Resumen
Entre 2003 y 2015 el peronismo (PJ) dominó ampliamente la política na-
cional, pero el PJ cumplió una función muy marginal, comparada con la
que había alcanzado durante la década anterior. Esto se relaciona con la
existencia persistente de diversas expresiones peronistas en competencia
entre en distintos terrenos: por un lado, un tronco principal en ejercicio
del gobierno a nivel nacional y en muchas provincias y municipios, inte-
grante del Frente para la Victoria junto a otras fuerzas y, por otro, escisiones
o desprendimientos de distinto volumen, alcance territorial y duración que
reunieron dirigentes y canalizaron votos de origen peronista, en ocasiones
también amalgamados a los de otras procedencias. Este estudio analiza esa
STUDIA POLITICÆ Número 55 primavera/verano 2021/2022 pág. 5–40
Recibido: 14/08/2020 | Aceptado: 11/05/2021
Publicada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
de la Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, República Argentina.
El pluralismo peronista en la
Cámara de Diputados de la Nación
entre 2001 y 2019
1
Marcos Novaro
*
1
Agradezco los comentarios de Alejandro Bonvecchi, Danilo Degiusti, Gerardo Scherlis,
Nicolás Cherny y Agustín Salvia. Así como las sugerencias anónimas de tres referencistas.
*
Es Investigador principal del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Cientícas
y Tecnológicas) y titular de la cátedra de Teoría Política Contemporánea en la Universidad
de Buenos Aires (UBA). Su último libro se titula Dinero y poder. Las difíciles relaciones en-
tre empresarios y políticos en Argentina (por Edhasa). Correo electrónico de contacto: mar-
cosnovaro@gmail.com.
Código de referato: SP.276.LV/21
http://dx.doi.org/10.22529/sp.2021.55.01
6 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
dinámica en la Cámara de Diputados, que se expresó en la formación de
lo que denominamos “desprendimientos peronistas”, y sus efectos sobre
la dinámica de las votaciones en dicha Cámara y en las elecciones para
esa categoría de representación, con el objeto de indagar cómo impactó
en la relación entre la conducción nacional y las dirigencias distritales del
peronismo y, más en general, en el sistema de partidos. Distinguiremos una
etapa de auge de esta dinámica de fragmentación, entre 2003 y 2013, y una
fase de decadencia, a partir de 2013 y hasta las elecciones de 2019, en que
el peronismo se reunica.
Palabras clave: peronismo sistema de partidos disciplina partidaria
competencia política.
Abstract
Between 2003 and 2015 Peronism exerted a wide domain over argentine
politics, but PJ (Partido Justicialista) had a minor role compared to the pre-
vious decade. The reason of this remarkable difference is that, ruled by
Néstor and Cristina Kirchner, peronist party was divided in various fac-
tions, which competed with each other. On the one hand we have the stron-
gest faction, Kirchnerism, which controlled the presidency, many provinces
and local governments under the FPV coalition. On the other hand we can
nd non-centralized groups (from many sizes, territorial range and dura-
tion) which attracted peronist dissenters and also traditional voters of other
parties. This research analyzes this dynamic, it’s boom stage and it’s effect
over pluralist competition and the party system, and its decay phase from
2013 until the 2017 elections. On this basis proposes also an alternative
explanation for the evolution of government coalitions, the performance of
Peronism in the opposition, and its reunication in 2019.
Keywords: Peronism, party system, party discipline, political competition.
Introducción
E
ntre 2003 y 2015 el peronismo dominó ampliamente la política nacio-
nal. Lo hizo, por un lado, actuando como el integrante predominante
del Frente para la Victoria (FPV). Esta fue la única fuerza capaz de
formar mayorías a nivel nacional y, también, en la mayor parte de las pro-
vincias durante ese período. Y por otro, porque también fueron peronistas
algunas de las fuerzas de oposición más gravitantes de esos años, las que
compitieron con el FPV y con otras corrientes políticas nacionales cuya úni-
ca identicación perdurable, para más evidencia de la centralidad alcanzada
por aquella fuerza, fue la de “no peronismo”.
MARCOS NOVARO 7
Este modo de ejercer su predominio se reejó en la Cámara de Diputados
de la Nación. En ella coexistieron la bancada del PJ-FPV, que reunió soste
-
nidamente una sólida primera minoría de los legisladores, y otras bancadas
que expresaron a electorados y grupos de dirigentes territoriales identica
-
dos como peronistas. Este rasgo, uno de los más peculiares del período, se
prolongaría hasta 2019: la proliferación de las bancadas autodenidas como
peronistas, en ocasiones colaborando para la aprobación de proyectos de ley,
pero también resistiendo u obstruyendo, y compitiendo entre sí por la repre-
sentación de esa identidad, incluso signó el funcionamiento de la Cámara
Baja durante la presidencia de Mauricio Macri. Esto le conrió un carácter
particular a la dinámica de competencia y colaboración de dicha cámara del
Congreso y contribuyó sustancialmente a la fragmentación de su represen-
tación.
El análisis de este fenómeno se inscribe en el marco de los estudios sobre el
modo en que se estructuró y actuó el peronismo como fuerza política bajo la
égida del proyecto kirchnerista. Se ha puesto de relieve en muchos estudios
ya que esta égida no se atuvo a los límites ni se ajustó a las reglas de un par
-
tido. Nos interesa precisar aquí a qué reglas y mecanismos coalicionales se
atuvo, al menos en lo que atañe a la Cámara Baja, y cuáles fueron las ventajas
y desventajas que los actores extrajeron.
Nuestro análisis se centra para ello en el comportamiento de lo que deno
-
minaremos desprendimientos peronistas (DPs, equivalentes a lo que Galván
–2009 y 2011– denomina “disidencias” y Toppi –2019– “escisiones”), agru
-
pamientos de diputados que se denieron en forma más o menos clara y
explícita como expresión del peronismo, pero se diferenciaron de la bancada
ocial por uno de los siguientes motivos, o una combinación de ambos: para
negociar en forma autónoma sus votos por recursos o disputarle la represen-
tación del espacio peronista. Hallamos que estos DPs, además de ser muy
numerosos y reunir un número considerable de bancas en estos años, fueron
mayormente efímeros, se formaron y disolvieron por combinaciones com-
plejas y muy variables, entre los casos y a lo largo del tiempo, de oportuni-
dades y limitaciones para el desarrollo de los dos objetivos mencionados,
variaron por lo tanto en sus posiciones y frecuentemente se dividieron ante la
disyuntiva de apoyar o no proyectos de ley de los gobiernos de turno.
Postularemos, a partir de dichas constataciones, que la proliferación de estos
DPs durante el período en estudio es un indicador relevante de la persistente
fragmentación que padeció esa fuerza política, de los límites difusos que ca
-
racterizaron a su coalición predominante y de la variedad de recursos a que
8 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
circunstancialmente esa corriente predominante echó mano para conformar
y sostener sus mayorías.
Consideraremos, también, la relación entre esos DPs legislativos y las listas
identicadas como peronistas en competencia entre sí en las elecciones para
diputados nacionales en los distintos distritos del país. Este es otro indicador
de la fragmentación de esta fuerza durante el período en análisis, pero que
tuvo manifestaciones muy distintas según las provincias que se consideren
y no necesariamente estuvo en el origen de todas las disidencias legislativas
mencionadas. El análisis nos permitirá, así, desentrañar una dinámica más
amplia de diferenciación, competencia y coalición entre un arco de expre
-
siones político-electorales de raíz peronista en que se descompuso el Partido
Justicialista tras la crisis de 2001 y que operó durante las dos décadas si-
guientes como eje fundamental de nuestro sistema de partidos, fenómeno al
que denominaremos pluralismo peronista.
Este recorrido nos permitirá, nalmente, explicar dos funciones distintas,
pero complementarias, que cumplieron los DPs en el período según el con
-
texto de competencia que enmarcara su acción: en fases de auge electoral de
la facción predominante, el FPV, los DPs le permitieron reducir sus costos
de transacción, tanto frente a sus bases como a otras facciones minoritarias
y fuerzas aliadas, a la hora de conformar una coalición mayoritaria y volver
a las estructuras medias e inferiores del peronismo en general más depen-
dientes del vértice político; en tanto en los momentos de crisis o reujo, los
DPS canalizaron, al menos parcialmente, la representación del descontento
social tanto interno como externo al peronismo, y desplazar así a los márge-
nes del sistema a las fuerzas de oposición, sin dejar de ofrecer alternativas
de cooperación con el grupo gobernante para la formación de mayorías y la
aprobación de proyectos legislativos que revistieran importancia para él.
Empezaremos por una breve historia de las transformaciones vividas por el
peronismo desde la restauración democrática: atravesó fases de auge y deca
-
dencia, de fractura y recomposición a lo largo de los años, que constituyen
importantes antecedentes de los problemas que deseamos considerar aquí.
Lo peculiar del período en el que nos centraremos parece ser que, a diferen-
cia tanto de los años ochenta como de los noventa, el auge y el predominio
convivieron con la fragmentación.
Luego analizaremos el origen y las características de los DPs a la luz de la
discusión teórica y empírica sobre las peculiaridades organizativas del pero
-
nismo y los cambios en nuestro sistema de partidos y las reglas de funcio-
MARCOS NOVARO 9
namiento de la Cámara Baja. Los diferenciaremos del fenómeno del transfu-
guismo, así como de los partidos cismáticos que se han formado en distintas
ocasiones a partir de facciones, tanto del peronismo como de otros partidos.
E identicaremos algunas variaciones entre ellos, así como casos ambiguos
o fronterizos, difíciles de catalogar, o que pasaron de ser DPs a partidos cis-
máticos, nacionales o distritales, o viceversa.
En tercer lugar estudiaremos el modo en que votaron los miembros de esas
bancadas, lo que nos permitirá analizar su función en la formación de ma
-
yorías y su conexión con los comportamientos de los DPs en la arena elec-
toral. Esto nos permitirá completar el análisis de los roles que cumplen en la
representación política. Cerraremos el trabajo con una consideración de los
nuevos obstáculos que surgieron para la convivencia del FPV con los DPs
a partir de 2013, el agravamiento de los costos de la fragmentación desde
entonces y más todavía luego de 2015, cuando el peronismo se encontraba
en la oposición. Esto nos permitirá, también, estudiar las razones por las que
este tardó en recuperar su unidad hasta casi el nal del mandato presidencial
de Mauricio Macri, así como las que lo llevaron en esa dirección, muy rápi-
damente, en 2019.
1. Del predominio del PJ al pluralismo peronista. ¿Un legado del 2001?
Entre 1987 y 2002 el peronismo vivió su etapa de funcionamiento más larga,
estable y rentable como una más o menos típica organización partidaria. El
Partido Justicialista reunió, incontrastablemente, durante esos años, tanto los
votos como la representación institucional de dicha fuerza política, lo que
le proveyó de mecanismos adecuados para resolver sus disputas internas,
elegir sus candidatos y formar coaliciones de gobierno, manteniendo dicha
cohesión.
