
18 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
son violentos algunos de los discursos que enuncian estos militantes. Antes
que nada, hay que recordar que denir algo como violento siempre impli
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ca posicionarse, de manera explícita o implícita, pues solo puede existir un
enunciado o un acto violento respecto de un orden, que es protegido por pro
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hibiciones de transgresión y cuyo reconocimiento es garantía de estabilidad
(Tonkonoff, 2019). En este sentido, podrían efectivamente calicarse como
violentos, pero solamente respecto del orden democrático liberal republica-
no, en la medida en que transgreden prohibiciones fundamentales para el
sostenimiento de dicho orden. Ahora bien, si dichas prohibiciones son leí-
das como un dique de contención para el avance de las ideas que sostienen,
su transgresión no será reconocida como violenta, sino como justa, sincera,
necesaria, consecuente con valores superiores. Cada vez que hablamos de
violencia estamos dentro de la discusión política, en tanto y en cuanto in-
gresamos en la disputa sobre qué modos de intelección, afección y relación
son considerados propios de un conjunto social determinado. Dicho de otro
modo, no hay nada que sea intrínsecamente violento, sino que su denición
es contextual y profundamente política.
Quienes justican los dichos de Milei, leen estas actitudes como un marca
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dor de autenticidad,
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un elemento que realza una diferencia que el dirigente
supo convertir en virtud: su diferencia respecto del resto de los políticos,
cuya corrección política es entonces leída como un indicador de su capacidad
para ocultar la realidad. También hay quienes ven su desmesura como una
muestra de pasión y, por lo tanto, de humanidad; estas personas sostienen que
solo quien siente profundamente sus ideales es capaz de enojarse ante lo que
constituya un ataque a los mismos. Los primeros enuncian frases del orden
de «hace falta que alguien diga las cosas como son»; los segundos sostienen
que «el tipo es un apasionado, es un distinto. Ahí te das cuenta que no está
por el poder o por la plata, sino que de verdad le importa».
Quienes relativizan la agresividad de Milei son, efectivamente, la mayoría
de los entrevistados, pero estos se dividen en dos. Por un lado, están quienes
sostienen que sus expresiones son parte del lenguaje de los medios, las re
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des o la cultura del fútbol y que, por lo tanto, estaría jugando con las reglas
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Esto ha sido notado por Souroujon (2022) en su estudio del ascenso de actores de la de-
recha radical populista en las democracias de occidente. Al respecto, el autor arma: «Sin
la traba de la vergüenza pública, el racismo y la agresividad se presentan como expresión
de la virtud de la honestidad y decir las cosas como son, lo que permite, irónicamente, que
este tipo de expresiones se presenten como motivadas no por el racismo, sino por la auten-
ticidad» (p.117).