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Diálogos Pedagógicos. XXI, Nº 41, octubre 2023-marzo 2024.
lando al carácter personal de cada una. Es decir, los prejuicios de género que
refieren a la emocionalidad como atributo de lo femenino (Morgade, 2011), que se
suelen producir, con más frecuencia, en la educación técnica y en la centralidad de
la dimensión subjetiva en los procesos de trabajo (Flemming, 2013; Zangaro, 2011),
se constituyen en el marco de la inteligibilidad del comportamiento de las docen-
tes mujeres en la escuela técnica. Lo que se denota en el discurso del Jefe de
Laboratorio, entonces, es una correspondencia ya no con las relaciones sociales
del proceso productivo propias del capitalismo industrial, sino con aquellas que
corresponden a la gestión de la fuerza de trabajo en el capitalismo flexible (Sennett,
2006), bajo la lógica de las competencias (Tanguy, 2001) y de las nuevas formas
de gestión (Zangaro, 2011). Es decir, pierden relevancia los puestos laborales y
cobran centralidad las competencias y los atributos de los trabajadores (Tanguy,
2001), lo que involucra que la obediencia sea reemplazada por la implicación per-
sonal, en tanto que "el trabajador logra dominar las actitudes negativas y recono-
cer las formas de ser (en tanto actitudes y comportamientos) que lo ayudan a
identificarse y vincularse estrechamente con lo que hace" (Zangaro, 2011, p. 180).
En este sentido, en tanto correspondencia entre la escuela y el trabajo, para
Lorena, la escuela le "exige cambiar el carácter" a ella en relación con las activida-
des escolares, así como debe hacerlo con la docente que está en su lugar de
trabajo. Sin embargo, para otros estudiantes de la escuela técnica, se tensionan
las ideas de correspondencias entre la escuela y el trabajo:
Tenés que cuidar el trabajo. No es como la escuela que, no sé, no te bancas a
alguien y ya está, no venís o lo ignoras. En cambio, en el trabajo, bueno, te
tenés que bancar todas porque no está fácil buscar un trabajo. (Marcela, 19
años, Escuela Técnica 5, Química, sexto año, 2019)
Entre el mundo escolar y el laboral, se producen contradicciones, dado que
ambos se rigen por lógicas contrapuestas. Ello es porque, mientras en el sistema
educativo pareciera operar un sentido más democrático e inclusivo, en cambio, "el
aparato productivo busca elegir de la oferta de recursos humanos aquellos más
adecuados a sus objetivos; es decir que su comportamiento es selectivo. Las lógi-
cas de ambos parecen contraponerse" (Riquelme, 2006, p. 69). Según la estu-
diante, la escuela no es como el trabajo. Marcela afirma que, a la escuela, se
puede "no venir" en caso de algún conflicto con alguien; en cambio, en el trabajo,
ello no sería posible, dado que, como no es fácil buscar y conseguir un trabajo, hay
que cuidarlo. Mientras que, en la escuela, se podría ignorar a las personas con las
que te llevas mal, en el trabajo, en cambio, "te tenés que bancar todas". Es decir,
ante el actual escenario de precarización y déficit de lugares ocupables (Castel,
1997), "todo el mundo tiene un puesto escolar, pero no todo el mundo tiene un
puesto de trabajo" (Fernández Enguita, 1990, p. 256). Por lo tanto, las formas de
ser en uno u otro lugar pueden ser distintas. Algo similar sostiene Lorena:
Acá bueno, no me están pagando, no me pueden echar, entonces voy a con-
testar a los profesores si yo veo un maltrato. Cosa que yo sé que el día de
mañana en un trabajo no puedo hacer eso. (Lorena, 20 años, Escuela Técni-
ca 5, Química, sexto año, 2019)
Pág. 154-175
M. V. Guzmán, E. LangerDossier temático