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Respuesta a la conferencia sobre la proyección eco-social del papa francisco, realizada por el Cardenal Michael Czerny S.J, prefecto para el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

Response to the conference on the eco-social projection of Pope Francis, given by Cardinal Michael Czerny S.J, Prefect for the Dicastery for Promoting Integral Human Development

María José Caram 1

Estimado Cardenal Czerny, cuando me pidieron que hiciera de respondiente a su ponencia en este acto en el que estamos celebrando los diez años del pontificado de Francisco, apenas había oído su nombre. Por eso mismo me puse a investigar en la web sobre su trayectoria, sus escritos y sus respuestas a las muchas entrevistas que le hicieron los medios de comunicación social. Sinceramente me alegró conocer su manera cercana de abordar las más difíciles cuestiones sociales de nuestro tiempo, así como también su modo de comunicar con sencillez y profundidad las realidades tan complejas que aborda el Papa Francisco en su ministerio pastoral.

Su paso por la UCA de El Salvador, después del martirio de sus compañeros je- suitas, lo hicieron cercano a la Iglesia latinoamericana y, por eso, Ud. puede comprender muy bien la belleza y la complejidad de la vida en nuestro continente y, de igual manera, la riqueza de su tradición eclesial.

Es motivo de gratitud que pueda acompañar al Papa Francisco en el gobierno de la Iglesia en un tiempo, que como Ud. ha señalado, se caracteriza por una profunda crisis social y ecológica que lleva aparejada también el flagelo de la guerra en diversas magnitu- des. A modo de respuesta a sus palabras, quisiera compartir algunas reflexiones.

La fe en un Dios que escucha el clamor de los afligidos está en el comienzo de la constitución de Israel como pueblo de Dios y a lo largo de toda su historia. En el libro del Éxodo leemos que Dios dice a Moisés: “El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos” (Éxodo 3,7). La convicción de que Dios escucha está particularmente presente en la oración de Israel (los salmos) y en el mensaje de los

1 Doctora en Teología por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia (España), 2008. Es Profesora de Teología y Pensamiento Social Cristiano en el Departamento de Formación de la UCC. Es Profesora en Facultad de Teología de la UCC. Fue Directora Investigadora del Proyecto: “La hospitalidad como expresión de la justicia relacional en el fenómeno de las migraciones” (2016-2019). Fue Coordinadora del Grupo de Justicia y Teología de la Red multidisciplinar de Investigación sobre perspectivas de la Justicia del IIH. (2015-2019).

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profetas. También se encuentran ecos de este texto del libro del Éxodo en la confesión de fe de Esteban ante la inminencia de su martirio.

La máxima expresión de la escucha y de la mirada de Dios la encontramos en la encarnación del Hijo, el Emanuel, el Dios con nosotros, que “haciéndose carne… se hizo también historia y cultura” (Benedicto XVI, 2007). Encarnación que se prolonga en la vida de todos los testigos de la fe (Hb 12,1), especialmente en la de los que tuvieron la gracia de seguirlo hasta derramar su sangre como el Señor lo hizo.

En nuestros días muchas personas, a causa de su compromiso con la justicia y con el cuidado de la Casa común son perseguidas y asesinadas. Algunas no pertenecen a nues- tra Iglesia, pero podemos ver que sus vidas entregadas son asociadas al misterio pascual por la misteriosa acción del Espíritu (GS 22).

Esta experiencia de un Dios que escucha ve y conoce los sufrimientos, que atra- viesa toda la Biblia, tiene una resonancia especial en la tradición pastoral y teológica de América Latina y el Caribe, la cual es recordada por el papa Francisco, quien nos dice en Evangelii Gaudium :

La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la mis- ma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas». (EG 188)

El compromiso de los cristianos por la justicia y la misericordia es una exigencia de la fe en un Dios que nos pide obrar como Él obró. La convicción de que las mujeres y los hombres de todos los pueblos pueden conocer a Dios en el testimonio de los cre- yentes se manifiesta particularmente urgente en nuestra época. En las últimas décadas, en efecto, experimentamos, una aceleración del paso de la historia y nos vemos sumidos en un torbellino de cambios vertiginosos que dejan multitudes a la vera del camino. El tiempo presente nos invita a ejercitar nuestra capacidad de escucha de tal manera que pueda transparentar el modo en que Dios nos escucha. Ser signo y sacramento del Dios Amor es esencial al ser de la Iglesia.

El Papa nos dice que “escuchar es más que oír” y nos ofrece algunas pautas funda- mentales para que podamos ejercitarnos en este arte. Así expresa que

Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad… La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a par- tir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sem- brado en la propia vida. (EG 171)

De muchas maneras Francisco ha explicitado el punto de partida y el proceso que nos conduce al compromiso. Las dos grandes encíclicas sociales de este pontificado,

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Laudato Si’ y Fratelli Tutti utilizan el método de discernimiento conocido como “Ver, juzgar, actuar,” que se originó en la Juventud Obrera Católica durante los años previos al Concilio y fue asumido en la Constitución pastoral Gaudium et Spes. En el proceso de recepción del Vaticano II, la Iglesia latinoamericana y caribeña lo ha practicado constan- temente desde la II Conferencia General del Episcopado, celebrada en Medellín. Luego de superar algunos escollos encontrados particularmente en la Conferencia de Santo Domingo, ha sido retomado por Aparecida porque los obispos consideraron que

ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia: ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y, en general, ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente. (DA 19).

