2.3 El pensamiento que agradece
Hemmerle vuelve a plantear los límites del pensamiento que aprehende y, esta vez, lo hace
destacando el carácter solipsista de dicha modalidad del pensamiento, pues en su captar es el
pensamiento mismo el que, a partir de sí, dicta las reglas para la comprensión de su objeto. En el fondo,
el pensamiento, tiene su principio regulador en sí mismo. De esa manera, se vuelve un pensamiento que
calcula, que define, y en ello estriba su univocidad. Además, justamente por su característica de
establecer las reglas de la aprehensión a partir de sí, el pensamiento tiene todo el derecho de desconfiar
de sí. Hemmerle encuentra la alternativa en el pensar que agradece (verdankendes Denken). Este, en
efecto, capta una indicación, la huella del paso de la cosa en el pensamiento mismo y, por eso, es remitido
a algo que está más allá de sí y, al mismo tiempo, se descubre (a)donado a sí desde otro lado. Lo que
este tipo de pensamiento “tiene entre las manos” es lo que Hemmerle llama “signo-en-la-memoria”
(Denk-Mal), es decir, la traza del acaecer del Misterio Santo al pensamiento.
A partir de allí, se entiende que el pensar que acoge y agradece es un pensar que cuenta
(erzählen), en sentido narrativo, y no un pensar que cuenta (zählen) en términos de establecer cantidades
numéricas. Se trata, en el primer sentido, de un pensar diacrónico, de la temporalidad y, aún más, de la
temporalización, porque no conoce la cosa punto a punto, sino que es testigo de un evento que aconteció
en un momento y del cual puede narrar algo. El espacio del pensar que agradece, por lo tanto, es el
descrito a través de la figura del “paisaje”: de él no se pueden tomar las medidas y su descripción es
inagotable.
En este movimiento, el pensamiento es testigo no sólo del paso de la cosa y del signo que ésta
dejó en la memoria, sino también de sí mismo en cuanto respuesta libre que, libremente, vuelve a sí. El
lenguaje con el cual Hemmerle describe el movimiento del pensar que agradece adquiere los matices de
la ética, pues la descripción que el pensamiento hace de lo que se le dona no es la respuesta definitoria
a la pregunta por la cosa, “¿tí esti?”, sino el testimonio de que algo ha acontecido. El testimonio es, de
por sí, libre testimonio y cuento de un pensamiento que, en cuanto acoge el darse de la huella dejada por
el paso de la cosa, se encuentra restituido a sí mismo. El pensamiento, de tal manera, es testimonio de
sí mismo. Comenta De Marco: «Pensar se convierte en el hecho en el que se anuncia el Otro que surge
en cuanto libertad pura. El surgir del Otro no es un dato explicable o previsible: si el pensamiento lo
acoge, en lugar de la explicación se da el testimonio que respeta su libertad».