Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
Universidad Católica de Córdoba
62 otoño 2024
Aarón Attias Basso
Matías Caro
Tomás Wieczorek
Matías Parano
“Entre leones y serpientes. Símbolos libertarios en
la Argentina contemporánea”. [4]
“Monitoring the monitors: How certifying
international electoral observation quality can
improve election fraud deterrence”. [31]
“Articulaciones entre el poder constituyente,
la democracia y el Estado de derecho en la
producción temprana de Arturo E. Sampay”. [58]
“Relaciones intergubernamentales y políticas
de modernización e innovación pública: una
comparación de dos administraciones municipales
(2015-2023) en Córdoba, Argentina” [87]
Reseña [128]
SUMARIO
Entre leones y serpientes. Símbolos
libertarios en la Argentina
contemporánea
Among lions and snakes. Libertarian
symbols in contemporary Argentina
Aarón Attias Basso
*
*
Doctor en Ciencias Sociales por la UBA. Investigador en las siguientes instituciones: Ins-
tituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, Argentina, CABA / Instituto de Problemas Nacionales, Departamento de Pla-
nicación y Políticas Públicas, Universidad Nacional de Lanús, Argentina, Lanús / Instituto
de Investigaciones Sociales de América Latina, Facultad Latinoamericana de Ciencias So-
ciales, CABA. Correo electrónico: anaro.satti@gmail.com.
http://dx.doi.org/10.22529/sp.2024.62.01
STUDIA POLITICÆ Número 62 otoño 2024 pág. 4–30
Recibido: 11/03/2024 | Aceptado: 12/07/2024
Publicada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
de la Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, República Argentina.
Resumen
Este trabajo presenta los hallazgos logrados a partir de la indagación en la
identidad del movimiento libertario que está naciendo en Argentina, cuyo
máximo exponente sorprendió a la totalidad del arco político al llegar a la
presidencia en las últimas elecciones generales. Para ello, mediante una
estrategia etnográca, indagamos en los símbolos que los y las militantes
llevaron en sus banderas, camisetas y estandartes en las principales movi-
lizaciones realizadas a lo largo del 2023 y el 2024 en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires. Pensados desde la sociología cultural, la antropología po-
lítica y la teoría social posestructuralista como corrientes teóricas centrales,
los símbolos se muestran como una vía con alto potencial heurístico para
identicar los núcleos sintagmáticos en torno a los cuales se estructuran las
AARÓN ATTIAS BASSO 5
identidades políticas. De este modo, buscamos dar cuenta de procesos de
producción colectiva de las signicaciones, volviendo conscientes estructu-
ras de intelección y afección que surgen de la praxis política de esta nueva
y disruptiva organización política.
Palabras clave: política - símbolos - cultura política - militancia - liberta-
rianismo
Abstract
This work presents the ndings within an investigation regarding the iden-
tity of the libertarian movement that is emerging in Argentina, whose most
important leader surprised the entire political arc by becoming president
in the last general elections. In order to do this, through an ethnographic
strategy, we investigated the symbols that the activists carried on their ags,
their t-shirts and their banners in the main mobilizations carried out throu-
ghout 2023 and 2024 in Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Considered
from cultural sociology, political anthropology and post-structuralist social
theory as central theoretical currents, the analysis of symbols appears as
an approach with high heuristic potential to identify the syntagmatic nu-
clei around which political identities are structured. In this way, we seek to
account for processes of collective production of meanings, making cons-
cious structures of intellection and affection that arise from the political
praxis of this new and disruptive political organization.
Keywords: politics – symbols - political culture – activism - libertarianism
Presentación
E
ste artículo se centra en una indagación exploratoria en torno a la iden-
tidad del movimiento libertario que está naciendo en Argentina, cuyo
máximo exponente sorprendió a la totalidad del arco político al llegar
a la presidencia en las últimas elecciones generales. Para ello, mediante una
estrategia etnográca, nos centramos en los símbolos que los y las militantes
llevaron en sus banderas, camisetas y estandartes en las principales movili-
zaciones realizadas a lo largo de los años 2023 y 2024.
Prestar atención a los símbolos que portan quienes participan en este movi
-
miento político es una de las maneras de seguir la recomendación de Alexan-
der (2003) de salir de lo abstracto y llegar a mecanismos concretos en los
cuales el sentido es producido por los actores en el marco de luchas políticas
situadas, a la vez que estos son producidos por dicho sentido. Como se verá
6 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
más abajo, para conceptualizar los símbolos políticos nos apoyamos en los
desarrollos de la sociología cultural, la antropología política y la teoría social
posestructuralista como corrientes teóricas centrales.
La Libertada Avanza es una coalición de partidos de derecha que nació en
el 2021 y obtuvo el 5.5 % de los votos a nivel nacional en las elecciones le
-
gislativas de ese año, logrando cuatro bancas en la Cámara de Diputados de
la Nación. En tan solo dos años, con Javier Milei a la cabeza de la fórmula
presidencial, obtuvo el 29.99 % de los votos en la primera vuelta, para luego
imponerse con el 55.65 % de los votos en el ballotage.
2
Con una estrategia
claramente populista —en el sentido que le dio Ernesto Laclau (2005) al tér
-
mino— La Libertad Avanza ha dislocado todo el sistema político generando
fuertes identicaciones, sobre todo en quienes estaban en contra del peronis-
mo y, a la vez, desilusionados con Juntos por el Cambio tras la presidencia
de Mauricio Macri.
Durante los años que van desde su nacimiento hasta la asunción presiden
-
cial de Milei, hubo quienes se organizaron de manera primigenia en grupos
de WhatsApp y que lentamente fueron ganando recursos y legitimidad.
Pasaron de ser pequeños grupos que organizaban performances en la vía
pública —cuya escasa convocatoria fue compensada con un mensaje muy
radicalizado
3
y con dirigentes sin poder político que estaban emplazados
en los márgenes del sistema representativo, a ser multitudes
4
capaces de
2
Esto fue posible luego de sellar una alianza con uno de sus principales antagonistas hasta
entonces, Juntos por el Cambio, cuyo principal referente político es Mauricio Macri, quien fue
presidente entre 2015 y 2019, año en el que perdió el ballotage en su intento de reelección.
3
Dos de las manifestaciones más salientes fueron las que tuvieron lugar el 18 de febrero de
2021 y el 9 de julio de 2022, en las cuales participaron muchas de las personas entrevistadas
para esta investigación. Durante la primera, integrantes de la organización Jóvenes Repu-
blicanos, hoy parte del gobierno de La Libertad Avanza, instalaron bolsas mortuorias sobre
las rejas de la Casa Rosada, cada una de las cuales llevaba carteles con nombres de dirigen-
tes políticos y sociales y sus organizaciones, tales como «Estela de Carlotto», «Los pibes de
La Cámpora», «La familia Duhalde» «El hijo de Moyano», etc. (La macabra instalación de
bolsas mortuorias en la marcha opositora, 2021). La segunda se caracterizó por tener en su
centro una guillotina con el logo del Frente de Todos (que agrupaba a las diversas facciones
del peronismo) y la leyenda «Presos, muertos o exiliados» (De las antorchas en el obelisco,
a los prendedores “de polenta”: postales de la marcha del #9J, 2022).
4
Siguiendo a Tonkonoff (2019), entendemos por multitud a «un tipo de lazo social donde
los lazos que rigen las dinámicas societales ordinarias ceden ante las (mito)lógicas de las
pasiones y la imaginación desbordadas» (p.12). Desde luego, esta denición no solo con-
templa a los grupos reunidos físicamente en un mismo lugar, sino también a los públicos.
AARÓN ATTIAS BASSO 7
ganar un ballotage contra el peronismo y cuyo líder es el presidente de la
República.
1. Aspectos metodológicos
Huelga decir que, al tratarse del análisis de un actor político de emergencia
tan reciente como vertiginosa, este trabajo tiene un carácter exploratorio.