El punto de partida de este método tan fecundo no es una cuestión teórica abs- tracta, sino la realidad concreta que viven las personas y los pueblos, y se ofrece como un camino válido para el encuentro con Dios, que viene a nosotros en el sacramento de todo ser humano, particularmente de aquellos que por su sufrimiento se identifican con Jesucristo, para convocarnos a una acción transformadora. Benedicto XVI lo decía en su Discurso inaugural de la Conferencia de Aparecida:

La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuen- tro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. (Benedicto XVI, 2007)

Tres días después de haber sido elegido Papa Francisco expresó un deseo profundo que marcó estos 10 años de pontificado: “¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los po- bres! (Francisco, 2013). La frase evoca a Juan XXIII y a la “opción no opcional”, no siem- pre bien comprendida, que se fue forjando palmo a palmo en la Iglesia latinoamericana. Benedicto XVI confirmó su validez en Aparecida indicando que “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9)” (Benedicto XVI, 2007). En el camino sinodal impulsado por Francisco se está dando un nuevo paso de maduración, al involucrar a toda la Iglesia en la escucha mutua, en un proceso discer- nimiento, participación y corresponsabilidad que incluye a nuestros hermanos/as más pequeños, tantas veces ignorados y descartados.

En nuestra casa de estudios hemos asumido el desafío de la Responsabilidad So- cial Universitaria unida a la tarea de transmisión y de producción de conocimientos. La fe cristiana, los principios de la pedagogía ignaciana, la espiritualidad propia de la Compañía de Jesús y sus Preferencias apostólicas universales nos impulsan a quienes en- señamos e investigamos a tener presentes en nuestros trabajos los rostros y las situaciones concretas de los que sufren porque, como dice Francisco

el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su ale-

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gría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura. (EG 88)

El amor con ternura repercute en nuestros modos de comunicarnos. Se puede hablar de temas muy complicados en un lenguaje sencillo, accesible a todos, que haga posible el mutuo enriquecimiento, para que la sabiduría que brota de la vida pueda enriquecernos y para que nosotros, además, con el fruto de nuestro estudio podamos enriquecer a los demás.

El Papa posee ese arte de la comunicación que permite que todos puedan enten- der lo que dice. Utiliza expresiones sencillas y directas que la gente común puede enten- der: “hagan lío”, “primerear”, “no te la creas”, “no balconear la fe”, “Iglesia de museo”. Son frases que a primera vista podrían parecer recursos intrascendentes para captar la atención. Pero no es así. Detrás de cada expresión hay un mensaje profundo que movi- liza. Además, permanentemente está haciendo referencia al uso de los sentidos, que son nuestro modo de acceder a la realidad. Particularmente relevante en su manera de hablar son el sentido del oído, con el que escuchamos, y el sentido del tacto, con el que tocamos la carne de Cristo en el cuerpo de nuestras hermanas/os y nos aproximamos los unos a los otros. Creo que estas características son propias de su carisma personal, pero también de las experiencias que recoge de los lugares que elige frecuentar, de las personas con las que contacta diariamente, de los países a los que decide visitar.

Debemos aprender la proximidad para que el diálogo auténtico sea posible y para que el bien común pueda realmente estar al alcance de todos y ser disfrutado por todos, sin excepción. Dialogar con los cercanos y con los lejanos, entre los diferentes saberes, en- tre los variados modos de creer, entre todas las culturas, entre las generaciones. Asumien- do el conflicto para resolverlo en una unidad mayor, animándonos a desatar procesos, entusiasmándonos en la creación de poliedros sociales, culturales y eclesiales.

Francisco nos enseña a soñar con una Iglesia que se convierte cuando asume el desafío de ser ella misma en salida misionera. En Querida Amazonía comparte cuatro sueños interconectados e inseparables, que pueden ser inspiradores para “otras regiones de la tierra frente a sus propios desafíos” (QA 5). Por eso creo que podemos escucharlos, reemplazando la palabra Amazonía por el nombre del lugar de donde venimos, o del territorio en el que vivimos y trabajamos

Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.

Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.

Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.

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Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazó- nicos. (QA 7)

Los sueños no son ilusiones. En la Biblia leemos que muchas veces Dios se ma- nifiesta a través de ellos. Cuando los compartimos comenzamos a crear, junto con Dios y con nuestros hermanos/as un mundo nuevo regido por la fraternidad y el mutuo cui- dado.

De este modo somos invitados a caminar juntos como Iglesia y como familia humana, dialogando, construyendo puentes, compartiendo sueños

¡Gracias Francisco por tanto!

Dra. María José Caram, 31 de mayo de 2023

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