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*
Profesora Agregada de Relaciones Internacionales, Universidad Nebrija
Código de Referato: SP.240.XLIV/18
http://dx.doi.org/10.22529/sp.2018.44.04
Xinjiang o la gestión china de un
conflicto étnico-territorial
Gracia Abad Quintanal
*
Resumen
La existencia de comunidades que luchan por lograr la independencia de
una parte del territorio de la República Popular China es uno de los prin-
cipales desafíos a los que esta última ha de hacer frente en el contexto de
su ascenso como potencia. Una de esas comunidades son los uigures,
que reclaman la independencia (o cuando menos un altísimo grado de
autonomía) de la actual Región Autónoma de Xinjiang respecto del go-
bierno de Pekín.
Si bien el conflicto de Xinjiang es frecuentemente abordado como un
conflicto étnico y religioso, en este trabajo tratamos de mostrar que
cuenta en realidad con todos los elementos y características de un con-
flicto territorial. Asimismo, planteamos las razones que pueden llevar a
dejar de lado ese carácter territorial centrándose, en su lugar, en los ele-
mentos étnicos o religiosos y las implicaciones que se derivan de esa es-
trategia.
Palabras Clave: Xinjiang – República Popular China – Uigur – Con-
flicto – Territorial
STUDIA POLITICÆ Número 44 ~ otoño 2018 – pág. 75-95
Publicada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales,
de la Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, República Argentina.
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Abstract
The existence of communities fighting for the independence of
certain areas is one of the main challenges the People’s Republic of
China has to deal with in the framework of its rise to power status.
The uighurs, which claim the independence (or, at least a very high
degree of autonomy) of the Xinjiang Autonomous region are one of
such communities.
Although the Xinjiang conflict is frequently analysed as an ethnic and
religious conflict, in these pages we try to show that it actually accounts
on all the elements and features of a territorial conflict. Likewise, we po-
int out the reasons why that territorial nature is set aside, paying atten-
tion to the ethnic and religious elements instead, as well as the implica-
tions of such an approach.
Keywords: Xinjiang – People’s Republic of China – Uighur – Territo-
rial – Conflict
1. Introducción
A
lo largo de las últimas décadas nos hemos acostumbrado a oír y
leer referencias al ascenso de China, siempre sobre la base de su
creciente poder económico y militar y su cada vez mayor influen-
cia en los contextos regional e internacional. Sin embargo, y más allá del
ralentizamiento del crecimiento económico chino registrado en los últimos
años, cabe constatar también la existencia de otras cuestiones que ensom-
brecen la evolución china e introducen dificultades en su proceso de conso-
lidación como una potencia global con un peso creciente en las relaciones
internacionales. Entre esas cuestiones hay que situar el desafío que entraña
la existencia de conflictos territoriales (por la formación de estados) en su
seno, es decir, la presencia de ciertas comunidades, mayoritarias en algunas
áreas de su territorio, que aspiran a una autonomía política mucho mayor,
cuando no al dominio en exclusiva de una determinada zona y, con ello, a
la independencia strictu sensu.
En este sentido, en estas páginas nos ocuparemos de las demandas de la
minoría uigur, grupo poblacional mayoritario en Xinjiang, una de las regio-
nes, junto al Tíbet, que plantean de forma más clara en la República Popu-
lar China (RPC) este tipo de reivindicaciones.
Si bien hay que constatar la existencia de una literatura de cierta relevancia
sobre el conflicto que nos ocupa, lo habitual es que la mayor parte de los
trabajos lo aborden prestando atención a los elementos étnicos y religiosos
77
del mismo y no a su naturaleza como conflicto territorial, perspectiva que
adoptamos en estas páginas, y que entendemos que aporta nuevos elemen-
tos a la comprensión de las causas y características del conflicto.
2. Los conflictos territoriales: sus características
Aunque hay otras clasificaciones posibles, es frecuente diferenciar los tipos
de conflictos internacionales en función de sus causas. Optar por esta clasi-
ficación permite observar, ya desde un primer momento, que los conflictos
territoriales son, por una parte, unos de los más frecuentes —no en vano la
nuestra es una especie territorialista y el hombre parece haber considerado
que el territorio era lo bastante importante como para luchar (incluso mo-
rir) por controlarlo (Johnson y Toft, 2013/2014: 7)— y más susceptibles de
escaladas violentas (Entelman, 2009:20), por otra, que se encuentran fre-
cuentemente vinculados a elementos de carácter étnico, lingüístico, religio-
so o de otro tipo, lo que los hace aún más complejos.
Esta complejidad es incluso mayor de lo que pueda parecer, ya que debe-
mos tener en cuenta que hablar de conflicto supone referirnos a metas in-
compatibles en relación con recursos en disputa y roles o valores incompa-
tibles (Martos, 2002: 29). Esto supone que, si bien tales conflictos
territoriales son, en la mayor parte de los casos, conflictos por recursos, en
la medida en que concurran elementos étnicos, religiosos o ideológicos
(por mencionar algunas posibilidades), la existencia de valores incompati-
bles también jugará un papel. Por lo demás, cuando el conflicto territorial
tenga su base en la existencia de una colectividad que quiere separarse po-
líticamente de un estado preexistente, estaremos también ante posibles ro-
les incompatibles ya que estará en tela de juicio quiénes deban ser conside-
rados como el gobierno o los representantes legítimos (Abad, 2017a),
haciendo aún más difícil la gestión del conflicto.
