Revista Pelícano Vol. 1. Las formas de la memoria
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 89 – 93
Agosto 2015 – Córdoba
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máximo del amor no está claramente en la
acción –aunque lo que se haga sea mucho– sino
en la Pasión. En la pasión con que se vive, y
fundamentalmente, en la Pasión con
mayúsculas, la que se da en el paso de Dios por
la vida de una persona y una institución. La vida
y la pasión del profeta acreditan finalmente su
obra. Acreditan que no es su obra sino obra de
Dios.
Y por eso es una obra significativa que ha
trascendido a las personas y al tiempo. Pero esta
significatividad –en cristiano– reside en
identificarse con la vida y las opciones de Jesús
“que para los sabios fue un necio, para los
piadosos un escándalo y un revolucionario para
los gobernantes, siendo por eso, naturalmente,
crucificado” (Moltmann, 1977, pp. 17-18).
Hoy los que tienen intereses contrarios a los
de las grandes mayorías y a los de Jesucristo ya
no suelen cometer la torpeza de las balas. Si no
pueden comprar o amedrentar, entonces
calumnian, desacreditan, descalifican por los
medios. Pero no hay que engañarse, hoy el
desafío para las universidades y los
universitarios sigue siendo el mismo: el
testimonio. El martirio.
Para la Iglesia, el testigo, es decir el mártir, es
alguien que ya está junto a Dios. No necesita ya
de los engorrosos y onerosos trámites
eclesiásticos para ser admitido en el catálogo de
los santos. El testimonio de la entrega de su
vida ya nos da la certeza de que comparte la
gloria con Cristo. Por eso podemos rezarles a
ellos.
Por eso mismo, quisiera terminar este
homenaje con una oración. Una oración que
compusiera Ricardo Falla, compañero y amigo
de Ellacuría.
Ellacu, te rompieron a balazos la cabeza. Tu
cabeza entrecana quedó sobre la grama. Quedó
sin pensamientos, como si fuera un cuarto sin
luz. Tus enemigos te odiaban y quisieron
destruir tu gran inteligencia. Te consideraban el
cerebro de la subversión dentro de la UCA y la
Iglesia. No saben que tus ideas están intactas y
están trabajando en miles de corazones dentro
de El Salvador y en el mundo entero.
Ellacu, te silenciaron la palabra. Te pusieron
por mordaza la húmeda tierra de la madrugada.
Demasiadas veces te oyeron desde la Cátedra
de la Realidad Nacional en la UCA y desde los
noticieros de la televisión. Tu palabra era
incisiva y despiadada contra la injusticia. Tu
palabra quitaba las máscaras de los más sutiles
engaños. Ahora, desde la más alta elevación del
predio universitario, como desde un monte
Calvario, seguirás hablando con más fuerza. Tal
vez ahora alcances lo que no pudiste en vida, la
conversión de tus enemigos. Perdónalos,
porque en realidad no saben lo que hacen.
Ellacu, te dejaron boca abajo. ¿Estás
desesperado? ¿No quieres mirar más las
estrellas de noviembre? Eras en verdad utópico.
Pensabas en la tercera fuerza, querías la
negociación, demasiado intentaste ser
mediador, buscabas la paz en esta tormenta de
odios, desde la Universidad quisiste abrir un
camino distinto, y para esto oías a políticos de
todos los bandos, escudriñabas embajadores,
prestabas la cátedra a académicos, acudías a
citas lejanas. Eras en verdad utópico, pero un
utópico que nunca se cruzó de brazos. Te
vemos ahora boca abajo. ¿Te desesperaste?
¿Tiraste la toalla? Comenzamos a entender que
la tercera fuerza no era tercerismo, que la
negociación no era claudicación, que la crítica a
los revolucionarios no era obstáculo a la
liberación, que tus pláticas con el presidente no
eran traición a los pobres. Ahora tu utopía,
ahora que no la lograste, nos empieza a
alumbrar el camino.
Ellacu, te dejaron acostado para siempre
junto a tus hermanos. Fuiste el líder de ellos.
Los arrastraste hasta la muerte. Allí tienes a los
tuyos, siempre fieles. Allí los tienes, dóciles,
siguiéndote hasta el final, dispuestos a no
dejarte, aunque a veces eras muy exigente con
ellos. No moriste solo. Moriste en comunidad.
No se equivocaron los enemigos. Tú no eras
solo. Eras con los tuyos. Sin ellos no eras nadie.
Ellacu, te robaron el premio Comín. Te lo
sacaron de tu cuarto, mientras otros te
mataban. ¿Dónde están esos cinco mil dólares?
A tu maestro lo vendieron por treinta monedas.
Por ti pagaron más caro, y los trabajadores de la
finca de Opico se quedaron sin casas. Tus
enemigos les robaron el premio. No te
preocupes. Tienes amigos. Acuérdate de tus
viajes a Holanda, Estados Unidos, España…
Los trabajadores de la finca de la UCA no
quedarán desamparados.