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Diálogos Pedagógicos. XXI, Nº 41, octubre 2023-marzo 2024.
Conclusiones
Hemos intentado desentrañar cómo el estudiante investiga en un proceso
que culmina en un TFG como forma de plasmar la transmisión del conocimiento,
pero que, simultáneamente, genera, despierta, activa o reactiva competencias
que le servirán en el mientras tanto y, también, a futuro, cuando deba enfrentar
su propio universo laboral. Las orientaciones de los TFG estuvieron fuertemente
polarizadas: hacia la experimentación de laboratorio -diseño, producción y control
de calidad de medicamentos-, o hacia las patologías a tratar y uso
farmacoterapéutico de ellos. En estas orientaciones, aparecieron treinta y tres
competencias que, en su conjunto, se perciben como integrales y necesarias para
el profesional al que aspiran ser los estudiantes.
Finalmente y en este sentido, afirmamos que los TFG actúan como catalizadores,
pero, también, como incubadoras de competencias: es un hecho que los estudiantes
traen, al ingresar al último año de cursado, un bagaje de competencias que conti-
núan desarrollándose y potenciándose a medida que avanzan en sus TFG. Y, ade-
más, existe otro grupo de competencias que se gestan en la habitualidad, la repeti-
ción y las nóveles acciones que se dan al investigar. Inclusive, observamos que apa-
recen, aunque sean germinales, competencias laborales, lo que es común hallar en
profesionales recientemente recibidos o con experiencia profesional. Reconocemos
que el TFG no es el único espacio educativo generador o potenciador de competen-
cias. Pero, al menos, en este contexto de carrera, es uno de los principales.
Estudiar el sistema de actividad a través de la observación, la interpretación y
el análisis de sus elementos constitutivos permitió entender el entorno de apari-
ción, desarrollo o fortalecimiento de las competencias involucradas en el proceso
de investigación conducente a lograr un TFG.
Si bien los resultados presentados han sido fruto de una extensa labor, pri-
mero, teórico conceptual y, luego, metodológica, no los consideramos finalizados y
perdurables, pues así debe ser visto todo conocimiento científico. Los sistemas de
actividad, con su intrínseca temporalidad y culturalidad, son dinámicos y están
sujetos a cambios: aunque poseen constantes perfectamente distinguibles, es
preciso reajustar los resultados obtenidos a partir de datos de sus variabilidades,
con el objeto de no perder el foco sobre esta realidad compleja y cambiante año a
año. Cada nuevo estudiante crea, de alguna manera, su propio sistema de activi-
dad. Ello es en virtud de que se trata de un sujeto individual que persigue su
objeto de estudio, que utiliza herramientas y signos culturales y que, además,
está inmerso en una comunidad que, en algún punto, se toca con otras comunida-
des donde investigan otros estudiantes. ¿Cuál es, entonces, el punto de contacto
de estos múltiples sistemas de actividad para configurar el sistema de actividad
macro correspondiente a la asignatura Trabajo Final? La respuesta, quizá, se halla
en las reglas -planificaciones, reglamentos, planes de trabajo y otras directrices-,
por ser el único de los seis componentes básicos cuya variación, año a año, es
mínima: son perfectibles en el sentido de que son modificadas, pero siempre es-
tán presentes. Oficiarían, entonces, como un pivote en el que se insertan, se su-
perponen e interactúan cada uno de estos microsistemas de actividad, a modo de
una paleta de colores que intenta abarcar lo más posible un universo complejo.
M. H. Zaragoza, A. M. Vázquez
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