Por otra parte, este tipo de conflictos territoriales, que tienen que ver con la
existencia de una colectividad que busca la secesión de parte del territorio
de un estado, pueden ser, más intensos que otros, pues no solo enlazan con
el carácter territorial de nuestra especie o el valor dado tradicionalmente
por las comunidades humanas al territorio, cuestiones a las que nos refería-
mos más arriba, sino que tienen que ver con la tradicional consideración
del territorio como un recurso básico, aunque siempre imprescindible para
la construcción de los más variados tipos de comunidades políticas (Goertz
y Diehl, 1992: 2).
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Con todo, llegados a este punto, parece necesario preguntarse qué hace que
un determinado territorio sea valioso y, en consecuencia, pueda convertirse
en el objeto de una disputa. Pues bien, cabe apuntar que serán tanto aspec-
tos de carácter tangible como intangible (Pendleton Whitaker, 2013:4), es
decir que, junto a aspectos como la posición geográfica del territorio en
cuestión o los recursos naturales (Malinowsky, 2015: 157; Kureic, 2015:
523) con los que cuenta (elementos tangibles), tendremos que plantearnos si
para un determinado estado o colectividad ese territorio tiene un valor, por
ejemplo, relacional (Goertz y Diehl, 1992: 14) o simbólico, por razones po-
líticas, étnicas, históricas o religiosas (Johnson y Toft, 2013/2014: 8).
3. El conflicto de Xinjiang
3.1. ¿Qué es Xinjiang?
La Región Autónoma del Xinjiang Uigur (XUAR en sus siglas en inglés),
con 1.646.800 km
2
que la convierten en la más extensa de China y que ha-
cen que constituya la sexta parte del territorio de ésta, se encuentra situa-
da en el desierto de Taklamakán —uno de los más duros del mundo—, en
la región de Lob Nor, en el considerado sector chino del Turquestán —los
otros son el ruso y el afgano—, el Turquestán Oriental.
Como es habitual en un conflicto territorial, la región de Xinjiang cuenta
con recursos en disputa; en efecto es muy rica en recursos naturales en ge-
neral y minerales en particular, pero también o, precisamente por ello,
cuenta con una importante base industrial. En otras palabras, si son ele-
mentos de carácter fundamentalmente intangible los que alimentan las rei-
vindicaciones uigures, en el caso del gobierno chino son fundamentales
también los aspectos tangibles.
Xinjiang cuenta con una composición poblacional étnica, lingüística y reli-
giosa claramente distinta de la existente en la mayor parte de China. Así, el
grupo étnico mayoritario (de los 47 presentes en la región), 40-50 por cien-
to dependiendo de las fuentes, son uigures, que constituyen, además, la mi-
noría más numerosa en la República Popular China. Se trata de un pueblo
turcomano emparentado con algunos otros pueblos del Turquestán —en
buena medida la actual Asia Central—, de cuya existencia hay constancia
al menos desde hace 1500 años —aunque ellos afirman que su existencia
data, en realidad, de 4000 a 9000 años atrás— y que se consideran a sí mis-
mos como los legítimos pobladores de Xinjiang (Gámiz, 2018). Este grupo,
79
que tiene su origen en el mestizaje entre los antiguos pueblos nómadas de
Mongolia y los grupos de vida sedentaria, y economía básicamente agríco-
la en los oasis de la cuenca de Tarim, posee una lengua también turcomana
que se escribe con caracteres árabes y religión musulmana sunní (Fayaz,
2012: 235), a la que se habría convertido hace unos 1000 años.
Tabla 1: Religiones principales entre la población Uigur
Religión Porcentaje
Musulmanes 99
Cristianos 0,01
Protestantes 0,01
Fuente: Joshua Project (2018)
Si bien la mayor parte de los uigures se encuentra en Xinjiang también ha-
bía presencia de este grupo en otros estados centroasiáticos como Kazaks-
tán, Uzbekistán o Kirguistán e incluso en lugares mucho alejados como
Alemania, Suecia, EE.UU. o Turquía (BBC, 6 de enero de 2017), hasta to-
talizar aproximadamente unos 10-20 millones —hay notables variaciones
de unas fuentes a otras— en todo el mundo.
Tabla 2. Población Uigur por países
Población Uyghur
Afganistán 4,300
Canadá 800
China 11,518,000
Irán 6,100
Kazakstán 252,000
Kyrgyzstan 55,000
Mongolia 500
Rusia 3,700
Arabia Saudí 8,600
Tayikistán 1,000
Turkey 900
Turkmenistán 2,200
Estados Unidos 1,000
Uzbekistán 45,000
Fuente: Joshua Project, 2018
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Los uigures, por otra parte, constituyen un pueblo profundamente tradicio-
nal que concede una importancia primordial a la relación con la familia, el
barrio y la comunidad y está tremendamente apegado a su cultura. Entre las
manifestaciones de esta última destacan las relacionadas con los ámbitos
musical y literario, como el muqam, un género musical donde se combinan
la música propiamente dicha y la poesía. En este mismo sentido cabe men-
cionar que cuentan con un sinnúmero de instrumentos musicales propios.
Tal es la diferencia entre su modo de vida y el del chino han que, si nos
adentramos en la ciudad vieja de Kashgar, es más fácil pensar que estamos
en Asia Central o en algún estado árabe que en China, ya que el entorno
nada tiene que ver con los elementos que caracterizan a la cultura china:
vemos a los hombres vestir el gorro tradicional uigur y a las mujeres utili-
zar velo, aunque de manera “extraoficial” se sigue la hora de Xinjiang, la
gastronomía está protagonizada por la carne de cordero y es infrecuente es-
cuchar chino mandarín (Gamiz, 2018).