Más que establecer conclusiones denitivas, aquí proponemos algunas
-
neas descriptivas a indagar en mayor profundidad en los años que siguen.
El enfoque metodológico que guía la investigación se basa en la premisa de
que cualquier enunciado general debe apoyarse en la observación de lo es-
pecíco. Aquí seguimos a Geertz (2006), quien sostiene que las reexiones
que eventualmente conducen a la formación de conceptos se fundamentan
en la observación de fragmentos o escenas concretas de la realidad social.
En otras palabras, partimos de la conexión entre lo micro y lo macro, pero
reconociendo que este último siempre resulta del primero. Esto se alinea con
un enfoque etnográco de la participación política (Auyero, 2012), en el cual
lo normativo, lo institucional o lo estadístico son constantemente superados
por los signicados que constituyen las relaciones sociales en general, y las
relaciones políticas en particular. Así, buscamos reejar la heterogeneidad de
lo que, a menudo, se considera un espacio homogéneo y los diversos modos
de identicación entre los integrantes de toda identidad política (Cefai et al.,
2012). Como sostienen Balbi y Boivin (2008):
La etnografía permite dotar de contenido a esas abstracciones imprecisas,
polisémicas y ambiguas, que son los conceptos de “política”, “Estado” (...),
“gobierno”, etc., sin por ello congelarlas tornándolas en nociones estáticas
carentes de otra virtud que la de transmutar procesos sociales complejos en
(supuestas) entidades reicadas. En efecto, en lugar de intentar vanamente
atribuir a cada uno de esos términos un sentido preciso, unívoco e inequí-
voco, el análisis etnográco permite dotarlos de múltiples sentidos que,
además, no resultan de la especulación teórico-normativa de quien escribe
sino del examen detallado de sus usos por parte de actores socialmente
situados. (p.10)
Planteado el enfoque metodológico, la recolección de la observación fue
realizada mediante entrevistas y observaciones. Las primeras tuvieron lugar
entre junio del 23 y junio del 24, con un total de 13 registros de las conver-
saciones con militantes de base y cuadros medios, actores que obran como
8 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
nexo entre el territorio y los puestos de mayor responsabilidad de las organi-
zaciones, por lo que tienen una mirada amplia e informada acerca de lo que
sucede hacia arriba y hacia abajo. Nos referimos, por caso, a candidatos a
concejales y consejeros escolares que en el momento de la elección no con-
taban ni con un capital político que les permitiese negociar, ni con un capital
económico para asegurarse un lugar de elegibilidad en las listas.
5
Por su parte, observamos cinco momentos clave: la caravana de cierre de
campaña presidencial de Javier Milei en el gran Buenos Aires (16/10/23, Pla
-
za Grigera de Lomas de Zamora); el cierre de dicha campaña (18/10/23; Mo-
vistar Arena, CABA); la movilización en el búnker de La Libertad Avanza en
el día del ballotage (19/11/23, Hotel Libertador y Obelisco (CABA); el día
la asunción de Milei como presidente (10/12/23, Plaza de los dos Congresos,
CABA); nalmente, el acto de presentación del último libro de Milei en el
Luna Park (22/05/24 CABA).
6
El criterio de selección de los símbolos analizados busca integrar cualidades
extensivas e intensivas. La cualidad extensiva se centra en la frecuencia y el
modo en el que aparecen materializados y, por lo tanto, se encuentra apoyada
exclusivamente en las observaciones participantes; la cualidad intensiva de
los símbolos busca atender al peso que estos adquieren en sus enunciaciones
y fue explorada fundamentalmente en las entrevistas y las conversaciones
mantenidas durante las movilizaciones.
En este texto, indagamos en una dimensión en gran parte desatendida por
otros análisis de este sujeto político, más bien centrados en las tradiciones
de movilización en las que abreva (Morresi et al., 2022), en la capacidad de
identicación de los sectores populares con el discurso libertario (Semán y
Welschinger, 2023) o incluso en quienes, como Vázquez (2023), se pregun
-
tan por el modo en el que se construye un militante joven y libertario. Cabe
agregar que estos símbolos han sido parcialmente apuntados por esta última
autora, quien, sin embargo, hace una mera mención y no una indagación en
5
Recuérdese que Milei literalmente vendió los principales lugares de sus listas, justicando
este obrar como un medio de nanciamiento de su campaña. Javier Milei respondió por la
“venta” de candidaturas: “Tenés que poner la tuya para nanciarte”. (2024, 2 de enero).
Perl.
6
Las observaciones y las entrevistas fueron realizadas junto a un conjunto de colegas y es-
tudiantes que forman parte del proyecto titulado Violencia política y construcción de alteri-
dades negativas en grupos de derecha extrema en la Argentina contemporánea, nanciado
por la convocatoria Amílcar Herrera de la UNLa.
AARÓN ATTIAS BASSO 9
profundidad como la que aquí propongo. En tanto que la relevancia de una u
otra dimensión de un mismo objeto de estudio depende en gran medida del
marco teórico que oriente dicha selección, sucede con demasiada frecuencia
que la producción simbólica de los colectivos se relega a una nota «de color»
y no se la toma con la misma seriedad que se atiende a sus enunciaciones o
a las articulaciones.
Esperamos mostrar que el estudio de los símbolos resulta productivo a la
hora de revelar atributos fundamentales de los grupos, sea para robustecer
hallazgos ya existentes con mayor apoyo empírico o para proponer nuevas
claves interpretativas. Para ello, a continuación, haremos explícito el enfo
-
que teórico general, así como el modo en el que conceptualizamos los sím-
bolos políticos.
2. Identidad política y sacralización
Al explorar las dinámicas políticas de la Argentina contemporánea, nos enfo
-
camos en la comprensión de la identidad de uno de los actores predominan-
tes en dicho panorama: el movimiento libertario. Consideramos la identidad
como un conjunto de prácticas discursivas —tales como creencias, símbolos
y rituales— que estructuran estos grupos y establecen fronteras que los di-
ferencian del exterior. Estas prácticas generan solidaridades estables y per-
miten la acción conjunta. Cada identidad busca posicionarse como un centro
en este sistema, mediante la denición de puntos nodales que organizan sus
relaciones internas, tanto en la construcción de alianzas como en la congu-
ración de antagonismos que delimitan sus fronteras (Laclau y Mouffe, 2011).
Aunque existe un orden diferenciado y estructurado de posiciones, este es
inherentemente dinámico y abierto. Se maniesta como una totalidad obje
-
tivada, aunque nunca de manera absoluta, ya que ninguna identidad ejerce
un dominio total ni denitivo sobre el campo de la discursividad. Además,
las identidades dentro de este campo están constantemente amenazadas por
el efecto dislocador que resulta de la interacción con otras identidades, dado
que su exterior es constitutivo y, por lo tanto, obrante (Hall, 2003). De este
modo, las identidades se conguran a través de la lucha política, y no antes ni
al margen de ella; son el resultado de dinámicas de poder que generan cierres
que parecen naturalizados u objetivados, pero que siempre son temporales e
inestables. En la medida en que las identidades están históricamente situadas
y participan de tradiciones políticas que las preexisten, aunque no las deter-
minen, entendemos por estas un conjunto organizado de recuerdos colectivos
10 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
de los que los actores se apropian al emprender su lucha. Esta interpretación
del pasado les proporciona una justicación tradicional para sus acciones
actuales y les sirve de base para proyectarse hacia el futuro (Aboy Carlés,
2001).
En este punto, es crucial denir qué entendemos por política y cómo se re
-
laciona con el concepto de lo sagrado. Según Steven Lukes, en la actualidad
«la evidencia indica que, en gran medida, las personas que enfrentan deci-
siones políticas tienden a considerar sus opiniones políticas, especialmente
a nivel nacional o federal, como algo sagrado» (2017, p. 113). Desde esta
perspectiva, hacer política implica conferir un carácter sacro a ciertos ele-
mentos —los «puntos nodales» mencionados anteriormente— y situarlos en
una posición privilegiada dentro de un conjunto social, para que así puedan
ejercer una operación estructurante. Esto signica que los grupos dentro de
la sociedad se orientan hacia dichos elementos reconociendo su sacralidad,
respetando las normas establecidas para su aproximación, participando en
los rituales que los recrean y celebran, y dirigiéndose a ellos con el debido
respeto.