Esto no impidió que se produjeran crisis y desprendimientos, pero le permi
-
tió lidiar con ellos. Las disidencias y rupturas protagonizadas por sectores
opuestos a las políticas y líneas de acción decididas por los máximos líderes
del partido, que a mediados de los años ochenta enfrentaron a “ortodoxos” y
“renovadores”, fueron resueltas de modo que se consolidó la unidad partida-
ria en la segunda mitad de esa década. Y, por lo mismo, la convulsión interna
que provocó la instrumentación de reformas de mercado desde nes de ese
decenio, y de la que resultó primero el Fredejuso, luego el Frente Grande
y PAÍS, y por último el Frepaso (Frente País Solidario, reunión de los dos
anteriores y otros grupos menores), no involucró a una porción relevante
10 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
de sus dirigentes y, aun menos, de sus votantes: si bien esos grupos fueron
liderados por guras de origen peronista recogieron adhesiones sobre todo
de la izquierda y el radicalismo, no de votantes peronistas, y no llegaron a
afectar la estructura del partido, salvo parcialmente en la Ciudad de Buenos
Aires y Mendoza (Gervasoni, 1998; Levitsky, 2005). Del mismo modo, lí-
deres locales o regionales que entraron en conicto por otros motivos con la
conducción partidaria en esos años fueron desalentados de romper con ella.
En suma, ninguno de estos episodios ni ninguna otra contingencia enfrentada
por el peronismo en esa etapa alcanzó para desaar el rol vertebrador sobre
los votantes y los líderes territoriales y sindicales de un PJ unido, más bien lo
conrmaron y fortalecieron.
Esta cohesión partidaria se alcanzó mientras los peronistas estuvieron fuera
del gobierno nacional, por lo que es doblemente meritoria. Aunque también
es cierto que la estabilidad partidaria se consolidó gracias al predominio que
alcanzó y mantuvo Carlos Menem sobre su electorado entre 1988 y 1999
(y que en menor medida se extendería hasta 2003), y el control que ejerció
gracias a eso sobre el gobierno nacional a lo largo de los años noventa. El
haber conquistado la candidatura a la presidencia en una elección interna
directa, en 1988, y logrado habilitar su reelección a través de una reforma
constitucional acordada con la oposición, en 1994, dos hechos inéditos para
la historia de esta fuerza, le proveyeron una autoridad incuestionable ante las
demás facciones en que se dividió el PJ en esos años. Esto se fortaleció, ade
-
más, a través de la uida negociación de los conictos internos del partido
gobernante entre el presidente y la “mesa de gobernadores”, reunión de los
mandatarios distritales de esa fuerza (entre los que destacó a partir de 1991,
tanto por su peso como por su rol cooperativo con esa mayoría partidaria, el
bonaerense Eduardo Duhalde).
Las reglas formales del partido, en particular la realización de internas para
renovar autoridades y elegir candidatos, se aplicaron más inestablemente en
esos años (cuando operaron, lo hicieron en general a través de listas de uni
-
dad; Mustapic, 2002) y tuvieron un rol también más limitado, por lo que no
conviene exagerar el grado de consolidación de la organización partidaria.
De todos modos, lo fundamental es que la situación cambió drásticamente
tras la crisis de la convertibilidad, que en su fase terminal encontró al pe-
ronismo de nuevo en la oposición. Las diferencias entre el menemismo y el
duhaldismo se habían agudizado desde que el primero pretendió incumplir
el pacto que lo comprometía a una sucesión presidencial en 1999 a favor del
segundo. Y tras la derrota ante la Alianza (integrada por la UCR y el Frepaso)
MARCOS NOVARO 11
en esas elecciones, el conicto se siguió profundizando, pues se superpuso
al choque entre devaluacionistas, respaldados por sectores industriales, y de-
fensores del cambio jo y luego de la dolarización, con peso sobre todo en
los sectores nancieros y de servicios.
Pero aún más determinante para la suerte del PJ que estas tensiones resultaría
la crisis de las fuerzas entonces en el gobierno, que mantuvieron en pie la con
-
vertibilidad hasta nes de 2001: al radicalismo y el Frepaso se había sumado
en el ínterin APR (Acción por la República, liderada por Domingo Cavallo)
y las tres perdieron buena parte de sus apoyos en las elecciones de medio
término de octubre de ese año (Torre, 2003), lo que alentó a distintas faccio-
nes peronistas a ir a la búsqueda de esos votos desafectados. Esto ayudaría a
transformar las tensiones que venía acumulando el peronismo en su interior
en motor de una fragmentación por la que dejaría de actuar como partido.
El punto crítico en este proceso sería la elección por parte de la conducción
del PJ de un camino en principio poco conictivo, aunque corrosivo de la
organización, para intentar superar la crisis. Tras la renuncia de De la Rúa, la
designación de Duhalde como presidente provisional para terminar su man
-
dato, en un Congreso Nacional en que las bancadas peronistas habían ido
perdiendo disciplina y cohesión, fue al mismo tiempo la expresión y la vía
a través de la cual se propagó una fractura más profunda y perdurable que
las conocidas desde 1983. Fractura que se terminó de consagrar a raíz de la
libertad de acción que otorgó el siguiente congreso partidario, reunido en
Lanús en enero de 2003, a los sectores en disputa para que postularan en las
elecciones presidenciales de marzo siguiente a sus respectivos candidatos.
Dividieron el electorado de esa fuerza en porciones de peso similar y atra-
jeron a otros muchos votantes a participar de dicha competencia abierta, en
la que se deniría, nalmente, la integración del nuevo gobierno (Novaro,
2003, 2009; Calvo y Escolar, 2005; Carrizo, 2011).
No fue esta la primera ocasión en que se presentaba más de un candida
-
to presidencial peronista en elecciones generales. Existía el antecedente de
1995, cuando José Octavio Bordón desaó a Menem desde el Frepaso. Pero
en aquella ocasión el electorado peronista se mantuvo en su amplia mayoría
alineado detrás de las candidaturas ociales y las facciones peronistas que
promovieron esa candidatura disidente, visto el éxito en atraer a otros electo-
res, avanzaron desde entonces en dirección a formar nuevas fuerzas políticas
y no facciones disidentes. En resumidas cuentas, la disidencia que pretendió
encarnar Bordón no logró poner en cuestión la predominancia del PJ y la
unidad peronista en torno a él. Más bien las reconrmó.
12 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
Fue bien distinto lo que sucedió en 2003 y lo que le siguió. El electorado pe-
ronista se dividió en esta elección presidencial en tres porciones relativamen-
te semejantes en todo el país. Fue, además, la única elección en que el PJ no
presentó un candidato ocial, lo que seguramente inuyó para que el partido
siguiera dividido desde entonces: en las presidenciales posteriores siguieron
presentándose dos o más candidatos de extracción peronista. Aunque eso
no impidió que, hasta 2015, en todos los casos uno de ellos resultara electo,
gracias a dos circunstancias que atemperaron los riesgos asociados a la frag-
mentación: las demás fuerzas políticas estuvieron también muy divididas,
por lo que no constituyeron una auténtica amenaza para la primera minoría
del campo peronista (rasgo este último que se modicaría precisamente en
2015), y una parte importante de los votantes no peronistas estuvo siempre
inclinada a participar de esa competencia abierta, lo que permitió que el es
-
pacio peronista convocara globalmente una supermayoría electoral. El pero-
nismo pasó así de reunir algo más del 40% de los votos totales promedio en
los años ochenta y noventa, con la excepción de 1995, que ya distinguimos
como un caso peculiar, a más del 60%, incluso en la primera vuelta de 2015
(Tabla 1).
Tabla 1. Candidatos a presidente de liación peronista entre 1983 y 2019,
ociales o disidentes, y votos obtenidos
Fuente: elaboración propia en con datos de la Dirección Nacional electoral.
*
El signicado de esta suma varía según los años que se consideren. Se explica para los
años más relevantes en el apartado “Los desprendimientos en la arena electoral”.
En las elecciones para diputados nacionales de 2003 se observó el mismo
fenómeno, aunque morigerado. Y es que, desde mayo de ese año, en que tuvo
inicio el gobierno de Néstor Kirchner, respaldado inicialmente por el duhal-
MARCOS NOVARO 13
dismo, se produjo un rápido realineamiento a favor del Ejecutivo en las ban-
cadas legislativas y los liderazgos territoriales que habían participado de la
competencia abierta en las presidenciales. Eso repercutió en la conformación
de las listas y en la campaña de las elecciones legislativas que concluyeron
en septiembre. Gracias a esto las listas ociales del PJ se impusieron con el
30,78% de los votos en todo el país (una sensible mejoría frente al 26,74%
de 2001, hasta entonces su mínimo histórico; véase Tabla 3).
Tabla 2. Resultados electorales para Diputados Nacionales 2001-2019. Pe
-
ronismo vs. no peronismo
Fuente: elaboración propia en con datos de la Dirección Nacional electoral.
Tabla 3. Resultados electorales para Diputados Nacionales 2001-2019.
Peronismo vs. no peronismo
Fuente: elaboración propia en con datos de la Dirección Nacional electoral.
Pero esta mejoría, aunque reejo de la consolidación de un nuevo liderazgo
nacional en el campo peronista, no implicó tampoco la recomposición de la
unidad partidaria: los DPs en esas legislativas de 2003 sumaron 8,08% en
todo el país, a través de 18 listas disidentes, superando los 6,49 puntos que
habían sumado dos años antes, en plena crisis de la convertibilidad. Y ya
14 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
no dejaron de gravitar: en 2007, con un kirchnerismo ya consolidado, que
aseguró su continuidad en el poder con la elección de Cristina Fernández, se
presentarían 29 listas disidentes a Diputados nacionales, sumando aún 7,82%
de los votos totales, frente al 31,86 de las ociales (Tablas 2 y 3).
El disciplinamiento de las representaciones legislativas peronistas detrás del
nuevo grupo gobernante también fue acelerado. Pero estuvo acompañado
(y veremos que incluso en alguna medida facilitado) por la persistente frag
-
mentación de las bancadas nacionales de esta fuerza, pese a que ella estaba
en funciones y los presidentes mantuvieron, salvo entre 2008 y 2010, amplio
apoyo en la opinión pública y las urnas.
Esta paradoja es el primer foco de interés de nuestro análisis. ¿Por qué el
vértice del poder peronista se fortalecía y, al mismo tiempo, los desprendi
-
mientos peronistas crecían (Galván, 2011, sostiene que “entre 2003 y 2007
se triplicaron”, lo que según nuestros cálculos es un poco exagerado), o al
menos se mantenían elevados para lo que habían sido los parámetros del PJ
hasta nes de los años noventa?
Este fenómeno es notable en la Cámara de Diputados, en contraste con lo vi
-
vido allí en décadas anteriores. Tanto a mediados de los años ochenta como,
en menor medida, a comienzos de los noventa se habían registrado algunos
desprendimientos del bloque justicialista de Diputados. Pero en ambas oca-
siones duraron poco tiempo. En el primer caso porque fueron reabsorbidos
al resolverse la pugna entre ortodoxos y renovadores entre 1985 y 1987 y, en
el segundo, porque los que no se reabsorbieron formaron el Frepaso, que ya
desde 1995, como dijimos, era un nuevo partido, no un DP. En ninguno de
esos casos, por tanto, los desprendimientos se volvieron una presencia cons-
tante, ni una señal de que la unidad y el predominio de la estructura partidaria
estuvieran amenazados en su propio campo, el electorado de esa preferencia
y su representación institucional. De hecho, luego de la competencia en 1995
entre Menem y Bordón, el peronismo volvió a unicarse en torno a la candi-
datura de Duhalde en 1999, último año en que se presentó un solo candidato
presidencial de ese signo (Tabla 1).