Fuente: BBC
Mapa 1. Distribución de los principales grupos étnicos en la República Popular China
81
De este modo, como señalábamos que ocurre frecuentemente en los con-
flictos territoriales, se hacen presentes en Xinjiang elementos de carácter
étnico, cultural o religioso que hacen que el conflicto sea aún más comple-
jo y que posibilita la aparición de valores en disputa entre los actores. En
ese mismo sentido, concurren circunstancias en virtud de las cuales al me-
nos un actor, los uigures en este caso, concede un valor simbólico al territo-
rio en disputa.
3.2. Las demandas uigures
En ese marco los uigures, aunque sin lograr establecer un movimiento uni-
ficado a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en el Tíbet, al menos
hasta fecha muy tardía (De Pedro, 2008: 117), han ido consolidando una
clara conciencia como grupo étnico (Torrey, 2017), lingüístico y cultural
distinto y una oposición al dominio chino, que les lleva a mostrar cierta
hostilidad incluso a los han que viajan por la región. En ese mismo sentido
van a buscar constantemente una mayor diferenciación y autonomía tratan-
do de enfatizar lo que les hace distintos del resto de China y puede limitar
el dominio han sobre ellos.
Así, esta población ha ido mostrando de manera cada vez más clara sus as-
piraciones a una mayor autonomía e, incluso, en el caso de algunos grupos
abiertamente a la independencia, que le facilitara el mantenimiento de su
lengua —incluyendo la posibilidad de estudiar en su idioma—, costumbres
y religión (Evrom, 2007: 76). De la mano de esos planteamientos cabe
constatar también la existencia de roles en disputa, elemento también ca-
racterístico, como veíamos, de los conflictos territoriales.
Las reivindicaciones de los uigures subirían de tono, si cabe, desde co-
mienzos de los años noventa, tanto por la descomposición de la Unión So-
viética, que genera inicialmente una situación de vacío de poder en buena
parte de Asia Central (Syroezhkin, 2002: 169) y hace a los uigures conce-
bir esperanzas de que el soviético no fuera el único régimen no democráti-
co que colapsara (Naarajärvi, 2012: 251) en la zona, como por el recrude-
cimiento de la represión por parte de la República Popular China (Kanat,
2014).
Si bien el régimen chino no colapsó, los uigures, lejos de desanimarse, iban
a continuar haciendo patente su deseo de contar con un estado propio o,
cuando menos, conservar su especificidad cultural en una contexto de fuer-
te autonomía de China. La voluntad de hacer oír dichas reivindicaciones
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dio lugar a importantes manifestaciones como las organizadas en Urumqi,
Barkul o Kulja/Yining (Naarajärvi, 2012: 252). Serían, en concreto, las
violentas manifestaciones registradas en Urumqi en 2009, en las que según
fuentes oficiales murieron casi doscientas personas, las que marcarían un
antes y un después.
Ese incremento de la tensión y la violencia, característico de los conflictos
territoriales, como veíamos, iría de la mano de lo que algunos autores cali-
fican de palestinización del conflicto, de la mano de la voluntad decidida
de los uigures de mostrar que están padeciendo la ocupación de su territo-
rio a manos de la República Popular China, a la que acusan de estar extra-
yendo los recursos naturales de la riquísima región de Xinjiang sin que los
uigures se estén beneficiando apenas de ello. Esta nueva estrategia trata no
solo de poner en cuestión los derechos de soberanía de esta última sobre la
región sino deslegitimarla y recabar apoyos en el contexto internacional
(Zenn, 2016: 12). En este sentido, los uigures no dudan en plantear, por
ejemplo, cómo los esfuerzos por impulsar el desarrollo de Xinjiang han ido
generalmente mucho más en beneficio de los han asentados en la región,
que de los propios uigures (Gámiz, 2018). Del mismo modo, para algunos
autores, la separación cada vez más nítida de los actores del conflicto, el
incremento de los ataques terroristas en la región emulando las tácticas de
otras organizaciones y la cada vez mayor internacionalización del conflicto
son también señales claras de que éste puede estar evolucionando en esa
dirección (Clarke, 2015).
Al propio tiempo, en la decisión que algunas organizaciones uigures como
el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM en sus siglas en
inglés) (Evrom, 2007: 76) o el Partido Islámico del Turquestán Oriental
(TIP) por mencionar las que quizás son más relevantes, van a tomar, en
respuesta a la dura represión puesta en marcha desde Pekín y al creci-
miento de la proporción de población han presente en la región de Xin-
jiang (Global Conflict Tracker: 11 de enero de 2018), de optar decidida-
mente por emprender una vía violenta, con la comisión de acciones que
para algunos autores —y desde luego para el gobierno de Beijing— cabe
calificar de terroristas, como medio para perseguir sus objetivos es vista
por otros como un proceso de chechenización del conflicto (Pillalamarri,
2014), esto es una escalada de represión y radicalización que en nada con-
duce a su solución.
