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yen directa o indirectamente a ampliar la inserción internacional del país
más allá de los contactos inmediatos.
Con la llegada de Evo Morales —líder del Movimiento al Socialismo
(MAS)— al poder Ejecutivo en 2006, el espacio latinoamericano, en
general, pero particularmente el vecinal, fue revalorizado. En este pro-
ceso convergieron dos factores que se retroalimentaron. Por un lado,
la sintonía en el clima de ideas de la época, es decir, gobiernos que
desde la academia han sido identificados como ‘gobiernos de nuevo
signo’, ‘nuevas izquierdas’, ‘populismos de izquierda’, etc. (Moreira,
Raus y Gómez Leyton, 2008; Panizza, 2009; de la Torre, 2013, entre
otros) o el ciclo progresista, desde una denominación más genérica,
según Svampa (2017). Denominaciones que, como afirma la autora, a
pesar de los debates que pueden generarse en torno a sus contenidos,
han sido empleadas para problematizar y examinar las transformacio-
nes en los esquemas de representación política, la presencia de lide-
razgos fuertemente personalizados y las alteraciones que estaban acae-
ciendo en el vínculo del Estado con la economía y la sociedad en su
conjunto. Por otro lado, se dio paso a la revitalización de la actividad
extractivista, impulsada por la creciente demanda global y un período
de bonanza en materia de precios internacionales. Esta situación
coadyuvó a mejorar el desempeño macroeconómico y el posiciona-
miento fiscal de los países exportadores de commodities. No obstante,
como contrapartida, asistió al sostenimiento de la primarización de
gran parte de las economías regionales y remarcó las asimetrías exis-
tentes en materia de producción, consumo y acceso a recursos no re-
novables, tales como minerales e hidrocarburos.
En este contexto, se inscriben las relaciones de Bolivia con Argentina y
Brasil a partir del arribo del MAS a la presidencia del país, las cuales
adquirieron un perfil ascendente por la concomitancia de ideas con las
administraciones del Frente para la Victoria (FPV) y el Partido de los
Trabajadores (PT) pero, en especial, por los negocios vigentes de abas-
tecimiento de gas natural boliviano. Ante esto, la decisión de Morales
de nacionalizar los hidrocarburos el 1 de mayo de 2006 mediante el
Decreto 28.701 (Héroes del Chaco) no pasó desapercibida en sendas
relaciones bilaterales, al contrario, puso en evidencia dos hechos pun-
tuales. En primer lugar, reafirmó el carácter estratégico que reviste la
energía para el desarrollo socioeconómico de cualquier país, acentuán-
dose si este recurso es un condicionante de la balanza comercial, como
ocurre con Bolivia. En segundo lugar, otorgó visibilidad al círculo de
dependencia —en lo que respecta a la energía— que se fue construyen-
NATALIA CEPPI