- XIX, Nº 38, octubre 2021-marzo 2022. Pág. 156-172
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La dirección escolar en la normativa vigente de la provincia de Córdoba
favorecidos, se produce un traslado de la socialización primaria a las instituciones,
en donde las demandas se centran en la búsqueda de contención material y afectiva
(Brito, 2010). Se da lugar a un escenario de desigualdad en la distribución de recursos
y segregación social en las instituciones escolares.
En otros términos, los directivos deben garantizar el derecho a la igualdad social
y educativa, elaborar y ejecutar programas y proyectos con diversos objetivos y re-
querimientos para sostener la escolaridad, reconocer las demandas de un mercado de
trabajo cada vez más competitivo y satisfacer los estándares de calidad en el apren-
dizaje.
Los nuevos imperativos y procesos que atraviesan la vida cotidiana de las escuelas
impactan de forma directa y de múltiples maneras en la dirección escolar.
Los problemas del mundo exterior, como la pobreza y los cambios en las estruc-
turas familiares, la pérdida del monopolio de la escuela sobre el aprendizaje, la nece-
sidad de trabajo con otros profesionales, la competencia en el mercado educativo, los
requerimientos para alcanzar los estándares de calidad y la preocupación por el futuro
laboral de los alumnos (Hargreaves, 2003) constituyen un conjunto de problemáticas
que ingresan a la escuela, redenen la tarea pedagógica y desafían a la dirección es-
colar. Así, la función directiva se ha transformado en una actividad de alto riesgo, ya
que coloca a los directores en el ojo del huracán (Barroso, 2005).
En un contexto de desigualdad y desarticulación del sistema educativo (Dussel,
2009), los directivos deben rendir cuentas a un Estado cada vez más presente en la
iniciativa y la evaluación de las políticas.
Por un lado, los procesos de descentralización que se han desarrollado en las
últimas décadas en los sistemas educativos transrieron responsabilidades desde la
administración central hacia las unidades inferiores y, particularmente, hacia los cen-
tros educativos bajo el justicativo de la necesidad de dotarlos de autonomía. Por otra
parte, movimientos de autogestión tales como la school-based management (gestión
centrada en la escuela2) y la exaltación del liderazgo como vía única, aumentan la res-
ponsabilidad de los directores escolares, ya que desarticulan los procesos colectivos de
ayuda y colaboración al tiempo que facilitan el control.
El liderazgo escolar se ha convertido en la estrategia estrella y en la principal
recomendación para asegurar la mejora escolar. La conjunción de mayor autonomía
escolar y de un liderazgo compartido se plantea como la clave para mejores resultados
educativos y escolares. Como plantea Barroso (2005):
(…) el refuerzo de la autonomía como forma de empowerment externo de las
unidades escolares, debe traducirse, necesariamente, en «empowerment» in-
terno de los propios miembros de las escuelas. Esto signica un cambio en los
2 En este movimiento, se entiende que las instituciones educativas son capaces de autogestionarse, al conside-
rar que la autonomía relativa (Lima, 2011) de la que disponen les posibilita generar sus propios proyectos de
gestión y son lo sucientemente competentes como para construir su proyecto pedagógico de forma indepen-
diente. Asimismo, tienen capacidad operativa para gestionar sus recursos de acuerdo a los lineamientos esta-
blecidos por la administración central, a la cual deben rendir cuentas (Barroso, 2004). El foco de la autonomía
es, entonces, la gestión de los recursos, la organización escolar y los asuntos pedagógicos. Se pretende así
racionalizar la gestión para desburocratizar a la escuela y que sea más exible ante las demandas.