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*
Miembro de la planta estable del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Problemá-
ticas Internacionales y Locales (CEIPIL), UNCPBA - Comisión de Investigaciones
Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CICPBA).
Código de Referato: SP.242.XLIV/18
http://dx.doi.org/10.22529/sp.2018.44.03
La política exterior como política
pública. Incidencia de las variables
internas en la formulación de la
política exterior a partir de un
estudio de caso: la posición de
la Argentina ante el conflicto por
el Chaco Boreal entre Paraguay
y Bolivia
Maximiliano Zuccarino
*
Resumen
El presente trabajo se propone avanzar en la construcción de un marco
teórico e interpretativo que permita explicar y comprender la formula-
STUDIA POLITICÆ Número 44 ~ otoño 2018 – pág. 43-74
Publicada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales,
de la Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, República Argentina.
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ción de la política exterior, de los Estados en general y de la Argentina
en particular, a partir de conceder especial atención a la incidencia de los
factores internos en el proceso de formulación de la misma, partiendo de
la consideración que la política exterior es una más de las múltiples polí-
ticas públicas. Para ello, se ha tomado como estudio de caso la actuación
de la Argentina en el conflicto por el Chaco Boreal entre Paraguay y Bo-
livia —cuyo punto cúlmine lo constituyó la Guerra del Chaco (1932-
1935) entre estos países— puesto que la misma resulta paradigmática te-
niendo en cuenta que la posición del país —actuando a la vez como
parte interesada y mediador donde se llevaron a cabo las negociaciones
de paz— fue la resultante de la confluencia de una serie de factores que
van desde intereses “de Estado” económicos, geoestratégicos y militares,
hasta aquellos propios de la clase dirigente a cargo del gobierno, pasan-
do por los de empresarios argentinos con capitales invertidos en la re-
gión en disputa.
Palabras clave: Políticas Públicas – Política Exterior Argentina – Varia-
bles o Factores Internos – Guerra del Chaco
Abstract
This paper intends to move forward in the construction of a theoretical
and interpretative framework that allows to explain and to understand
the formulation of the foreign policy, of the States in general and of
Argentina in particular, paeing special attention to the incidence of the
internal factors in the process of its formulation, since it is considered
one of the many public policies. To this end, the role played byArgentina
in the Chaco Boreal conflict between Paraguay and Bolivia, whose
culminating point was the Chaco War (1932-1935) between these
countries has been taken as a case study. We consider it paradigmatic
sine the position of the country —acting as both an interested and
mediating party in which peace negotiations were carried out— was the
result of the confluence of several factors, ranging from economic, geo-
strategic and military “State interests” to those of the ruling class in
charge of the government, and those of Argentine entrepreneurs with
capital invested in the region in dispute.
Keywords: Public Policies – Argentine Foreign Policy – Internal Varia-
bles or Factors – Chaco War
Introducción
E
L presente trabajo se propone avanzar en la construcción de un mar-
co teórico e interpretativo que permita explicar y comprender la for-
mulación de la política exterior, de los Estados en general y de la
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Argentina en particular, a partir de la combinación de variables tanto inter-
nas como externas al ámbito territorial en donde las mismas son concebi-
das y ejecutadas. Dentro de ellas, se concederá especial atención a la inci-
dencia de los factores internos en el proceso, partiendo de la consideración
de que la política exterior es una más de las múltiples políticas públicas y,
por lo tanto, tiende a satisfacer tanto los intereses del Estado en función del
modelo de desarrollo político-económico adoptado, como así también
aquellos propios de la clase dirigente que se encuentre en ejercicio del go-
bierno.
Para llevar adelante esta investigación, se ha tomado como estudio de caso
la actuación de la Argentina —a la vez como mediador y parte interesada—
en el conflicto y diferendo limítrofe por el Chaco Boreal entre el Paraguay
y Bolivia —cuyo punto cúlmine lo constituyó la Guerra del Chaco entre
estos países— así como en las posteriores negociaciones de paz.
Cabe señalar que el mencionado acontecimiento bélico se extendió por un
lapso de tres años (junio/septiembre 1932-junio 1935), y concluyó, desde
un punto de vista estrictamente militar, con la victoria del Paraguay. Se tra-
ta del conflicto armado más importante acaecido en suelo americano a lo
largo de todo el siglo XX, atendiendo a las pretensiones territoriales de una
y otra parte, a la vastedad de recursos y hombres movilizados y al arma-
mento utilizado, en muchos casos como banco de pruebas de cara a la Se-
gunda Guerra Mundial. También el aspecto geoestratégico jugó un rol im-
portante en la contienda, puesto que la búsqueda de una salida atlántica por
parte de Bolivia —que había perdido su litoral marítimo a manos de Chile
en la Guerra del Pacífico (1879-1883)— fue un factor determinante para el
estallido de la misma, como así también lo fue el nacionalismo de la clase
dirigente y el pueblo paraguayos, que consideraban al Chaco Boreal como
parte integral de su territorio. Asimismo, deben ser tenidos en cuenta los
intereses de las petroleras internacionales que operaban en la zona en dis-
puta (Standard Oil y Royal Dutch-Shell) y los de algunos países limítrofes
(Argentina, Brasil, Chile) y no limítrofes (Estados Unidos) a los conten-
dientes, que participaron activamente en la resolución de la disputa, cuyas
negociaciones de paz duraron también aproximadamente tres años desde el
fin de las hostilidades (hasta julio de 1938/enero de 1939) y fueron lleva-
das a cabo íntegramente en Buenos Aires, desempeñando el Gobierno ar-
gentino —y en particular el Canciller Carlos Saavedra Lamas— un papel
rector en el transcurso de las mismas.
En función de lo señalado, adquiere importancia el análisis de la situación
imperante en Argentina en la década de 1930 y el modelo político-econó-
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mico de desarrollo adoptado, caracterizado, en lo político, por la ruptura
del orden constitucional tras el primer golpe de Estado en la historia del
país, la llegada de Agustín P. Justo a la Presidencia, la implementación del
fraude electoral y la violencia política, y el apoyo brindado al Gobierno
Nacional por parte de los políticos conservadores del interior del país nu-
cleados en el Partido Demócrata Nacional (PDN), cuyo exponente por an-
tonomasia fue el empresario azucarero salteño Robustiano Patrón Costas.
En el plano económico, bajo un marco de crisis y depresión internacional
que afectó profundamente a un país que tenía su economía estructurada en
función del comercio exterior, se implementaron medidas dirigidas a una
mayor intervención estatal en la economía y al reforzamiento del vínculo
comercial estratégico con Gran Bretaña, profundizando de ese modo el mo-
delo de desarrollo basado en la agroexportación, el cual se había mostrado
exitoso en los cincuenta años previos y que beneficioso para los grandes
grupos económicos vinculados al poder.
En este contexto, la política exterior del país se caracterizaría por la bús-
queda de un papel cada vez más preponderante en los asuntos internacio-
nales, a través de la reincorporación a la Sociedad de las Naciones y la
actividad político-diplomática desplegada en torno al conflicto del Chaco,
caracterizada ésta última por una declaración formal de neutralidad pero
que, en la práctica, implicó una actividad incesante y no muy bien disi-
mulada en favor de la causa paraguaya y de confrontación con las posi-
ciones asumidas por otras naciones que, como el Brasil y los Estados
Unidos, pretendieron disputarle el liderazgo de las negociaciones pacifi-
cadoras.
Marco teórico
Resulta importante comenzar señalando, siguiendo a Rubén Perina (1988),
que la política exterior debe ser entendida como el conjunto de decisiones
y acciones tomadas por los gobernantes de un Estado en respuesta a de-
mandas y determinantes internos y externos, con el objetivo de defender y
promover los intereses y valores de ese Estado en el sistema internacional.
Esta afirmación debe ser complementada con otras dos: que también la po-
lítica exterior de los Estados, en tanto política pública, tiende a legitimar y
sostener esos valores e intereses hacia el interior del propio país; y que su
concepción y ejecución responden asimismo a satisfacer, junto a los intere-
ses del Estado, los de la clase dirigente que coyunturalmente se encuentra
en ejercicio del poder.
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Estas premisas, que guiarán la presente investigación, habilitan a otorgar,
dentro del análisis, un mayor peso a las variables internas a la hora de in-
terpretar la formulación de la política exterior, sin por ello desconocer la
incidencia de los condicionantes externos o sistémicos a los que histórica-
mente —desde el campo disciplinar de las relaciones internacionales y más
allá de los avances experimentados en el corpus teórico a los que se hará
referencia a continuación— se les ha brindado una atención preferente
como factores explicativos del comportamiento externo de los países de la
región latinoamericana en general y de la Argentina en particular.
En este sentido, cabe destacar que si bien la literatura sobre las fuentes in-
ternas de la política exterior comenzó a desarrollarse en Estados Unidos a
fines de la década de 1950 —complementándose en la década siguiente
con los trabajos de Pierre Renouvin y su desarrollo del concepto de las
“fuerzas profundas” como factores que limitan y condicionan la toma de
decisiones en materia internacional (Renouvin y Duroselle, 2000)— el es-
tudio de las mismas no halló eco inmediato en América Latina, donde reci-
bieron mucha menos atención que las variables exógenas debido, entre
otros factores, a que allí el enfoque predominante partía de considerar la
posición “periférica” de los países de la región, lo cual colocaba al sistema
internacional como principal factor condicionante de su comportamiento
externo y tendía a subestimar la importancia de los factores internos en la
formulación y ejecución de la política exterior (Russell, 1990).
