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Más adelante el libro se dedica a exhibir las diferencias teológicas entre lo protestante y
lo católico, por ejemplo: el cielo y el infierno, la idolatría denunciada por los protestan-
tes, la idea de la salvación, el lugar que ocupa el éxito y el dinero en lo católico y en lo
protestante, la doctrina de la predestinación, entre otras. En ese sentido, el libro se atra-
viesa, nuevamente, manifestando el contraste entre lo católico y lo protestante/evangéli-
co, sin hacer demasiado foco en otras religiones.
Por otro lado, el autor repara en el anticatolicismo de los Estados Unidos como un fac-
tor que ha sellado con su impronta a la vida social y política de ese país. A su vez, hay
otra diferencia de importancia en cuanto a las dos fuentes migratorias: la migración de
las colonias en Norteamérica “no constituían una migración por causas económicas,
como la de Sudamérica, sino una motorizada por causas religiosa” (p. 50), es decir, que
emigraron porque en Inglaterra la religión era la religión del Rey y esta era considerada
demasiado romana, “papista”.
Otro aspecto en el que se detiene el autor es en la procedencia del protestantismo. En
ese sentido y en nuestro contexto, este movimiento religioso no ha sido un desarrollo
desde interior del catolicismo ya presente en nuestras sociedades sino que proviene del
exterior. En contraposición a la situación europea donde el evangelismo se desarrolló
“[...] en reacción a los principios y valores de Roma” (p. 27). Esto señala la importancia
de la cualidad proselitista en el movimiento evangélico de hoy.
De modo que en las últimas décadas se ha visto que las iglesias evangélicas latinoame-
ricanas han dejado fuera su apoliticismo tradicional para embarcarse en un compromiso
social y político inesperado (Marostica, 2000). Ya en 1991 en nuestro país agrupaciones
evangélicas y líderes de ese movimiento intentaron organizar un partido político evan-
gélico, lo que señalaba la necesidad de incorporarse al espacio público y hacer a un lado
su pretensión de quedarse por fuera de la sociedad.
Por otra parte, en el capítulo 5, Orduna hace un análisis interesante sobre la relación en-
tre el protestantismo y el catolicismo con el sistema capitalista. Allí retoma las ideas de
Weber en el sentido de que el protestantismo genera una feligresía más apta para el sis-
tema capitalista. Lo que Weber postulaba, en su clásico trabajo, es que la adhesión de
ciertos sectores sociales a una parte del protestantismo generaron las condiciones que
permitieron a la clase empresarial europea aflorar. Así, para Orduna el catolicismo es
feudal y retardatario para el sistema capitalista, en contraste con el protestantismo que
alienta el enriquecimiento. Y agrega: “[...] el catolicismo es anticapitalista en un doble
sentido: retrógrado y progresista. Retrogrado por medieval, tradicionalista, conservador;
progresista porque —inconscientemente— avala que el trabajo es objeto de manipula-
ciones por parte del poder [...]. En el mundo protestante las cosas funcionan al revés:
cuanto más trabajes, más gloria aportaras al Señor y su Reino” (p. 60).
A fin de cuentas, esta distinta forma de posicionarse frente al dinero y el trabajo no in-
cumbe solo a los procesos de producción, sino que atañe a otros ámbitos de la vida so-
cial. De hecho, una de las ideas centrales del libro, y que el autor explicita constante-
mente, es que la religiosidad se expande hacia todos los ámbitos de la vida social e
individual.
En rigor, el autor hace hincapié en los nexos políticos del evangelismo y, particularmen-
te, su influencia a través de partidos políticos o grupos de poder. En definitiva, sobre
esa vinculación trata todo el capítulo 6, llamado “The familiy (Política)”, que incorpora
RESEÑA