Durante la década menemista, además, tampoco esos cismas habían compro
-
metido en ningún momento las mayorías ocialistas en el Congreso. Lo di-
cho puede constatarse en la Tabla 4: mientras que a mediados de los ochenta
llegó a haber 6 desprendimientos con hasta 36 legisladores en total, a prin-
cipio de los noventa se registraron solo 2 que reunieron apenas 11 bancas. 8
de las cuales pasaron pronto a integrarse al Frente Grande y el Frepaso, una
nueva fuerza nacional.
MARCOS NOVARO 15
En esas dos décadas, por otro lado, la fragmentación de la representación
legislativa fue más intensa en el “no peronismo” debido al auge de nuevas
fuerzas nacionales, como el FG-Frepaso y la UCEDE, y de nuevos o viejos
partidos provinciales. A estos últimos debemos la existencia de una cantidad
de bloques pequeños o unipersonales que se mantuvo elevada desde enton-
ces. En la Tabla 4 se constata también que, mientras con el avance de la déca-
da de los noventa los desprendimientos peronistas se volvieron irrelevantes
(fueron apenas uno o dos, con un máximo de 4 bancas en total, entre 1997
y 2002, es decir durante el declive de la convertibilidad y del liderazgo me-
nemista), las minorías nacionales con representación parlamentaria variaron
entre 3 y 14, con entre 33 y 49 bancas en total, y hubo entre 13 y 16 partidos
provinciales representados en esta Cámara, lo que suma entre 22 y 27 bancas.
Esta proliferación de bancadas acompañó el declive de la UCR, que apenas
se revirtió parcialmente entre 1999 y 2001, y luego volvió a profundizarse.
Tabla 4. Distribución de bancas entre bloques de la Cámara de Diputados
1983-2019
Fuente: Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
A partir de la asunción de Néstor Kirchner, mientras continuaba la declina-
ción del radicalismo y los partidos provinciales y las fuerzas minoritarias na-
16 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
cionales mantenían, con sus más y sus menos, la representación que habían
logrado hasta entonces, la novedad más signicativa y sorprendente vino del
campo peronista: al mismo tiempo él ganó representación y se fragmentó. No
puede considerarse este fenómeno, por tanto, un resultado inmediato y exclu
-
sivo de la crisis de la convertibilidad. Los datos más bien indican que, más
allá de la crisis, siguió al proceso por el cual esta fuerza, con una peculiar fór-
mula institucional, logró conducir la salida de la convertibilidad. La elección
presidencial de 2003 parece haber tenido una importancia decisiva en ello, lo
que permitió a la vez la ampliación de la base electoral y la fragmentación de
la representación partidaria. Aunque también la tuvo, como enseguida vere
-
mos mejor, la forma en que se recompuso el liderazgo nacional peronista con
Kirchner en la Presidencia.
Cuando en 2003 el peronismo reconquistó el predominio en la Cámara Baja
que había perdido a nes de los noventa pasó de un mínimo de 100 bancas
(alcanzado en 2001, 99 por el PJ y 1 por un sector disidente), a 125. Pero de
estas solo 94 pertenecían al PJ y los 31 restantes se distribuían entre las 5
facciones que rompieron la disciplina partidaria. Y esto era solo el comienzo.
La representación peronista siguió creciendo en los años siguientes y lo hizo
junto a una también mayor dispersión: en 2004 el conjunto del peronismo
llegaría a una representatividad récord desde 1983, con 148 bancas, reejo
de los éxitos económicos y el apoyo al gobierno nacional, pero todavía 20
de ellas se alineaban en alguno de los 8 desprendimientos peronistas que
competían con el PJ. Finalmente, entre 2006 y 2007, se rompería el récord
de 2004, con 161 y 163 asientos respectivamente y también fue récord la
fragmentación: en 2006 el bloque ocial (ahora denominado Frente para la
Victoria-PJ) solo reunió 118 integrantes y al año siguiente aún menos, 114,
bastante por debajo de los que había sumado dos años antes, o el número
alcanzado por el PJ en el clímax del menemismo; esto porque en el primer
año hubo 45 diputados disidentes, reunidos en 9 bancadas, y al siguiente las
disidencias también rompieron su récord, llegaron a 48, distribuidas en nada
menos que 15 grupos parlamentarios. El kirchnerismo se preparaba entonces
para asegurar su continuidad en el poder a través de la elección de Cristina
Fernández. Pero lo hacía no solo consolidando una amplia mayoría peronis
-
ta, sino también reproduciendo e incluso profundizando la fragmentación.
Degiustti (2017) realiza otra cuenta, que en cierta medida conrma nuestro
argumento, al considerar los diputados tránsfugas del peronismo en esos años
el peronismo en el gobierno sufrió más deserciones que el gobierno de De
la Rúa, quien con un nivel de popularidad que en el año 2001 apenas alcan-
MARCOS NOVARO 17
zaba el 17%, sólo perdió doce diputados de su coalición. En cambio, el PJ
en el gobierno perdió 26 diputados en el 2003, 24 en el 2006, 12 en el 2008
y 13 en el 2009 (Degiustti, 2017, p. 14).
Él también destaca que el movimiento más frecuente de tránsfugas en todo
el período es entre la bancada ocial peronista y sus bancadas disidentes,
y lo que cambia a lo largo del tiempo, en función del respaldo social al
ocialismo, es la orientación de ese ujo. Aunque esta explicación es
insuciente para lo sucedido en particular en 2003 y 2006: en ambos casos el
movimiento principal es desde la bancada ocial hacia las disidencias y esto
se da en momentos en que el respaldo social está creciendo, no debilitándose.
Es por esto que hace falta recurrir a otras explicaciones, contextuales (como
la tendencia general a la fragmentación), estratégicas (la preferencia del
presidente por excluir a ciertos sectores del partido, primero menemistas,
luego duhaldistas) u otras, atentas a otros factores. Es a estas cuestiones que
a continuación deseamos referirnos con más detalle.
2. Algunas precisiones sobre qué es un desprendimiento o disidencia
Antes de eso, denamos el fenómeno con más precisión: ¿qué son exacta
-
mente los DPs?, ¿qué rasgos los denen como grupos disidentes y no permi-
ten considerarlos como fuerzas políticas autónomas? En el breve recorrido
hecho hasta aquí consideramos dos tipos de manifestaciones de disidencia:
por un lado, en la arena legislativa, los bloques autónomos del ocial pero-
nista (primero bloque PJ, luego FPV y, desde 2019, Frente de Todos), pero
formados por representantes de ese origen y que se adscriben abiertamente a
esa identidad política; por otro, listas de candidatos a Diputados nacionales
que reclaman esa misma adscripción pero compiten, en uno o varios distritos,
contra los candidatos avalados por la conducción nacional del peronismo.
Dentro de este conjunto de disidencias pueden distinguirse tres situaciones.
La mayoría tuvo corta vida, respondió a tensiones ocasionales de las au
-
toridades nacionales o provinciales del peronismo con grupos internos con
intereses especícos y diferencias ideológicas o localistas, y se comportó en
forma inestable y descoordinada: sus integrantes entraron frecuentemente en
tratativas en forma puntual con la bancada ocial para decidir su voto sobre
proyectos de interés para los Ejecutivos (la mayoría de las bancadas uniper-
sonales, formadas por legisladores de muchos distritos se comportaron de
esta manera),y por esto, y por carecer de un asiento territorial rme, tendie-
ron a fracasar en su esfuerzo por generar agrupamientos más duraderos, con
18 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
autonomía, identidad y mínima consistencia programática. La mayoría de los
DPs bonaerenses, que abundaron entre 2005 y 2013, pero rara vez perdura
-
ron, se ubican en esta categoría que podemos denominar “efímera” (ejemplos
de ella son, en la Cámara, el Frente Popular Bonaerense, el Bloque Buenos
Aires, el Eva Perón, Proyecto Peronista, Guardia Peronista, Peronismo Po-
pular y el Frente del Movimiento Popular).
Distinto fue el caso de los peronismos provinciales que, en bloque, se distan
-
ciaron de la conducción nacional del PJ como parte de una estrategia de po-
der de largo aliento de sus caudillos distritales. También ellos acompañaron
o se opusieron a las iniciativas de aquella, según los casos, pero lo hicieron
en función de conictos y negociaciones más amplias y sistemáticas entre los
presidentes y estos caudillos. Estos DPs fueron en general más estables en el
tiempo y más exitosos a nivel local: los cordobeses (Bloque Córdoba Fede
-
ral, luego Unión por Córdoba) y pampeanos (PJ La Pampa) son los casos más
ilustrativos de esta clase que podemos denominar “distrital”.
Por último es preciso distinguir los anteriores de grupos de alcance nacional,
o al menos con representación en varios distritos, que adoptaron posiciones
críticas ante políticas ociales paradigmáticas y se identicaron con líderes
nacionales opuestos a los kirchneristas. Estos DPs en general sobrevivieron
por más tiempo que los primeros y buscaron moldear una identidad peronista
alternativa a la del FPV. Lo más sorprendente, con todo, es que tampoco
dejaron de colaborar en ocasiones con los proyectos ociales. Y sufrieron
también reiterados desgranamientos, reejados en el voto dividido ante pro
-
yectos de ley importantes para el Ejecutivo nacional, así como en frecuentes
cambios de nombre y de aliados. Los DPs orientados por Eduardo Duhalde,
Ramón Puerta y Carlos Reutemann (denominados Justicialismo Nacional,
Peronismo Federal y, desde 2011, Frente Peronista y Justicialista), los segui-
dores de los Rodríguez Sáa hasta nes de la década del 2010 (agrupados en
el FREJULI, luego Compromiso Federal, cuando el sector quedó reducido
a un fenómeno distrital más semejante al de Córdoba) y más adelante el
impulsado por Sergio Massa (Renovador-UNA) pueden ser incluidos en esta
categoría que llamaremos “nacional”.
Se podría agregar otra categoría, la de casos “fronterizos”: DPs que luego
se sumaron a nuevos partidos, o fragmentos de nuevos partidos en crisis
que evolucionaron en DPs. Entre los primeros están los casos de sectores
peronistas que nutrieron el Frente Cívico por Santiago y el Frente Renovador
de la Concordia Social de Misiones, considerados hoy fuerzas provinciales
(Campos, 2015), aunque en su interior siguen actuando corrientes peronis
-
MARCOS NOVARO 19
tas y en ocasiones se han aliado al peronismo ocial (así sucedió en 2015 y
2017). Pese a ser electos gracias a un alto porcentaje de votos del “peronismo
ocial” sus diputados siguieron integrando bancadas provinciales. Entre los
segundos cabe mencionar a los fragmentos resultantes de la implosión del
Frepaso, que no se integraron totalmente al FPV y sobrevivieron como ban-
cadas autónomas aliadas a él. No consideraremos a ninguno de estos casos
en nuestro análisis.