Partiendo de esta realidad, y en sintonía con nuevos enfoques que han ido
apareciendo, de lo que se trata es de valorizar la incidencia de las variables
internas en el proceso de formulación de la política exterior, destacándose
entre ellas la incidencia del modelo político-económico de desarrollo adop-
tado. Para ello, resultan de suma utilidad los trabajos de una serie de ana-
listas y teóricos provenientes del campo de las relaciones internacionales,
entre los que sobresale el politólogo y teórico de las relaciones internacio-
nales alemán Volker Rittberger (2004), quien hace referencia a la corriente
del liberalismo utilitario —que enfatiza en lo que el autor denomina el ni-
vel sub-sistémico, buscando explicar la política exterior de los Estados
“desde abajo” al focalizarse en lo que sucede hacia el interior del país—,
en oposición al neorrealismo, el cual coloca el acento en los incentivos,
constreñimientos y estándares de comportamiento del sistema internacional
como determinantes de la conducta internacional de los Estados. La teoría
constructivista, por último, considera que ambos factores, internacionales y
domésticos, afectan la actuación de los Estados en la arena internacional.
Roberto Miranda (2011), por su parte, señala la diferencia entre los postu-
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lados realistas y los del internacionalismo liberal y del institucionalismo in-
ternacional, que consideran a las variables domésticas, especialmente el
tipo de régimen imperante, como eje de las decisiones de política exterior;
así como el estructuralismo, que analiza la política exterior como un instru-
mento de la clase dominante, para finalmente centrar su análisis en otros
enfoques que han ido surgiendo, los cuales combinan componentes domés-
ticos e internacionales sin límite alguno.
Dentro de esas corrientes teóricas anglosajonas se destaca asimismo el ins-
titucionalismo neoliberal, el cual considera a los factores nacionales como
centrales para entender la política exterior, ya que es en ese campo donde
ejercen su influencia los grupos o individuos que participan en la defini-
ción de políticas, además de articular coaliciones y redes con sus contrapar-
tes en el exterior para incidir en los procesos internacionales (Keohane y
Nye, 1988). En relación a esto, Robert Putnam (1988) considera que los
factores internos pueden determinar la política exterior de un país, sea para
alcanzar los fines propios del Estado o de los grupos que influencian su ac-
cionar; éstos intentan determinar las políticas de gobierno mientras los de-
cisores de política procuran mantener el poder, por lo cual se establecen
coaliciones entre ambos.
En relación a estos grupos dirigentes encargados de la formulación de la
política exterior, resulta pertinente el análisis de Lawrence Stone (1986),
quien aporta el concepto de la prosopografía, o método prosopográfico, al
cual define como “la investigación retrospectiva de las características co-
munes a un grupo de protagonistas históricos, mediante un estudio colecti-
vo de sus vidas” (Stone, 1986: 61). Siguiendo al autor, su valor consiste en
que permite descubrir las intenciones de fondo que subyacen bajo la retóri-
ca política o analizar las filiaciones sociales y económicas de las agrupacio-
nes políticas, a partir de un estudio del papel social de grupos con un cier-
to estatus, tales como detentadores de títulos, funcionarios públicos, etc.,
con el objeto de demostrar la fuerza cohesiva del grupo en cuestión, vincu-
lado por una misma sangre, similares antecedentes educativos, intereses
económicos comunes, así como prejuicios, ideales e ideología.
En esta línea que tiende a valorizar factores o variables internas, Helen In-
gram y Suzanne Fiederlein (1988) afirman que el estudio de las influen-
cias domésticas sobre la política exterior es un campo en crecimiento que
destaca el rol jugado por distintas fuerzas e instituciones políticas tales
como el Poder Legislativo, la burocracia, los Estados (provincias), la opi-
nión pública y determinados grupos de interés. Manfred Wilhelmy (1991),
por su parte, propone un enfoque similar aplicado al caso latinoamericano,
49
sosteniendo que la política exterior es una política pública y que, como
tal, es susceptible de ser sometida a procesos de análisis análogos a las
demás. Partiendo de esa base, subraya la voluntad generalizada de los ac-
tores estatales latinoamericanos en el sentido de desarrollar políticas exte-
riores como componentes esenciales de los respectivos proyectos políticos
nacionales.
Pasando de este modo a los análisis elaborados desde esta parte del mundo,
Rubén Perina (1988) asevera que el subsistema de política exterior y rela-
ciones internacionales de un Estado-nación consta de tres variables que se
afectan mutuamente: las “internas”, las “externas” y el conjunto de varia-
bles de política exterior y relaciones internacionales propiamente dicho,
que vincula las dos anteriores. Dentro de las variables internas, entrarían el
tipo de régimen político-económico que controla el Estado; los diferentes
actores, gubernamentales o no, que influyen o participan en la formulación
y ejecución de la política exterior; la cultura política, es decir, los valores,
actitudes, creencias, tradiciones y hábitos que determinan o condicionan el
comportamiento de esos actores; la capacidad económica, político-institu-
cional, tecnológica, militar y diplomática del Estado-nación que represen-
tan; los recursos o instrumentos con que cuentan los responsables de la po-
lítica exterior para lograr sus objetivos y los temas que predominan en la
agenda. En lo referente a las variables externas, Perina distingue: la estruc-
tura jerárquica del sistema internacional (bipolar o multipolar); el patrón de
relaciones entre los principales Estados-nación de ese sistema, así como
sus capacidades (político-económicas, tecnológicas, militares y diplomáti-
cas) y sus crisis económico-financieras y político-militares, más los cam-
bios tecnológicos y culturales ocurridos hacia su interior y las normas del
derecho internacional.
Roberto Russell (1990), por su parte, propone —tomando siempre en
cuenta las variables externas, a las cuales los países latinoamericanos son
ciertamente sensibles y vulnerables— ampliar el análisis e incorporar las
variables internas, tales como la forma de organización política, las per-
cepciones, imágenes e ideologías de los formuladores de políticas, el pro-
ceso de toma de decisiones y las pugnas personales y burocráticas (las
cuales también inciden a la hora de las decisiones de política exterior). En
este proceso, si bien participan actores gubernamentales y no guberna-
mentales, del país y del extranjero, ejerciendo influencia a través de distin-
tos mecanismos, la adopción de la decisión sólo puede ser realizada por
actores gubernamentales domésticos, capacitados a comprometer los re-
cursos de la sociedad.
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En relación al caso concreto argentino, Mario Rapoport y Claudio Spiguel
(2005) indican que explicar la historia de la política exterior argentina su-
pone, al enfocar sus lazos con la política interna, analizar su íntima vincu-
lación con la naturaleza socio-histórica del Estado y la estructura económi-
ca de la sociedad. Dentro de esta línea, María Natalia Tini (2005), a partir
del estudio comparado de Argentina y Paraguay, destaca también la idea de
considerar a la política exterior como una política pública más, dando de
ese modo relevancia al análisis de los factores internos que inciden en las
decisiones en esa materia, tales como los cambios de régimen, el papel de
la Cancillería y del Congreso (limitado a la ratificación de tratados y regu-
laciones internacionales), así como también los valores a los que adhieren
los círculos dirigentes.
Otro de los principales exponentes que ha hecho hincapié en la trascenden-
cia del estudio de los factores internos es Marcelo Lasagna (1995), quien
destaca como elementos explicativos importantes, si bien no exclusivos, de
la conducta exterior de un Estado a las creencias y acciones de los formula-
dores de políticas en las instituciones burocráticas estatales, quienes se en-
cuentran, a su vez, influidos por la sociedad, especialmente la sociedad po-
lítica. Asimismo, el autor coloca especial énfasis en el régimen político, por
tratarse del centro neurálgico del proceso de toma de decisiones guberna-
mentales. En este sentido, adquiere gran relevancia el análisis de los princi-
pios y valores que justifican las orientaciones de las políticas públicas que
adopta dicho régimen, entre ellas la política exterior, la cual se encuentra
así condicionada por los principios basales del régimen y por la ideología
que abrace el grupo o partido gobernante y la coalición de intereses que lo
sustente.
En relación a esto último, afirma el autor que los regímenes autoritarios
normalmente tienen una fuerte autonomía de la influencia popular y una
autonomía débil de las élites, especialmente de grupos empresariales y/o
militares, mientras que en los regímenes democráticos se da la relación
inversa. Esto es clave ya que contribuye a configurar la orientación del
régimen, la cual da cuenta, por un lado, de las creencias básicas del gru-
po que gobierna acerca de los asuntos mundiales y cómo ellos se relacio-
nan con los intereses externos e internos del Estado, y por otro, refleja la
coalición de intereses sociales, económicos y políticos asociados al régi-
men. La premisa teórica de este concepto es que todo grupo dirigente
deja su impronta tanto en las metas y objetivos del Estado en asuntos ex-
ternos, como en la naturaleza de la reacción del Estado ante estímulos in-
ternacionales.
51
Otros autores, como William Hazleton (1987) y Heraldo Muñoz (1987),
colocan el acento en diversos factores y actores que influyen en el proceso
de toma de decisiones en materia de política exterior por parte de los Esta-
dos (especialmente los latinoamericanos), tales como las empresas transna-
cionales, la teoría realista de poder y las percepciones o imágenes que cada
país tiene sobre el sistema internacional, la potencia hegemónica de turno y
los Estados vecinos, destacando así la importancia de actores e influencias
tanto internos como externos en dicho proceso. En este sentido, Peter
Gourevitch (2007) va incluso más allá y advierte sobre la existencia de una
interacción y mutua influencia entre política internacional y estructura do-
méstica, considerando que deberían ser analizadas simultáneamente como
un todo.
