INVESTIGACIÓN, EDUCACIÓN Y CAMBIO: DESAFÍOS Y OBSTÁCULOS PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD EDUCATIVA
ANUARIO DIGITAL DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA. Número 6. Agosto de 2024. Página 74
ello, esas situaciones no previstas que surgen en el estudio de un caso requieren
reflexionar sobre las acciones mismas y se constituyen entonces en verdaderas
oportunidades para llevar a cabo acciones de tipo investigativas. Llegamos a considerar
así las innumerables oportunidades que tiene un profesional de la educación para
convertirse en un docente investigador.
Cuando hablamos de docente investigador hacemos referencia a una concepción
que se viene trabajando desde hace tiempo en la FCH, UNSL. Se ponen en juego la
formación docente y la formación en investigación, dos aspectos centrales de una
formación profesional comprometida con la realidad en la cual se desempeñen las
profesiones.
En este marco, sostenemos que la formación docente no debe reducirse a la tarea
de enseñar contenidos de modo mecanicista sino, a un “determinado proceso en el que
se articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientadas a la configuración de
sujetos docentes/enseñantes” (Achilli, 2008, p. 22-23). Es más, radica en el desafío de
enseñar y aprender a pensar constantemente que hay más de una realidad posible y que
muchas de ellas no conocemos y, por tanto, nos movilizará a investigar para comprender,
describir, analizar, interpretar, etc. Por tanto, entendemos a la investigación como ese
proceso de construcción de conocimientos que realiza un investigador acerca de alguna
problemática de la realidad y que es llevada a cabo de manera sistemática y rigurosa
(Achilli, 2000). Tiene su génesis en la problematización de la realidad, esa realidad que
preocupa al investigador. Implica trabajar con dos universos, teoría y empiria, que se
“confrontan, articulan, amasan" y son el "alma" de la investigación (Rigal y Sirvent, 2020).
Desde nuestro equipo docente, promovemos esta formación y acordamos
también con Torres Frías (2006), quien utiliza el concepto de formación de investigadores
educativos como:
la formación para el ejercicio de la investigación como oficio, que implica el
aprendizaje de ciertos conocimientos teórico-metodológicos y técnicos del
quehacer científico, el fortalecimiento de ciertos valores y principios éticos que
se permean en la comunidad científica del campo, al desarrollo de habilidades,
destrezas, actitudes y conductas investigativas, más la exposición del sujeto en
proceso de formación al análisis, reflexión, crítica, debate y autoevaluación de ese
bagaje que conforma su saber y saber hacer educativo cotidiano, a través de
diferentes estrategias institucionales y docentes que se dirigen a una formación
para la investigación (p. 73-74).
Otro aspecto que destacamos y que toma valor en la sistematización que venimos
realizando año tras año es, que a investigar no se aprende en soledad, siempre hay un
“otro” con el cual investigamos, un “otro” con el cual teorizamos y un “otro” con el cual
llegamos a puntos de conclusiones provisorias. Por ello, como docentes formadoras,