Nos centraremos ahora en cómo condicionan las variaciones en el origen y
composición de los DPs las razones de su existencia y si esas variaciones
inuyen o no, y cómo, en el modo en que ellos se comportan frente al pero
-
nismo ocial.
3. Las posibles explicaciones del fenómeno
Nos interesa comprender ahora cómo y por qué, durante una fase larga de
hegemonía peronista en la política nacional, esa fuerza se mantuvo dividida.
Y también a qué se debió que ello no supusiera para los gobiernos nacionales
de ese signo, al menos hasta 2013, grandes dicultades a la hora de formar
mayorías en el Congreso y hacer aprobar sus proyectos de ley. En principio
la razón de esto último es bastante obvia: esos gobiernos tuvieron siempre la
posibilidad de convocar en su apoyo a distintas expresiones resultantes del
proceso de fragmentación y desnacionalización que vivió el sistema de par
-
tidos en esos años (Cruz, 2018, 2019; Scherlis y Danilo, 2020): a saber, a los
ya mencionados grupos resultantes del colapso del Frepaso y de la crisis del
radicalismo, a sectores anes del ARI, el socialismo y a representantes de los
partidos provinciales. Y también a no pocos de los DPs con representación
parlamentaria.
Se ha analizado ya cómo, en distintos momentos del ciclo kirchnerista, el
gobierno nacional logró cooptar a sectores de las fuerzas de oposición, bien
atrayendo a tránsfugas individuales o, lo que fue más importante, estimu
-
lando la formación de corrientes anes en esos partidos, que eventualmente
rompieron lanzas con sus conducciones y adhirieron más globalmente a las
políticas ociales: fue el caso del Bloque de la Convergencia compuesto por
radicales y de Solidaridad e Igualdad, con disidentes de la Coalición Cívica,
entre otros (Cruz, 2018). Se ha prestado menos atención, en cambio, al com-
portamiento legislativo de los grupos disidentes del peronismo que prolifera-
ron en estos años. Aquí se busca salvar ese décit de modo de entender mejor
cómo ha funcionado el peronismo como fuerza predominante.
20 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
Ante todo es preciso decir que la descripción recién formulada podría consi-
derarse contraintuitiva. En general, los estudios sobre disciplina partidaria de
los legisladores señalan que cuando los partidos están en el gobierno, y más
todavía cuando sus presidentes son populares y tienen recursos para distribuir,
la probabilidad de que se produzcan cismas o rupturas en sus bloques legisla
-
tivos disminuye. También suele disminuir el transfuguismo entre sus legisla-
dores y puede crecer, en cambio, la atracción de tránsfugas de otras fuerzas,
cosa que se vericó en varios momentos del ciclo kirchnerista (Degiustti,
2017). Aunque, como ya comentamos, también creció en ocasiones el ujo de
tránsfugas desde el ocialismo, incluso en momentos en que él se fortalecía.
Aquí no nos interesa solo este ujo, ni los tránsfugas en general, es decir el
movimiento de legisladores que cambian de bloque individualmente luego
de ser electos, sino la conducta grupal tanto de quienes fueron electos por
listas no ociales del peronismo y formaron bancadas de igual perl, como de
grupos de la bancada ocial que en algún momento la abandonaron para crear
otras disidentes, sin sumarse a fuerzas de otro signo ni renunciar a su perte-
nencia difusa al peronismo, genéricamente entendido como identidad política.
Estos agrupamientos son los que denominamos desprendimientos peronistas,
más allá del grado de desacuerdo que expresaran y también del alcance que
lograran: distritales y efímeros, o nacionales y duraderos, con objetivos aco
-
tados a inuir en la distribución de recursos o interesados en competir por el
control de su fuerza de origen a través de estrategias de largo plazo.
El argumento de Degiustti en el trabajo recién mencionado, de todos modos,
nos interesa en otro aspecto: pone de relieve que el transfuguismo es más
alto en partidos poco o informalmente institucionalizados, como es el caso de
esta fuerza. Algo que se ha destacado en diversos estudios (Levitsky, 2005;
Calvo, 2013): una fuerza política con tal grado de “informalidad”, según este
autor, es lógico que sea más exible en términos programáticos y, también,
de funcionamiento. Ahora bien: el PJ logró en los años noventa, aun con
esos rasgos, una alta cohesión y baja incidencia de disidencias y cismas. Así
que si los DPs proliferaron en la década siguiente habría que considerarlos
una “nueva manifestación” de esos rasgos ya desde antes conocidos, tal vez
atribuible al nuevo contexto de fragmentación en que actuaron los partidos.
Galván (2009, 2011) sigue esta misma línea cuando pone el acento, para ex
-
plicar lo que llama “nuevas disidencias”, en otros rasgos internos desde an-
tes peculiares del peronismo: líderes locales dispuestos a patrocinar cismas,
abundancia de recursos al alcance de las facciones internas, pocas barreras
y sanciones que ellas deben enfrentar. Otra vez, habrían sido ciertos rasgos
MARCOS NOVARO 21
tradicionales de esa fuerza política los que, en un nuevo contexto, habrían
provocado efectos nuevos: la proliferación de los DPs.
Bonvecchi, Cherny y Cella (2018) han estudiado, por su parte, los estímulos
que las reglas de las cámaras del Congreso introducen para la fragmentación
de las bancadas: puestos en las comisiones, contrataciones, uso de la palabra
y peso en la negociación para formar mayorías son todos premios que sus
reglamentos ofrecen a quienes crean bancadas, aun muy pequeñas o uni
-
personales y por más efímeras que ellas sean. Esto ayuda a entender que la
fragmentación no haya encontrado resistencias en las cámaras, e incluso se
haya allí potenciado, tanto dentro como fuera del peronismo. Pero tampoco
esas reglas se modicaron: rigieron en los dos mil las mismas que durante
los años noventa cuando las disidencias fueron escasas. Así que, de nuevo,
habría que buscar una explicación en cambios ocurridos fuera del Congreso,
en los liderazgos, en el contexto de competencia o en otros aspectos.
Uno de estos otros aspectos podría ser que el peronismo enfrentó fuertes di
-
ferencias programáticas que motivaron la ruptura de la disciplina partidaria,
una hipótesis a la que recurren muchos análisis en que se resaltan las ten-
siones entre “kirchnerismo”, “peronismo” y “pejotismo” (véase una buena
síntesis de estas discusiones en Rocca Rivarola, 2015). Sin embargo, nunca
fueron las disidencias programáticas en esa fuerza mayores que en los años
noventa (Lupu, 2014) cuando, como vimos, hubo más bien pocos desprendi-
mientos e imperó mayormente la disciplina partidaria. Y, en cambio, podría
decirse que en los dos mil la delidad de los líderes y sus políticas de gobier
-
no a las tradiciones del peronismo fue mucho más rme. Lo que no parece
haber sido igual de rme fue su anidad con las reglas partidarias.
Por tanto, habría que considerar con mayor detalle qué signicado tuvo su
rechazo al “pejotismo”. ¿Se trató de la fórmula para justicar la negativa de
las autoridades nacionales a someter su construcción coalicional a los límites
y exigencias del funcionamiento partidario? ¿Fueron los DPs, entonces, un
resultado colateral, deseado o no, de una dinámica coalicional impresa al
FPV y al PJ desde el vértice gubernamental?
En síntesis, contaríamos con dos hipótesis explicativas, tal vez no contradic
-
torias entre sí, para encarar la cuestión de los DPs: que ellos fueron parte de
un proceso más amplio, la fragmentación y desnacionalización del sistema
de partidos argentino, o bien, o también, que fueron el resultado de una pecu-
liar estrategia coalicional desplegada por las autoridades nacionales. Podría
ser alguna combinación de estos dos factores lo que explica que, dadas las
22 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
reglas vigentes para la formación y el accionar de las bancadas legislativas,
la informalidad tradicional del peronismo como fuerza política y su gran e
-
xibilidad y tolerancia al faccionalismo, los DPs se multiplicaran justo en el
período en que imperó en su seno y logró sus mayores éxitos el kirchnerismo.
Como un puente entre ambos factores es oportuno referirse, también, al
modo en que ya desde antes venían funcionando los peronismos provincia
-
les, a raíz de los esfuerzos de sus líderes por someterlos a un control cada
vez más férreo. Suárez Cao (2012) ha explicado que las reformas electorales
y constitucionales subnacionales, multiplicadas en los años noventa en par
-
ticular en distritos administrados por el PJ, tuvieron en general por objetivo
aislar la competencia distrital de los inujos nacionales, para blindar el con
-
trol ejercido sobre ella por los gobernadores (por ejemplo, habilitando su ree-
lección, limitando la representación legislativa de las minorías, sustituyendo
las internas partidarias por la ley de lemas, etc.). Podría estimarse que, a con-
secuencia del mayor control así conseguido por estos jefes territoriales sobre
sus estructuras partidarias, tanto los líderes nacionales como los challengers
locales de esos jefes no tuvieron otra opción, para disputarles el control de
sus distritos y sus electorados, que crear ofertas electorales disidentes de los
peronismos provinciales. Aunque esto explicaría solo, o principalmente, las
disidencias promovidas por los líderes nacionales, ayudaría a entender las
tensiones recurrentes entre ellos y los caudillos distritales.
También es cierto que la ley de lemas, incorporada por varios de esos distri
-
tos como parte de las mencionadas reformas, más bien favoreció la inclusión
y no la exclusión de las facciones internas minoritarias de los peronismos
locales. Pero esto explicaría por qué en algunos distritos grandes, donde no
rige ese mecanismo (Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe), fue donde más pro
-
liferaron los desprendimientos.
También podría vincularse el fenómeno de los DPs a la descentralización de
funciones y recursos instrumentada en los años noventa que, a través de la
desnacionalización del sistema de partidos (Leiras, 2007), habría alentado
nuevas formas de competencia. Sin embargo, dado que en la década de los
dos mil más bien la descentralización se revirtió, sobre todo en lo que hace
al control de recursos scales, habría que revisar la relación causal común
-
mente establecida entre ambos fenómenos: puede que esta recentralización
de recursos haya sido el factor que puso en crisis la unidad del peronismo
en las provincias, al llevar a presidentes y gobernadores a chocar respecto a
la división de roles que se había establecido entre ellos en la década anterior
(en particular en la nominación de los candidatos a legisladores nacionales),
MARCOS NOVARO 23
y que ya no se correspondía con la relación de poder existente. Esto también
permitiría explicar por qué los DPs suelen ser más abundantes en distritos
que el peronismo gobierna, otro fenómeno que contradice las explicaciones
habituales sobre disciplina partidaria.
En un sentido más amplio, y a modo de síntesis, podría estimarse que ten
-
siones persistentes registradas entre líderes nacionales y distritales, por la
combinación de los factores mencionados, “liberaron” a muchos dirigentes
y legisladores de alienarse “orgánicamente” con unos u otros y alimentaron,
entonces, los DPs.