Con todo, hay que decir que también hay autores que consideran que no
solo no cabe considerar a tales organizaciones como terroristas o vincula-
das con el terrorismo internacional, sino que tampoco es acertado inferir
83
que agrupan a los considerados como “militantes uigures”, toda vez que la
mayor parte de los grupos uigures son en realidad pacíficos y evitan el
conflicto violento (Kanat, 2014). En consecuencia, dirán, ésa aproxima-
ción es más bien la justificación empleada por el gobierno chino en defen-
sa de su política de represión y violación de los derechos humanos de la
minoría uigur.
Ahora bien, sea cual sea la naturaleza real de esos grupos y su grado de
representatividad de la minoría uigur en su conjunto, parece claro que su
opción por la vía violenta es incuestionable. Así, es precisamente el TIP,
al que acabamos de referirnos, al que se atribuye el intento de derribar
un avión de la compañía Southern China que cubría la ruta Pekín-
Urumqi en 2008 (Abad y García, 2008: 149), las explosiones en autobu-
ses durante los Juegos Olímpicos de 2008, el ataque en Kashgar en 2011
contra las comisarías de policía (Pillalamarri, 2014); el secuestro de un
avión en ruta desde Hotan a Urumqi en 2012 (BBC, 26 de septiembre de
2014), el ataque en Tiananmen en 2013, el ataque con arma blanca de la
estación de Kunming en 2014, el atentado contra el mercado de Urumqi
(estrellando dos coches y lanzando explosivos a la multitud, también en
2014), o el atentado en la Embajada China en Bishkek de 2016, cuando
un terrorista suicida estrelló un camión cargado de explosivos contra ella,
hiriendo a cinco personas (Global Conflict Tracker: 11 de enero de
2018).
Por otra parte, también parece claro que han hecho esfuerzos por estable-
cer lazos con otros grupos, con los que en muchos casos comparten una
proximidad étnica, lingüística o religiosa, en especial en algunos estados
de Asia Central como Kazakastán, Kirguizistán y Tayikistán (Zenn, 2016:
10; Abad y García 2008: 150), con vistas a recabar financiación y apoyos
(Evrom 2007: 79). Asimismo, muchas de las acciones violentas de los úl-
timos tiempos tienen que ver con uigures radicales con vínculos en Pakis-
tán, que utilizan estrategias aprendidas en dicho estado y que conectan
claramente en su forma de actuar con la violencia yihadista en general
(Pillalamarri, 2014).
Así, parecen razonablemente documentados los vínculos del TIP tanto
con Al-Qaida —constituyéndose en lo que se dio en llamar “grupo afilia-
do”— como con el Estado Islámico. En ese mismo sentido, hay que
constatar el apoyo público de algunos otros grupos “afiliados” a Al Qai-
da al TIP, apoyo que parece hablar por sí mismo de la naturaleza de este
último.
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3.3. El planteamiento de la República Popular China
Sin embargo, la República Popular China, que dominó la región por prime-
ra vez en tiempos de la dinastía Han —206 aC-220 dC— (Fayaz, 2012:
237) en el contexto del apogeo de la Ruta de la Seda (Abazov, 2008: s/d),
estableciendo un protectorado en la zona del actual Xinjiang y en parte del
resto de la actual Asia Central (Anguiano, 2010: 128) y volvió a afianzar su
control en tiempos de la dinastía Tang (618-907 dC) de la mano del mayor
peso internacional del imperio chino en esos años y, finalmente, desde el
siglo XVIII aproximadamente, con la dinastía Qing (1644-1912 dC) logró
consolidar ese control hasta cierto punto conquistando lo que se denominó
“nuevo territorio” o “nueva frontera”
1
(Anguiano, 2010: 141), considera
hoy que si, aunque de manera intermitente, el territorio le ha pertenecido
desde entonces debe seguir haciéndolo. Por otra parte, la República Popu-
lar China afirma que los uigures solamente son mayoría en la región desde
el siglo VII dC, como resultado de un movimiento migratorio masivo pro-
cedente de lo que hoy constituye Mongolia (Gámiz, 2018).
En ese sentido, China no solo está convencida de sus derechos soberanos
sobre la región, a la que considera “parte integral de su territorio” (Gracie,
2015), sino que tiene claros intereses de diversa índole que le llevan a pro-
teger, con especial celo, esa soberanía.
Así, la República Popular China, en el contexto de su ascenso como poten-
cia y del auge que experimenta desde hace ya unas décadas, percibe como
especialmente amenazadores los movimientos secesionistas de Tíbet y Xin-
jiang —las únicas dos regiones donde los han no son mayoría— o las ten-
dencias centrífugas en Taiwán. Y es que, si por una parte está bastante
asentada en el imaginario colectivo chino una leyenda tomada de la novela
Historia de los Tres Reinos de principios de la dinastía Ming en que se de-
cía: “Cuando el reino lleva mucho tiempo desunido se une; cuando lleva
mucho tiempo unido, se separa”, por otra, parece claro que los periodos de
unidad son también épocas de esplendor, mientras que los de desunión fre-
cuentemente han coincidido con fases de decadencia, cuestiones a las que
habría que añadir la impronta que deja en la conciencia colectiva china el
llamado “Siglo de Humillación”, de 1839 a 1949 (Torrey, 2017). En ese
sentido, parece lógico que una República Popular China que recuperó el
control político sobre la totalidad de su territorio (con la única excepción
1
Significado de Xinjiang en chino mandarín.