Finalmente, el politólogo y diplomático chileno Alberto van Klaveren
(1984) es uno de los autores que probablemente más claramente sistemati-
za la cuestión de las variables externas e internas. Dentro de las primeras
incluye las perspectivas sistémicas, de la dependencia, cuantitativas sobre
dependencia y política exterior y las políticas del poder,
1
mientras que en
relación a los factores internos el autor asevera, refiriéndose al caso latino-
americano, que
“es problemático identificar fuentes puramente domésticas de política ex-
terior en una región donde actores transnacionales de naturaleza tan di-
versa han establecido vínculos estrechos con grupos locales. Sin embar-
go, el solo hecho de que estas fuerzas transnacionales actúen a través de
agentes locales y que, en consecuencia, ejerzan una influencia mediatiza-
da, indica que todavía es posible hablar de variables internas. Además,
resultaría absurdo buscar fuerzas externas tras cada decisión de política
exterior en la región” (van Klaveren, 1985: 34).
Dentro de los aspectos internos, el autor destaca la importancia de la orien-
tación del régimen, con especial énfasis en la distinción entre regímenes
democráticos y autoritarios, aunque también señalando como factor tras-
cendente la estrategia de desarrollo adoptada como medio para modificar
MAXIMILIANO ZUCCARINO
1
Dentro del enfoque de las políticas se enmarca el análisis tradicional de equilibrio de
poder, el cual considera a Sudamérica como un escenario típico de competencia regio-
nal, donde países como Brasil y Argentina rivalizan en la Cuenca del Plata y en el Atlán-
tico Sur, lo cual repercute con especial fuerza en los países más débiles y pequeños de la
región, como Bolivia, Paraguay y Uruguay, cuyos sistemas económicos y políticos son
constantemente penetrados por sus vecinos más poderosos.
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variables internacionales en términos favorables a los objetivos de la mis-
ma. Por último, dentro del análisis de la orientación del régimen, señala el
estilo y enfoque característico de política exterior de un país proveniente de
una cierta tradición histórica. Los “procesos de toma de decisiones y políti-
ca interna” constituyen la segunda variable interna de relevancia, y se dife-
rencia de la anterior en que tiende a desagregar más el contexto interno,
centrándose en participantes, tipos de procesos de toma de decisiones e in-
fluencias domésticas que intervienen en el campo de la política exterior,
cuyo número y complejidad tiende a ser mayor en los países más grandes y
desarrollados de la región, como la Argentina o Brasil. Finalmente, Van
Klaveren menciona dos últimas variables internas: la política burocrática
—que explica siguiendo a Graham Allison (1971)— y el liderazgo, pero
las coloca en un segundo orden de importancia y pertinencia para los paí-
ses de la región.
A los autores citados cabría añadir otros, cuyos trabajos han sido publica-
dos más recientemente. En este sentido, hay que mencionar la línea de in-
vestigación seguida por el Centro de Estudios en Relaciones Internaciona-
les de Rosario (CERIR), que valoriza la incidencia de las variables
domésticas en la formulación de la política exterior. Esteban Actis (2012) y
Eliana Calderón (2014), por ejemplo, proponen esta mirada para analizar
distintos aspectos de la política exterior brasileña: mientras el primero des-
taca a partidos políticos, cámaras empresariales, sindicatos, y al parlamento
como actores que juegan un rol activo, cuestionando la antigua lógica de
conducción vertical de las cancillerías; Calderón identifica la articulación
de tres variables domésticas: la capacidad estatal de gestión, el proyecto
político-ideológico nacional y la influencia del sector militar. Anabella
Busso (2014), por su parte, sostiene que, sin desconocer el impacto de las
variables sistémicas, los vaivenes de la política exterior se explican mayori-
tariamente por causas internas entre las cuales se destacan las crisis políti-
co-económicas, las tensiones entre los distintos modelos de desarrollo y sus
respectivas estrategias de inserción internacional —liberalismo y alinea-
miento por una parte versus desarrollismo y autonomía por la otra— y las
variaciones en la concepción de democracia. Finalmente, Ornela Fabani
(2016), siguiendo a algunos autores árabes contemporáneos y a otros clási-
cos como James Rosenau (1997), reafirma la necesidad de adoptar un enfo-
que que combine variables internas y externas (o “intermésticas”) a la hora
de analizar la política exterior de un Estado.
Además de estas contribuciones, otros autores contemporáneos han puesto
de relieve la necesidad de contemplar los condicionantes domésticos en la
53
formulación de la política exterior. Entre ellos se puede mencionar a Mau-
ricio Alice (2009), que analiza cómo Argentina elabora su estrategia in-
ternacional y determina sus tácticas en función de los intereses y objetivos
nacionales, lo cual, a su juicio, supone observar el perfil, comportamiento
y condicionantes de los encargados de ejecutar la política exterior. En ese
contexto, el autor destaca a los actores privados —opinión pública, me-
dios de prensa, agrupaciones de determinados sectores políticos o econó-
micos, organizaciones no gubernamentales y representativas de la socie-
dad civil, entre otros— los cuales pueden llegar a ejercer una considerable
influencia.
Leandro Sánchez (2013), aborda la participación del “cuerpo decisional le-
gislativo” en la confección de la agenda de política exterior, entendiéndolo
como un condicionante interno en tanto responde en buena medida a la re-
lación de fuerzas existente en la sociedad y actúa como intermediario y ar-
ticulador entre el poder institucional y los ciudadanos. Pablo Valenzuela
(2013), mientras tanto, aporta el concepto de “actores domésticos autóno-
mos”, entendidos como grupos de interés que buscan llevar a cabo de ma-
nera legítima sus propias agendas a partir de influenciar al gobierno para
que adopte o deje de adoptar ciertas orientaciones de política pública que
pueden dañar sus intereses.
En esa línea, Luis Schenoni y Alejo Ferrandi Aztiria (2014) reconocen la
influencia de múltiples grupos de interés domésticos en la toma de decisio-
nes en política exterior, y van más allá al proponer que el incremento en la
cantidad de actores involucrados en dicho proceso genera tres efectos en la
misma: mayor estabilidad, mayor poder de negociación y mayor poder de
agenda. Hugo Dalbosco (2014), por su parte, toma elementos de tres enfo-
ques teóricos de la ciencia política para estudiar la política exterior: la teo-
ría de las élites, la teoría de la burocracia (el servicio diplomático profesio-
nal en este caso) y el análisis de políticas públicas. Y añade otra cuestión
decisiva a analizar: el texto de la Constitución Nacional, que establece dos
grandes actores con competencia en la materia: el Presidente de la Nación
y el Congreso, aunque en un plano de desigualdad a favor del primero.
Incidencia de los condicionantes internos en la formulación de la
política exterior argentina hacia el conflicto del Chaco Boreal
La década de 1930 estuvo signada por profundos y, en algunos casos, per-
durables cambios tanto en la política como en la economía argentinas. En
MAXIMILIANO ZUCCARINO
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el primero de esos ámbitos, se destacan la ruptura del orden constitucional
mediante el primer golpe de Estado en la historia del país y la posterior lle-
gada de un militar, Agustín P. Justo, a la Presidencia de la Nación (1932-
1938) a través de la denominada Concordancia, una coalición política que
se mantendría en el poder hasta 1943 mediante el fraude, la corrupción y el
apoyo mayoritario de políticos conservadores del interior del país, cuyo re-
presentante más notorio fue el empresario azucarero salteño Robustiano
Patrón Costas. El análisis del papel desempeñado por la oposición política
durante ese periodo resulta asimismo de gran trascendencia a la hora de
comprender las reglas del juego político interno: tanto el socialismo y el
demoprogresismo en el Congreso, como la UCR desde la ilegalidad (hasta
1935), principalmente, hicieron oír sus reclamos y manifestaron sus críticas
hacia la conducción oficialista en diferentes ámbitos, dentro de los cuales
la política exterior, caracterizada por un papel cada vez más activo en los
asuntos internacionales a través de la participación en la Sociedad de las
Naciones, fue uno de los más controvertidos.
En cuanto al aspecto económico, la década se inició en un marco de crisis
y depresión internacional que afectó profundamente a un país que tenía su
economía estructurada en función del comercio exterior. Ante ello, la in-
dustrialización sustitutiva de importaciones, la creciente intervención esta-
tal en la economía y el reforzamiento del vínculo estratégico con Gran Bre-
taña (Pacto Roca-Runciman, 1933) en favor de un modelo de desarrollo
basado en la agroexportación que beneficiaba a los grandes hacendados
cercanos al poder, fueron las respuestas ensayadas, aun pese a la creencia
generalizada en las altas esferas gubernamentales de que se trataba de un
fenómeno pasajero (Macor, 2001). Asimismo, la evolución del sector petro-
lífero y la actuación de las principales empresas extranjeras en el país en
relación a la firma estatal, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), consti-
tuye otro punto relevante dentro de la política económica e incluso interna-
cional de la Argentina en el periodo bajo estudio.
Todas estas cuestiones, cabe señalarlo, pueden ser analizadas a partir de las
variables propuestas por Anabella Busso (2014), a saber: se trataba de un
marco de crisis político-económica en el cual se dio, quizás por primera
vez en la Argentina, una tensión entre los dos modelos de desarrollo seña-
lados por la autora, cada uno con sus respectivas estrategias de inserción
internacional, acabando por triunfar el binomio liberalismo/alineamiento,
lo cual se vio rubricado con la firma del pacto Roca-Runciman y los alinea-
mientos durante la Guerra del Chaco. Asimismo, las variaciones en la con-
cepción de democracia, punto también mencionado por Busso, estuvieron
presentes en la década de 1930 en la Argentina tras el primer golpe militar
55
de su historia y la llegada al poder de Agustín P. Justo, especialmente to-
mando en consideración los métodos y prácticas políticas implementados
durante los seis años de gobierno de este último.