Otra parte importante de la explicación, que ya adelantamos, sería también
contextual, pero involucra al resto de las fuerzas políticas: su debilitamiento,
en particular el de la UCR y de las minorías nacionales hasta 2001 más exito
-
sas (Frepaso y APR), y el tardío reemplazo de estas por otras nuevas, más de
una década después, habría creado un estado de disponibilidad de los electo
-
rados hasta allí orientado a esas fuerzas que alentó a facciones peronistas en
pugna a competir por ellos en las elecciones generales.
Esto último es importante porque se conecta más directamente con la función
electoral y legislativa que los DPs cumplieron desde 2003. Y los vincula, a
su vez, con el cambio en el rol asignado al PJ desde los gobiernos nacionales
y el mecanismo por ellos escogido para formar mayorías electorales y le
-
gislativas. Es decir, conecta la fragmentación del “no peronismo” con la del
peronismo, una cuestión a la que volveremos a aludir.
Anotemos que ya Hernán Toppi (2019), al analizar las “escisiones” parti
-
darias en el período, detectó una correlación entre ellas y la formación de
alianzas electorales. Es decir que la fractura de los partidos, sobre todo del
PJ, no habría producido solo fragmentación. También estuvo asociada a la
formación de fuerzas multicolor, más o menos amplias y duraderas según los
casos, y adaptadas a las exigencias y posibilidades de la dinámica de compe-
tencia. Esta relación nos interesa especialmente dado que estamos tratando
de entender la convivencia entre los desprendimientos peronistas y la forma-
ción de mayorías legislativas. Aunque el trabajo de Toppi se reere solo a las
alianzas para la competencia en elecciones presidenciales, nos es útil para
avanzar respecto a las funciones coalicionales de las disidencias.
Lo cierto es que la facción dominante del peronismo halló la forma, durante
la década de los dos mil, de sacar provecho desde el Ejecutivo nacional de la
fragmentación. Y no solo no la combatió, sino que la estimuló, fue en ocasio
-
nes su “patrocinadora” (Galván, 2009, explica sucientemente este punto y
24 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
lo ilustra con diversos casos provinciales). La combinación de control desde
el vértice y fragmentación en la base del peronismo ha sido considerada en
ocasiones como una “herencia del 2001”, un “problema irresuelto” y “sínto-
ma de precariedad” en el apoyo a los presidentes de esa procedencia en las
últimas dos décadas. Pero hemos visto aquí que, más que de la crisis misma,
resultó de la forma en que los líderes del peronismo decidieron encarar sus
consecuencias políticas, en 2002, y de gobernar la salida y seguir gobernan
-
do cuando dicha crisis quedó atrás. No fue casual que esa decisión fuera la
última que ellos adoptaron “como partido” por largo tiempo en el último
congreso nacional partidario que pudo sesionar y encarar la resolución de
una cuestión relevante. Y que redundaría, a la postre, en una suerte de “auto
desactivación” de la propia organización.
Esto no se contradice con el hecho de que, a medida que avanzó la década
de los dos mil, también la formación de desprendimientos, tanto en la com
-
petencia electoral como en la arena legislativa, volvería a ser, tal como había
sucedido con los renovadores de los años ochenta y con el “Grupo de los 8”
en los noventa, un recurso a la mano de facciones minoritarias enfrentadas a
la conducción nacional (pese al desaliento que implicó la introducción de las
PASO, desde 2009, que resulta efectivo sobre todo en elecciones para cargos
ejecutivos; Domínguez Sardou, 2015).
Nos referiremos ahora con más detalle a estas distintas vías, como recurso de
control desde el vértice y como manifestación de disidencia desde el territo
-
rio y las facciones minoritarias del partido, por las que se fue reproduciendo
la formación de DPs a lo largo del período kirchnerista, primero en la Cáma
-
ra Baja y luego en la arena electoral.
4. La dinámica y las funciones de los DPs en Diputados
En la arena electoral cabe distinguir dos tipos de “listas disidentes”: las
promovidas desde arriba, desde el vértice nacional, en oposición a los
-
deres peronistas distritales y sus candidatos, y las promovidas desde abajo,
por algunos de estos deres distritales, en oposición ora a la conducción
provincial, ora a la nacional, o a ambas. Por regla general, los diputados
nacionales electos por las primeras se alinearon con el bloque ocialista al
llegar a la cámara. Por lo que no nos interesan mayormente. Lo que más
nos interesa aquí es el comportamiento de las segundas, pues son ellas las
que dieron origen a la mayoría de los DPs legislativos. Y al respecto lo
primero que salta a la vista es que es muy variable, no sigue patrones muy
claros ni denidos.
MARCOS NOVARO 25
Los diputados nacionales electos por listas de DPs, “disidentes” o “rebeldes”
sea frente al gobierno nacional o a los gobernadores peronistas, puede esti
-
marse que recibieron en una proporción importante votos también disidentes
u opositores. Su comportamiento, sin embargo, dista de ser claramente opo
-
sitor: en algunos casos en forma ocasional, en otros más sistemáticamente,
colaboraron con las necesidades legislativas del Ejecutivo nacional. Analiza-
remos ahora esta conducta y sus posibles explicaciones. Luego considerare-
mos cómo, a través de esos desprendimientos y la negociación con ellos, las
autoridades nacionales disciplinaron o acotaron el poder y la representativi-
dad de líderes territoriales y de fuerzas opositoras desaantes, generándoles
mas competencia.
En la Tabla 5 se observan las variaciones en el voto de las leyes de presupues
-
to de las bancadas de diputados que denominamos DPs entre 2003 y 2018. La
primera conclusión es que la conducta de los DPs fue básicamente oportunis-
ta y no varió mayormente entre gobiernos de signo peronista y no peronista,
ni entre los distintos tipos de DPs (efímeros, nacionales o distritales): todos
ellos tendieron a acompañar al presidente cuando tenía recursos que repartir
y era popular (progresivamente de 2003 a 2007, de nuevo, aunque más tibia
-
mente, entre 2011 y 2013; pero también al comienzo del mandato de Mauri-
cio Macri) y a abandonarlo cuando los recursos escasearon y los gobiernos
perdieron apoyo social (2008-2010 y desde 2013 hasta el nal del segundo
mandato de Cristina Kirchner, así como en la segunda mitad del de Macri).
Tabla 5. Voto de los desprendimientos peronistas (DPs) sobre las leyes de
presupuesto
Fuente: elaboración propia sobre datos de la HCDN
*
En 2010 el proyecto que se votó fue el que propuso la oposición
Aclaración: las bancadas contabilizadas con
*
votaron divididas
26 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
Se observa también que son proclives a tomar distancia, vía abstenciones y
sobre todo ausencias, cuando reciben señales mixtas. Puede, además, esti
-
marse que reaccionan así a presiones selectivas del ocialismo y como una
forma de evitar una adhesión o una ruptura con él cuando el panorama es más
incierto: esto permitiría entender, por ejemplo, el aumento de las ausencias
en la votación de los presupuestos de los años 2004 y 2005, reejo de la
inconveniencia tanto de mostrarse colaborativos como de confrontar, en una
etapa en que la Presidencia se enfocó en disciplinar a su bloque y al peronis-
mo en general contó con recursos crecientes para hacerlo, pero el resultado
de la disputa por el liderazgo en esa fuerza estaba aún indenido.
Cabe destacar, asimismo, que el comportamiento de los DPs en relación a los
proyectos de presupuesto fue relevante para su aprobación en varias ocasio
-
nes. Para empezar, lo fue entre 2005 y 2007: en esos tres años, como se ob-
serva en la Tabla, una veintena de diputados de DPs lo respaldaron, mientras
que se abstuvieron o ausentaron 25, 13 y 22 de sus miembros respectivamen-
te. Dado que la ley se aprobó por 153 votos en 2005, 142 en 2006 y 123 en
2007 puede concluirse que, de no haber contado con la colaboración directa
o indirecta de la mayor parte de los DPs, el ocialismo hubiera estado en pro-
blemas, y en problemas cada vez más graves a medida que pasó el tiempo,
para lograr su objetivo. Hubiera bastado que en el último año considerado
los DPs no lo apoyaran y su totalidad (en vez de 8, los 49 miembros de estos
bloques) lo rechazaran para que el proyecto quedara al borde del fracaso en
la Cámara de Diputados.
En 2010, por su parte, los DPs fueron determinantes en la votación que envió
a comisión el presupuesto enviado por el Ejecutivo y, ante su renuencia a
negociar, lo llevó a desistir de su aprobación: 31 de sus legisladores votaron
por esa tesitura, volcando el resultado en contra del ocialismo por 117 con
-
tra 112. También fueron determinantes estos votos para la aprobación de la
ley a partir de 2016: 61 de ellos la apoyaron ese año, al siguiente lo hicieron
43, y en 2018, 22. Pese a la tendencia declinante, su apoyo fue cada vez más
determinante para el resultado: en el último año mencionado, si esos 22 le-
gisladores hubieran rechazado el proyecto, él habría fracasado, dado que se
aprobó por 138 votos contra 103.
Más allá de todo esto, lo más llamativo del posicionamiento de estos diputa
-
dos en esos trámites fue su falta de disciplina. En un porcentaje muy alto se
dividieron al votar. Y siguieron en ocasiones estrategias por completo opues-
tas: algunos negociaron y colaboraron, mientras otros votaban en contra. Lo
MARCOS NOVARO 27
que permite explicar también la efímera existencia de muchos de estos gru-
pos y los frecuentes cambios de alineamiento de sus miembros.
Tabla 6. Voto de los desprendimientos peronistas (DPs) sobre las leyes im
-
portantes para el Ejecutivo
Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de la HCDN
Aclaración: las bancadas contabilizadas con
*
votaron divididas
Más determinantes aún resultaron ser los votos de DPs en proyectos signi-
cativos de estos años, listados en la Tabla 6. Respecto a los que se conrman
varias de las conclusiones recién expuestas, aunque surgen también algunas
sorpresas, fruto de conductas que cabría considerar más “doctrinarias” que
“oportunistas”.
El caso de la reforma del Consejo de la Magistratura de 2006 es en el que el
papel de los DPs se reveló más favorable a los planes ociales: 29 de sus di
-
putados acompañaron el proyecto y 4 se abstuvieron, lo que permitió que se
aprobara por 149 votos contra 90 en contra, resultado que hubiera sido muy
distinto si esos 33 diputados votaban por la negativa. También el apoyo re-
cibido de los disidentes peronistas fue importante para las estatizaciones del
sistema previsional (2008) y de YPF (2012), y para la reforma del Mercado
de Capitales (2012). Pero en estos casos hubo, asimismo, avales desde ban-
cadas opositoras. Y cabe destacar la posición en contrario, en esas ocasiones,
de algunos de los DPs más numerosos y de carácter nacional, como el Frente
Peronista (que también rechazó la Democratización de la Justicia de 2013).
