46 primavera/verano 2018--2019
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STUDIA POLITICÆ
Si bien la destrucción del Patrimonio Cultural de la Humanidad puede ser
considerado un elemento más de la propaganda como acción contra el
enemigo, no deja de ser significativo que algunas de esas reliquias acaben
en el mercado negro, enriqueciendo tanto a las organizaciones combatien-
tes, que utilizan sus fondos para financiar sus actos terroristas, como a
particulares, principalmente en destinos occidentales.
En este sentido, Daesh se ha apropiado de yacimientos arqueológicos
como vía de obtención de divisas. La conducta de esta organización extre-
mista y salafista no puede explicarse únicamente en clave religiosa, pues
incursiona en el plano de la criminalidad transnacional organizada, espe-
cíficamente el tráfico ilegal de obras de arte.
No obstante, no sólo los grupos terroristas, sino también el gobierno, mili-
cias rebeldes, las Fuerzas Armadas sirias y la propia población civil que
vive en una situación de máxima dureza, han destruido, esquilmado, roba-
do y vendido el patrimonio cultural de los territorios históricos. Muchas
son las razones, pero la consecuencia en todos los casos es la misma, la
pérdida de los bienes de la Humanidad.
Tras la esperada paz, Siria, y también Irak, tendrán que afrontar no sólo la
reconstrucción de su entramado político, social y económico, sino tam-
bién la recuperación de los activos culturales perdidos, destruidos o ven-
didos durante los años de conflicto. No será tarea fácil y para ello, sin
duda, se deberá contar con la cooperación de toda la comunidad interna-
cional. Accesoriamente, esa recuperación podría tener un efecto positivo
en el restablecimiento de las relaciones entre partes anteriormente belige-
rantes y sobre la reconciliación de esas sociedades devastadas por el fla-
gelo bélico.
Precisamente en lo que hace a la comunidad internacional, tiene por de-
lante el enorme desafío de articular respuestas efectivas frente a eventua-
les casos similares que se presenten en el futuro. De cara a este escenario,
pueden identificarse tres elementos que permiten cierto grado de optimis-
mo. En primer lugar, el creciente involucramiento de la UNESCO en la
cuestión, en particular bajo la dirección de Irina Bokova, quien ha asumi-
do un activo rol en la denuncia de actos de “limpieza cultural”, exigiendo
a las instituciones internacionales la adopción de medidas eficaces en ese
sentido. A futuro, las acciones del organismo tendrán una capital impor-
tancia tanto en su ejercicio del rol de “informador” al Consejo de Seguri-
dad, como en la aplicación de la Unite4Heritage; el éxito en este empren-
dimiento, empero, estará sujeto a el respaldo político y a los aportes
económicos de las naciones partes.