Revista Pelícano Vol. 1. El asalto de lo impensado
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 34 – 48
Agosto 2015 – Córdoba
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mayoría de las personas son católicas por
el derecho a decidir. Nosotras le pusimos
nombre. En privado, la mayoría de las
personas no toman en cuenta las
posiciones fundamentalistas que pretende
imponer la jerarquía católica (Carbajal,
2010).
Finalmente, y como síntesis, se podría decir
que desde su modo particular de considerarse
católicas las militantes de este movimiento
dicen ser mujeres creyentes despojadas de la
resignación que marcó y sigue condicionando a
muchas católicas que no luchan por mejorar la
sociedad porque creen que la vida es un camino
al más allá, un camino que cuanto más doloroso
es, más garantiza la felicidad eterna (Abella,
1965, p. 16).
La disputa por “la verdad” sobre la Virgen
María
Si se tiene en cuenta que CDD sostiene y
justifica una disidencia en el interior mismo de
la “identidad católica” en cuestiones que tienen
que ver, sobre todo, con la sexualidad y la
reproducción, es insoslayable la pregunta sobre
cómo aborda la figura de la Virgen María, qué
recuperación hace de este referente clave en
torno al cual se ha ido construyendo una
“concepción católica” de mujer, virgen, esposa
y madre.
Ante todo advierten que es significativo
tener en cuenta desde qué experiencias e
itinerarios formativos hablan los obispos, en
general, de la mujer. Sostienen que la mayoría
(sobre todo en el caso de México) se formó con
un pensamiento absolutamente clerical, sin
conocer otro mundo durante su formación; es
por ello que cuestionan desde qué lugar y bajo
qué referentes vitales los prelados analizan y
discuten temas como la familia, la educación de
los hijos, las relaciones de pareja o la sexualidad,
cuando crecieron en un mundo masculino, con
la Virgen María como referente de las mujeres y
alejados de sus familias de origen y del mundo
secular (Aldaz y Martínez, 2013, p. 51).
Los obispos hablan en general de las mujeres
como depositarias de un encargo social: “la
mujer” es “la formadora”, “el puntal de la
familia”, el “complemento del hombre”, es
decir, siempre es un sujeto para otros, un sujeto
de servicio, pero nunca un sujeto para sí
mismo. Esto significa que su valor como sujeto
depende enteramente del cumplimiento de tal
encargo social, y por ello “la mujer” no existe
más que en relación con la institución familiar,
y por supuesto, en condiciones de
subordinación ligadas a la domesticidad. “La
mujer” en estos discursos está completamente
diluida en “la madre” y es solo por su condición
de madre y formadora que es necesario
protegerla (Rodríguez, 2013, pp. 126-127),
puesto que la maternidad es una bendición y
una misión de vida que ennoblece, plenifica a la
mujer y hace a la autenticidad misma de su
identidad (Gudiño Bessone, 2011, p. 2)
Denuncian que los obispos pocas veces
hablan de las mujeres como sujetos concretos,
pues más bien construyen a “la mujer” como
concepto abstracto y totalmente separado de las
condiciones materiales de vida de las mujeres de
carne y hueso. Esta figura, generalizadora y
normativa, abstracta e idealizada, pretende
interpelar continuamente a las mujeres
valiéndose de la imagen de la Virgen María,
baluarte de una cultura católica arraigada y que
configura un cierto tipo de emocionalidad y de
moral sexual supuestamente “femenino”,
(Rodríguez, 2013, p. 126) cuya misión en la vida
es existir para los otros (Aldaz y Mejía, 2013b,
p. 184) y sus disposiciones más características
son la escucha, la acogida, la humildad, la
alabanza y la espera (Vasallo, 2005b, p. 44).
La identidad femenina que deriva de este
culto mariano está atada, lógicamente, a un
concepto de familia central, determinista,
basado en una ley natural que se identifica con
la voluntad divina misma y que se constituye en
verdad absoluta. Tanto el matrimonio como la
familia (nuclear, heterosexual y con hijos)
responden a un plan divino y deben
conformarse según el modelo de la sagrada
familia, presentado como loable y digno de
imitar (Melgar y Lerner, 2013, p. 144). Es en
esta perspectiva que la Iglesia afirma que Cristo
en el seno de María es clave hermenéutica para
comprender e interpretar los derechos del niño
por nacer (Vasallo, 2005b, p. 93).
Es claro, entonces, que para este
movimiento feminista la jerarquía eclesiástica
proyecta su imagen de la feminidad en la figura
de la Virgen María y la erige como garantía de la