En términos generales, cuando los proyectos en cuestión contaban con am
-
plio apoyo en la sociedad, independientemente de lo enfrentados que estu-
vieran a otras políticas de gobierno, parte importante de los DPs tendieron
28 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
a apoyarlos. Mientras que ante proyectos más polémicos, resistidos por por-
ciones importantes de la opinión pública y por actores relevantes, los DPs
se posicionaron según si recibieron o no incentivos ociales sucientes para
avalarlos (ese parece haber sido el caso con la Reforma del Consejo, no así
el de las retenciones móviles, que votaron mayoritariamente en contra) y
según las oportunidades de pesar en el resultado (en casos en que el ocia
-
lismo ya contaba con sucientes respaldos suelen multiplicarse las ausencias
y abstenciones: así sucedió con la Ley de Medios). Hubo también casos en
que algunos DPs rechazaron proyectos en forma aún más contundente que
los partidos de oposición: por ejemplo el de matrimonio igualitario en 2010,
o la ley de abastecimiento de 2014. Esas iniciativas dividieron a la UCR y
a la Coalición Cívica, pero fueron muy pocos los DPs que las acompaña-
ron. Podría concluirse que, aunque estos sectores suelen adoptar conductas
oportunistas en ocasiones, más frecuentemente en el caso de las disidencias
“nacionales”, asumen la defensa doctrinaria de posiciones que les permitan
apuntalar una diferencia fuerte con el peronismo ocial y moldear un perl
o identidad propios.
Esta explicación es consistente con el hecho de que comportamientos doc
-
trinarios de este tipo son más raros en los DPs distritales y más aún en los
efímeros. Lo mismo puede observarse en votaciones ocurridas durante el go
-
bierno de Mauricio Macri que signicaron oportunidades para diferenciarse
de la oposición cerrada ejercida desde el peronismo ocial en esos años (este
parece haber sido el caso con la ley del arrepentido y la de administración
nanciera en 2016).
Como vemos, los DPs no responden a una sola línea de ruptura, la que en
-
frentó al kirchnerismo y el resto del peronismo en estos años, sino a varias,
cruzadas y simultáneas. Y en ocasiones su conducta está teñida de un fuerte
contenido doctrinario, mientras que en otras son determinantes convenien-
cias circunstanciales. Esto no debe extrañar pues, como hemos visto, el ori-
gen de los DPs es muy variado, y la mayor parte de ellos se explican, al
menos en principio, por tensiones ocasionales entre el polo predominante del
peronismo y grupos de dirigentes y legisladores por decisiones del primero
que los afectaron. Y aun en los casos en que se identican con líderes alter-
nativos, que le disputan a aquel la conducción del peronismo, la autoridad
para nominar a los legisladores nacionales, o simplemente recursos, no es
infrecuente el apoyo a proyectos de ese sector.
En ocasiones las tensiones en torno a la autonomía y la jurisdicción dieron
lugar, con el paso del tiempo, a diferencias políticas y programáticas más de
-
MARCOS NOVARO 29
nidas. Fue lo sucedido con Unión por Córdoba, no casualmente uno de los
DPs más duraderos y también de los más disciplinados. Pero en otros casos
esto no sucedió: Compromiso Federal, bancada orientada por los hermanos
Rodríguez Sáa, lo demuestra ya que su conducta es bastante menos discipli
-
nada. En la misma condición, aunque con menor éxito por no haber logrado
el control de sus gobernaciones, están los DPs de San Juan, La Rioja y Ca-
tamarca.
En cambio los grupos disidentes bonaerenses, al menos hasta 2013, destacan
por su limitada sobrevida y alta indisciplina. Lo que cabe atribuir a que en su
origen pesó una combinación de disputas territoriales y diferencias políticas
circunstanciales. Que explican además su inestabilidad. Si bien esto tendió
a cambiar con el surgimiento del Frente Renovador de Sergio Massa, por lo
que se observa tanto en el voto de los presupuestos como de otros proyectos
relevantes, la disciplina tampoco fue un rasgo que distinguiera a este sector.
¿Por qué, si estuvieron afectadas por estos problemas de indisciplina,
inestabilidad y falta de consistencia de sus posiciones, estas disidencias no se
redujeron en número y volumen con el paso de los años e, incluso, tendieron
a crecer? ¿Fue esto consecuencia de que a los Ejecutivos kirchneristas no les
interesó sumar en forma permanente esos apoyos, no invirtieron recursos ni
hicieron gestos para reconciliarse con sectores peronistas de base provincial
celosos de su autonomía, o de que las diferencias ideológicas y políticas
entre esos sectores y el proyecto kirchnerista eran insuperables? Esto último
queda descartado al menos como criterio general cuando constatamos que,
a raíz de cambios de circunstancias, como sucedió en 2007 y de nuevo en
2011, algunos de estos grupos pasaron sin mediaciones de la oposición acé
-
rrima a la colaboración.
En cuanto a la indisciplina de los DPs hay que recordar también que ellos
surgieron y se multiplicaron en el marco de una tendencia general a la frag
-
mentación (Bonvecchi, Cherny y Cella, 2018). Pero conviene detenerse, de
todos modos, en las variaciones al respecto que hallamos entre ellos: los que
responden a líderes territoriales consolidados, como dijimos, lograron ser
más disciplinados y estables en el tiempo (es el caso de los cordobeses, pam-
peanos y, en menor medida, los puntanos) y pudieron, además, pasar de ser
colaborativos a no serlo en lo más mínimo y viceversa, según las preferencias
o necesidades de sus líderes en cada momento, sin que eso alterase su cohe-
sión. Una situación muy distinta encontramos en los grupos que nacieron de
una diferencia o conicto político puntual dentro de un distrito: son los que
menos estabilidad y permanencia lograron y, frecuentemente, se dividieron
30 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
en votaciones importantes para el Ejecutivo, luego de lo cual se dispersaron y
reagruparon (DPs de origen bonaerense como el Frente Peronista Bonaeren
-
se, el Frente del Movimiento Popular y Justicialismo Nacional siguieron este
derrotero). Por último, los que expresaron un desafío abierto al kirchnerismo
pueden haber sido más o menos estables según si tejieron lazos con lideraz-
gos alternativos duraderos o no (de allí la diferencia entre el Justicialismo y
el Peronismo Federal de los primeros años y el Frente Renovador de nales
del ciclo).
Por lo tanto, también ha sido inestable su capacidad de daño o de presión
sobre el bloque ocial y su relación con el resto de la oposición. En parti
-
cular, entre 2008 y 2010, período de crisis del consenso kirchnerista y en
mayor medida aún en los últimos años de su predominio, los bloques de DPs
tuvieron potencial o efectivamente la capacidad de frustrar la votación del
presupuesto. Pero la usaron solo en 2010: junto al resto de la oposición, la
mayoría de los disidentes (31 de 45 bancas) modicó el proyecto ocial en la
Cámara Baja ese año. Lo intentaría nuevamente en 2013, pero sin éxito. En
cambio en 2014 y 2015 esa mayoría se abstuvo de intentar bloquear al Eje
-
cutivo, ausentándose de esas votaciones (19 de 35 el primer año y 21 –más
una abstención– de 37 el segundo). La opción por estrategias confrontativas,
colaborativas o pasivas, como vemos, estuvo abierta y respondió a un juego
complejo, en que sin duda pesaron las perspectivas electorales y el juego de
alianzas, entre otras variables.
5. Los desprendimientos en la arena electoral
Pasemos ahora a considerar el funcionamiento del pluralismo peronista, y en
particular de los DPs, en la arena electoral. Es en ella donde se efectivizan
algunos de sus roles fundamentales, varios de ellos distantes de las funciones
legislativas que acabamos de analizar, y de los cuales deseamos destacar
y analizar dos en particular: primero, cuando surgen de la iniciativa de los
líderes nacionales, desde arriba, ayudan a neutralizar disidencias de líderes
territoriales desaantes y, segundo, cuando surgen desde abajo, contribuyen
a resolver o al menos disipar disputas internas en el peronismo, a la vez que
amplían su representatividad global, recurriendo a electorados no peronistas
atentos a dirimir esas disputas a favor de las opciones más cercanas a sus
preferencias.
La elección presidencial de 2003, recordemos, hizo escuela en ambos aspec
-
tos. Ante las tensiones que ella suscitaba, el congreso naacional partidario
MARCOS NOVARO 31
dispuso una salida a la vez equivalente y muy distinta a la que se había
instrumentado en 1988: la suspensión de la disputa por la candidatura pre-
sidencial y, de esta forma, habilitó la postulación de todos los candidatos
que quisieran competir en representación de alguna facción de la fuerza,
con el argumento de que se evitaba así una ruptura abierta, se recurría a
toda la ciudadanía para dirimir la cuestión del liderazgo (la otra alternativa
que se barajó fue instaurar una ley de lemas nacional, pero ella chocó con
objeciones constitucionales) y se evitaba el mecanismo orgánico previsto
(la votación por los delegados del congreso). La mayor legitimidad buscada
se lograría, efectivamente, gracias a la captación de votos no peronistas. Y
el aumento de la representatividad del conjunto de la fuerza fue su efecto
inmediato. Ante una opinión pública reacia a reconocer en los partidos una
fuente conable de representatividad, la decisión permitió una razonable
adaptación. Y dado que resultó efectiva para retener el gobierno nacional, se
acallaron las críticas y se disimuló el hecho de que favoreció las chances de
unos líderes y sectores en detrimento de otros, concretamente, de la entente
entre el presidente provisional Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, contra
las aspiraciones a volver al poder de Carlos Menem. La rápida recuperación
de la disciplina de los bloques luego de la elección conrmaría esta ecacia
del mecanismo. Rápida, pero no completa.
Y es que, si bien permitió que el kirchnerismo pasara a fungir pronto como el
nuevo “peronismo ocial”, la dispersión continuó y la normalización del fun
-
cionamiento del partido no se concretó: este permanecería por largo tiempo
intervenido, el kirchnerismo adoptó para la denominación de Frente para
la Victoria, y recién a comienzos de 2008 el PJ volvería a tener un presidente
legitimado, el propio Néstor Kirchner, que se avino a ocupar el cargo tras
dejar el gobierno nacional. Y dicha normalización tuvo, encima, muy corta
vida: meses después Kirchner renunció y nadie lo reemplazó por varios años.
Con todo, lo más importante fue que el método, la presentación de diversas
listas en representación de facciones internas en las elecciones generales, se
volvió a aplicar tanto en las siguientes presidenciales (aunque distinguiéndo
-
se ahora un candidato ocial) como en otras categorías, tanto de cargos eje-
cutivos como legislativos. En ocasiones, como ya dijimos, por desacuerdos
entre la conducción partidaria de los distritos y el Ejecutivo nacional. Y en
otros casos por disidencias de sectores internos con los gobernadores, o ante
acuerdos excluyentes entre ellos y el presidente. Algunos casos concretos
ayudan a entender lo sucedido. El más notable, el de provincia de Buenos
Aires en las legislativas de 2005.
32 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
Así como en 2003 el duhaldismo, aliado con Kirchner, utilizó el mecanismo
para derrotar al menemismo, dos años después el kirchnerismo lo utilizó para
hacer lo propio con su hasta allí aliado. Duhalde y su sector fueron acorra-
lados, ante la inminencia de la elección legislativa de medio término, por un
Kirchner ya fortalecido en la presidencia, y forzados a competir con listas
propias en la provincia de Buenos Aires, en representación del PJ distrital,
contra el FPV. Es decir, los “disidentes” en este caso fueron los seguidores
de Kirchner, pues fueron ellos los que rompieron la unidad partidaria a nivel
provincial. El resultado denió, a favor de este, la disputa por el liderazgo
nacional del peronismo, así como el carácter de su coalición de gobierno.
