45 invierno 2018
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STUDIA POLITICÆ
en lo económico como en lo político. En lo político, Buenos Aires había
logrado que el manejo de las relaciones exteriores fuera encargado a la fi-
gura de su gobernador, posicionándose al mismo tiempo como instancia
mediadora de los conflictos interprovinciales, rol que había desempañado
ya en la época del Virreinato (Luna, 1982a). Si bien la Comisión Repre-
sentativa estaba compuesta por un representante de cada provincia —lo
que ponía a todas ellas en un pie de igualdad— el gobernador bonaerense
supo enervar este organismo “en cuanto advirtió que la Comisión podría
convertirse en el portavoz de los intereses provinciales, en lugar de ser un
instrumento de la diplomacia bonaerense” (Burgin, 1975: 353). Por otra
parte, a través de distintas estratagemas, Rosas dilató en el tiempo la san-
ción de una Constitución Nacional precisamente porque sabía que, de
sancionarse, debía nacionalizarse el puerto y entraría en la federación en
igualdad real de condiciones que el resto de las provincias.
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Desde lo económico, Buenos Aires logró implementar las políticas libre-
cambistas con cierta aceptación de las provincias, a cambio de ayudas y
subsidios económicos (principalmente a las provincias mediterráneas) y a
través de medidas proteccionistas, como la tarifa aduanera de 1836, aun-
que de corta duración (Burgin, 1975: 356) y conformó al Litoral con la li-
bre navegación de los ríos: “Rosas, renunciando a buscar mejor fórmula,
mantuvo esta especie de transacción entre los librecambistas del litoral y
lo productores de las otras regiones, y obtuvo cierto equilibrio parecido al
que existía en tiempos del rey” (Álvarez, 2001: 49). De esta manera, Bue-
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En la famosa carta de la Hacienda de Figueroa, fechada el 20 de diciembre de 1834,
dirigida a Facundo Quiroga, Rosas aducía que el país todavía no gozaba de la “plana
tranquilidad y orden” necesarios para dar cumplimiento de la principal cláusula del Pac-
to Federal, es decir, la que llamaba a convocar un congreso constituyente que diera fi-
nalmente una Constitución. En uno de sus pasajes, Rosas escribió: “a vista del lastimoso
cuadro que presenta la República, ¿cuál de los héroes de la Federación se atreverá a
encargarse del Gobierno general? ¿Cuál de ellos podrá hacerse de un cuerpo de repre-
sentantes y de ministros, federales todos, de quienes se prometa las luces, y cooperación
necesarias para presentarse con la debida dignidad, salir airoso del puesto, y no perder
en él todo su crédito, y reputación?” (R
OSA, 1981: 216). Y que “En este lastimoso esta-
do es preciso crearlo todo de nuevo, trabajando primero en pequeño y por fracciones,
para entablar después un sistema que lo abrace todo… Un República Federativa es lo
más quimérico y desastroso que pueda imaginarse toda vez que no se componga de es-
tados bien organizados en sí mismos, porque conservando cada uno su independencia y
soberanía, la fuerza del poder general con respecto al interior de la República es casi
ninguna, y su principal y casi toda su investidura es de pura representación en las rela-
ciones con las naciones extranjeras” (R
OSA, 1977:1981: 214).