Como consecuencia de lo hasta aquí señalado, se delineó un contexto polí-
tico-económico interno en la Argentina que permite explicar parcialmente
la posición del país ante la Guerra del Chaco, atendiendo a la premisa de
que la política exterior de una nación, como ya se ha dicho y como sostie-
nen Manfred Wilhelmy (1991) y María Natalia Tini (2005), entre otros, es
una más de las distintas políticas públicas, resultante no sólo de la influen-
cia de factores vinculados al contexto internacional imperante sino tam-
bién, y principalmente, de la coyuntura política y económica interna, es de-
cir, el modelo de desarrollo adoptado, con todo lo que ello implica: sus
principales propulsores y beneficiarios, los intereses afectados, etc.
En consecuencia, el análisis de las variables internas que inciden en la for-
mulación de la política exterior adquiere gran relevancia. Dentro de ellas,
se destaca el tipo de régimen imperante, tal lo señalado por corrientes
como el internacionalismo liberal y el institucionalismo internacional e in-
corporado en sus análisis por María N. Tini (2005), Rubén Perina (1988),
Alberto van Klaveren (1985) y profundizado por Marcelo Lasagna (1995),
quien coloca especial énfasis en el análisis de los principios constitutivos
de ese régimen así como en la ideología del elenco gobernante y la coali-
ción de intereses que lo sustenta, lo cual lo lleva a distinguir entre la con-
ducta exterior de los regímenes democráticos y autoritarios: mientras éstos
suelen tener una fuerte autonomía de la influencia popular y una autonomía
débil de las élites, especialmente de grupos empresariales y/o militares —
cuya gravitación en las decisiones de política exterior es también señalada
por autores como Eliana Calderón (2014)—, en el caso de los primeros se
presenta generalmente la relación inversa.
Resulta evidente la pertinencia de este abordaje para el caso de estudio pro-
puesto si se tiene en consideración, primero, que durante el gobierno mili-
tar de Uriburu se registró un alto grado de participación de las empresas
extranjeras (como la petrolera norteamericana Standard Oil) en las decisio-
nes gubernamentales, a partir de su presencia preponderante en el gabinete
de ministros,
2
lo cual se hace eco también de lo planteado por Alberto van
MAXIMILIANO ZUCCARINO
2
Según Mayo, Andino y García Molina, “nunca habían tenido las compañías voceros
tan encumbrados y directos en las esferas gubernamentales argentinas como ahora. El
gabinete de Uriburu parecía el directorio local de una empresa multinacional. Se daban
44 - otoño 2018
56
STUDIA POLITICÆ
cita en él representantes de los intereses económicos norteamericanos, alemanes y britá-
nicos operantes en el país” (M
AYO, ANDINO y GARCÍA MOLINA, 1983: 157).
3
En una entrevista mantenida con Justo a fines de 1933, el Ministro paraguayo en
Buenos Aires, Vicente Rivarola, le hizo notar al Presidente argentino estas mismas con-
sideraciones: “Bolivia —dijo—, obteniendo una salida sobre el río Paraguay, lo prime-
ro que haría sería construir un puerto militar y hacerse de una marina de guerra (...).
Tampoco le conviene a la Argentina para el caso de una guerra con el Brasil (...) desde
que el Paraguay, aliado natural de la Argentina, hoy mucho más después de la ayuda de
todo género que nos están prestando, (...) podría eliminar todo peligro por el lado del
Estado de Mato Grosso, lo que no podría hacer teniendo Bolivia, aliada del Brasil,
puerto y marina de guerra sobre el río Paraguay” (Carta de Vicente Rivarola a Eusebio
Ayala, Buenos Aires, 25/11/1933, en R
IVAROLA COELLO, 1982: 215). Además, la even-
tual presencia boliviana sobre la costa del río Paraguay con ferrocarriles, puertos y bu-
ques que llevasen su bandera, empresas industriales y haciendas, podría tener conse-
cuencias que modificarían el equilibrio de la política internacional en la cuenca del
Plata (B
REZZO, 2001). En este sentido, si Bolivia accedía al río Paraguay y lograba con-
Klaveren (1985), William Hazleton (1987) y Heraldo Muñoz (1987), quie-
nes señalan como uno de los factores que inciden en la formulación de la
política exterior a la actuación de empresas transnacionales y sus vínculos
con actores locales. Asimismo, este enfoque que distingue entre regímenes
militares y democráticos resulta particularmente útil a la hora de analizar el
régimen justista, atendiendo a las peculiaridades del mismo: si bien duran-
te su mandato se pretendieron respetar el republicanismo y la democracia,
la falta de popularidad de muchas de sus medidas de gobierno —como la
firma del Pacto Roca-Runciman con Gran Bretaña o la creación de la Cor-
poración de Transportes— y su débil autonomía respecto de las élites eco-
nómicas y militares (de las cuales el propio Presidente, de hecho, formaba
parte), pondrían de manifiesto el carácter predominantemente autoritario
(o, mejor, no democrático) de su gestión, lo cual se ve corroborado por al-
gunas otras prácticas y disposiciones como el fraude electoral implementa-
do a gran escala, la denegación de la legalidad al Partido Comunista, la
conformación de grupos de choque con asentimiento del Poder Ejecutivo y
la represión contra diversos sectores de la izquierda.
Ahora bien, yendo a la cuestión de la posición argentina ante la Guerra del
Chaco, la permeabilidad del régimen justista a la influencia de empresarios
y militares se puede advertir de forma evidente: consideraciones geopolíti-
cas imperantes en el sector castrense preconizaban la alianza natural con
Paraguay, la inconveniencia de que Bolivia fuese ribereña del río homóni-
mo y el mantenimiento de una empresa petrolera estatal fuerte, atendiendo
a una eventual conflagración contra el Brasil;
3
cuestiones todas ellas que
57
se vieron satisfechas mediante la intervención argentina en el conflicto y en
las negociaciones de paz; mientras que, por su parte, también influyó la ca-
pacidad de lobby de los empresarios angloargentinos que operaban en el
Chaco paraguayo —algunos de ellos vinculados por lazos comerciales y/o
de parentesco al personal político y diplomático del gobierno de Justo e in-
cluso al propio Presidente—
4
incluidas aquellas firmas que, como la Car-
los Casado o la Mihanovich, se beneficiaban de la explotación, comerciali-
zación y transporte del quebracho y del tanino procedentes de aquella
región.
Tan gravitante llegó a ser esa influencia que llevaría al Poder Ejecutivo a
violentar uno de los principios que la Argentina había históricamente sos-
tenido —y aún seguía haciéndolo en cuanta conferencia panamericana a
fin de cuestionar el accionar norteamericano y la Doctrina Monroe— refe-
rido a la no intervención en los asuntos internos de otro Estado, particular-
mente a través de la protección diplomática a los capitales nacionales in-
vertidos en el exterior, tal como lo haría la administración justista en
relación a aquellos operantes en el Chaco Boreal durante el transcurso de
la guerra boliviano-paraguaya, lo cual se hizo evidente en ocasión del ata-
MAXIMILIANO ZUCCARINO
vertirlo en una vía para canalizar su producción, creando un área de influencia directa
con la posibilidad de que se generara un polo demográfico importante, se podía llegar a
producir una puja por la libre navegación de los ríos interiores, lo que sensibilizaba a la
dirigencia argentina y especialmente a los militares (P
ÉREZ STOCCO, 2012: 62-63), ya
que conspiraba contra la intenciones de la dirigencia argentina de controlar el transpor-
te de la producción del oriente boliviano, especialmente la petrolera, a través de territo-
rio argentino y preferentemente vía ferrocarril. En este sentido, según informes del di-
plomático brasileño Orlando Leite Ribeiro, de servicio en Buenos Aires, la Argentina
veía “con pavor” la salida de Bolivia por el río Paraguay, dado que inundaría el merca-
do con petróleo, “matando su reciente industria de Comodoro Rivadavia”. En su opi-
nión, “la cuestión del petróleo es lo que más le interesa a la Argentina y de ahí el hecho
de que ella nunca haya apoyado la pretensión justa de Bolivia de obtener una salida al
río”. Además de lo señalado, un triunfo boliviano implicaría el arraigo de la Standard
Oil en la región, amenazando el desarrollo de la Shell y, sobre todo, de YPF en las pro-
vincias del norte argentino, donde la firma norteamericana contaba con importantes
apoyos, como el de Robustiano Patrón Costas (M
ONIZ BANDEIRA, 2004: 148 y 161).
4
La familia Casado, radicada en Rosario y principal latifundista en el Chaco paragua-
yo, se hallaba vinculada a la dirigencia política argentina: por un lado, el Canciller Car-
los Saavedra Lamas, antes de asumir ese cargo, fue abogado de la empresa, y durante su
ministerio su estudio continuó atendiendo los asuntos legales de la misma; por otro, uno
de los hijos de Carlos Casado —propietario original de la firma— poco después de la
muerte de su padre contrajo matrimonio con la hermana del futuro Presidente Justo (D
A-
LLA CORTE, 2009).