Otros casos llamativos de formación de DPs electorales “desde arriba”
proceden de San Luis ese mismo año y de Córdoba años después (Galván,
2011). En ambos el gobierno nacional promovió la presentación de listas del
FPV para que compitieran contra las ociales de los PJ provinciales, que
respondían a sus respectivos gobernadores, disentían con algunas políticas
nacionales y sobre todo aspiraban a preservar la autonomía de sus distritos
para, eventualmente, disputarle el liderazgo nacional al entonces grupo go
-
bernante y, de momento, negociar en mejores términos con él la distribución
de recursos scales. De estos conictos y de su irresolución resultarían DPs
legislativos con base en las mencionadas provincias, que se mantuvieron lar-
go tiempo alejados de la bancada del FPV.
Es interesante observar, en una perspectiva más general, que el origen de la
mayoría de las disidencias tendió a cambiar a partir de 2008, momento en que
Kirchner asumió, como dijimos, la presidencia del partido a nivel nacional.
Desde entonces las listas disidentes surgirían mayoritariamente desde abajo
y serían presentadas principalmente por sectores opuestos al kirchnerismo:
fue el caso de varios ex gobernadores que postularon en sus provincias can
-
didatos alternativos a los del FPV. Además, estos agrupamientos empezaron
a adquirir no solo un mayor peso electoral, sino otro alcance político: dieron
lugar a bloques en Diputados que en ocasiones perduraron por varios años,
reunieron más votos y bancas y fueron liderados por guras más relevan-
tes del partido (Carlos Reutemann en Santa Fe, Felipe Solá y Duhalde en
provincia de Buenos Aires, Ramón Puerta en Misiones, etc.; Galván, 2011,
contabiliza 9 ex gobernadores o ex vicegobernadores participando en este
tipo de listas en 2009).
Es de destacar también que, para ese entonces, el método ya se había ge
-
neralizado en los distritos y se extendía hacia abajo, a nivel local: los pero-
nistas se dividieron con una lógica similar a nivel municipal aprovechando
MARCOS NOVARO 33
el sistema de colectoras (listas de concejales en competencia, pero unidas a
una misma candidatura a intendente, y en ocasiones también listas de ambas
categorías en competencia, pero unidas a una misma candidatura a goberna-
dor, Scherlis, 2011) introducido en principio en provincia de Buenos Aires y
luego exportado al resto del país, con lo que la fragmentación se generalizó.
Y el partido como tal, que hasta poco antes y por bastante tiempo había orga-
nizado la mediación entre los niveles de representación locales, distritales y
nacionales fue, en mayor medida aún, desplazado de esa función.
En cuanto al impacto en los mecanismos intrapartidarios, la fragmentación
en los niveles subnacionales se fomentó también con la supresión general de
las internas y la no intervención de los órganos colegiados en la conforma
-
ción de las listas de candidatos. Esto combinado con el sistema de colectoras
actuó como un macizo estímulo a la presentación de listas múltiples para
cargos legislativos de todos los niveles, y en ocasiones también candida-
tos alternativos a cargos ejecutivos y la formación de alianzas contrapuestas
con fuerzas menores, reservándose las autoridades partidarias un resorte de
intervención: la exclusión de sectores internos que amenazaran su control
de la situación. Lo que también estimuló, eventualmente, la formación y la
presentación en las elecciones generales de otros DPs. Aunque incluso a los
representantes electos de estos, igual que a los de las colectoras, no se les
dejarían de ofrecer vías para reintegrarse a, o cooperar con, el polo ocial, en
los concejos deliberantes, las legislaturas y el Congreso Nacional (Zelaznik,
2011).
El PJ nacional ensayó, mientras tanto, sucesivos cambios de estatuto (en
2003 y de nuevo en 2008, este último impulsado por Kirchner) que sumados
a largos períodos de inactividad, fruto de intervenciones dispuestas por la
Justicia y avaladas por los presidentes de turno, consolidaron un cuadro ge
-
neral de ausencia efectiva de reglas.
¿Qué sucedió entonces con la competencia entre el peronismo y el no
peronismo? Hemos dicho que, durante los años de auge del pluralismo
peronista y aún en las etapas de reujo o crisis del apoyo al ocialismo
nacional, los votantes no peronistas fueron tentados a apoyar a alguna de las
fracciones del peronismo en pugna en las elecciones generales, eligiendo su
“peronista más afín” en cada momento. Con lo cual las disputas internas de
esta fuerza desbordaron ampliamente los límites de su electorado tradicional
o de pertenencia, ocupando ella en mayor medida el espacio de competen
-
cia electoral, y ampliando en consecuencia su representatividad global. Un
efecto que también repercutió más allá de la base electoral, en la propia diri-
34 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
gencia y las organizaciones no peronistas (mencionamos disidencias de tres
de esas fuerzas, la UCR, la CC-ARI y el PS, que fueron absorbidas en esta
dinámica). Es preciso ahora cuanticar estos efectos en el electorado y a lo
largo de los años.
En las elecciones presidenciales, como vimos ya (Tabla 1), el pluralismo pe
-
ronista reunió sistemáticamente más del 60% del electorado a partir de 2003.
Con picos, en su momento de gloria, 2007 y 2011, de 69,5 y 67,8% respecti-
vamente. De todos modos, la signicación de este guarismo es muy discuti-
ble. En ocasiones, fue el caso claramente en 2007 con Roberto Lavagna, estas
candidaturas del “peronismo disidente” permitieron la elección no tanto de
diputados de ese perl como de legisladores no peronistas, con la ayuda de
votos de muy diverso origen. Por lo que resulta excesivo considerarlos glo-
balmente como “disidencias peronistas”. De hecho, en la elección de 2007 el
candidato mencionado facilitó la elección de más diputados de la UCR.
En las votaciones legislativas, aunque el voto a candidatos peronistas nunca
llegó a esos porcentajes, su signicación fue aún más importante para la di
-
námica de representación. En la Tabla 3 se puede ver que el campo peronista
en su conjunto llegó a su punto máximo de representatividad en el voto para
diputados nacionales hacia el nal del período, entre 2011 y 2013, con una
suma global de 54,32 y 55,94% respectivamente. Y lo más llamativo es que
en la segunda de estas votaciones se repitieron, agravados, los efectos sobre
la competencia pluralista que ya se habían podido observar en 2009: ambas
votaciones se realizaron en contextos de crisis económica y baja popularidad
presidencial, reejados en abruptas caídas del voto a las listas del peronismo
ocial (de 7,5 y 15 puntos porcentuales frente a las respectivas elecciones
previas), y en ambos casos el principal beneciario de esas caídas fue el
peronismo disidente, no la oposición no peronista. En 2009, en medio de la
crisis nanciera internacional y tras el conicto del campo, las listas de DPs
casi empataron en la sumatoria nacional con las del ocialismo (la diferencia
fue de solo medio punto porcentual), lo que aquellas lograron subiendo nada
menos que 14 puntos respecto a la elección anterior, mientras que el no pe-
ronismo solo mejoró 5 puntos respecto a dos años antes. En su conjunto, así,
en 2009 el peronismo hizo una de sus mejores elecciones, ya que sumó dos
millones de votos a su resultado de 2007, es decir casi 8 puntos porcentuales.
Justo cuando un gobierno con él identicado padecía una de las crisis políti
-
cas más graves de las últimas décadas.
Cuatro años después la situación se repitió. El peronismo disidente se quedó
con la mayor parte de los votos que perdió en las legislativas de 2013 el o
-
MARCOS NOVARO 35
cialismo, al que de nuevo estuvo cerca de empatar (sumaron respectivamente
26,5 y 29,4% en todo el país). Lo logró captando casi 17 puntos porcentuales
más que en 2011 a nivel nacional. Y esto permitió que el peronismo en su
conjunto incorporara otro millón de votantes a su ya muy exitosa cosecha de
ese entonces. Mientras que el no peronismo, aunque esta vez logró atraer a
una porción mayor de decepcionados que en 2009, y subió 13 puntos, apenas
si superó al peronismo ocial y frente a la totalidad del campo peronista si-
guió quedando muy atrás: este casi lo duplicó tanto en votos (29,56% frente
al ya mencionado 55,94%) como en bancas obtenidas. El peronismo reuniría,
entre la bancada ocial y las disidentes, nada menos que 155 diputados entre
2014 y 2015, poco menos que su máximo histórico de 2006 (163), mientras
que el no peronismo solo alcanzó en esos años 56 representantes, apenas por
encima de los 55 de 2012 y de su mínimo histórico de 2008 (51, Tabla 4).
En síntesis: el pluralismo peronista tuvo efectos electorales contradictorios
con la buena salud del pluralismo de partidos. Lo debilitó y lo corrió a los
márgenes del sistema de competencia. ¿Dejó en algún momento de ser así, en
qué sentido? Ya un cambio estaba en ciernes en 2013, cuando se estructuró
una competencia nacional entre tres polos diferenciados y se bloqueó par
-
cialmente la reabsorción de las representaciones institucionales conquistadas
por el peronismo disidente desde el polo ocial. Este cambio se completaría
con la formación de una coalición no peronista con capacidad de formar ma-
yorías electorales a nivel nacional y en distritos centrales del país en 2015.
En esa oportunidad, especícamente en el balotaje con que se denió la elec-
ción presidencial, Mauricio Macri de Cambiemos se alzó con la victoria su-
perando por estrecho margen a Daniel Scioli, candidato del FPV. En lo que
se invirtieron los términos de la relación entre los dos polos, que había regido
en la década y media previa, pues una parte de los votantes peronistas, que
en primera vuelta apoyaron a Sergio Massa del FR-UNA, fue alentado por el
sistema de competencia a acompañar al candidato no peronista en la votación
decisiva, ante la alternativa de permitir la continuidad en el poder del pero-
nismo ocial, dominado aún por el kirchnerismo. El pluralismo peronista
entraba así en decadencia. Aunque eso no signicaría su desaparición.
Conclusiones
Juan Carlos Torre sostiene en un trabajo reciente (Torre, 2017) que la de
-
rrota electoral del peronismo en 2017 reejó el hecho de que, nalmente,
la debacle de los partidos de 2001, de la que se había mantenido indemne
36 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
gracias a su control del Estado nacional, lo estaba afectando también a él.
Sin embargo, como hemos visto aquí, esa crisis lo había venido afectando
desde un principio, solo que no del mismo modo que al resto de las fuerzas
políticas. El PJ perdió centralidad, fue sustituido por un sistema coalicional
en que las entradas y salidas fueron muy frecuentes, los límites muy difusos,
y se alentó o al menos toleró la formación de listas electorales y agrupamien-
tos de legisladores que, si bien se denían difusamente como peronistas, se
resistían a someterse a la disciplina e integrarse a la estructura de una misma
organización partidaria.