Siguiendo una larga línea de autores que va de Durkheim (2007) y Batai
-
lle (2003) a Alexander (2010a) y Critchley (2017), consideramos lo sagrado
como el centro y, a la vez, el fondo común de toda sociedad, presente tanto
en sus manifestaciones gloriosas como en aquellas excrementales. En contra
de quienes hablan de la «sacralización de la política» (Gentile, 2006), fór-
mula que supone una relación de exterioridad entre política y sacralidad y un
rechazo de su contaminación, proponemos entender por política la práctica
de sacralización —de personas y de procesos, de acontecimientos, objetos y
lugares— que apunta a construir una objetividad, es decir, a estabilizar los
principales sentidos en un conjunto social (Attias Basso, 2024).
Los objetos políticos tienen una trascendencia especial; no son meramente
“cosas entre las cosas”, sino que poseen una cualidad superior. Hablamos de
espacios centrales como plazas o campos de batalla, guras emblemáticas
del pasado o del presente como los próceres y los grandes líderes, así como
de ciertos objetos signicativos, como espadas, banderas o vestimentas, que
encarnan narraciones míticas. En todos estos elementos se puede observar
no solo la materialización de lo sagrado, sino también los procesos políticos
que contribuyen a su creación. Por otro lado, el proceso de sacralización
también puede enfocarse desde su reverso negativo, el cual aparece cuando
ciertos elementos se vuelven infames, peligrosos o degradantes, por lo que
son desplazados hacia los márgenes o hacia el exterior de lo social y quedan
AARÓN ATTIAS BASSO 11
marcados como formas de sacralidad impura (Hertz, 2020). Dado que la po-
lítica implica la lucha por denir los signicantes que tienen preeminencia
en una determinada conguración social, ya sea en sentido instituyente o
destituyente, argumentamos que la política es una práctica de sacralización.
Dicho en menos palabras, no hay política sin sacralización, toda sacraliza
-
ción es política (Attias Basso, 2024).
3. La cuestión de los símbolos políticos
Este texto está orientado en gran medida por la sociología de Alexander
(2003, 2006, 2010a, 2010b), en cuya perspectiva la política es entendida
como una actividad eminentemente discursiva y, por lo tanto, atravesada por
conjuntos simbólicos altamente estructurados. La agrupación política que
aquí tomamos como objeto es pensada inserta en la lucha por la construcción
de un nosotros en los términos de lo sagrado puro y de los otros a partir lo
impuro; en denitiva, «los conictos de poder no son simplemente sobre
quién obtiene qué y cuánto. Se trata de quién será qué y por cuánto tiempo»
(Alexander, 2006, p. 233). De este modo, la cuestión identitaria es funda
-
mental para la comprensión de las dinámicas políticas y uno de los modos de
aprehenderla es indagando en los símbolos que los actores producen como
medio para desarrollar su lucha. Aquí se trata, entonces, de comprender el
modo en el que, quienes militan en La Libertad Avanza, estructuran lo real
creando sistemas de clasicación que lo distinguen de otros (Barthes, 1993),
centrándonos en su producción de símbolos.
Dicho esto, estamos ante un símbolo político cuando encontramos un ele
-
mento visible que condensa los sentidos principales en torno a los cuales se
constituyen, estabilizan y actualizan las identidades de un grupo. Lo primero
que es preciso apuntar es que los símbolos funcionan como marcadores iden-
titarios que inscriben a personas en colectivos. Ahora bien, para evitar una
lectura demasiado simplista, esta armación debe ser completada con dos
reexiones.
En primer lugar, los símbolos no están allí para «representar» a un grupo,
sino más bien para efectuar su identidad; como sostiene Agamben (2008), los
símbolos no son denotativos, sino performativos, ya que son constitutivos de
la cosa y no accesorios a ella (pp. 318-319). En la misma línea, Laclau (2005)
sostiene que las expresiones simbólicas de las identidades forman parte del
mismo proceso de constitución identitaria y, por ende, no deberían pensar
-
se como una exterioridad que hace presente algo que existe independiente-
12 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
mente, sino que «constituyen lo que expresan a través del proceso mismo
de su expresión» (p.129). De tal modo, los símbolos deben pensarse como
fuerzas desplegadas en la lucha política, entendiendo a esta última como la
institución y el mantenimiento de los sentidos dominantes en una sociedad
determinada.
Un segundo punto es prevenir de una lectura excesivamente instrumental.
Desde luego, son «instrumentos de marcación», pero no son tomados como
simples medios por quienes los reproducen. Puesto que expresan valores
axiomáticos del conjunto y a cuya reproducción contribuyen, están afecti
-
vamente investidos.
7
Los sentidos que conllevan tienen un carácter central,
son ordenadores de la práctica política y de las identidades y claves para la
comprensión del mundo de los y las militantes. Tal como sostiene Godelier
(2014) al hablar de los símbolos sagrados, estos «son vividos y pensados
como la presencia real de las potencias que son fuente de los poderes con-
tenidos en ellos» (p. 87).
8
Durante las movilizaciones, estos se constituyen
en «focos de interacción» (Turner, 2013), catalizando deseos y afectos entre
quienes los portan y no solo sintagmas intelectualmente discutibles.
Así, no deberían pensarse como una versión condensada de una operación
cognitiva mayor —en donde entonces residiría su «verdad»—, sino como
medios de canalizar y de provocar estratégicamente tanto cogniciones como
emociones; ambas dimensiones están entretejidas. De este modo, la produc
-
ción de símbolos de un grupo es una de las operaciones por medio de las cua-
les este sacraliza los núcleos sintagmáticos en torno a los cuales se constituye
identitariamente.
A lo anterior, hay que agregar la historicidad de los símbolos políticos. Estos
no son creaciones ex nihilo, sino que trabajan sobre los recursos que están
7
Estos afectos aparecen en los momentos rituales y pueden ser registrados en la gestualidad
de los y las asistentes, quienes además hablan sin tapujos acerca de sus emociones en dichos
momentos. Pero también pueden registrarse en las interacciones que los símbolos producen
sobre quien los porta, pues estar investido con símbolos identitarios hace del sujeto una
encarnación singular de la identidad política y, por lo tanto, su persona se convierte en
depositaria de simpatía de parte de quienes tengan una identicación positiva con esta, pero
también de agresividad por parte de aquellos que sientan hostilidad hacia ese colectivo.
8
Los símbolos pueden pensarse como los íconos en el sentido de Alexander (2010a), pues
enraízan los sentidos sociales en una forma material, volviendo «visible» (o experimenta-
ble, es decir, percibible por medio de los sentidos) algo que constituye un valor o un dis-
valor social. Como arma el autor, «la consciencia icónica ocurre cuando una materialidad
estéticamente moldeada signica un valor social» (p.11).