44 - otoño 2018
58
STUDIA POLITICÆ
5
En abril de 1933, en plena Guerra del Chaco, la aviación boliviana atacó la localidad
paraguaya de Puerto Casado, argumentando que la misma no era sólo parte de la infraes-
tructura empresarial sino también “el corazón de la actividad bélica paraguaya” (DALLA
CORTE, 2009: 454). Ante el hecho consumado, la Cancillería argentina envió una nota a
la Legación de ese país en Buenos Aires, fechada el 29 de mayo de 1933, en la que, tras
dar cuenta de lo sucedido y de los daños registrados, exponía: “Vuestra Excelencia no
ignora que Puerto Casado es una población civil no defendida, en la cual funciona un
establecimiento industrial de la Compañía Argentina Carlos Casado, destinado a la fabri-
cación de tanino (...). Este Ministerio no puede admitir que los argentinos que se han ra-
dicado en el Chaco Boreal, transformando tierras antes inexplotadas en emporios de ri-
queza agrícola y comercial deban sufrir los excesos en que por error, por impericia o por
extravío, puedan incurrir las fuerzas militares de un país beligerante. Estos sucesos, tan
dolorosos como irrefutables, mueven a esta Cancillería a dirigirse a V. E. formalizando
reclamación por los intereses argentinos afectados, cuya importancia y monto se fijará
en su oportunidad, y haciendo presente que espera que el Gobierno de Bolivia se absten-
drá de repetir tales hechos de hostilidad sobre poblaciones civiles, que de otro modo po-
drían herir fundamentalmente nuestras cordiales relaciones” (A
YALA MOREIRA, 1959:
366-367). Otra prueba de la protección que el Gobierno de Justo brindó a los capitales
argentinos en el Paraguay es la reclamación entablada por la Sociedad Anónima Domin-
go Barthe a causa de la ocupación de tierras de su propiedad por colonos rusos, estable-
cidos con autorización y orden de las autoridades paraguayas. En la nota que la Canci-
llería argentina envió a mediados de 1934 a su Legación en Paraguay indicaba que, si
bien dicha empresa antes de solicitar el amparo diplomático del Gobierno argentino de-
bía demostrar que había agotado los recursos legales ante el Gobierno paraguayo, en
conformidad con la tesis invariablemente sostenida por la Argentina en el ámbito del de-
recho internacional en ese sentido, se autorizaba al Ministro argentino en Asunción, Ro-
dolfo Freyre, a realizar ante la Cancillería paraguaya, “en forma oficiosa y verbal, las
gestiones que considere convenientes en apoyo de la reclamación” de Barthe [Carta del
Canciller Carlos Saavedra Lamas al Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario
argentino en Paraguay, Rodolfo Freyre, Buenos Aires, 6 de julio de 1934, en Archivo del
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), División de política, Paraguay y
otros, 1934]. De esta manera quedaba demostrada, por segunda vez durante la contienda
del Chaco, la buena voluntad del Gobierno argentino para interceder en favor de los in-
versores nacionales instalados en Paraguay.
que a Puerto Casado, por ejemplo.
5
Asimismo, la Argentina renunciaría a
un segundo principio internacional por siempre sostenido —e incluso rati-
ficado mediante el Pacto Antibélico de 1933 propuesto por el Canciller
Carlos Saavedra Lamas a fin de evitar futuras guerras en el continente
como la que se estaba desarrollando entre Bolivia y Paraguay y que lo ha-
ría acreedor del Premio Nobel de la Paz del año 1936— a fin de asegurar
los beneficios de estos empresarios y de satisfacer el interés nacional y
militar evitando que Bolivia llegase a orillas del río Paraguay: se trata del
reconocimiento, a través del laudo arbitral de 1938, de las adquisiciones
59
territoriales paraguayas realizadas durante la campaña del Chaco, incluso
habiendo alentado la toma de posesión de esas tierras por parte del Ejérci-
to paraguayo y su consiguiente reclamación en el transcurso de las nego-
ciaciones de paz.
Dentro de las variables internas también cabe situar, siguiendo a Robert
Putnam (1988), Esteban Actis (2012), Rubén Perina (1988) y Roberto Rus-
sell (1990), a los diferentes actores —denominados “actores domésticos
autónomos” por Pablo Valenzuela (2013)— que influyen o participan en la
formulación y ejecución de la política exterior buscando imponer sus pro-
pias agendas e intereses, siempre teniendo en claro que la adopción de la
decisión sólo puede ser realizada por actores gubernamentales domésticos,
capacitados a comprometer los recursos de la sociedad. De ello se deriva la
importancia de lo que Lasagna denomina “sociedad política” —partidos
políticos, grupos de interés, grupos de presión—, tanto de aquellos que,
como la UCR, actuaron desde la ilegalidad como de los que constituyeron
la oposición parlamentaria y, fundamentalmente, los distintos sectores que
componían la Concordancia, haciendo hincapié en determinadas figuras
fuertes del régimen, como el Presidente Agustín P. Justo y Robustiano Pa-
trón Costas, quienes en ocasiones, como en relación a la producción petro-
lífera de Salta y sus implicancias en relación a los vínculos con Estados
Unidos y Gran Bretaña y la neutralidad argentina en la Guerra del Chaco,
se encontraron enfrentados.
En esa ocasión pudo observarse, tal lo postulado por Helen Ingram y Su-
zanne Fiederlein (1988), la importancia de las provincias como entes inter-
vinientes en el proceso de toma de decisiones en política exterior. La cues-
tión del petróleo salteño y el mayor o menor acercamiento que las
autoridades de la provincia del norte coyunturalmente pudiesen experimen-
tar en relación al Gobierno Nacional o a los intereses privados, marcaban
el ritmo de la competencia entre YPF y la Standard Oil, empresa que desde
sus campos petrolíferos en Bolivia esperaba contar con la aquiescencia de
las autoridades argentinas para poder construir un oleoducto que le permi-
tiese transportar el hidrocarburo hacia aguas abiertas en el Atlántico y que,
al no encontrarla, habría estimulado a Bolivia a lanzarse contra el Paraguay
por la posesión del Chaco Boreal. En virtud de lo señalado es que cobra
trascendencia la figura de Robustiano Patrón Costas, figura emblemática
de la Concordancia, Presidente del Senado de la Nación durante el sexenio
de gobierno justista y empresario azucarero salteño vinculado a inversiones
norteamericanas, que en alguna medida condicionó al gobierno de Justo, ya
sea brindándole o insinuando con retirarle su apoyo, cuando aquél debía
MAXIMILIANO ZUCCARINO
44 - otoño 2018
60
STUDIA POLITICÆ
negociar el tratado Roca-Runciman en el contexto de una guerra ya inicia-
da en el Chaco en la cual también estaban en juego importantes intereses
nacionales y privados.
De lo anterior se desprende, asimismo, la existencia de pugnas personales
hacia el interior de la propia élite gobernante, en este caso sustentadas en
distintas percepciones e intereses de los actores, tal como propone Russe-
ll (1990). Pero más allá de la disputa Justo-Patrón Costas, cabe dar cuen-
ta de otros enfrentamientos presentes durante todo el proceso de guerra y
negociaciones en el Chaco, si bien su influencia debe ser minimizada,
pues no representan intereses permanentes sino que más bien responden a
querellas circunstanciales, las cuales, no obstante, tienen la capacidad de
predisponer, en un sentido u otro, a los negociadores. Dentro de este pun-
to pueden ser mencionados los conflictos existentes dentro del grupo me-
diador, destacándose aquellas en torno al Canciller argentino Carlos
Saavedra Lamas: con el Secretario de Estado norteamericano Cordell
Hull, con sucesivos ministros y/o representantes brasileños y bolivianos,
con el delegado norteamericano a la Conferencia de Paz Spruille Braden,
con el Canciller chileno Cruchaga Tocornal y ocasionalmente con algún
representante paraguayo.
6
Asimismo, se observaron enfrentamientos y divergencias hacia el interior
de la coalición gobernante en Argentina, incluso dentro del propio gabine-
te nacional: Saavedra Lamas y el Ministro de Guerra, Manuel Rodríguez,
confrontaron en más de una ocasión en relación a la ayuda que se estaba
prestando al Paraguay durante la guerra;
7
mientras que el primero de ellos
6
El Presidente paraguayo, Eusebio Ayala, aseguraba tener pruebas del “mal espíritu” de
Cruchaga Tocornal contra Saavedra Lamas (Cartas de Eusebio Ayala a Vicente Rivarola,
Asunción, 23/02/1935 y 03/04/1935, en R
IVAROLA COELLO, 1982: 293 y 298), mientras
que en cuanto a Hull, siempre existieron rispideces y se profesaban un indisimulado fas-
tidio mutuo con el Canciller argentino. Sin embargo, la disputa más importante se daba
entre éste último y Braden. En su autobiografía, éste sostenía: “es generalmente sabido
que Carlos Saavedra Lamas, el desmesuradamente egoísta Ministro de Relaciones Exte-
riores argentino, quería provocar la mayor cantidad de problemas posibles para los
EE.UU. No había nadie entre los latinoamericanos que tuviera dudas acerca de que
Saavedra Lamas retrasaría la paz, hasta que todo el mundo supiera que era él el hacedor
de la misma. La entrega del Premio Nobel a Saavedra Lamas fue un gran disgusto para
mí (...). Era vanidoso, patológicamente ambicioso, esencialmente un estúpido y un mal
hombre” (F
RAGA, 1991: 30).
7
Según los relatos del representante paraguayo en Buenos Aires, Vicente Rivarola, du-
rante los primeros meses de la Guerra del Chaco el Canciller argentino ignoraba que, a
61
parecía también tener diferencias de criterio con un hombre influyente del
régimen como Robustiano Patrón Costas en virtud de sus preferencias in-
ternacionales (éste último vinculado a los Estados Unidos, siendo aquél an-
tinorteamericano y proeuropeo), llegando incluso a maniobrar en detrimen-
to de sus intereses, como cuando promovió una ley contra el monopolio
azucarero.