Esta peculiaridad con que el peronismo ejerció el poder y mantuvo su pre
-
eminencia durante largos años reprodujo su propia fragmentación, tanto en
las elecciones como en la Cámara de Diputados (de extenderse el análisis al
Senado, es probable que los resultados no dieran en forma signicativa). E
introdujo una cierta opacidad en los vínculos de representación: como hemos
visto, a qué bancadas pertenecía y cómo votaba cada diputado electo por al
-
guna de las muchas “disidencias peronistas” en estos años fue algo muy difícil
de rastrear o anticipar, por lo que sus votantes probablemente debieron sentir
-
se desafectados frente a ellos. El carácter efímero de la mayor parte de estos
agrupamientos a su vez conrma esta desafección y, seguramente, la reforzó.
Hemos destacado también que el peso y las funciones, legislativas y electo
-
rales de estas disidencias no se alteraron mayormente con la sucesión pre-
sidencial de 2015 y el paso del peronismo a la oposición. Los DPs legisla-
tivos siguieron en gran medida colaborando con la formación de mayorías
legislativas, cuando el nuevo ocialismo necesitó de su colaboración, lo que
sucedió con mayor regularidad que en los años anteriores. Así, a partir de
2016 tanto las necesidades de Cambiemos en el Congreso, como la dinámica
ya instalada en el peronismo, de fragmentación y competencia abierta en las
elecciones generales, reprodujeron y aun incrementaron la fragmentación.
Lo que explica que entre ese año y 2018 las bancadas de DPs llegaran a
empardar y hasta superar en número de diputados a la del peronismo ocial.
Esa radicalización del fenómeno, de todos modos, no podía extenderse in
-
denidamente sin que se agravaran los costos y disfuncionalidades para sus
protagonistas. Volviendo al inicio de este parágrafo, fue justamente luego de
las elecciones de 2017 que se comenzó a hablar no solo en los círculos aca-
démicos y el periodismo, sino también en la arena partidaria, de una “crisis
estructural” que se cernía ominosa sobre el peronismo. Y no fue casual que el
remedio procediera de un cambio drástico de estrategia de su principal líder:
contra la presunción de que eran factores estructurales y sociales los que es-
MARCOS NOVARO 37
taban dividiendo las bases del peronismo (argumento ensayado por Torre en
el trabajo ya mencionado y desarrollado luego por Zarazaga, 2019) quedó así
a la luz que al menos dos de los factores gravitantes en la fragmentación ha-
bían sido las estrategias de los actores, tanto de los líderes nacionales como
distritales y locales de esa fuerza política, y el contexto de competencia en
que ellos venían actuando.
El abrupto cambio de situación producido en 2019 en la Cámara de Dipu
-
tados a raíz de la formación del Frente de Todos merece una consideración
detenida. La fragmentación de bancadas peronistas dio paso, en cuestión de
meses, a una rápida reunicación (véanse las Tablas 2, 3 y 4) que permitiría,
hacia el nal de ese año y ya antes de la renovación de bancas resultante de
la elección de octubre, que quedaran atrás casi dos décadas de desavenen-
cias. A nes de diciembre el nuevo bloque del FdeT quedaría compuesto por
los integrantes del FPV, La Cámpora, el Frente Renovador, el PJ y otras 13
pequeñas bancadas, y formado por 119 legisladores bajo una dirección úni-
ca. Los DPs quedarían reducidos a solo 5 bloques con 13 diputados. En las
elecciones se había ya anticipado este resultado: el Frente de Todos reunió a
casi todo el peronismo territorial y los disidentes, además de perder volumen,
también se “nacionalizaron”, reuniéndose casi en su totalidad en las listas de
Consenso Federal (que en todo el país sumó, de todos modos, apenas 4,3%
de los votos para diputados). En suma, un bastante abarcativo proceso de
nacionalización y reunicación del peronismo, y más en general del sistema
político argentino, se había producido en un muy breve lapso de tiempo.
Una primera explicación de este cambio sería que la perspectiva de vuelta
al Ejecutivo nacional disciplinó a los disidentes. Pero esa explicación no al
-
canza, por todo lo que hemos analizado en este trabajo: entre 2003 y 2015
el peronismo ejerció el gobierno nacional y las disidencias, sin embargo, se
multiplicaron. ¿Qué más había cambiado?
El regreso al poder a nivel nacional lo hizo posible, pero el motor de la uni
-
cación fueron otros dos cambios que habían tenido lugar desde 2015: el
peronismo enfrentaba ahora una oposición unida y electoralmente desaante,
algo ausente hasta aquel año, y su fracción mayoritaria y sus líderes predo-
minantes se preparaban para administrar el poder con escasísimos recursos
y frente a una gran masa de demandas insatisfechas, por lo que los costos de
la fragmentación ya no resultarían tan fáciles de tolerar como en su anterior
paso por el gobierno. Es decir, habían desaparecido los dos factores que ha-
bían hecho soportable, y en alguna medida también provechosa, la fragmen-
tación en esa fuerza.
38 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
Referencias bibliográcas
BONVECCHI, A.; CHERNY, N. Y CELLA, L. (2018). Modernizar el Congreso. Propuestas para
el Reglamento de la Cámara de Diputados. (Documento de Políticas Públicas). Centro
de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).
CALVO, E. (2013). El peronismo y la sucesión permanente: mismos votos, distintas élites.
Revista SAAP, 7(2), 433-440.
CALVO, E. Y ESCOLAR, M. (2005). La nueva política de partidos en la Argentina: crisis polí-
tica, realineamientos partidarios y reforma electoral. Prometeo / Pent Fundación para
la Integración de la Argentina en el Mundo.
CAMPOS, H. (2015). Procesos electorales nacionales en espacios sub provinciales. El caso
de Santiago del Estero entre 2001–2013 [Manuscrito no publicado].
CARRIZO, C. (2011). La política al interior de los partidos: peronismo, radicalismo, kirchne-
rismo. En Malamud, A. y De Luca, M. (comps.) La política en tiempos de los Kirchner.
Eudeba.
CRUZ, F. (2018). Construyendo House of Cards. Partidos y coaliciones en Argentina, 1995-
2015 [tesis de doctorado en Ciencia Política, Universidad Nacional de San Martín,
tesis no publicada].
CRUZ, F. (2019). Dime qué armas y te diré qué eres. Construcción de coaliciones en Argen-
tina, 1995-2015. Revista SAAP, 13(2), 283-311.
DEGIUSTTI, D. (2016, 12 al 15 de septiembre). Midiendo el transfuguismo en el Congreso
Argentino [ponencia]. XII Congreso Nacional y V Congreso Internacional sobre De-
mocracia, Rosario, Argentina.
DEGIUSTTI, D. (2017). Determinantes contextuales e individuales del transfuguismo legisla-
tivo: Argentina, 1999-2009 [tesis de Maestría en Ciencia Política, Universidad Torcua-
to Di Tella, tesis no publicada].
DOMÍNGUEZ SARDOU, F. (2013,17 al 20 de julio). Análisis de las estrategias de disidencia
en el peronismo tras la reforma política (2011) [ponencia]. XI Congreso Nacional de
Ciencia Política, Paraná, Argentina.
DOMÍNGUEZ SARDOU, F. (2015). ¿Vamos a las PASO, por afuera o con lista en adhesión?:
Estrategias de disidencia en el peronismo tras la reforma política (2011 y 2013) [po-
nencia]. XII Congreso Nacional de Ciencia Política de la SAAP. Mendoza, Argentina.
GALVÁN, F. (2009) ¡Vamos por afuera! Un análisis de los factores que favorecieron las
disidencias electorales en el peronismo (1983-2007) [ponencia]. Congreso Nacional
de Ciencia Política de la SAAP, Santa Fe, Argentina.
GALVÁN, F. (2011). ¿El sello importa? El rol partidario de los ejecutivos nacionales y
provinciales a la luz de las listas peronistas disidentes (1989 – 2009). Posdata, 16(1).
GERVASONI, C. (1998). El impacto de las reformas económicas en la coalición electoral jus-
ticialista (1989-1995). Boletín SAAP, Nro. 4, 67-101.
MARCOS NOVARO 39
JONES, M. P. Y MICOZZI, J. P. (2011). Control, concertación, crisis y cambio: cuatro c para
dos k en el Congreso Nacional. En Malamud, A. y De Luca, M. (comps.) La política
en tiempos de los Kirchner. Eudeba.
LEIRAS, M. (2007). Todos los caballos del rey. Prometeo.
LEVITSKY, S. (2005). Crisis and Renovation: Institutional Weakness and the Transformation
of Argentine Peronism, 1983-2003. En Levitsky, S. & Murillo, M. V. (comps.) Argen-
tine Democracy. The Politics of Institutional Weakness. The Pennsylvania University
Press.
LUPU, N. (2014). Brand Dilution and The Breakdown of Political Parties in Latin America.
World Politics, 66(4), 561-602.
MUSTAPIC, A. M. (2002). del partido peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones
de un partido carismático. En Cavarozzi, M. y Abal Medina, J. M. (comps.), El asedio
a la política, los partidos latinoamericanos en la era neoliberal. Konrad Adenauer
Stiftung – Homo Sapiens.
NATALUCCI, A. (2012). El kirchnerismo y su estatuto como movimiento político (2003-
2007). Apuntes de investigación del CECYP, Año XVI(21), 133-254.
NOVARO, M. (2003). Continuidades y discontinuidades tras el derrumbe político. Revista
SAAP, (2), 341-376.
NOVARO, M. (2009). Argentina en el n de siglo: democracia, mercado y nación (1983-
2001). Editorial Paidós.
ROCCA RIVAROLA, D. (2015). De Néstor y Cristina. De Perón y Evita. Reexiones sobre lo
acontecido con la militancia kirchnerista y la identidad peronista desde 2003 hasta hoy.
Revista SAAP, 9(1), 143-172.
SCHERLIS, G. (2011). El kirchnerismo y las reglas de la competencia electoral: decisiones
cruciales en la construcción de un proyecto político. En Malamud, A. y De Luca, M.
(comps.) La política en tiempos de los Kirchner. Eudeba.
SCHERLIS, G. Y DEGIUSTI, D. (2020). Desandando caminos. Reequilibrio de fuerzas y alter-
nancia en el sistema partidario argentino, 2015-2019. Colombia Internacional, (103),
139-169.
SUÁREZ CAO, J. (2012). Las transformaciones del sistema nacional de partidos: una visión
federalista sobre la competencia partidaria en la Argentina. En Falletti, T. González, L.
y Lardone, M. (comps.), El federalismo argentino en perspectiva comparada. EDUCA
y EDUCC.
TOPPI, H. (2019). Escisiones y alianzas: adaptación en elecciones presidenciales en Argen-
tina (1983-2015). Colección, 30(2), 177-215.
TORRE, J. C. (2003). Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la natura-
leza de la crisis de representación partidaria. Desarrollo Económico 42(168), 647-666.
TORRE, J. C. (2017). Los huérfanos de la política revisited. Revista SAAP, 11 (2),
40 STUDIA POLITICÆ Nº 55 primavera/verano 2021/2022
ZARAZAGA, R. (2019). Todos unidos triunfaremos… Nuevas dicultades para la unidad
electoral peronista. Revista SAAP, 13(1), 11-42.
ZELAZNIK, J. (2011). Las coaliciones kirchneristas. En Malamud, A. y De Luca, M. (comps.)
La política en tiempos de los Kirchner. Eudeba.