AARÓN ATTIAS BASSO 13
disponibles en la cultura de la que emergen, en donde, a su vez, se hallan
las coordenadas para su intelección. Ello implica que están signados por un
conjunto de sedimentos que enmarcan la identidad de quien adopta el símbo-
lo en cuestión. Desde luego, esto no signica que un símbolo produzca una
signicación de manera lineal; los símbolos tienen historicidad, pero no son
entidades unívocas. En los sentidos múltiples que los actores atribuyen a un
símbolo o en el énfasis en un símbolo u otro dentro de una identidad políti
-
ca es donde puede observarse su estrategización, sin que por esto debamos
considerar a los actores como operadores plenos. De este modo, es preciso
enfatizar en el carácter dinámico y disputado de los símbolos políticos. Al
respecto, Turner (1974) arma que:
Las criaturas vivientes, conscientes, emocionales y volitivas los emplean
no solo para dar orden al universo que habitan, sino también para creati-
vamente hacer uso del desorden, tanto para sobreponerse o para reducirlo
en casos particulares y así cuestionar principios axiomáticos previos que se
han vuelto un grillete para la comprensión y la manipulación de las cosas
del presente. (p.55)
En tanto que insertos en procesos sociales, los movimientos, en términos de
identicaciones y antagonismos (Laclau y Mouffe, 2011), van impactando en
las identidades de los grupos y, por lo tanto, en los símbolos que portan. A su
vez, dado que las identidades nunca son homogéneas en su interior, siempre
habrá tensiones entre los sentidos que condensa un símbolo, así como dispu-
tas por cuáles símbolos deben tener primacía dentro del conjunto. Los resul-
tados de estas tensiones son las torsiones identitarias que pueden registrarse
en los grupos a lo largo del tiempo, y que pueden observarse en el ingreso
o la salida de ciertos símbolos, en la importancia diferencial que adquieran
unos respectos de otros en cada contexto y también en las resignicaciones
de aquellos que permanecen constantes en el tiempo.
9
Resumiendo lo dicho hasta aquí, en esta investigación deberá entenderse por
símbolo un elemento visual sacralizado por una identidad política, que con
-
densa un conjunto de sentidos considerados axiomáticos y que está libidinal-
mente investido por quienes la integran. Consideramos que esta conceptua-
lización ayuda a pensar el hecho de que las militancias tomen un elemento y
lo expresen grácamente como la superación de un umbral, es decir, como
9
Un ejemplo de estas cuestiones, aunque enfocada en los símbolos de La Cámpora y el
Movimiento Evita, puede hallarse en Attias Basso (2023).
14 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
un indicador de que aquello que se simboliza es particularmente importante.
Esto ayuda a evitar la inación del concepto y, a la vez, a incluir en el análisis
el trabajo de producción de sentido realizado por los mismos actores.
Habiendo aportado una conceptualización mínima, pero que consideramos
adecuada a los nes de este escrito, a continuación presentaremos los prin
-
cipales símbolos observados en las movilizaciones y discutidos en las entre-
vistas y en las conversaciones con los y las militantes: el león, la serpiente y
la motosierra.
4. El león
En las movilizaciones de La Libertad Avanza casi no hay imágenes de Javier
Milei. Este, sin embargo, aparece en todas partes transgurado en un león,
su símbolo personal y el más importante tanto en términos extensivos como
intensivos entre sus seguidores.
El león es una gura antiquísima presente en los egipcios, los babilonios, los
persas, los asirios, así como en la heráldica de la realeza europea y en anti
-
guas banderas de Irán y Etiopía (Rubenson, 1965). En estas tradiciones, sim-
boliza la fuerza, la victoria, la superioridad, la virilidad , todos atributos liga-
dos al poder (Cirlot, 2018; Ronnberg, 2011). Aquí no seguiremos un enfoque
arquetípico, sino que exploraremos la preguntas acerca de qué nos informa
el león sobre las proyecciones de sus seguidores en su proceso de identica-
ción. Si mencionamos dichos atributos, es porque son los mismos libertarios
quienes los evocan al referirse a Milei y al movimiento que integran.
Para nuestra sorpresa, una de las primeras referencias émicas que surgieron
cuando se trajo a colación este símbolo en las entrevistas fue el León de Judá.
Esta gura aparece una sola vez en la Biblia, en el Apocalipsis, cuando uno
de los ancianos nombra a Jesucristo como el «León de la tribu de Judá», en
una referencia al poder de dios para defender a su pueblo y salir triunfante de
la batalla.
10
Por su parte, en el libro de los Macabeos que tan frecuentemente
citan Milei y sus seguidores,
11
puede leerse:
10
La referencia es a Apocalipsis 5:5 «5 Pero uno de los Ancianos me dijo:No llores: ha triun-
fado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abriel libro y sus siete sellos”».
11
La frase del libro de los Macabeos que Milei cita a menudo es la que describe que, cuando
Serón atacó con un ejército que lo superaba con creces en número, sus propios combatientes
asustados cuestionaron a Judas Macabeo. Ante lo cual este respondió: «Es fácil que una
multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que
AARÓN ATTIAS BASSO 15
Fue como un león por sus hazañas, como un cachorro que ruge ante su presa
/ Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los pertur-
badores de su pueblo. / Los impíos se acobardaron ante él, temblaron todos
los que hacían el mal, y gracias a él se logró la salvación. (Macabeos 3:4-6)
El león se distingue por sus hazañas, a saber: perseguir a los impíos y dar
muerte a los perturbadores de su pueblo para así lograr la salvación. Es nota-
ble la similitud entre estos versos y aquellos de la canción de La Renga que
Milei canta al comienzo de la gran mayoría de sus actos políticos (titulada
Panic Show), impostando el rugido propio del canon de los cantantes de
rock, en la que se habla de un león rey que devora a «los cómplices».
De este modo, puede observarse cómo se repone la dimensión devoradora del
león, su capacidad de arrasar con lo que nombra como la casta, un signican
-
te privilegiado en el discurso libertario que, por momentos, hace referencia a
la élite política y en otros casos, a cualquier opositor político. Como explica
un entrevistado: «Casta son los políticos que solo trabajan para sus propios
intereses y no para el bienestar de la gente. No importa si recién entraron
[a la política] o si están hace rato». En casi todas las entrevistas se registra
una forma política de intenso maniqueísmo, donde el bien está encarnado
por quienes integran el bloque de poder que encabeza Milei y el mal por sus
antagonistas, pues los nes de quienes se les oponen son presentados como
espurios y sus agentes son descritos a partir de adjetivos estigmatizantes. Las
principales guras de la oposición no son meramente distintas —adversarias
políticas legítimas—, sino que se describen como «chorros», «corruptos»,
«mentirosos», e incluso como «ratas», «defensores de terroristas» y «asesi
-
nos».
12
Por su parte, los objetivos de la oposición al gobierno libertario son,
en la mirada de quienes entrevistamos, siempre inconfesables: «seguir con el
choreo», «defender los privilegios» y «mantenernos dominados».
De este modo, la apelación a la gura del león responde a que consideran
necesario un cambio «de raíz» que destierre a sus opositores en cuanto ene
-
migos del pueblo y responsables de la situación en la que se encuentra la
Argentina, que es descrita como terrible. Esto también ayuda a dotar de sen-
con pocos / Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino
de la fuerza que viene del Cielo». (Macabeos 3: 18-19, el subrayado es nuestro).
12
Estos signicantes aparecen tanto en las entrevistas como en las observaciones. Fue parti-
cularmente instructivo observar el día de la asunción presidencial, dado que estos aparecían
cada vez que las pantallas ubicadas en la Plaza de los dos Congresos proyectaban la imagen
de opositores y, sobre todo, la de Cristina Fernández de Kirchner.
16 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
tido las imágenes que se proyectaron al presentar a Milei antes de su ingreso
al escenario en el cierre de campaña que tuvo lugar en el Estadio Movistar
Arena en octubre del 23: dicho montaje audiovisual —con Panic Show so-
nando en loop combinaba explosiones causadas por maquinaria militar
de altísimo calibre, demoliciones de edicios y la animación de un león de
fuego. La radicalidad de esta propuesta demoledora es congruente con la gra
-
vedad de su diagnóstico y las que imaginan sus causas. Esta romantización
de la destrucción está más cerca de la idea de revolución que de reforma. El
fuego puricador es evocado a partir de la comprensión de este tiempo como
de urgencia extraordinaria y como una necesidad para la recuperación de la
gloria que la Argentina tuvo.
