STROMATA / Año LXXX / No 2 / julio-diciembre 2024
Guillermo Furlong (1889-1974): historia de la Compañía – memorias de familia
–en el cincuentenario de su muerte–
Guillermo Furlong (1889-1974): History of the Company – Family Memories –On the Fiftieth
Anniversary of His Death–
Guillermo Furlong (1889-1974): História da Companhia – Memórias de Família –No Cinquentenário
de Sua Morte–
José Luis Narvaja1
Resumen
La figura de Guillermo Furlong es reconocida en el ámbito de la crítica histórica por su labor en el
campo de la historia de la Compañía de Jesús en el territorio de la antigua Provincia jesuítica de
Paraquaria.
Sin embargo, para calibrar justamente su trabajo se debe tener en cuenta el conjunto de sus actividades
apostólicas y su pertenencia a la Compañía de Jesús, con sus rasgos propios.
En este horizonte se puede comprender el carácter apologético de sus obras.
Palabras clave: Guillermo Furlong (1889-1974), Reducciones jesuitas, Paraquaria, historia de la
Comapañía de Jesús
Abstract
The figure of Guillermo Furlong is recognised in the field of historical criticism for his work in the
field of the history of the Society of Jesus in the territory of the former Jesuit Province of Paraquaria.
However, in order to assess her work fairly, it is necessary to take into account her apostolic activities
as a whole and her membership in the Society of Jesus, with its own particular features.
It is within this context that the apologetic character of his works can be understood
Keywords: Guillermo Furlong (1889-1974), Jesuit reductions, Paraquaria, history of the Society of
Jesus
Resumo
A figura de Guillermo Furlong é reconhecida no campo da crítica histórica por seu trabalho na história
da Companhia de Jesus no território da antiga Província Jesuítica de Paraquaria.
No entanto, para avaliar adequadamente seu trabalho, é necessário considerar o conjunto de suas
1 José Luis Narvaja sj es profesor de Teología Patrística en la UCC, enseña como profesor invitado en el Instituto
Bíblico y en el Collegio Massimo de la Universidad Gregoriana (Roma). [email protected].
https://orcid.org/0009-0002-8235-3450
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atividades apostólicas e sua pertença à Companhia de Jesus, com suas características próprias.
Nesse contexto, é possível compreender o caráter apologético de suas obras.
Palavras-chave: Guillermo Furlong (1889-1974), reduções jesuíticas, Paraquaria, história da
Companhia de Jesus
En un reciente artículo, erudito y agudo, sobre la producción del P. Guillermo Furlong en relación con
las fuentes manuscritas, señala Nicolás Perrone un aspecto que no pasa inadvertido a quienes leen la
obra del historiador jesuita: su carácter apologético.2
Lo afirma Perrone en una frase concesiva, diciendo: “Si bien su producción literaria es de
corte apologético…” Menciona este carácter de sus obras, e inmediatamente le contrapone las virtudes
propias de su producción, entre ellas el uso exhaustivo de fuentes documentales, que no sólo estudió y
utilizó en sus reflexiones, sino que muchas veces editó, poniéndolas en nuestras manos, para que
nosotros pudiéramos hacer nuestra propia reflexión en base a los mismos textos.
Se debe notar que esta actividad de edición de textos deja al descubierto la base a partir de la cual él
concibe su relato apologético. Es decir, permite que nosotros no hablemos de oídas, a partir de un “se
dice” mediado por el historiador, sino que, haciendo hablar a los mismos textos y a sus autores, deja
abierta la puerta para otras interpretaciones, no necesariamente apologéticas.
Esto da lugar a un diálogo, en el que el P. Furlong expone una visión propia, ciertamente de “corte
apologético”, pero que no clausura la posibilidad de otras interpretaciones.
El punto de partida de mi reflexión es la pregunta por este carácter apologético de la obra del
P. Guillermo Furlong: historiador, orador y jesuita. Y digo historiador, orador y jesuita –en este orden–
como quien busca el fundamento último de una realidad, en este caso de una persona.
Trataré de dar una respuesta que señale algunas características significativas que, creo, debería tener
presente quien se dedica a la historia de la Compañía, y las ilustraré en la persona del P. Furlong.
