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vulnerables una serie de competencias transversales o actitudinales para
que gestionen ellos mismos su propia inserción (Serrano, 2016).
El tercer enfoque, que viene a hibridarse con el de la empleabilidad, es el
de la activación. Este refuerza el componente individualizador. El desem-
pleo es un problema público en tanto que existen personas desempleadas.
Y dicha situación se explica por las carencias aptitudinales y actitudinales
de estas personas. Se sigue entendiendo que la participación en el merca-
do de trabajo es el patrón primordial por el que un individuo puede consi-
derarse integrado. Por ello, las personas deben activarse, volverse em-
pleables. A la individualización y al acento en la participación económica
como pilares del marco interpretativo de la activación, se añade la llama-
da contractualización (Moreno, 2007). El acceso a la oferta de servicios
de empleo se condiciona al hecho de que el individuo asuma un compro-
miso efectivo con su inserción laboral. Se trata de cumplir itinerarios,
acuerdos o contratos. El acceso de los ciudadanos a sus derechos pasa a
depender de su actitud, comportamiento y disponibilidad para la partici-
pación económica (laboral). La política de empleo pasa, así, de estar cen-
trada exclusivamente en la regulación protectora del trabajo, a intervenir
con un componente moralizador, en las conductas de las personas desem-
pleadas (Santos et al., 2004; Crespo y Serrano, 2013).
Este paradigma se consolida en el contexto de emergencia de toda una
nueva institucionalidad de mediación (Jacinto y Millenaar, 2009), propia
de los contextos de heterogeneización, desafiliación, desestabilización e
incertidumbre de los procesos de inserción laboral, y de una redefinición
global de la relación entre los individuos y el colectivo social (Serrano,
Fernández Rodríguez y Artiaga Leiras, 2012). Así, las políticas activas de
empleo como un conjunto de conceptualizaciones en torno al trabajo y los
trabajadores, y de estrategias y técnicas de intervención respecto del mer-
cado laboral, son un puntapié destacado para asir las aristas que condensa
el enfoque de la activación en las iniciativas estatales, como también, el
carácter actual que reviste el desempleo como problema social.
Las políticas activas contemporáneas, así como los diagnósticos que las
sustentan y orientan, se centran en los individuos, a quienes se les propor-
ciona una serie de instrumentos para que mejoren sus actitudes y aptitu-
des, su empleabilidad, es decir, sus posibilidades de lograr emplearse. La
provisión de dichos instrumentos, de recursos como la cualificación, la
información o la orientación laboral es pública, porque aún se considera
que el mercado no proporciona estos recursos por sí solo, ni eficaz ni
equitativamente entre los individuos. Como contracara, la posición, jerar-
EDITORIAL