13
Dicha grandeza regresará, sostienen, con Milei como presidente. Así, se re
-
gistra un culto al líder, quien aparece en su mirada como aquel que, dados sus
atributos personales que lo distinguen del resto de la dirigencia, tiene la ca-
pacidad de romper con lo que denominan «la decadencia argentina». Como
sostiene un entrevistado, «el león es un animal que tiene una actitud, piensa
en comer e ir hacia adelante. Aunque sea contra un elefante». De este modo,
prosigue, «el hecho de que Milei se meta en política es la actitud de un león,
enfrentándose contra todos».
Recuérdese que, en cuanto gura dominante de su ecosistema —el «rey de la
selva»—, el león es asociado con la soberanía, remite a quien no es uno más,
sino a aquel cuyas cualidades lo ponen por encima de todos y, por ende, fuera
del sistema. Es una concepción que sitúa al líder como quien está más allá de
la lucha intestina, más allá de la negociación utilitaria, ya que encarna valo
-
res innegociables (o en nuestros términos, sacralizados). Es así que resulta
posible sostener que estamos ante un ejemplar del conjunto de los «grandes
individuos» (Tonkonoff, 2019), personas que son objeto de adoración por
quienes la veneran y de execración por quienes la rechazan, pues son por
denición excesivos y ardientes al convertirse en puntos de condensación
de la imaginación colectiva. A la vez atractivas y repulsivas, nefastas y pres-
tigiosas, son guras fuera de lo común, trascendentes respecto del mundo
profano, el mundo de las cosas útiles e intercambiables (Bataille, 2003).
Grandes individuos son Javier Milei y Cristina Fernández de Kirchner, pero
también el Petiso Orejudo, Pancho Villa, Madonna y Pablo Escobar. ¿Qué
13
Si bien no es el eje de este artículo, un leitmotiv tanto de Milei como de las personas
entrevistadas es la evocación de una imagen mítica de la Argentina como potencia mundial
a nes del siglo XIX.
AARÓN ATTIAS BASSO 17
tienen en común personajes tan disímiles? Que funcionan como ejecutores
de una operación fundamental para la acción política: la unicación del bien
(o del mal) y del poder (Alexander, 2010). Así, estos individuos operan cana-
lizando la energía de modo tal que sirva para dos nes:
a) convirtiéndola en fuerza instituyente de una estructura de je
-
rarquías y sentidos últimos —es decir, transformándola en or-
den simbólico; y b) dando lugar a su re-emergencia periódica de
un modo ritual (es decir, regular), a n de permitir cierta des-
compresión de las estructuras societales y cierta re-legitimación
de las jerarquías existentes. (Tonkonoff, 2019, p. 123)
Son guras míticas en tanto que dislocan el orden en el que irrumpen y que,
cuando logran establecerse, producen nuevos sentidos que dotan de espesor
a dicho orden mediante la actuación de roles proyectados en narrativas so
-
ciales que los exceden.
«Violencia es robar»
Dada la ambivalencia que conlleva, el león puede ser un símbolo peligro
-
so.
14
Al ser una gura del poder, este puede ser positivo o negativo, la obra
justiciera siempre puede convertirse en violencia, entendida como desesta-
bilización del sistema de sentidos que dota de orden y sentido a un mundo
(Girard, 2016). En relación con esto, al hablar de las expresiones agresivas
y estigmatizantes de Milei, que adrede calicamos como «violentas» para
así registrar la reacción de sus seguidores, puede verse que hay tres posi-
ciones: justicaciones, argumentos que la relativizan y desidenticaciones.
Nos referimos a frases tales como: «¿Sabes qué, Larreta? [el entonces jefe de
gobierno de la Ciudad de Buenos Aires] Como el zurdo de mierda que sos, a
un liberal no le podés ni lustrar los zapatos, sorete. Te puedo aplastar aún en
silla de ruedas, a ver si lo entendés» (González, 2021); «El socialista es una
basura, excremento humano» (2023); «Al zurdo de mierda no le podés dar ni
un milímetro ¡Son una mierda!» (Jastreblansky, 2023), por citar solo algunas.
Llegados a este punto, quisiéramos detenernos en una pregunta que forma
parte de la discusión política en torno al movimiento libertario, a saber, si
14
Tal como señala Strawn (2007), en los textos religiosos se utiliza para referirse a caracterís-
ticas de Yahvé —quien es un protector para su pueblo, pero una amenaza para sus enemigos
(ibid., p. 43)—, pero también para nombrar a entidades negativas, enemigos del pueblo de
dios e incluso el mismísimo demonio. Véase, por ejemplo, la primera carta de San Pedro 5:8.
18 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
son violentos algunos de los discursos que enuncian estos militantes. Antes
que nada, hay que recordar que denir algo como violento siempre impli
-
ca posicionarse, de manera explícita o implícita, pues solo puede existir un
enunciado o un acto violento respecto de un orden, que es protegido por pro
-
hibiciones de transgresión y cuyo reconocimiento es garantía de estabilidad
(Tonkonoff, 2019). En este sentido, podrían efectivamente calicarse como
violentos, pero solamente respecto del orden democrático liberal republica-
no, en la medida en que transgreden prohibiciones fundamentales para el
sostenimiento de dicho orden. Ahora bien, si dichas prohibiciones son leí-
das como un dique de contención para el avance de las ideas que sostienen,
su transgresión no será reconocida como violenta, sino como justa, sincera,
necesaria, consecuente con valores superiores. Cada vez que hablamos de
violencia estamos dentro de la discusión política, en tanto y en cuanto in-
gresamos en la disputa sobre qué modos de intelección, afección y relación
son considerados propios de un conjunto social determinado. Dicho de otro
modo, no hay nada que sea intrínsecamente violento, sino que su denición
es contextual y profundamente política.
Quienes justican los dichos de Milei, leen estas actitudes como un marca
-
dor de autenticidad,
15
un elemento que realza una diferencia que el dirigente
supo convertir en virtud: su diferencia respecto del resto de los políticos,
cuya corrección política es entonces leída como un indicador de su capacidad
para ocultar la realidad. También hay quienes ven su desmesura como una
muestra de pasión y, por lo tanto, de humanidad; estas personas sostienen que
solo quien siente profundamente sus ideales es capaz de enojarse ante lo que
constituya un ataque a los mismos. Los primeros enuncian frases del orden
de «hace falta que alguien diga las cosas como son»; los segundos sostienen
que «el tipo es un apasionado, es un distinto. Ahí te das cuenta que no está
por el poder o por la plata, sino que de verdad le importa».
Quienes relativizan la agresividad de Milei son, efectivamente, la mayoría
de los entrevistados, pero estos se dividen en dos. Por un lado, están quienes
sostienen que sus expresiones son parte del lenguaje de los medios, las re
-
des o la cultura del fútbol y que, por lo tanto, estaría jugando con las reglas
15
Esto ha sido notado por Souroujon (2022) en su estudio del ascenso de actores de la de-
recha radical populista en las democracias de occidente. Al respecto, el autor arma: «Sin
la traba de la vergüenza pública, el racismo y la agresividad se presentan como expresión
de la virtud de la honestidad y decir las cosas como son, lo que permite, irónicamente, que
este tipo de expresiones se presenten como motivadas no por el racismo, sino por la auten-
ticidad» (p.117).
AARÓN ATTIAS BASSO 19
del juego; así, los dichos del ahora presidente de la Nación son leídos como
«exabruptos» o «provocaciones», restando así relevancia y sugiriendo que
no son expresiones necesariamente incompatibles con una cultura democrá-
tica, que no conducen a la intolerancia ni a la búsqueda de supresión del otro
o que, si lo fuesen, son moneda corriente y no propiedad de un candidato.
Así se expresa un entrevistado al preguntarle por su opinión en torno a la
instalación de una guillotina en la Plaza de Mayo como medio de protesta:
«Yo vengo del fútbol. Pensá que nosotros llevamos un cajón con los colores
del otro equipo es parte del folclore».