8
Hay que tener en cuenta que estos tres actores políticos tenían
aspiraciones presidenciales de cara a las elecciones de 1937, lo cual podría
eventualmente haber incrementado las rispideces entre ellos o favorecido
su intención de adquirir mayor notoriedad diferenciándose unos de otros, a
fin de capitalizarlo políticamente.
De igual modo, siguiendo este enfoque, y particularmente la propuesta de
Rapoport y Spiguel (2005) cuando sostienen que para explicar la política
exterior argentina es necesario analizar su estrecha vinculación con la natu-
raleza sociohistórica del Estado y con la estructura económica de la socie-
dad, se considera relevante el papel desempeñado por aquellos actores eco-
nómicamente poderosos y políticamente influyentes que incidieron en las
decisiones de política exterior, como el caso de la Sociedad Rural Argenti-
na (SRA), muchos de cuyos miembros eran parte del elenco gobernante
nucleado en el Partido Demócrata Nacional y en el radicalismo antiperso-
nalista.
9
De esta manera, los intereses político-económicos que sustentaban
MAXIMILIANO ZUCCARINO
través de los ministerios de Guerra y Marina, se estaba proveyendo de material bélico a
Paraguay, comprometiendo la neutralidad argentina en el conflicto, la cual era indispen-
sable aparentar para llevar a buen término las negociaciones que el propio Saavedra La-
mas promovía. Ello motivó enfrentamientos en el seno del gabinete nacional, como el de
marzo de 1934, en el cual Rivarola intervino buscando indisponer al Ministro Rodríguez
contra el Canciller, a sabiendas de su influencia sobre el Presidente, “un poco con la es-
peranza de provocar el retiro del gabinete del doctor Saavedra Lamas, que yo conceptúo
pueda ser beneficioso para nuestras gestiones diplomáticas” (Carta de Vicente Rivarola a
Eusebio Ayala, Buenos Aires, 30/03/1934, en R
IVAROLA COELLO, 1982: 235-236). Sin
embargo, tras la intervención de Justo, el asunto se zanjó sin ulteriores consecuencias.
8
Se trata de un proyecto estableciendo medidas proteccionistas, el cual fue promovido
por Saavedra Lamas en 1912, cuando éste se desempeñaba como Diputado Nacional, y
que acabaría convirtiéndose en la ley Nº 8.873 (O
LMOS GAONA, “Inédito”).
9
Tal grado de influencia no se explica a partir del peso numérico de dicha institución
[según datos de Peter Smith (1968) el total de socios de la SRA hacia la década de 1930
oscilaba en torno a los 2.500, y del censo de 1937 surge que sólo nucleaba a un 1 % del
total de propietarios de ganado del país], sino del alcance nacional de la misma —que
contaba con sedes en diversos pueblos y ciudades del interior del país— y, fundamental-
mente, de la posición económica y políticamente dominante de sus miembros. De hecho,
tanto el propio Presidente Justo como el Vicepresidente Julio A. Roca (hijo) eran miem-
44 - otoño 2018
62
STUDIA POLITICÆ
al régimen [lo que Ingram y Fiederlein (1988) identifican como “determi-
nados grupos de interés” y cuyo número y complejidad, siguiendo a van
Klaveren (1985), tiende a ser mayor en países relativamente grandes y de-
sarrollados como la Argentina] se confundían con el régimen mismo, otor-
gándole una gran solidez y clara conciencia de sus objetivos, lo cual se
veía proyectado en una política exterior coherente y tendiente a satisfacer
esos intereses comunes, fundamentalmente mediante la asociación con
Gran Bretaña pero también a través de la oposición a Estados Unidos y la
defensa de sus posiciones en el Paraguay. Esto, a su vez, se vincula a lo se-
ñalado por Robert Keohane y Joseph Nye (1988), cuando destacan no sólo
la influencia en la confección de políticas por parte de determinados gru-
pos de interés sino, más aún, la capacidad de estos para operar en forma
coordinada con sus contrapartes en el exterior.
En relación a esto último, otra de las variables propuestas por Perina
(1988) resulta fundamental. Se trata de la capacidad económica, político-
institucional, tecnológica, militar y diplomática [el servicio diplomático
profesional al que se refiere Hugo Dalbosco (2014), conformado princi-
palmente por miembros de la élite]
10
del Estado, representada por los re-
bros de la Sociedad Rural, mientras que el gabinete de su gobierno estaba compuesto
por seis “aristócratas” tradicionales, tres de los cuales también pertenecían a dicha insti-
tución, formando asimismo parte de ella numerosos legisladores oficialistas (Smith,
1968).
10
Tomando algunos indicadores propuestos en el modelo prosopográfico desarro-
llado por Lawrence Stone (1986) aplicados a los cancilleres y ministros argentinos
en Bolivia y Paraguay entre 1920 y 1940, se constata que el 69,2 % de los cancille-
res fueron bonaerenses (Capital o Provincia), mientras que el 66,6 % de los repre-
sentantes en Bolivia y Paraguay provenían del interior del país. En cuanto a la perte-
nencia o no de dichos funcionarios a la SRA, sobre un total de doce cancilleres en el
periodo mencionado, al menos siete, es decir el 58,3 %, fueron miembros de la So-
ciedad Rural, no habiéndose recabado datos suficientes en relación al otro grupo
para este punto. En cuanto a las profesiones y estudios universitarios, tanto el perfil
de los cancilleres como de los diplomáticos acreditados en Paraguay y Bolivia es
coincidente: no sólo 22 de los 23 individuos analizados poseían estudios superiores,
sino que, sobre ese total, 20, es decir el 87 %, cursaron estudios de derecho. Ahora
bien, si al dato anterior se lo cruza con la variable referida a la universidad donde
cada funcionario estudió, se advierte que, de los 22 que tenían algún tipo de forma-
ción superior, al menos 15 (68,2 %) lo hizo en la Universidad de Buenos Aires, y 14
de ellos en la Facultad de Derecho. La cifra proporcionada es contundente, y más
aún si se desagrega el caso de los cancilleres, ya que 11 de un total de 13 estudiaron
en la mencionada universidad, diez de ellos en la Facultad de Derecho. De esta ma-
nera, al menos el 60,9 % del total de los funcionarios analizados estudió en dicha
63
cursos o instrumentos con que cuentan los responsables de la política ex-
terior para lograr sus objetivos. En virtud de ello, precisamente, es que
Argentina (sus clases dirigentes y socioeconómicamente dominantes), en
una posición de superioridad o dominio en relación a Paraguay pero de
inferioridad o dependencia respecto de Gran Bretaña, desarrolló un patrón
de conducta internacional acorde a esa situación, determinando así los ali-
neamientos durante la Guerra del Chaco. Idéntica situación ocurrió para el
eje Estados Unidos-Brasil-Bolivia, aunque esto escapa al interés de este
trabajo.
También dentro de las variables internas se encuentra lo que Rubén Perina
(1988) denomina “cultura política” de los actores y que asimismo otros
autores como Russell (1990), Tini (2005) y Lasagna (1995) consideran
como factor explicativo de la conducta exterior de los Estados. Implica in-
corporar en el análisis, a través de la utilización del método prosopográfi-
MAXIMILIANO ZUCCARINO
facultad, ascendiendo el porcentaje al 76,9 % para el caso específico de los cancille-
res. En esta misma línea, sumando la información obtenida en ambos grupos, se
puede afirmar que el 69,6 % pertenecía a familias de élite, emparentadas o vincula-
das a ella, mientras que, en contrapartida, de sólo dos de los 23 individuos que com-
ponen el universo de estudio (8,3 %) se puede aseverar que procedían de familias de
origen humilde. Como último punto, tras estudiar todos los casos, la tendencia de-
muestra que se solía privilegiar el hecho de que el “candidato” contara con una im-
portante trayectoria política previa para llegar al puesto de Canciller, mientras que
para acceder al de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, en este caso
en Bolivia o en Paraguay, era menester contar con cierta experiencia en el campo di-
plomático. En definitiva, puede concluirse que poseer un título universitario, espe-
cialmente el de abogado egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires y pertenecer a una familia “notable” o “tradicional” constituían aspec-
tos que favorecían el ingreso a la estructura del Ministerio de Relaciones Exteriores
para los cargos estudiados entre 1920 y 1940; así como ser miembro de la Sociedad
Rural Argentina, haber nacido en Buenos Aires (capital o provincia) y contar con
experiencia política previa incrementaban las posibilidades de ser Canciller, mien-
tras que, por el contrario, provenir del interior del país y poseer cierta trayectoria en
el ámbito diplomático se advierte como una variable más continua para ocupar el
cargo de Ministro en Bolivia o Paraguay. Por lo tanto, y en virtud especialmente de
los primeros tres aspectos señalados, es posible afirmar que, a partir de una cuidado-
sa selección de sus miembros, el Ministerio de Relaciones Exteriores exigía una de-
terminada calificación profesional y político-diplomática —vinculada a factores de
origen y estatus social— en sus filas, no sólo para su cabeza principal y más visible
(el Canciller) sino también, en este caso concreto, para sus delegados en dos países
vecinos en un momento crítico, tanto de sus respectivas historias nacionales como
para la estabilidad de la región en su conjunto (AMREC, Dirección de Legajos de
Personal).
