y su corazón en
esos pueblos que están sufriendo tanto –
unos de miseria y hambre, otros de
opresión y represión– y después (ya que
soy jesuita) que ante ese pueblo así
crucificado hicieran el coloquio de san
Ignacio en la primera semana de los
Ejercicios, preguntándose: ¿qué he hecho
yo para crucificarlo?, ¿qué hago para que
lo descrucifiquen?, ¿qué debo hacer para
que ese pueblo resucite? (Ellacuría, 1982,
p. 230).
Referencias bibliográficas
AZCUY, V. (2005). Hacia una nueva
imaginación sobre el laicado y las mujeres en la
Iglesia. Revista Teología, 88, 537-556.
DUSSEL, E. (2007). “Transformaciones de los
supuestos epistemológicos de la Teología de la
Liberación”. En Ferraro, J. (ed.) Debate actual