Por otro lado, se encuentran los que arman que no es posible calicar sus
dichos como violencia, sino que este signicante debería aplicarse a otros
objetos. Así, encontramos enunciados tales como «violencia es robar»; «vio
-
lencia son los privilegios que tienen los políticos»; «violencia es la pobreza
que tenemos culpa de quienes nos gobernaron». Quienes integran este con-
junto saben bien que la violencia siempre designa lo im-propio (Tonkonoff,
2019) y que un actor político hábil buscará iluminar la violencia del otro
antes que responder un ataque.
Finalmente, aunque sean minoría, también existen quienes critican este tipo
de expresiones, que no las consideran adecuadas para un presidente de la Na
-
ción, ya que, en palabras de un entrevistado de este grupo, «son frases para la
tribuna, pero que en el fondo no le hacen bien al país». No es casual que quie-
nes se posicionan de este modo sean también los que relativizan la importan-
cia de la gura de Milei para identicarse más bien con las ideas libertarias y
con la necesidad de establecer una agenda más allá de los nombres propios.
Estos ejercen una desidenticación o una inclasicación,
16
apartándose de un
modo de expresión del líder del colectivo en el que se inscriben, que efecti-
vamente consideran no solo inapropiado, sino también violento.
La existencia de este último conjunto ayuda, además, a recordar que la gran
-
dilocuencia en la producción de símbolos políticos y su puesta en circulación
en rituales en el espacio público no es un reejo perfecto del modo de identi-
cación de todas las personas que integran las identidades, quienes elaboran
a su modo los elementos condensados por los símbolos. Las identicaciones
políticas nunca son homogéneas, la búsqueda de identicar sentidos domi-
16
En su estudio de la producción y el consumo de bienes religiosos, Algranti (2023) ha
conceptualizado esto como una «inclasicación», es decir, «el trabajo en alguna medida re-
exivo, crítico, a veces colectivo de revisar las taxonomías y representaciones de un grupo
para establecer distancias y aproximaciones ante una denición especíca de lo real» (p. 3).
20 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
nantes no debe descuidar el hecho de que existen posiciones disímiles, e
incluso en pugna dentro de los grupos.
Algo similar sucede al conversar acerca del intento de asesinato de la ex
-
presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Aquí las posiciones se dividen
en dos conjuntos en el que el primero tiene primacía sobre el segundo. Hay
quienes lo avalan mediante justicaciones y quienes se distancian totalmente
del hecho, en una clara condena de toda búsqueda de supresión del adversa
-
rio mediante un derramamiento de sangre. Entre los primeros, vale agregar,
no hay una reivindicación directa, sino oblicua, a partir del humor o la ironía.
Como me cuenta un militante: «Más vale que estuvo mal. Obviamente que
estuvo mal. Pero uno cosecha lo que siembra Aarón con un grupo bromeába
-
mos que teníamos que cambiarnos el nombre a La Sabag Montiel».
17
Resumiendo, en torno al símbolo del león es posible detectar, como tenden-
cia central entre militantes de La Libertad Avanza, un discurso político prin-
cipista y maniqueo, que hace de su líder una gura mesiánica posicionada
más allá del sistema de diferencias que organiza la política argentina. El león
es comprensible como un símbolo perfectamente adecuado para hacer refe-
rencia a un liderazgo sacralizado y trasformador que enfatiza en las cualida-
des excepcionales del gran individuo y, a la vez, legitimar un ejercicio radical
de poder que disloca el espacio político en el que irrumpe.
5. La serpiente
El segundo de los símbolos que servirán para comprender la identidad de este
fenómeno libertario es la bandera de Gadsden, que resalta en las movilizacio
-
nes tanto por su color amarillo brillante, como por su extrañeza en estas lati-
tudes. Esta bandera nació en el contexto de la independencia estadounidense
y es adoptado sin la menor modicación por los seguidores de Javier Milei.
18
Puede verse con frecuencia en manifestaciones públicas de derecha radicali-
zada de muchos países, pero sobre todo en las que encabezan grupos naciona-
17
Fernando Sabag Montiel fue la persona que ejecutó el intento de asesinato de la expresi-
denta en septiembre de 2022.
18
En este punto, es posible distinguirse de las gorras MAGA (acrónimo de Make Argentina
Great Again) en las que opera una reapropiación de un símbolo foráneo, el eslogan de los
seguidores de Donald Trump, quien a su vez se la apropió de la campaña de Ronald Reagan
en 1980.
AARÓN ATTIAS BASSO 21
listas blancos de los Estados Unidos.
19
Esta bandera ocupó la primera plana en
la célebre protesta que se conoce como Capitol Riot (disturbios del Capitolio),
que desembocó en la toma violenta del Congreso estadounidense en enero de
2021 (Capitol Riot: What Happened at the Capitol Yesterday, 2021).
Este emblema tiene una larga historia. Fue creado por el coronel Christopher
Gadsden en South Carolina en 1775, con el n de servir de identicación de
la marina de los independentistas estadounidenses. Consta de un fondo ama
-
rillo sobre el cual se emplaza una serpiente de cascabel enroscada, una espe-
cie nativa de México y los EE. UU. y completamente ausente en Europa. La
serpiente, un motivo común en la época, es un animal solitario que sobresale
por su capacidad de generar un daño letal sobre su presa o contra quien ose
perturbarla. Bajo la serpiente, la bandera lleva la amenazante leyenda «Don’t
Tread on Me», que puede traducirse como «no me pises» o «no me pisotees».
En el contexto de surgimiento, esta evocaba un clivaje independentista clási
-
co: libertad del pueblo contra tiranía colonial.
Así y todo, aunque durante la mayor parte de su historia haya sido un símbo
-
lo nacionalista, este ha sido reivindicado en mayor medida por el movimien-
to libertario estadounidense. Además, quienes han investigado esta bandera
acuerdan en que su circulación aumentó considerablemente desde la apari-
ción del TEA Party en 2009 (Sinclair Chapman, 2018; Platoff y Knowlton,
2022), al punto de que varios estados norteamericanos comenzaron a incluir
la serpiente en las patentes automotores (Brodie, 2023). De este modo, a
partir de sus usos en el mundo actual es posible sostener que la bandera de
Gadsden se ha convertido en un símbolo de la derecha extrema estadouni-
dense, en particular en su variante libertaria antiestatista.
Como sostiene un entrevistado, «es la serpiente de Gadsden. Abajo dice ‘no
me pises’. Es contra el Estado, que te pisa la cabeza, que no te deja crecer
con los impuestos y la burocracia» y agrega a continuación que «la serpiente
también es un símbolo vikingo, yo la vi en Conan el bárbaro
20
está en mi foto
19
Una de las más salientes fue la que tuvo lugar en Charlottesville en 2017 cuando, en
medio de una disputa por una estatua de un independentista esclavista, Robert E. Lee, un
manifestante nacionalista blanco, arremetió contra la multitud con su auto, matando a una
persona e hiriendo a otras diecinueve (Heim, 2017).
20
El entrevistado hace referencia a la película de 2011. Nos resultó interesante incluir este
fragmento dada la coincidencia de que este sea el nombre del perro que clonó Javier Milei
en 2017, del que habla de manera tan entrañable en sus entrevistas televisivas. Aquí hay una
cercanía entre la imagen que el militante elige para presentarse en su red social y el nombre
que eligió Milei para su perro.
22 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
de perl del WhatsApp». Mediante la apelación a la resistencia a la autoridad
y la reivindicación del individualismo, el contenido semántico de este sím
-
bolo ha pasado de ser la reivindicación de la libertad independentista contra
la tiranía colonial, a oponer la libertad de las personas contra la tiranía del
Estado. Este es un factor que explica su aparición en los colectivos libertarios
de la Argentina contemporánea.
Además, nótese que la bandera de Gadsden es la fuente de los colores liber
-
tarios: el amarillo y el negro. En la observación pudo notarse que esta com-
binación de colores reemplade manera casi total al violeta de La Libertad
Avanza; no solo en la serpiente, sino también en el león. Asimismo, vale notar
que este último desplazó al águila multicolor que simboliza dicho partido y que
aparece presente sobre fondo violeta en las marquesinas de los actos (así como
en las boletas electorales), pero casi completamente ausente entre el público.