Cabe señalar –casi al margen– que lo que expondré es obvio para un jesuita, pero no tanto, o
absolutamente no lo es para quien estudia la historia de la Compañía sin conocer su espiritualidad. Por
obvio para unos y por desconocido para otros es posible que esto se pase por alto y al fin sea causa de
malentendidos. Para evitar esto, me detendré con cierto detalle.
2 Perrone, Nicolás: “Las obras de Guillermo Furlong S.J. y el archivo de la provincia argentino-uruguaya de la
Compañía de Jesús: una ventana hacia fondos desconocidos”, en Quinto Sol – Revista de historia 28 (2024) 1-
20, aquí me refiero a la p. 10.
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1. ¿Necesidad de una apologética?
La pregunta inicial que propongo es acerca de dónde viene esta necesidad de hacer un discurso
apologético.
La respuesta más evidente consiste en señalar las contradicciones que ha hallado la Compañía
de Jesús a través de los siglos: contradicciones con las autoridades –tanto civiles como eclesiásticas–,
contradicciones con pensadores que no compartían las ideas y la doctrina desarrollada en el seno de la
Compañía, contradicciones con émulos y detractores.
Sin embargo, me parece que se puede señalar una causa más profunda.
La apologética surge de una situación incómoda, y esta incomodidad surge, a su vez, de un
vacío que necesita una explicación y una explicitación: porque hay algo invisible en la vida de la
Compañía y de los jesuitas… y que por invisible no cae directamente bajo el estudio de la ciencia.
Es verdad que esto vale para todos los seres espirituales y también para las instituciones
conformadas por hombres: siempre es posible hallar una serie de motivaciones (espirituales) que
confluyen en sus acciones –y éstas sí caen bajo la lupa de la historia–, y que la historia trata de
descubrir.
Pero en la Compañía la tensión entre visible e invisible tiene un peso particular, que trataré de
presentar brevemente en 3 puntos: la intención de san Ignacio al fundar la Compañía de Jesús; el
espíritu de los jesuitas, la contradicción y la cruz. Tres elementos que hacen a la vida de la Compañía
como institución y a la de cada jesuita como miembro de ella.
1) La intención de Ignacio
Hay un aspecto en la vida de la Compañía que para san Ignacio constituye lo fundamental: su fin y los
medios que conducen a ese fin.
Este binomio “fin y medios” –no debemos olvidarlo– que yo ahora señalo como lo
fundamental de la Compañía como institución, fue la causa de acusaciones históricas bajo el título de
“maquiavelismo” en el ámbito político y de “casuismo” en el plano de la teología moral. No me
detendré en la concreción de estas acusaciones, sino que quiero señalarlas como ejemplo de
malentendidos históricos a causa de ese vacío no explicitado.
Pero volvamos a la intención de san Ignacio. Con respecto al fin, dice al principio de las
Constituciones:
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El fin desta Compañía es no solamente atender a la salvación y perfección de las ánimas
proprias [es decir, de sus miembros] con la gracia divina, mas con la mesma intensamente
procurar de ayudar a la salvación y perfección de las [almas] de los próximos. (Const. Examen
3).
Este es el fin… la salvación de las almas, propias y prójimas. Y para alcanzar este fin, propone una
jerarquía de medios. Dice en la parte X de las Constituciones:
Para la conservación y augmento no solamente del cuerpo, es decir lo exterior de la Compañía,
pero aun del espíritu della, y para la consecución de lo que pretende, que es ayudar las ánimas
para que consigan el último y supernatural fin suyo, los medios que juntan el instrumento [es
decir a los jesuitas] con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano, son más
eficaces que los [medios] que le disponen para con los hombres, como son los medios de
bondad y virtud, y especialmente la caridad y pura intención del divino servicio y familiaridad
con Dios nuestro Señor en exercicios spirituales de devoción, y el celo sincero de las ánimas
por la gloria del que las crió y redimió́, sin otro alguno interés. Y así parece que a una mano
debe procurarse que todos los de la Compañía se den a las virtudes sólidas y perfectas y a las
cosas espirituales, y se haga dellas más caudal que de las letras y otros dones naturales y
humanos. Porque aquellos interiores son los que han de dar eficacia a estos exteriores para el
fin que se pretende. (Const. X 813).
