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Diálogos Pedagógicos. Año XVIII, Nº 35, abril - septiembre 2020.
4. Una pedagogía entre la epistemología y la hermenéutica
Para el filósofo norteamericano, el término "filosofía" es un término ambiguo
que puede ser utilizado con significaciones muy diversas. No existe algo semejan-
te a "la filosofía", puesto que la filosofía no comporta ninguna esencia. En la histo-
ria de la filosofía, pueden distinguirse dos tipos muy diferentes de filósofos: los
pensadores cuyas obras son esencialmente constructivas y aquellos intelectuales
cuyas obras son esencialmente reactivas (Rorty, 1995, p. 331). El contraste entre
los filósofos constructivos y los filósofos reactivos es el contraste entre aquellos que
se centran en la epistemología y quienes, por el contrario, mantienen una actitud
de sospecha y desconfianza hacia las pretensiones epistemológicas de la filosofía.
Los filósofos, constructivos o sistemáticos, se caracterizan por la pretensión
de poseer un conocimiento verdadero y evidente. Pero, además de los filósofos
sistemáticos, existen también figuras filosóficas periféricas o reactivas; estas son
figuras intelectuales que "se emparentan entre sí por su desconfianza para con la
idea de que la esencia del hombre es la de un ser conocedor de esencias" (Rorty,
1995, p 332). Estos pensadores entienden que nuestras creencias, vocabularios y
lenguajes no expresan representaciones privilegiadas respecto de la esencia de
las cosas, sino que constituyen creencias y vocabularios particulares en el concier-
to de infinitas creencias e infinitos vocabularios posibles. Para estos filósofos
periféricos, nuestro vocabulario se asemeja a una herramienta más, entre otras
herramientas posibles, a la mano de las personas para el logro de sus propósitos.
A estos pensadores periféricos, respecto de las corrientes dominantes de la histo-
ria de la filosofía de occidente, Rorty los denomina filósofos edificantes.
El contraste entre los filósofos sistemáticos y los filósofos periféricos eviden-
cia dos modos alternativos de concebir la verdad y, por ende, de comprender la
filosofía.
Echando mano al lenguaje de Thomas Kuhn, Rorty ofrece otra distinción: aquella
que distingue a los filósofos normales de los filósofos revolucionarios. El filósofo nor-
mal no tiene dudas respecto de los problemas que discute; su actitud es la de
alguien que reconoce que sus discusiones giran en torno a problemas reales y no
necesita cuestionar los términos en que esos problemas se discuten (Rorty, 2000,
p. 300). Filósofo revolucionario, en cambio, es aquel que sostiene que todo, o la
mayor parte del trabajo realizado por sus antecesores en un área determinada,
se ha basado en un error (Rorty, 2000, p. 300). La distinción entre sistemáticos y
edificantes no es equivalente a la diferencia entre filósofos normales y filósofos re-
volucionarios (Rorty, 1995, p. 333) ya que se pueden distinguir dos tipos de actitu-
des revolucionarias: la de aquellos filósofos que, a partir de una ruptura ontológica
y/o epistemológica, aspiran a fundar nuevas escuelas dentro de las cuales practi-
car una nueva "normalidad filosófica" y la actitud de los revolucionarios edificantes
(Rorty, 1995, p. 333). Para un revolucionario sistemático, la inconmensurabilidad de
su vocabulario para con los vocabularios antiguos es un problema pasajero. La
institucionalización del nuevo léxico propuesto y el uso, por parte de sus predece-
sores, de este nuevo vocabulario resuelve las diferencias. El revolucionario edifi-
cante, a diferencia del revolucionario sistemático, no tiene la pretensión de que su
nuevo vocabulario sea conmensurable con el de la tradición.
La contribución de Richard Rorty para una pedagogía democrática...
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