Revista Pelícano Vol. 1. El vuelo del Pelícano
pelicano.ucc.edu.ar – Pp. 6 – 18
Agosto 2015 – Córdoba
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1. (Este es un colegio mixto). Era una niña
alegre, divertida y amigable. Le gustaba
arreglarse bien” (R. Franco, entrevista personal,
7 de agosto de 2007).
Así lo cuenta Rosa Franco madre de María
Isabel Véliz:
Estaba en que quería estudiar para piloto
aviador. Yo le decía vos estás loca, y ella
decía sí, voy a ser astronauta. Era muy
activa y cuando me miraba sola me decía,
mamá, ¿por qué no te hacés de un novio?
Mirá, ahí está fulano de tal. Mirá, mi papá
tiene otra. Cuando yo llegaba, era la única
de mis hijos que me esperaba (R. Franco,
entrevista personal, 7 de agosto de 2007).
Las mujeres asesinadas, tanto en México
como en Guatemala, como en cualquier lugar
del mundo, no son sólo cifras, como se les ha
querido ver. Las mujeres asesinadas son o
fueron personas en primer lugar; cuerpos de
sujetos que tienen un lugar preponderante en
nuestras sociedades. En el caso de María Isabel,
ella era una mujer joven, trabajadora, que
luchaba día con día para abrirse paso en un país
en donde la pobreza y la descomposición social
constituyen una regla más que una excepción.
El caso de Lilia Alejandra García Andrade,
asesinada en Ciudad Juárez, Chihuahua en ese
mismo año, es muy similar. Lilia Alejandra tenía
diecisiete años cuando fue asesinada, en febrero
de 2001. Según Diana Washington, de acuerdo
a la necropsia practicada al cuerpo de la joven,
“llevaba sin vida sólo unas pocas horas antes de
ser descubierta por transeúntes el 20 de febrero.
Fue violada tumultuariamente antes de ser
estrangulada” (Washington, 2005, p. 203).
Alejandra era una joven madre de dos hijos,
trabajadora de una maquila, hija de Norma
Andrade, con quien vivió hasta el 14 de febrero
del 2001, día en que la secuestraron. De
acuerdo a la descripción de Norma, Alejandra
era morena, delgada y hacía hasta lo indecible
para sacar adelante a sus hijos, ella tenía
muchos pasatiempos. Así lo cuenta su madre en
el documental Bajo Juaréz:
Qué no jugaba mi hija, quisiera yo saber:
Jugaba basquetbol, andaba en el equipo de
las porras. Dios de mi vida, en qué no
andaba esa hija mía. A concursar en
poesía, en oratoria, en canto (N. Andrade,
referencia documental, p. 2007).
María Isabel le había pedido permiso a su
mamá, Rosa Franco, para trabajar en una
boutique durante las vacaciones de diciembre,
era el segundo año que lo hacía para sacar un
poco de dinero y ayudar a su familia. Lilia
Alejandra, en cambio, trabajaba de planta en
una maquiladora, a la cual se dirigió el día en
que fue secuestrada. En palabras de Norma
Andrade:
Doce horas. Trabajaba de siete de la
mañana a siete de la tarde. Alejandra
sacaba una semana de 450 y otra de 500.
Yo creo que sí, que su trabajo se le
llegaba a hacer pesado. De hecho, una
vez llegó con las manos llenas de callos
(N. Andrade, referencia documental,
2007).
Mientras que Lilia Alejandra García Andrade
era mexicana, habitante de una de las ciudades
de la frontera de México, María Isabel Veliz
Franco de origen guatemalteco, vivía justo en la
capital de su país. A pesar de que Lilia
Alejandra era madre soltera, las dos tenían en
común el ser jóvenes, atractivas, y sobre todo,
pobres. Las dos desaparecieron en un día
normal de trabajo, como lo explica la periodista
Diana Washington: “Las mujeres desaparecen
en el curso de sus tareas normales. Van a la
escuela o van al trabajo, salen de la escuela o
salen del trabajo, en su día normal” (D.
Washington, referencia documental, 2007).
Los dos cuerpos, tanto el de María Isabel
como el de Lilia Alejandra, fueron encontrados
en un lugar público. Los dos mostraron signos
de violación y tortura. A la fecha, los dos casos
permanecen impunes. Habría que preguntarse:
¿Qué significa un cuerpo violentado y muerto
como el de estas dos jóvenes?
Para empezar, hay que decir que pensar el
cuerpo es también pensar en un sujeto sexuado,
en un sujeto corporalizado. Más aún, el cuerpo
humano nos remite a un sujeto consciente.
Aunque hablemos de un sujeto colectivo,
también tenemos que recurrir al imaginario del
cuerpo: mujeres, ancianos, niños, indígenas,
afroamericanos, etc. Resulta difícil imaginar un
sujeto, aun cuando éste sea colectivo, sin