85
de Taiwán) en una fecha relativamente reciente como 1949, no quiera oír
hablar de movimientos secesionistas. Al respecto, le preocupa, además, que
la independencia de un territorio como Xinjiang, más allá de lo que pudie-
ra suponer en sí mismo, pudiera generar un efecto-imitación en otros terri-
torios con demandas similares como el Tibet, Mongolia interior o el propio
Taiwán (Evrom, 2007: 76). En este sentido, la República Popular China ve
en la cuestión de Xinjiang un grave desafío para su seguridad pues consi-
dera que podría llegar a amenazar su propia persistencia como estado (De
Pedro, 2008:120).
Por otra parte, cabe decir que la República Popular China, integrado en un
90 % por población han y liderada por un partido comunista que, con el
paso del tiempo, ha hecho del nacionalismo una de sus fuentes de legitimi-
dad, ha tendido, de forma más o menos consciente, a buscar la formación
de una “nación han”, tratando de asimilar a las minorías no han a la cultu-
ra china y eliminando con ello los rasgos propios de dichos grupos.
En otro orden de cosas, hay que tener en cuenta el valor geopolítico de la
región, la relación de la República Popular China con la que ya los geopo-
líticos clásicos como Halford J. Mackinder consideraban como Región Pi-
vote, clave para la dominación mundial. En efecto, la soberanía sobre Xin-
jiang, situado en el corredor de la antigua Ruta de la Seda, permite a la
RPC la conexión con los estados de Asia Central (Mestre, 2014:5; Xing,
2001: 165). Dicha conexión es fundamental para la República Popular Chi-
na por múltiples razones: en primer lugar, China proyecta su política exte-
rior en círculos concéntricos (Gui y Chen: s/d), lo que le lleva a considerar
prioritaria dicha zona que queda dentro de lo que denomina “diplomacia de
vecindad” (Julienne, 2014: 11); en segundo lugar, China mantiene con los
estados de Asia Central importantes relaciones tanto en el ámbito económi-
co como en el de la seguridad, y en tercer lugar, el mantenimiento de una
cierta influencia en la región es doblemente importante en el contexto ac-
tual de creciente rivalidad con los Estados Unidos (Pantucci y Petersen:
2012).
Así, Xinjiang cuenta también con un innegable valor económico y estraté-
gico no solo por su riqueza en minerales —posee 85 tipos diferentes entre
los que destacan cobre, oro, plomo, cinc y uranio—, que destina tanto a la
exportación como para su propia industria, sino también en hidrocarburos
—cuenta con 40 por ciento de las reservas de carbón y un tercio de las de
petróleo y gas del país—, algo fundamental teniendo en cuenta que la Re-
pública Popular China es en la actualidad uno de los principales importado-
res de energía. Del mismo modo, también cabe destacar la presencia en la
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región de importantes instalaciones militares, de oleoductos que conectan
los campos petrolíferos de Irán y Kazajastán con la costa Este de China y
de las principales instalaciones nucleares del país (Fayaz, 2012: 236; Mac-
kerras, 2003: 21). A todo ello se suman plantas de energía solar y eólica
que se utilizan en buena medida para la producción de electricidad destina-
da tanto al uso doméstico como a otros fines y refinerías de aceite y azúcar,
acerías, centrales químicas, cementeras y fábricas textiles. Junto a todo ello
Xinjiang es también clave en algunos proyectos chinos a mediano y largo
plazo, empezando por el proyecto “One Belt, One Road” (OBOR), en con-
creto en lo que hace a la ruta terrestre del mismo (Torrey, 2017), en el que
se espera que China invierta más de 9.000 millones de dólares.
3.4. La política china hacia Xinjiang y la situación de la minoría
uigur
Todas estas razones llevan a la República Popular China a no aceptar cues-
tionamiento alguno de su soberanía sobre la Región Autónoma de Xinjiang
y defenderla firmemente, en ocasiones, incluso, con excesiva dureza. Lo
que, a su vez, lleva a los uigures a elevar el tono y la intensidad de sus re-
clamaciones dando lugar al agravamiento del conflicto y no a su solución.
En efecto, ya desde la proclamación de la República Popular China en
1949, se puso en marcha desde Pekín una política de limitación y represión
de los deseos uigures de independencia que forzó a muchos miembros de
este grupo a optar por el exilio. Así, nada más proclamarse la República
Popular se dio paso a la disolución de la República del Turquestán Oriental
a pesar de que, solo cinco años antes, en 1944 (Fayaz, 2012: 238), el Parti-
do Nacionalista Chino había ayudado a los uigures a establecerla. Así
como ayudaron a la creación de la provincia autónoma de Xinjiang (nuevo
territorio en Mandarín) dejando clara tanto la ruptura con el pasado de la
región como su inclusión dentro de la República Popular (Farhad, 2015).
En ese mismo sentido, y como ocurrió para buena parte de la población
china aunque por diferentes razones, los periodos de la Revolución Cultu-
ral (1966-1976) (De Pedro, 2008: 12) y el Gran Salto Adelante fueron
particularmente duros, pues los uigures, como otras minorías, fueron obje-
to de persecuciones implacables, buscando la eliminación de lo que se
consideraban como tradiciones antiguas y supersticiones feudales. Así, se
contaminaron deliberadamente las mezquitas con cerdos, muchos líderes
musulmanes fueron asesinados y se castigó brutalmente cualquier expre-
sión de creencias musulmanas (Torrey, 2017). Al propio tiempo, se atacó a
87
los académicos e intelectuales uigures y se encarceló a sus poetas en un
esfuerzo deliberado por desvincular a los uigures de su historia y su cultu-
ra, que también se reflejó en la sustitución forzosa del alfabeto árabe por
el cirílico.