Los medios que unen al jesuita (instrumento) con Dios son más eficaces que los que lo unen con las
personas. Por tanto, se debe hacer más caudal de virtudes que de letras. En el trasfondo está la certeza
de que es Dios quien salva y que el “instrumento” es precisamente eso, un instrumento, y tiene que
estar unido a Dios que es quien se sirve del hombre para alcanzar el fin.
La resolución de estos dos polos tensionados se da (siempre en el plano espiritual) en el
discernimiento. En las
Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en la ánima se causan:
las buenas para recibir y las malas para lanzar (EE 313-336).
Y también en las reglas
… para el sentido verdadero que en la iglesia militante debemos tener (EE 352-370).
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Se trata de un método –dicho en forma más abstracta– para mantener la tensión entre lo universal de
los principios y doctrina y el particular de la situación concreta. Esto no por prurito metodológico, sino
como fruto de una “pasión” que lleva a la Institución y a sus miembros a buscar y hallar la voluntad de
ese Dios presente en la historia, que dirige y ordena esa historia para el cumplimiento de un plan desde
que el hombre es hombre: la salvación de todos los hombres.
Esto es lo invisible que la ciencia, ni siquiera la opinión pública, pueden calibrar (por eso
hablaba yo de un “vacío”).
2) El espíritu de los jesuitas: entusiasmo por ese Señor que es Señor de la historia
En el libro los Ejercicios hay una meditación que prepara para lo que san Ignacio llama la “elección” –
es decir la elección del estado de vida–, cuyo título dice:
El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey eternal (EE 91-100).
Consiste en imaginarse un rey histórico que llama a sus súbditos para que lo sigan. A partir de esta
consideración imaginativa del seguimiento del rey temporal, Ignacio hace pasar al ejercitante a
contemplar al Rey eterno que llama a un seguimiento superior.
El segundo punto de esta meditación dice:
… [debo] mirar cómo este rey [temporal] habla a todos los suyos, diciendo: Mi voluntad es de
conquistar toda la tierra de infieles; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de ser contento
de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo ha de trabajar conmigo en el día y
vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria, como la ha
tenido en los trabajos (EE 93).
En un siglo de descubrimientos y conquistas geográficas y políticas, encaja perfectamente esta
analogía de una conquista espiritual –según la formulación del P. Antonio Ruiz de Montoya.
Pero además del anclaje en un contexto histórico, vemos en esta propuesta la jerarquía de lo espiritual
sobre lo temporal e histórico, a la vez que la concreción histórica, porque el fin se realiza en la historia
y no en una idea desencarnada y gnóstica de salvación.
El servicio a la Divina Majestad se anuda concretamente con el servicio al Rey temporal.
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3) Contradicción y cruz
Sin embargo, no todo es progreso lineal en esta realización histórica del plan espiritual. La
incomprensión y la cruz forman parte del seguimiento –y esta cruz es algo inevitable–.
No es el fruto de las contingencias históricas, sino que San Ignacio nos invita a pedirlos en los
Ejercicios Espirituales.
… por imitar y parecer[me] más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo más
pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno dellos que honores, y desear
más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio
ni prudente en este mundo (EE 167).
Fin y medios mediados por el discernimiento – espíritu entusiasta de seguimiento – contradicción y
cruz son tres características de los seguidores de san Ignacio y han dejado un reflejo visible en la
historia.
2. La oratoria del P. Guillermo Furlong, jesuita e historiador
Y con esto vuelvo al punto de partida de esta reflexión: al P. Guillermo Furlong y el carácter
apologético de sus estudios.
Este vacío crea la necesidad de un discurso apologético, porque es necesario explicar que no
todo en la historia es patente. Y ese vacío se llena con una construcción retórica.
Porque en este marco y en este espíritu se siente la necesidad de contar, no necesariamente
para venerar la historia y a los hombres que hicieron la historia, sino para contagiar ese entusiasmo.
Ya lo decía san Ignacio dirigiéndose a las nuevas generaciones de jesuitas: que traten de llegar hasta
donde llegaron los primeros, y –si pueden– sobrepasarlos. Y lo hace Ignacio con expresiones
semejantes a las que había usado en la meditación del llamamiento del Rey temporal. Dice:
Su comer, beber, vestir, calzar y dormir […] será́ como cosa propria de pobres […] Que donde
los primeros de la Compañía han pasado por estas necesidades y mayores penurias corporales
y los otros que vinieren para ella deben procurar por allegar cuanto pudieren a donde los
primeros llegaron o más adelante en el Señor nuestro (Const. Examen 81).
