Revista Pelícano Vol. 1. El asalto de lo impensado
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 49 – 58
Agosto 2015 – Córdoba
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silencio sea tan intencionado y
transformativo como el discurso, en las
relaciones en torno del armario, depende
de que la ignorancia sea tan poderosa y
múltiple como el conocimiento.
Siguiendo la lógica de esta autora es posible
afirmar que nunca se está totalmente dentro del
armario ni tampoco totalmente fuera de él por
dos razones: la primera tiene que ver con lo que
Sedgwick llama “armario de cristal”: el sujeto
no tiene certeza de cuánta información acerca
de su sexualidad poseen los interlocutores con
los que interactúa y, en este caso, la sospecha y
el “secreto a voces” forman parte del mismo.
La segunda, es que cada vez que se enfrenta a
un sujeto desconocido se levantan nuevos
muros de silencio, sobreentendidos y
heterosexualidad obligatoria: ante un nuevo
“público” el sujeto tiene que decidir salir del
armario o quedarse en él.
Así expresa esta experiencia Francisco al
hablar no sólo de su experiencia sino también
de la experiencia de otros gays y lesbianas que él
mismo conoce dentro de su comunidad
parroquial. Sólo fuera de la Iglesia puede ser él
mismo porque “las paredes oyen”… Francisco,
en este caso, “supone” que muchos miembros
de la comunidad a los que él nunca les dijo nada
Kosofsky Sedgwick E., Epistemología del Armario,
Barcelona, 1998, pp. 14-15. Es posible pensar, a nuestro
entender, al silencio del que habla Sedgwick como
complementario de la confesión desde lo que plantea
Foucault en tanto dispositivos de producción de
subjetividad. La confesión implica una relación de poder
a través de un acto verbal en el cual el sujeto que habla
debe coincidir con el sujeto del enunciado. Esta supone
una relación de poder que se ejerce o la refuerza. Está
práctica no estaba presente en el cristianismo de los
primeros tiempos. Es posterior. Es decir que este acto no
estuvo vinculado a una práctica verbal. Dice Foucault:
¨La confesión en el ritual de penitencia del primer siglo
cristiano es una especie de manifestación simbólica de sí
que tiene como característica primera el no tener objeto
ni finalidad, y además, el no tener por objetivo el de
descubrir en el fondo de sí mismo una verdad oculta;
como característica segunda, la de no utilizar como
instrumento principal de la penitencia a una expresión
verbal” y más adelante agrega: “en Occidente, la
sexualidad no es lo que callamos, no es lo que estamos
obligados a callar, es lo que estamos obligados a confesar.
pp. 157-159 (Foucault, M. en Los Anormales, FCE,
Buenos Aires, 2007)
respecto de su deseo, conocen su orientación
sexual, incluidos los sacerdotes de la misma. Las
paredes de su armario, al parecer, son de cristal:
(…) mí compañera catequista es lesbiana.
Nos llevamos muy bien, nosotros siempre
decimos que hacemos la pareja perfecta
(risas) no nos vamos a pelear ni por la
mujer ni por el hombre del otro (risas). Me
llevo muy bien, es mi amiga. Me contó lo
de ella de la misma forma que yo, dando
vueltas (…) En nuestras casas somos
nosotros, eso seguro, o fuera del ambiente
de la parroquia o fuera de algún grupo que
estemos dentro de la parroquia, somos
nosotros, somos libres, podemos hablar de
todos nuestros temas, de decir: che, estoy
con mi pareja, me pelee, estoy bien, pero
dentro de la parroquia, sabemos que las
paredes oyen, las paredes oyen. (F)
La visibilización, en el caso de Francisco,
implicó un cierre de puertas por parte de la
iglesia pues, como él mismo lo expresó
anteriormente, no pudo continuar con el
proceso vocacional que deseaba hacer para
descubrir si “Dios lo llamaba” para ser
seminarista.
En relación con la familia, Francisco lo habló
explícitamente con sus hermanos y sobrinos y
ellos, que no tienen una experiencia religiosa
practicante fuerte, lo asumieron con serenidad.
Con sus padres aún no siente la necesidad de
explicitarlo. Sin embargo Francisco plantea que
la visibilidad es dificultosa, no sólo en los
ambientes eclesiales, sino también en ámbitos
no religiosos:
Tuve muchos lugares de trabajos, no había
forma de ser abierto, entonces sí o si
dentro de mi ambiente laboral tenía que
ser lo más discreto posible y en lo posible
no ser gay o dar una expectativa que lo
fuera, a pesar que conocí en el grupo de
mi trabajo que habían dos o tres que si lo
eran pero tuvieron también sus
complicaciones. Al enterarme de algunas
cosas que habían estado viviendo esos
chicos dije prefiero que me vean como
hetero (…). Preferí mantener mi identidad
oculta y mantenerme tranquilo. (F)