2
Por otra parte, desde el mismo momento de la proclamación de la Repúbli-
ca Popular se puso en marcha en la región una política de sinización, favo-
reciendo la inmigración de población Han en regiones como Xinjiang me-
diante la introducción de medidas como la relajación de la “política del
hijo único” para quienes lo hicieran. Estas medidas han supuesto que si en
1949 había en Xinjiang un 5 % de población Han, hoy ese porcentaje se ha
multiplicado por ocho o por diez.
Una política de asimilación o sinización que, en buena medida de la mano
del creciente nacionalismo fomentado por el Partido Comunista Chino, y
aunque con altibajos en cuando a su crudeza, se ha mantenido en el tiempo.
Hay que destacar que esta política ha planteado especiales problemas preci-
samente en los casos en los que, como en Xinjiang, las minorías poblacio-
nales se encuentran concentradas geográficamente y pueden constituir el
grupo poblacional mayoritario en una región, estando al mismo tiempo
prácticamente ausentes del resto del país, como ocurre con los uigures (To-
rrey, 2017).
Así, incluso medidas en principio positivas, como las orientadas a impul-
sar el desarrollo económico de la región con vistas a incrementar las
oportunidades de empleo y el acceso a la educación que el gobierno de
Pekín introducía para rebajar el desencanto uigur (Clarke, 2015) se han
tornado nuevos elementos de conflicto como consecuencia de dinámicas
como la contratación de población preferente de población han proceden-
te de otras zonas de China, en detrimento de la población local uigur (Ka-
tzenstein, 2016), cuyo resentimiento se acrecienta. Una discriminación
que, por otra parte y más allá de sus efectos, vuelve a reflejar la existen-
cia en la República Popular China de problemas de fondo y de un acen-
tuadísimo nacionalismo chino (han) acompañado de fuertes prejuicios y
desprecio por otros grupos étnicos, pues los miembros de dicho grupo ét-
nico no han dudado en justificar esa diferencia de oportunidades en tér-
minos de acceso al empleo afirmando que “nadie emplearía trabajadores
uigures si hay una alternativa han. Los uigures son vagos e incompeten-
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Posteriormente, en el contexto del distanciamiento entre la República Popular China y
la Unión soviética el cirílico sería reemplazado por el latino.
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tes” (Gracie: 2015). Unas discriminaciones que, por otra parte, no quedan
limitadas al terreno laboral sino que se producen también en relación con
el acceso a la educación o a los servicios de carácter sanitario (Fayaz,
2012: 240).
De forma parecida, los esfuerzos para modernizar algunas de las principa-
les ciudades e infraestructuras de la región han tenido también efectos per-
versos en algunos casos. Así, la remodelación de la parte antigua de la ciu-
dad de Kashgar, centro tradicional uigur, supuso que miles de uigures
acabaran siendo desplazados al tiempo que llegaba nueva población Han
(Clarke, 2015). El resultado final es la existencia de grandes diferencias de
desarrollo entre las nuevas ciudades sinicizadas y los barrios tradicionales
uigures que refleja la posición desaventajada de estos últimos (Farhad,
2015).
En esa misma línea, si bien es cierto que desde el gobierno chino, al menos
en algunos periodos, se ha buscado rebajar la presión sobre la población
uigur permitiéndole organizar su vida de forma más acorde a su cultura y
religión (Evrom: 2007: 77), no es menos cierto que, al final, quienes siguen
costumbres y prácticas religiosas uigures son frecuentemente considerados
como separatistas (Katzenstein, 2016).
Una suavización que, por otra parte, no se mantiene en el tiempo. Así,
mientras que incluso las actividades culturales y comerciales de los uigures
han ido siendo frenadas por el gobierno chino con el paso del tiempo —en
el plano puramente religioso solamente se permite a una pequeña cantidad
de uigures peregrinar a La Meca y se obliga a quienes lo hacen a acudir
después a cursos de reeducación obligatorios (Torrey, 2017)—, no es infre-
cuente que se prohíban cuestiones tan concretas como las que denominan
“barbas anormales”, el velo (Gracie, 2015) o los nombres de origen clara-
mente musulmán. Del mismo modo, desde julio de 2014 no se permite a
los funcionarios de algunos departamentos del gobierno en Xinjiang ayunar
durante el mes de Ramadán (BBC, 26 de septiembre de 2014), algo que
tampoco les está permitido a los estudiantes (Torrey, 2017), en lo que cons-
tituyen claras limitaciones de manifestaciones religiosas y culturales dife-
rentes. Junto a todo ello es cada vez más evidente la reducción del número
de mezquitas, el estricto control al que son sometidas las escuelas coráni-
cas (BBC, 26 de septiembre de 2014) y la aplicación de severos castigos a
quienes organizan rezos en sus hogares.
Una limitación de las posibilidades de práctica, pero sobre todo de forma-
ción religiosa, que también tiene efectos perversos, pues aquellos uigures
interesados en estudios de carácter religioso tratan de seguirlos en el ex-
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tranjero, donde tendrán dos destinos principales: Pakistán y Turquía. El
problema es que muchos de estos uigures retornan con una aproximación al
Islam muy distinta: se alejan del sufismo y la tradición local y se aproxi-
man en cambio a versiones radicales y salafistas, lo que no contribuye sino
a empeorar el conflicto (Kanat, 2014).
