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aleja de cualquier noción sobre un orden social reicado que entienda la
historia como el despliegue de leyes universales ya determinadas (Baldoni,
2008), con independencia de las prácticas que moldean lo que allí ocurre.
Por lo tanto, si las sociedades no implican “consensos sustantivos” y si, a su
vez, se conguran por la acción que despliegan múltiples actores sociales,
la idea del “orden democrático” pregonado por él aparece como un dilema a
resolver. Efectivamente, si existe un reconocimiento a la imposibilidad de un
consenso total, este supone el establecimiento de algunos acuerdos capaces
de sostener esos propios disensos. Así, quedaría postulado el consenso entre
los actores para mantener el disenso, lo cual remite al orden político-cultural
acerca de las reglas de juego que servirían de soporte para sostener el propio
juego democrático. Es aquí donde De Ípola y Portantiero (1984)10 instalan
la idea de un pacto procesual, no sustancial, como un conjunto denido de
reglas acordadas que permitirían la convivencia de proyectos y opciones po-
líticas diferentes. La democracia entendida como una esfera política autó-
noma, como una “utopía” que incorpora conictos y tensiones, pero que no
desconoce la importancia de las reglas para procesarlos.
Aquí los autores explicitan el tipo de acuerdos que supone un pacto democrá-
tico, muestran que una democracia debe basarse en un acuerdo sobre reglas
que posibilitan el procesamiento de las diferencias existentes en una socie-
dad, aquellas normas que regulan el juego y que se constituyen como con-
dición de posibilidad para que aquél pueda darse. Se trata de un conjunto de
reglas procesuales y sustanciales, como garantía para mantener el pluralismo
y la dinámica política. Más especícamente sostienen:
Pensamos que es justamente aquí donde cabe rescatar la idea de pacto de-
mocrático, esto es, de un compromiso que, respetando la especicidad de
los movimientos sociales, delimite un marco global compartido dentro del
10 Debería mencionarse también una ponencia del mismo año, aunque de autoría exclusi-
va de Portantiero, donde aborda los mismos temas y propone las mismas soluciones. Se
trata de un trabajo de noviembre de 1984 (publicado también en Portantiero, 1988): “La
consolidación de las democracias en sociedades conictivas”. Claramente expresa ideas
similares a aquello que escribió junto a De Ípola. Así, preguntándose acerca de escenarios
posibles para lo que vendrá, se aleja de intentar propuestas sobre “modelos utópicos de una
sociedad perfecta, transparente, nalmente cerrada, sino modelos de conicto y de reglas
para procesarlos. En una palabra: para imaginar un espacio institucional capaz de contener
a las tensiones que producen los cambios y que estos realimentan” (p. 159). Es clara la línea
demarcatoria respecto a ideas que otrora manejara la izquierda más tradicional (cambios
abruptos, propuestas inalcanzables, etc.) para, en su lugar, pensar en alternativas que per-
mitan procesar el conicto dentro de un marco institucional democrático.