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Diálogos Pedagógicos. Año XVII, Nº 33, abril-septiembre 2019.
reformulaciones, fortalecimientos y revisiones, o sea, maniobras cognitivas, emo-
cionales y discursivas complejas. En el mismo ensayo reflexiona:
Tengo que descubrir la palabra, las palabras, los ritmos, los sonidos, los cor-
tes, los cruces, las rupturas. De otro modo no hay nada, nada por ningún
lado [...] Es una cultivada afectación que busca reemplazar a la impotencia
creativa [cursivas agregadas]. (2014, pp. 187-190)
Ese caos que privilegia el trabajo y la aplicación, que prioriza el esmero y la
labor sostenidos, tiene lugar no solo en los albores, sino también en el desarrollo
del texto y posibilita figurativizar un diseño helicoidal, espiralado o de banda de
Moebius, que habilita numerosas y variadas modificaciones en todos los niveles y
dimensiones del texto, o sea, en lo retórico, en lo superestructural, en lo pragmáti-
co, en lo morfosintáctico, en lo notacional. Incluso en escritores expertos, la puesta
en palabra oral o escrita de la experiencia suele adolecer de restricciones, a la
manera de una asíntota, una "línea recta que se acerca a una curva sin llegar jamás
a tocarla" (Corominas, 1976, p. 78); es decir, hay una dirección orientativa e inexac-
ta, que se acerca pero no llega a reunirse porque uno fantasea escribir algo y el
resultado termina siendo otro más o menos próximo pero diferente del anhelado.
El segundo caso es el del novelista uruguayo Mario Levrero (2006), quien
también comparte las vacilaciones y dilaciones del proceso de escritura, como si se
hiciera trampas o se tendiera escaramuzas para postergar la toma de la palabra,
distrayendo su vida en menesteres nimios, en tareas que operan como escondi-
tes, como ardides de autoboicot. Así, relata el disgusto consigo, el llevar demasia-
do tiempo "viviendo fuera de mí mismo, ocupándome de cosas que suceden fuera
de manera exclusiva" (pp. 37-38), de manera tal que esos quehaceres externos le
obturan la posibilidad de conectarse con lo sustancial, con su oficio. Entonces
devanea la mirada en los alrededores de la actividad: en la tensión de los múscu-
los de la mano y el brazo, en la desprolijidad de la grafía, en la forma de enlazarse
una palabra con otra, hasta que finalmente resuelve preparar un libro de relatos,
seleccionar materiales, elegir versiones, buscar datos de publicaciones; es decir,
poner manos a la obra porque "se trata de practicar y practicar" (pp. 135-136).
El tercer caso es el de la argentina Tununa Mercado, que imaginariamente podría
dialogar con Rabanal y Levrero, por su concepción estratégica y aleatoria de la
escritura, por ese proceso borrascoso y aventurado de exploraciones y retrocesos:
Escribir se parece cada vez más a eso, es situarse en el espacio y avanzar
sobre un mapa haciendo reconocimientos; se llega a un punto y desde allí se
tantea el terreno, se palpa la textura con las plantas y las palmas, se corren
los escombros, el fondo crea la circunstancia y los acontecimientos son
esas líneas más fuertes, iluminadas por las revelaciones de un recorrido y por
los accidentes de un azar [cursivas agregadas]. (2005, p. 214)
El ejercicio, el intento, la reorientación permanente, el desorden fértil e inevi-
table son recurrencias entre estos autores; recurrencias que agrietan algunas
indicaciones precisas y largamente sustentadas acerca de qué es escribir bien, de
cuánto hay que saber para empezar a escribir y, desde nuestra mirada, de cómo
G. Borioli
Pág. 47-61