Así, como ha podido deducirse hasta este punto, aunque frecuentemente
fuentes del gobierno chino lo niegan, hay que insistir en que esa política de
sinización ha ido acompañada de una de represión (denominada yanda en
chino), dirigida de forma especial contra la religión y lengua uigures (To-
rrey, 2017) y marcada por las detenciones arbitrarias y los desplazamientos
de población orientados a modificar la composición poblacional de la re-
gión objeto de estas páginas, objetivo que parece estar alcanzando.
Una represión que, como apuntábamos más arriba, no está exenta de altiba-
jos. Así, en los años 70 y 80 se aminoran las restricciones a las que se ven
sometidas las minorías. En el caso de los uigures ello se tradujo, entre otras
cosas, en la reapertura de mezquitas y la posibilidad de mantener contacto
con la comunidad musulmana global y de hacer la peregrinación a La
Meca (Fayaz, 2012:239).
Frente a ello, tras el endurecimiento de la postura uigur y el crecimiento
del número de acciones violentas observable en los últimos lustros, la re-
presión no ha hecho sino aumentar de la mano de la conocida como políti-
ca de strike hard. En este sentido, desde comienzos de los noventa, la Ofi-
cina de Asuntos Religiosos vuelve a limitar la construcción y remodelación
de mezquitas, se prohíben tanto los discursos de carácter religioso fuera de
las mezquitas como la educación religiosa y los únicos textos de carácter
religioso permitidos son los publicados por la propia Oficina de Asuntos
Religiosos, un problema que sufren los miembros de otras confesiones con
sus propios textos religiosos (Abad, 2015: 288). En esa misma línea, para
2005 tendrá lugar la introducción de una nueva Regulación de Asuntos Re-
ligiosos que determinaba que fueran precisamente los uigures la minoría
(de un total de 56) que sufriera las mayores restricciones (Kanat, 2014). El
resultado son episodios como la matanza de 2013 en Shanshan cuando la
policía abrió fuego contra una multitud (BBC, 26 de septiembre de 2014),
según los medios oficiales armada con cuchillos y que pretendía atacar edi-
ficios gubernamentales.
En ese mismo sentido, es palpable la existencia de una presencia policial
mucho mayor y la recurrencia de los arrestos y sentencias masivas de ui-
gures (Global Conflict Tracker: 11 de enero de 2018), algunas a la pena
capital, en muchos casos tras juicios rápidos, o la existencia de largas lis-
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tas de acusados de actividades extremistas (BBC, 26 de septiembre de
2014).
Entre los numerosos arrestados se incluyen algunos nombres destacados,
como el del académico Ilhan Tohti, profesor de economía en cuya obra se
hacía hincapié en los problemas socioeconómicos de la región (Kanat,
2014), acusado de separatismo en 2014 y condenado a cadena perpetua en
el marco de un episodio que desató las críticas de la Comunidad Interna-
cional contra la política del gobierno chino.
En resumen, la respuesta china a los planteamientos uigures en general,
pero sobre todo a su deriva violenta, lejos de dejar opción alguna al diálo-
go ha sido claramente represiva, algo que, por otra parte, resulta poco sor-
prendente en un estado con un régimen no democrático de tipo autoritario
que ha evolucionado, además, a partir de uno totalitario. Dicha represión,
si bien ha podido servir para contener la violencia en determinados mo-
mentos, a largo plazo lejos de contribuir a resolver el conflicto y permitir
un acomodo de la región de Xinjiang en el conjunto de la RPC, sienta
también las bases de posturas cada vez más enconadas (De Pedro,
2008:120).
3.5. La influencia de la lucha contra el terrorismo
Desde Beijing se va a insistir reiteradamente en el carácter inseparable de
tres desafíos —el separatismo, el islamismo y el separatismo— que, en el
caso chino, se materializan de forma especialmente nítida en Xinjiang.
En ese marco, la República Popular China vio en la lucha global contra el
terrorismo lanzada tras los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentá-
gono una ventana de oportunidad para actuar con renovada contundencia
contra el separatismo uigur (Abad, 2017b) —al que como decíamos consi-
dera inextricablemente unido al islamismo y al terrorismo (Abad, 17 de
septiembre de 2008: 4)—, y hacerlo no solo con legitimidad, sino libre de
cuestionamientos derivados de consideraciones relacionadas con el respeto
o no de los derechos humanos (Naarajärvi, 2012: 251).
En ese sentido, el gobierno chino insistirá en la importancia de tomar con-
ciencia de que la violencia protagonizada por los uigures es en realidad
parte de la amenaza global representada en la actualidad por el terrorismo
yihadista (Gurcan, 2015). Así, en 2002 la Oficina de Información y el
Consejo de Estado publicaron un informe alertando que “las fuerzas terro-
ristas de Xinjiang ponían en peligro la estabilidad social en China y ame-
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nazaban la seguridad y estabilidad en otros estados y regiones” (Fayaz,
201: 245).
En esa línea, pedirá que se eviten lo que califica de “dobles estándares” a
la hora de calificar o no de “terroristas” a los diferentes grupos, insistien-
do en que, de no hacerlo, se puede estar favoreciendo la expansión del te-
rrorismo. Un llamamiento que parece ser en realidad una crítica a la
Unión Europea, que consideran que no presta suficiente atención al desa-
fío que representa el terrorismo uigur y se centra, sin embargo, en los as-
pectos étnicos o de derechos humanos presentes en el conflicto (Duchâtel
y Ekman, 2015:2).