Estas dos cuestiones apuntalan la hipótesis de la preeminencia del conductor
respecto de su partido, del carácter personalista del movimiento libertario.
Ahora bien, entre las personas entrevistadas también hay quienes no se sien
-
ten identicadas con este símbolo, dado que en su identidad conjugan el
libertarianismo con el nacionalismo. Así se expresa un militante de Lanús:
«Ala bicha no me gusta. Para nada. Porque no es nuestra, es un símbolo
yanqui». Aquí se ve nuevamente lo ya señalado más arriba, que dentro de
las identidades políticas existen múltiples procesos de identicación, cuyos
elementos no son necesariamente sinérgicos. Dicho esto, el ideario libertario
también se hace presente en otro símbolo que, a diferencia del anterior, no
proviene de otro país: la motosierra. Este es un símbolo que funciona a la
par con la serpiente, formando un binomio al trasmigrar el núcleo liberal a la
política local, con eje en la destrucción del aparato del Estado.
6. La motosierra
Si bien la motosierra tiene profundas diferencias con los otros dos símbolos,
su importancia es mayúscula en este contexto, pues condensa los sentidos
rectores de la propuesta política y del plan de gobierno de Javier Milei. Para
descifrar este funcionamiento, es preciso comprender el diagnóstico que el
colectivo libertario realiza de los problemas de la Argentina, para lo cual par
-
tiremos de una escena observada en el día de asunción presidencial de Milei.
Uno de los momentos salientes del acto fue cuando este enunció las medidas
de ajuste que llevaría adelante a partir de este momento. Quienes llevaban
AARÓN ATTIAS BASSO 23
carteles y maquetas de motosierras (incluso hubo una motosierra real ru-
giendo en el ala derecha de la Plaza de los Dos Congresos), las alzaron y
se convirtieron en pequeños focos de interacción, atrayendo la mirada, las
sonrisas y los aplausos del resto. Mientras Milei decía: «No hay plata», una
multitud cantaba «mo-to-sierra, mo-to-sierra », celebrando la austeridad, el
recorte del gasto público, el n de los subsidios a los servicios públicos, la
liberación de los precios, la desregulación del comercio exterior, entre otros
greatest hits del bien conocido recetario neoliberal. En este texto, quisiera
presentar algunos elementos de las entrevistas que ayudan a explicar el sen
-
tido de este canto, a entender el jolgorio ante la motosierra.
La evaluación de los militantes acerca de los problemas centrales de la Ar
-
gentina puede resumirse del siguiente modo. En principio, hay que notar
que la mayoría de los entrevistados agrupa a la izquierda revolucionaria, el
socialismo reformista y el peronismo —sobre todo, en su torsión kirchne
-
rista— con el rótulo de colectivismos. Esta clasicación se sostiene en que,
según argumentan, todos estos propician el crecimiento desmedido del Es
-
tado, lo que, de manera lineal e invariante, genera corrupción y pobreza. En
su razonamiento, estos colectivismos generan una gran cantidad de «inter
-
mediarios» o «quiosquitos», lo que tiene dos grandes consecuencias: por un
lado, la ineciencia y la inecacia de la acción del Gobierno —que entonces
se convierte en una «carga» para la sociedad— y, por el otro, la corrupción,
en la medida en que cada intermediario estrategiza su posición para obtener
un benecio individual y enriquecerse a costa de aquellos a quienes debe-
ría servir. Esto redunda en una comprensión del Estado en la que aparece
bajo una luz enteramente negativa, que se resume en la frase de un militante
cuando arma que «donde está el Estado, vos apretás y sale pus. Está todo
podrido». Nótese la potencia de la imagen que evoca, con toda una carga que
es moral y a la vez patologizante, pues el Estado es presentado como un foco
infeccioso de la sociedad.
La intervención del Estado es la principal causa de que la Argentina tenga
altos niveles de pobreza,
21
al generar una «cultura de los planes»
22
que des-
21
Estos hallazgos en relación con el Estado son concurrentes con los de Semán y Wels-
chinger (2023), quienes sostienen que aquellas personas que apoyan a Milei, en términos
generales, reniegan del lenguaje de derechos y de las capacidades del Estado para mejorar
sus condiciones de vida, el cual es incluso retratado como un obstáculo para su propio
desarrollo y que está conducido por una élite desconectada que solo trabaja para mantener
sus propios privilegios.
22
Con esta expresión se hace referencia a la desmotivación al trabajo que, de acuerdo con
24 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
motiva a trabajar y hace que los sectores más vulnerables se vuelvan «adictos
al Estado». En esta línea, un entrevistado sostiene que «hay que reeducar a la
gente porque falta civilización. Que se acabe el “que me dean” (sic), porque
ya no es “que me den”... porque hablan así, ¿entendés?”. En un momento de
la conversación, hablando de la gente que vive en «el entubado»,
23
sostiene
que esa gente «vive en otra época. Son todos chorros, viven de robar y de los
planes. Pobre gente, más vale que es terrible. Pero las ves a las “luchonas”
24
con todos los nenes y la banda de perros, y ahí te pegás la vuelta porque ya
sabés». Su descripción de los sectores empobrecidos muestra una mirada en
la que se conjugan distintos sentidos y afectos: lástima, desprecio, deshuma
-
nización, miedo, condena moral y peligro.
En una línea similar, aunque en otro tono, se expresa un militante de Lomas
de Zamora:
No hace falta un papá Estado, porque la “maquinita”
25
es lo peor, hay que
pararla. Ahora se acabó la mentira. Porque eso de Cristina [Fernández de
Kirchner] solo se sostiene con la maquinita. Digo, los planes, los jubilados
sin aportes, el clientelismo, los colectivos subsidiados... Ahora lo vamos a
pagar, porque no se puede sostener. ¡No hay plata! Y es culpa del kirchne-
rismo que le dio a la maquinita todos estos años, que generó esa fantasía.
Nótese cómo se construye un Estado que, a partir de su política monetaria,
miente, engaña, manipula y pervierte a la población, al ocultarle el «verdade-
ro costo de los bienes y servicios», cuya «verdad» se encuentra en la ley de
la oferta y la demanda, de la que hablan como una verdad absoluta e incues-
tionable. En ese sentido, todo intervencionismo es una fantasía, ya que es
una distorsión arbitraria del mecanismo «natural» del mercado, que funciona
como lugar de veridicción, a decir de Foucault (2007). Transgredir las reglas
del mercado, alterar este mecanismo autorregulado y omnisciente, acarrea
consecuencias terribles: la pobreza, la falta de empleo privado registrado, la
corrupción, la formación de una casta política emancipada del interés colecti-
quienes la utilizan, producen los planes gubernamentales de ayuda social a los sectores
empobrecidos.
23
Se reere a una parte de la localidad de Lavallol situada en el sur del Gran Buenos Aires,
en la que está entubado el Arroyo del Rey.
24
Este es un modo despectivo de referirse a las madres de sectores empobrecidos.
25
En la Argentina se utiliza la expresión «maquinita de imprimir billetes» para hacer refe-
rencia a la emisión monetaria.
AARÓN ATTIAS BASSO 25
vo y la perversión de los distintos sectores populares a partir de una «cultura
de los planes».
De esta manera, vemos cómo los símbolos políticos expresan tanto senti
-
dos como sentires, condensan creencias fundamentales del conjunto que los
porta, las que están afectivamente investidas en mayor o menor medida por
sus integrantes. La virulencia de las descripciones de quienes entrevistamos
muestran un conjunto de afectos intensos, tales como la indignación y la
bronca, que ayudan a explicar el carácter desmesurado de sus símbolos polí-
ticos, todos los cuales tienen una alta carga de agresividad y resultan perfec-
tamente apropiados para una estrategia política radical.