44 - otoño 2018
64
STUDIA POLITICÆ
co desarrollado por Lawrence Stone (1986), aquellos valores, actitudes,
creencias, tradiciones, hábitos, ideas e ideología que hacen de la clase di-
rigente un grupo cohesionado y consciente de sus metas e intereses. Esto
—también señalado por Mauricio Alice (2009) al remarcar la importancia
de tener en cuenta el perfil de los encargados de ejecutar la política exte-
rior— resulta clave si se tiene en cuenta que una de las principales cues-
tiones a considerar a la hora de entender la actuación argentina ante el
conflicto chaqueño es la visión que del país y del mundo tenían los círcu-
los gobernantes y aquellos sectores directamente vinculados a la formula-
ción y ejecución de la política exterior, lo cual transformaría a la misma
en un instrumento de la clase dominante, tal y como lo plantea la teoría
estructuralista.
Esa concepción, que se enmarca dentro de una “tradición histórica”
—apelando a uno de los factores internos enunciados por van Klaveren
(1985)— caracterizada por un fuerte contenido de superioridad moral y
búsqueda de reconocimiento y prestigio internacional, ubicaba al país en
un rol preponderante en los asuntos hemisféricos, directivo en relación a
las naciones latinoamericanas, y absorbente hacia los pequeños países
vinculados a la cuenca del Plata. Esta autopercepción de la Argentina y
su clase dirigente se vería plasmada, al igual que en las sucesivas confe-
rencias panamericanas desde 1889, en la Guerra del Chaco, conduciendo
a una confrontación por el liderazgo de las negociaciones de paz con los
Estados Unidos primero y con el Brasil después; y obtuvo uno de sus re-
lieves más notorios con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al
Canciller Saavedra Lamas.
Se comprende así, pues, que para viabilizar esa confrontación con los Es-
tados Unidos, la dirigencia argentina se apoyase en su histórica aliada co-
mercial: Europa, y dentro de ella muy especialmente en Gran Bretaña,
que no sólo contaba con influyentes voceros e inversiones en el país sino
que compartía también intereses en el Chaco paraguayo.
11
De esta mane-
11
Desde la inmediata posguerra de la Triple Alianza (1865-1870) los capitales an-
gloargentinos irrumpieron en la economía paraguaya. Hacia 1910, existían numerosas
compañías de tierras e hipotecarias británicas, radicadas en Argentina pero con intere-
ses en Paraguay, entre las que se destacan The Argentine Quebracho Co.; The Argenti-
ne Land & Investment Co. Ld.; la Santa Fe & Córdoba Great Southern Land Co. Ld.;
y The Forestal Land, Timber & Hailways Co. Ld (La Forestal). Asimismo, la compa-
ñía inglesa Liebig’s ingresó en el Chaco paraguayo en 1898 y hacia el año 1911 adqui-
rió un total de 93.744 ha., siendo uno de sus primeros directores el Barón de Mauá (de
65
ra, la apelación a la Liga de las Naciones —organización eminentemente
europea a la que Argentina se reincorporó bajo la Presidencia de Justo y
de la que no formaban parte ni Brasil ni los Estados Unidos— como foro
para solucionar la disputa boliviano-paraguaya primero y los intentos, fi-
nalmente exitosos, de liderar las negociaciones de paz después; la defen-
sa de las inversiones angloargentinas en el Chaco y la existencia de un
competidor común (para YPF y la Royal Dutch-Shell) como la Standard
Oil norteamericana, constituían todos ellos factores confluyentes que mo-
delaron la actuación argentina ante el conflicto, orientándolo en una di-
rección bien definida: incrementar el prestigio internacional del país en
detrimento del panamericanismo sustentado por los Estados Unidos y
mantener los beneficios de una asociación lucrativa para los sectores eco-
nómica y políticamente dominantes, al tiempo que se resguardaban los
intereses de la empresa petrolera estatal —caros al pensamiento geopolíti-
co y militar del contexto— y de los inversores angloargentinos instalados
en el Chaco Boreal.
Otra de las variables internas influyentes en la formulación de la política
exterior, siguiendo principalmente a Leandro Sánchez (2013) pero también
a María N. Tini (2005), Esteban Actis (2012) e Ingram y Fiederlein (1988),
es el Poder Legislativo Nacional. Este enfoque, al subrayar la importancia
del Congreso Nacional en las decisiones de política exterior, permite dar
cuenta desde el tratamiento del ingreso del país a la Sociedad de las Nacio-
MAXIMILIANO ZUCCARINO
la London Brazilian y Mauá’s Bank), quien estaba estrechamente vinculado a Carlos
Casado desde el momento en que instaló su sucursal bancaria en Rosario en la década
de 1860. A esta lista habría que sumar a La Industrial Paraguaya, empresa de capitales
angloargentinos instalada en 1886 y dedicada a la producción de yerba mate, la cual
contaba con gran poder e influencia en Paraguay, donde poseía 868.125 ha de tierras,
pero en la región oriental del país (D
ALLA CORTE, 2009). De este modo, ya en vísperas
de la Primera Guerra Mundial, 68 compañías de ese origen poseían 10 millones de
hectáreas en el Chaco Boreal dedicadas a la explotación ganadera y maderera (S
OLVEI-
RA, 1995), y se calcula que hacia fines de la década de 1930 el 30 % del capital ex-
tranjero invertido en el Paraguay era argentino y el 25 % británico (C
EPAL, 1987).
Además, en la navegación fluvial predominaba, por el tonelaje de las mercaderías
transportadas, la Compañía Argentina de Navegación Mihanovich. A esto hay que aña-
dir la influencia ejercida por el sector de la banca rioplatense (Tornquist, Casado, Pi-
nasco, Born, Bunge y Mihanovich), los cuales se hallaban estrechamente relacionados
a los intereses de los empresarios (P
ÉREZ STOCCO, 2012), y el hecho de que también
capitales porteños controlaban el transporte ferroviario desde y hacia Paraguay a tra-
vés del Ferrocarril Central, cuyo tendido corría en un 65 % por territorio argentino
(F
IGALLO, 1997).
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66
STUDIA POLITICÆ
nes en plena guerra en el Chaco
12
hasta la ratificación de los tratados de lí-
mites con Bolivia (1927), Paraguay (1939) y Brasil (1940),
13
pasando por
el debate en torno al Pacto Roca-Runciman
14
y el Pacto Antibélico,
15
cuestiones todas ellas que, directa o indirectamente, afectaron las decisio-
nes en la materia en general y en relación a la posición del país ante el con-
flicto del Chaco en particular.
Marcelo Lasagna (1995), Mauricio Alice (2009), Ingram y Fiederlein
(1988) y Pierre Renouvin (2000) —este último al incorporarlos dentro de
su análisis de las “fuerzas profundas” a partir de lo que denomina “menta-
lidad colectiva”—, por su parte, ponen de relieve la influencia que los gru-
pos de interés, la opinión pública y los medios de comunicación ejercen en
el proceso de formulación de la política exterior. Mientras que en relación
a los primeros ya se ha visto su injerencia, en lo que hace a la opinión pú-
blica cabe mencionar que la misma también jugó un rol de importancia, co-
locándose en forma casi unánime en favor de la causa paraguaya y mani-
festando indiferencia y hasta cierta hostilidad hacia Bolivia, en parte
12
Para profundizar sobre esta cuestión se sugiere consultar: CÁMARA DE DIPUTADOS
DE
LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 27 y 28 de septiembre de 1932, pp. 779-820 y CÁ-
MARA DE SENADORES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 25 de septiembre de 1933:
422-460.
13
En el caso de Bolivia, la demarcación definitiva fue concluida en 1925 tras la firma
del tratado Carrillo-Diez de Medina, efectuándose el tratamiento legislativo correspon-
diente en Argentina mediante sesiones secretas de la Cámara de Senadores, en julio de
1927 (C
ÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 21 de julio de 1927,
pp. 258). En cuanto al Paraguay, la negociación se dio en plenas tratativas por la paz del
Chaco en Buenos Aires, lo cual generó rispideces en ambas partes (C
ÁMARA DE SENADO-
RES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 22 de septiembre de 1939, pp. 480-504). En rela-
ción a las alternativas y debates en torno al tratado con Brasil, ver C
ÁMARA DE SENADO-
RES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 8 de agosto de 1940, pp. 307-308 y 810-812; y
C
ÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 6 de septiembre de 1940, pp.
946-951.
14
Ver CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 18 y 19 de julio de
1933, pp. 285-374, y C
ÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 27 y 28
de julio de 1933, pp. 568-615.
15
La ratificación por parte del Poder Legislativo se efectuó los días 27 y 30 de sep-
tiembre de 1935, siendo el Pacto presentado por el bloque oficialista como parte de un
continuum en la tradición jurídica internacional del país, al afirmar el Diputado Escobar
que el mismo significaba la concreción de “los ideales de paz y justicia que siempre ha
sostenido en la vida internacional la República Argentina” (C
ÁMARA DE DIPUTADOS DE LA
NACIÓN, Diario de Sesiones, 27 de septiembre de 1935, pp. 642-661; y CÁMARA DE SE-
NADORES DE LA NACIÓN, Diario de Sesiones, 30 de septiembre de 1935, pp. 802-818).
67
posiblemente influida por la campaña abiertamente proparaguaya que lle-
varon adelante la mayor parte de los medios de comunicación nacionales
en la Argentina.