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Por eso el P. Furlong, el famoso historiador es, ante todo, un orador, es decir un constructor retórico de
la historia.
Pero si damos un paso más podemos decir: No es que el P. Guillermo Furlong fuera primero
historiador –un orador de la historia– y además fuera religioso, o que fuera ambas cosas
simultáneamente, aunque de forma paralela e incontaminada. Fue al revés: primero y antes que nada
era un religioso –y un religioso jesuita–.
Su trabajo con los jóvenes, su trabajo en los colegios, en la Acción Católica, en la búsqueda de
vocaciones, en las múltiples tandas de Ejercicios Espirituales, no son más que la expresión simple de
una gran verdad: el P. Furlong fue un hombre de Dios. Y este hombre de Dios fue el que hizo historia
como quien hace historia de familia.
Y lo que une todo esto es la oratoria,3 porque –como nos dice José Luis Avila en una nota acerca del P.
Furlong–: “No se limitó a convertir almas, sino que convirtió en más todo lo que tocó”.4
Este es el jesuita que se dedicó al estudio de la historia, este es el historiador de nervio jesuítico. Y en
el medio –en el centro– lo más formal, uniendo su ser jesuítico con su interés por la historia: la
oratoria.
La oratoria que busca despertar lo más noble que puede haber en una persona, particularmente
en un joven –ya que trabajaba principalmente con jóvenes– es la misma oratoria que relata la historia,
donde también lo único que interesa es lo más noble.
Aún hoy hay jesuitas que conocieron al P. Furlong, entre ellos el P. Miguel Ángel Moreno. Me
contó el P. Moreno que cuando estaba en el segundo año de noviciado haciendo sus Ejercicios
Espirituales dirigidos por el P. Furlong, Furlong dijo a los novicios una frase que le llamó mucho la
atención –y de hecho no la ha olvidado–. Dijo: “La única página del Evangelio que merece ser
arrancada es la del joven rico, porque le dijo que no a Cristo.”
Esta frase nos pinta de cuerpo entero al P. Furlong y nos deja entrever los matices de su
oratoria. El trabajador incansable, el predicador entusiasta y entusiasmante no tiene ojos para lo bajo.
Y de aquí surge un modo de concebir y de hacer historia –como historia de familia– donde
hablar del pasado es fruto del mismo entusiasmo que busca ganar nuevas vocaciones para el futuro.
Y por eso, difícilmente entrará en la historia todo lo que suene desedificante, páginas que merecerían
ser arrancadas del libro de la historia.
3 Cf. Sojo, José Antonio: “Guillermo Furlong S. J.”, en Archivium 13 (1979), p. 56-60, cito aquí la p. 60.
4 Avila, José Luis: “Homenaje al P. Guillermo Furlong S. J.”, en Archivium 13 (1979), p. 139-147, cito aquí la p.
142.
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“Es cierto –dice el P. Avila– muchas veces el P. Furlong daba la impresión de vivir más
cómodamente con los personajes del pasado que estudiaba que con sus contemporáneos, pero es
muy cierto también que supo reconciliarse con su tiempo cuando en un histórico abrazo con el P.
Arrupe recuperó la fe y la esperanza en la contemporaneidad.”5
En el horizonte de su trabajo de investigación resuenan las palabras de la carta a los hebreos (13,7):
“Acuérdense de […] quienes les enseñaron la palabra de Dios; y, considerando sus vidas, imiten su
fe.” Porque a partir de esta visión del pasado se renueva la esperanza de la promesa: “te bendeciré,
y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del
mar” (Gn 22 17).
Así era el P. Guillermo Furlong, jesuita, orador, historiador, sembrador de la Palabra y promotor de
vocaciones, buscador de lo invisible que se hizo y se hace carne.
Tal vez, al releer alguna de sus páginas vuelva a despertarse en nosotros aquella nobleza a la que
miraba el P. Furlong.
5 Avila, José Luis, art. Cit., p. 143.
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