Resumiendo, la serpiente y la motosierra deben leerse como símbolos rela-
cionados; la primera expresa el ideario libertario y dona sus colores al movi-
miento, mientras que la segunda constituye la versión local y más pragmá-
tica, al condensar un conjunto de políticas concretas ligadas a aquél. Ambos
símbolos tienen una fuerte carga libidinal y condensan sus críticas al Estado,
que como puede verse, remiten a lo funcional y a lo moral a la vez, pero
sobre todo a esta última dimensión. Se critica por un lado la ineciencia de
la maquinaria, que es representada como esencial e inequívocamente fallida
y, por el otro, la lesión moral que genera en la sociedad y la corrupción de
quienes la han liderado.
En su comprensión del Estado y de quienes lo han conducido —«la casta»—,
puede identicarse una operación por medio de la cual se hace de ciertas
personas (o colectivos), así como de sus creencias y sus símbolos, las mar
-
cas de lo sagrado impuro (Hertz, 2020). Hacer política no es solo sacralizar
positivamente ciertos signicantes, sino también intervenir sobre la realidad
en un sentido negativo, penalizando, produciendo un estigma, volviendo ab
-
yectos ciertos discursos. Solo desde allí es posible dibujar los contornos de
lo propio. Así, la producción de un antagonista y su estigmatización colectiva
colaboran en la estructuración del campo político ligando afectos negativos
a representaciones en torno a la otredad.
Conclusiones
Nos propusimos avanzar en el conocimiento en torno a la identidad del mo
-
vimiento libertario que está naciendo en Argentina, a partir de la indagación
en los símbolos que portan en sus actos y movilizaciones. Un primer ha-
26 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
llazgo de la indagación empírica fue la postulación de tres símbolos como
fundamentales —el león, la serpiente y la motosierra—, los cuales fueron
analizados desde un enfoque teórico novedoso, tanto para los estudios en
torno a la militancia y otras formas de acción colectiva, como para aquellos
que se centran en las identidades políticas. Al detenernos en los símbolos
libertarios y tomar con seriedad esta dimensión de la praxis política, algo
desatendido o relegado a un lugar secundario en la mayoría de los análisis
previos de la derecha radicalizada, consideramos que hemos logrado algunos
avances; esta lectura ha posibilitado no solo dotar de mayor apoyo empírico
a los hallazgos ya existentes, sino también la emergencia de nuevas claves
interpretativas que aportan a la construcción de conocimiento en torno a las
identidades políticas de la Argentina contemporánea.
Una primera conclusión es que no prima un análisis economicista ni utilitario
en la evaluación que los y las militantes hacen de la situación nacional, sino
que hay una valoración predominantemente moral. No tomamos la palabra
corrupción como un signicante más, si no que indagamos en ella al hablar
de la motosierra y del león. Esto nos permitió advertir que tiene una carga
semántica y afectiva que va más allá del simple robo, para designar aquello
que descompone, que degrada y que se encuentra extendido como una enfer
-
medad que se desarrolla por un cuerpo. La corrupción de la «casta política»
aparece con más claridad bajo la luz del concepto de lo sagrado impuro,
es decir, como una fuerza activa y peligrosa más que como la transgresión
de la prohibición de robo. Vista de este modo, la corrupción no tiene como
correlato un regreso a la norma, sino que invita a emprender un camino de
puricación, con el consecuente castigo de los culpables y el atravesamiento
colectivo del desierto, sobreponiéndose a la adversidad y el dolor que este
acarrea. La motosierra y el león rugen al unísono, anunciando que no hay
plata, que se acabó un estado de cosas injusto en el que una casta de polí-
ticos colectivistas sostiene sus privilegios a costa del pueblo; en el que se
desincentiva al trabajo, se manipula a los sectores empobrecidos para que
sean «adictos al Estado», mientras se castiga a quienes trabajan cada día para
sacar el país adelante.
Una segunda conclusión de nuestro análisis es que es proceso de purica
-
ción entendido como superación de la decadencia moral, que solo puede ser
liderado por alguien fundamentalmente distinto de aquellos responsables de
conducir al país al estado actual. Es así que el actual presidente es postula-
do como un gran individuo, a quien no se le reclama que se someta a una
administración ordenada de la cosa pública, sino más bien que efectivice un
AARÓN ATTIAS BASSO 27
ejercicio radical del poder a partir del cual sean posibles resultados extraor-
dinarios. Para los y las militantes Milei aparece como la encarnación de la
sacralidad pura, como aquél que es capaz de cuidar de sus valores más caros,
por lo que sus medidas son celebradas y justicadas, incluso cuando estas
se encuentren reñidas con la institucionalidad, pues son decisiones tomadas
en vistas de un bien mayor. Esto abre la puerta a la discusión en torno a
la desmesura, atributo que los y las militantes efectivamente reconocen en
enunciaciones del presidente, y que mayoritariamente les parece justicado,
necesario o, por el contrario, intrascendente. En este punto decidimos no
calicar estos dichos como violentos, dado que partimos de una denición
de la violencia como relacional, dinámica y política, preriendo hablar de la
agresividad, que aparece con claridad en los tres símbolos que reconocimos
como centrales de la constitución actual de la identidad libertaria. Dicha des-
mesura, por su parte, resulta conuyente con el peso de la dimensión afectiva
que se registra tanto en las movilizaciones como en las entrevistas, y que
dan cuenta de un proceso en marcha en el que la racionalidad utilitaria cede
terreno hacia una concepción de la política como lucha entre valores últimos.
Todo esto nos conduce a otra dimensión que aparece con mayor claridad a
la luz del marco teórico adaptado: la cuestión de la intensidad política que
este actor imprime en el escenario político nacional. Al observar las inte
-
racciones que se producen en torno a los símbolos y conversar acerca de
los sentidos que los actores les atribuyen, hemos podido dar cuenta de la
emergencia de afectos profundos, así como del desencadenamiento de una
dinámica pasional. Esto constituye el tercer punto a resaltar. Un análisis ma-
niqueo prima entre los y las militantes, el cual es propio de un proceso de
reclasicación agonística de lo sagrado puro y lo impuro. Mientras los par
-
tidarios del «las ideas de la libertad» —por apelar a un sintagma común en
este universo— se ven a sí mismos como honestos, trabajadores y patriotas,
sus antagonistas aparecen como corruptos, fagocitadores y cínicos que mani-
pulan los símbolos nacionales para su propio enriquecimiento. En este punto,
vemos aparecer un conjunto de afectos negativos, tales como la indignación,
la frustración y la bronca, que conducen a deseos más o menos inconfesables
o, al menos, alejados de las reglas básicas de la interacción política propia
de la democracia republicana liberal. Nos referimos, por caso, al sadismo
ante ciertos acontecimientos que tienen por protagonistas a los exponentes
de la política, así como a un reclamo de venganza que muchos de ellos nos
relataron como necesario para dar cuenta de las consecuencias de cien años
de saqueo y decadencia nacional.
28 STUDIA POLITICÆ Nº 62 otoño 2024
Para terminar, considerando que nos encontramos ante una estetización del
poder por vía de la exaltación de símbolos de gran agresividad, nos parece
importante volver a resaltar la importancia de tomar con seriedad la pro-
ducción de símbolos como parte de los procesos de constitución identitaria
de los grupos. Estos constituyen una vía privilegiada para mostrar desde la
materialidad de lo sagrado cómo se trenzan creencias con deseos y represen
-
taciones con afectos. Los símbolos se muestran como una vía con alto poten-
cial heurístico para identicar los núcleos sintagmáticos en torno a los cuales
se estructuran las identidades políticas, lo que nos ha permitido dar cuenta de
procesos de producción colectiva de las signicaciones, aportando a la tarea
de volver conscientes estructuras culturales que surgen de la praxis política
de los actores políticos, aun cuando permanezcan impensadas para estos.
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