Revista Pelícano Vol. 1. Las formas de la memoria
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 101 – 113
Agosto 2015 – Córdoba
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dos da cuenta cabal de la realidad en cuanto tal,
Ellacuría encuentra en Zubiri la concepción
unitaria de la realidad. En dicha concepción, las
dicotomías tradicionales inteligencia-
sensibilidad, alma-cuerpo, humanidad-
animalidad, realidad-ser, naturaleza-historia,
trascendencia-inmanencia, quedan resueltas
como momentos de una única estructura
dinámica que exige todas estas notas para
conformar lo real
. La relación entre ser y
saber, propia de la conciencia humana y su
historicidad, es más compleja de lo que Marx
vislumbró. Zubiri ahonda precisamente en tal
complejidad. No entraremos aquí en los
matices del pensamiento zubiriano. Baste con
arriesgar la afirmación de que es la conjunción
entre el análisis histórico y socio-económico
marxista, por un lado y la metafísica y
epistemología zubirianas, por otro, lo que da de
sí, en el pensamiento de Ellacuría, a la filosofía
de la realidad histórica. En pocas palabras, la
inteligencia sentiente que nos constituye como
seres humanos no nos viene de ningún lugar
que no sea el propio dinamismo de lo real. No
obstante, el hecho de ser “realidades físicas
abiertas” (Samour, 2006, p. 156) nos distingue
Llama la atención que tanto Cerutti como Ellacuría
persigan la superación de los dualismos en los que se
funda la filosofía occidental. Recordemos la crítica
ceruttiana a la “dialéctica interrupta”, como obstáculo
para la construcción del conocimiento en Nuestra
América. Se trata de otro punto de contacto relevante
entre estas dos corrientes de la filosofía para la liberación
latinoamericana, sobre el cual valdría la pena ahondar.
Baste aquí con señalar que adoptamos esta concepción
unitaria de lo real, cuya consecuencia fundamental es la
comprensión de la realidad como una única estructura,
cuyos elementos constitutivos se encuentran íntimamente
imbricados, en contra de concepciones anti-unitarias y
anti-estructurales.
En este sentido, conviene observar con detalle la crítica
ellacuriana al materialismo dialéctico, explicada por
Samour en el cuarto capítulo de la obra citada (pp. 185-
192). Allí queda claro por qué Ellacuría toma distancia de
la metafísica que subyace al marxismo ortodoxo, basada
en la idea decimonónica, fisicista y pobre de la materia
como realidad objetiva, eterna, aprehensible por medio
de los sentidos y cognoscible por medio de las ciencias
naturales. Ellacuría complejiza esta idea de materia al
asumir los conocimientos científicos que sobre ella se
produjeron en el siglo XX, pero también al postular la
superación del dualismo entre materialismo e idealismo y
entre ser y pensamiento. En la unidad estructural de la
realidad histórica, ambos aspectos se relacionan para
constituirla.
de los demás seres vivos, forzándonos a tomar
decisiones respecto de cómo actuar frente a lo
dado. Esas acciones que decidimos emprender
constituyen la praxis histórica. Precisamente
porque somos seres práxicos, que participamos
activamente en la realidad transformándola,
somos inteligencias sentientes, o viceversa. He
aquí la afinidad entre Marx y Zubiri.
Dentro del marco hegeliano, el quehacer
subjetivo estaba prefijado de antemano. No
había, pues, libertad de movimiento para
personas ni cuerpos sociales, porque el
acontecer histórico estaba ya definido por el
espíritu absoluto. En contra de esta idea,
Ellacuría reivindica el concepto de persona, en
tanto que agente con capacidad y libertad de
decisión. Somos las personas y las sociedades
quienes construimos la historia, con base en los
sistemas de posibilidades abiertos por las
generaciones que nos precedieron. No se trata,
pues, de defender ningún voluntarismo, sino de
afirmar el hecho de que los seres humanos,
individual y colectivamente, participamos en el
devenir histórico activamente, por medio de
nuestra praxis. La más importante consecuencia
de esto es que sobre nosotros recae la
responsabilidad de la realidad histórica. Nadie
más puede hacerse cargo de lo que ha sucedido,
sucede y sucederá en la historia.
Las palabras del propio Ellacuría son
estimulantes en ese sentido: “La historia está
completamente abierta al mundo. No tiene
ningún empeño especial en mantener las
estructuras, de las cuales vive justamente en un
presente; podrá en un futuro cambiarlas, podrá
arrojarlas por la ventana, pero ello será siempre
operando sobre las posibilidades que ha
recibido […] En la historia, que incluye y
supera la evolución, es donde la realidad va
dando cada vez más de sí […] Por eso el que
vive al margen de la historia vive al margen de
la filosofía […] De ahí que el logos más
adecuado para ahondar en lo más real de la
realidad sea un logos histórico, que asume y
supera al natural” (Ellacuría citado en Samour,
2006, p. 162).
También el concepto de Dios adquiere en
Ellacuría un carácter histórico. Es en la historia
en donde lo divino se manifiesta. Por eso no
hay dos realidades, una mundana y otra divina,
sino una sola realidad histórica en la que Dios