4. Conclusiones: el conflicto de Xinjiang como conflicto territorial
El análisis de los diferentes aspectos del conflicto de Xinjiang realizado en
los apartados anteriores conduce a una conclusión clara: más allá de la re-
levancia o la notabilidad de los aspectos étnicos o religiosos del mismo, re-
sulta evidente que se trata de un conflicto territorial en el que una colectivi-
dad, los uigures, busca separarse de un estado ya existente, la República
Popular China, con el fin de poder organizar con base en el territorio en
disputa una comunidad política diferente.
Su naturaleza como conflicto territorial es, como decíamos, clara, porque
cuenta con todos los elementos para ser considerado como tal. Así, en línea
con lo que frecuentemente ocurre con tales tipos de conflictos, es suscepti-
ble de dar lugar a escaladas violentas. Desde los años noventa, de hercho,
estamos asistiendo a ese proceso.
Del mismo modo, también se encuentra entrelazado ese elemento territo-
rial —como frecuentemente ocurre en los conflictos de este tipo, según
planteábamos al comienzo de estas páginas— con elementos de carácter
étnico, lingüístico y religioso. Al respecto, hemos destacado cómo los ui-
gures no solo son étnicamente distintos de los han sino que cuentan con
una lengua y una religión diferentes de las oficiales y mayoritarias en la
República Popular China. En ese mismo sentido, esos rasgos étnicos, lin-
güísticos y religiosos diferentes han sido, de hecho, la diana a la que se
han dirigido en la mayor parte de los casos y de variadas maneras los dar-
dos del gobierno de Pekín. Así, la República Popular China ha seguido
una estrategia de represión contra la práctica y los símbolos religiosos de
este grupo al tiempo que dificultaba el uso y aprendizaje de su lengua.
Junto a ello no podemos dejar de recordar la frecuente discriminación en
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distintos aspectos de la vida social y cotidiana —tremendamente impor-
tante en el Islam, por otra parte— de los individuos étnicamente uigures
en favor de los han.
Además, cabe preguntarse en qué medida el territorio de Xinjiang es va-
lioso y, constituye, en efecto, algo por lo que los dos actores en cuestión,
la República Popular China y los uigures, consideren que vale la pena lu-
char. Pues bien, está claro que ése es el caso, y es que el territorio cuenta
con un innegable valor tanto tangible, quizás más importante para el go-
bierno de Pekín, como simbólico, probablemente más relevante para los
uigures. Así, en lo que hace a su valor tangible, el territorio cuenta con
una posición geográfica que, como comentábamos más arriba, ha sido
considerada clave para el dominio regional y global durante siglos, al
tiempo que es la vía de conexión con Asia Central. Ésa circunstancia uni-
da a su riqueza en recursos naturales y a las instalaciones de todo tipo
existentes en él en la actualidad lo convierten en un espacio al que la Re-
pública Popular China no quiere renunciar de ninguna manera. Sin embar-
go, los uigures ven en el territorio de Xinjiang la tierra de sus ancestros,
en la que han vivido desde hace miles de años y donde aún es visible la
existencia a lo largo del tiempo de comunidades con unas costumbres, tra-
diciones y lengua propias diferentes de la de la República Popular. Al mis-
mo tiempo, su presencia en ese espacio les permite el contacto con los
restantes pueblos de Asia Central, con los que también les une la cultura,
la religión y la historia. Todo ello hace que este territorio cuente con un
valor simbólico incalculable. De hecho, la propia China ha sido siempre
consciente de ese valor simbólico, hasta el punto de que ha tratado desde
un principio de ir eliminándolo con medidas como la propia denominación
del territorio, Xinjiang, territorio nuevo, lo que claramente trata de romper
la conexión con el pasado.
Por lo demás, es innegable que el de Xinjiang muestra toda la compleji-
dad típica de los conflictos territoriales. Así, en este caso encontramos re-
cursos en disputa, roles en disputa y valores incompatibles. En este senti-
do, es evidente que el gobierno de la República Popular China y la
minoría uigur luchan por el control en exclusiva del territorio que hoy
ocupa la región de Xinjiang, lo que supone la existencia de recursos en
disputa. Ahora bien, esa lucha supone, al propio tiempo, per se, la existen-
cia de roles en disputa, en la medida en que unos y otros persiguen ser
considerados como los únicos gobernantes y representantes legítimos de
dicho territorio. A todo ello, de la mano de los elementos étnicos y religio-
sos presentes en el conflicto, así com de la mano de la lucha por el man-
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tenimiento frente a la eliminación de determinados usos, costumbres y tra-
diciones hay que sumar, efectivamente, la existencia de valores en disputa.
Ahora bien, este carácter territorial habitualmente ignorado del conflicto
de Xinjiang debe ser considerado, sin duda, como un elemento que com-
plica notablemente su solución, pues no se está prestando atención a algu-
nas de las principales causas del conflicto.
En relación con esa situación hay que decir que buena parte de la respon-
sabilidad es de la propia República Popular China que se esfuerza una y
otra vez en presentar el conflicto como puramente religioso, unos esfuer-
zos que redobla, como veíamos, tras el 11 de septiembre, en el marco de
una estrategia que trata de enmarcar el conflicto con los uigures en la lu-
cha global contra el terrorismo como medio para justificar cualquier tipo
de acción contra ellos.
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