16
Por último, resta destacar también la incidencia que tuvieron en la formu-
lación de la política exterior argentina en torno al conflicto chaqueño
—tal lo sostenido por William Hazleton (1987), Heraldo Muñoz (1987) y
Alberto van Klaveren (1985)— la teoría realista de poder (o política de
poder) y las percepciones o imágenes sobre el sistema internacional, la
potencia hegemónica de turno y los Estados vecinos. En cuanto a lo pri-
mero, siguiendo fundamentalmente lo desarrollado por el último de los
autores mencionados, contribuye a explicar el patrón de comportamiento
de la Argentina y Brasil, tanto en relación a Bolivia y Paraguay penetran-
MAXIMILIANO ZUCCARINO
16
Esto se debió en parte a la campaña emprendida por el ministro paraguayo en Bue-
nos Aires. Los periódicos La Razón, La Nación, La Prensa, Crítica, Tribuna Libre y
Noticias Gráficas fueron visitados por Rivarola, quien se aseguró su apoyo a la causa
paraguaya (Carta de Vicente Rivarola a Eusebio Ayala, Buenos Aires, 30/07/1932, en
Rivarola Coello, 1982). En cuanto a La Razón, uno de sus directores, el Dr. Ángel
Sojo, puso a disposición de Rivarola sus páginas para la defensa del Paraguay (Peña
Villamil, 1994), mientras que el corresponsal enviado por este periódico a cubrir la
guerra, Manuel María Oliver, era presentado y encomendado al comandante en jefe de
las fuerzas paraguayas, José F. Estigarribia, por el Presidente paraguayo, quien lo refe-
renció como amigo personal y “buen amigo del Paraguay”. En el caso de La Nación,
los artículos sobre la Guerra del Chaco corrían por cuenta de Podestá Costa, asesor ju-
rídico de la Cancillería argentina, hombre “decididamente bien dispuesto a nuestro fa-
vor”, según palabras de Rivarola (Carta de Vicente Rivarola a Eusbio Ayala, Buenos
Aires, 01/09/1932, en Rivarola Coello, 1982: 94). Asimismo, el mencionado diplomá-
tico paraguayo afirmaba haber conversado con el director de La Prensa, Gainza Paz,
quien le había referido que rechazó, sin leerlo, un artículo enviado por el representan-
te boliviano en Buenos Aires (“Carta de Vicente Rivarola a Eusebio Ayala”, Buenos
Aires, 02/08/1932, en R
IVAROLA COELLO, 1982). Simultáneamente, el fervor popular
argentino se manifestaba en igual sentido. En este contexto es que se enmarca la cons-
titución, el 30 de julio de 1932, del Comité Paraguayo de Buenos Aires, a invitación
del Ministro Rivarola, que significó el punto de partida de una gran movilización, es-
pecialmente en la Capital Federal, a favor de la causa nacional paraguaya. Este tipo de
manifestaciones llevarían a Rivarola a afirmar, en carta a su Presidente, que “es efecti-
vamente admirable la espontaneidad y entusiasmo con que este pueblo, al parecer frío
e indiferente, se ha solidarizado y se solidariza con la causa paraguaya. (...) Su socie-
dad sigue con cariño el desarrollo de los acontecimientos, gozando con nuestros triun-
fos, como si fueran propios, y su clase humilde siente el orgullo del heroísmo de nues-
tros soldados (...). Jamás ningún país habráse visto más huérfano de opinión como
Bolivia en la actual contienda (Carta de Vicente Rivarola a Eusebio Ayala, Buenos Ai-
res, 18/11/1931, en R
IVAROLA COELLO, 1982: 133-134).
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STUDIA POLITICÆ
do en sus sistemas económicos y políticos de modo sistemático, como en
sus relaciones bilaterales, rivalizando por el predominio en la Cuenca del
Plata antes, durante y después de la Guerra del Chaco, llevándolos a
adoptar posiciones internacionales divergentes en torno a la misma en
procura de defender los intereses que uno y otro tenían en ambos conten-
dientes.
Lo anterior se vincula estrechamente a las percepciones o imágenes sobre
el sistema internacional, la potencia hegemónica de turno y los Estados
vecinos que, en este caso, predominaban en la Argentina de los años 30, y
que influenciaron decisivamente su accionar en el marco de la Guerra del
Chaco: una Bolivia poco confiable e históricamente probrasileña; un Para-
guay “aliado natural” ante una eventual conflagración y considerado prác-
ticamente un prolongamiento territorial, político y económico; los Estados
Unidos como agresiva potencia en ascenso y avasalladora de la soberanía
de los países latinoamericanos; un Brasil considerado como principal rival
en la región, siempre deseoso de incrementar su patrimonio territorial a
expensas de sus vecinos y eventual enemigo en una contienda bélica por
la supremacía en la cuenca del Plata; y finalmente Gran Bretaña, socio co-
mercial por excelencia. De igual modo, las percepciones de otros países,
como Estados Unidos, que veía en la Argentina un potencial competidor
por el predominio hemisférico,
17
o Brasil, que intuía en ese país una pe-
renne voluntad de reconstruir la unidad política del antiguo Virreinato del
Río de la Plata,
18
también deben ser tenidas en cuenta a la hora de com-
17
Al respecto Lord Inverchapel, Embajador británico en Estados Unidos (1947)
sostuvo que: “Durante cuarenta años o más, la Argentina ha sido una espina en la
carne de sucesivos gobiernos norteamericanos, en razón de haber liderado continua-
mente la resistencia latinoamericana a la hegemonía de los Estados Unidos sobre el
hemisferio occidental. Tanto los liberales argentinos —entre ellos, el doctor Saave-
dra Lamas— como los nacionalistas y militaristas, han exasperado a los estadistas
norteamericanos con su pretensión de ser la voz de América Latina contra la domi-
nación ‘yanqui’ o la ‘diplomacia del dólar’. Su exasperación durante años recientes
ha sido acompañada por la incómoda conciencia de que la Argentina representa más
que un desafío transitorio, y que otros países latinoamericanos, aunque inclinados a
sospechar de la Argentina como de un trepador arrogante, a pesar de todo la consi-
deran una bienvenida punta de lanza contra la penetración norteamericana” (E
SCU-
, 1983: 50-51).
18
El barón de Cotegipe llegó a afirmar que “la reconstrucción del Virreinato está en
los libros azules y en las verdes esperanzas del pueblo argentino (...) (el cual) tiene la
ambición de querer hacer la primera figura en la América del Sud” (E
TCHEPAREBORDA,
1978: 62). También la prensa brasileña recelaba del expansionismo argentino; el Jor-
69
prender los alineamientos internacionales en torno al conflicto por el Cha-
co Boreal.
Reflexiones finales
Durante el conflicto por el Chaco Boreal entre Bolivia y Paraguay, la Ar-
gentina, a la vez que se presentaba ante el mundo, desde el plano político
diplomático como principal país mediador entre los contendientes, contri-
buyó de forma efectiva, desde el plano económico y militar, al triunfo de la
causa paraguaya. Tal actitud respondía de forma integral a los intereses de
Estado del país del Plata así como a los de la clase económicamente domi-
nante que se hallaba a cargo del mismo y/o ejercía una influencia directa
sobre el gobierno: le permitía mantener sus posiciones en el Paraguay, es-
trechar su lucrativa asociación con Gran Bretaña y oponerse a un enemigo
común e histórico rival por la influencia política, diplomática y moral en el
hemisferio: Estados Unidos y, junto con él, la Standard Oil. Es aquí donde
se advierten más claramente, asimismo, los intereses de Estado involucra-
dos, representados por la empresa petrolera estatal argentina, YPF, y tam-
bién por influyentes sectores castrenses, que atendiendo a consideraciones
geoestratégicas abogaban por el triunfo del Paraguay en detrimento no sólo
de Bolivia, sino también del Brasil.
De esta manera, queda claro que el comportamiento externo de la Argenti-
na en la coyuntura descripta respondió a factores preponderantemente in-
ternos. En consecuencia, teniendo en cuenta los aportes teóricos planteados
al comienzo del presente trabajo, y tras su constatación a partir del estudio
de caso propuesto, puede sostenerse que la política exterior debe ser consi-
derada una más de las múltiples políticas públicas a través de la cual se
MAXIMILIANO ZUCCARINO
nal do Commercio publicó un artículo en el que sostenía que “son los Estados Unidos
del Sur, en proyecto, más audaces y ambiciosos que los Estados Unidos del Norte”
(P
OMER, 1984: 258). Asimismo, el capitán brasileño Mário Travassos, cuya obra influ-
yó en las élites brasileñas de los años 30 del siglo pasado que, directa o indirectamen-
te, decidían los rumbos de la política exterior del país, llegó a afirmar: “la magnífica
expansión del estado argentino, que cada vez más consolida la irradiación incompara-
ble de su influencia, a la sombra de una misma lengua, de una misma religión y de la
continuidad territorial que inspiraron los antiguos virreinatos, es más que un ejemplo,
pues es una verdadera lección. El estado argentino, con el desarrollo de las comunica-
ciones, demuestra la más completa comprensión de su destino geopolítico” (P
ARADISO,
1993: 80).
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STUDIA POLITICÆ
busca satisfacer tanto los intereses internos del Estado como los de la clase
dirigente que coyunturalmente se encuentre en ejercicio del gobierno, sien-
do ésta la resultante de una combinación de variables tanto internas, pro-
pias del modelo de desarrollo político-económico, como externas, en fun-
ción del contexto internacional y hemisférico imperantes, con una
injerencia preponderante de las primeras.
En relación a esta concepción es que surge la necesidad de ampliar el es-
pectro teórico en los estudios de política exterior y desarrollar nuevos mar-
cos y herramientas para analizar esta última, a partir de incorporar elemen-
tos para la construcción de una perspectiva que profundice en la incidencia
de las variables internas —cuya importancia ha quedado demostrada a pe-
sar de haber sido históricamente soslayada en favor de los factores interna-
cionales— en la formulación de la política exterior de los Estados en gene-
ral y de la Argentina en particular. La presente investigación ha pretendido
ser, pues, un modesto aporte en ese sentido.
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Fecha de recepción: 26/09/2017
Fecha de aceptación: 04/12/2017