6
introduce
generis uniformidad y codificación de las legislaciones de los estados del Continente, de
trascendentales consecuencias, políticas y jurídicas para las democracias y los Estados
de la región; ámbitos de reflexión, discusión y proposición que eventualmente pueden
ser
Comité Jurídico Interamericano, organismo que conforme lo señala en su página web
(comité jurídico interamericano.oas.org): “… es uno de los Órganos principales de la
organización
organización
progresivo
posibilidad de uniformar las legislaciones de los países del Continente” (negrillas
y subrayado me corresponden). Finalmente, considero, que la pregunta originalmente
formulada sí debía ser precisada y reformulada, pero siempre que se mantuviera su
esencia y objeto, lo cual no sucedió de la manera como lo decidió la Corte.
2.
Consideraciones sustanciales
17.
Una vez sentada mi posición sobre algunos de los aspectos formales analizados
por
representativa y los derechos políticos, que resultan relevantes no solo en virtud de la
resolución adoptada por la Corte en el presente caso, sino también para el contexto
actual de la región y las prospectivas que devendrán de la Opinión.
i.
El camino a la democracia representativa y participativa
18.
El contexto es importante, porque mientras escribo este voto nuestras instituciones
políticas, sociales y jurídicas han sufrido un resquebrajamiento radical producto de la
devastación que trajo consigo la pandemia. Junto con esta realidad se ha hecho evidente
la histórica y brutal desigualdad que arrastra nuestra región desde épocas coloniales.
Este contexto es muy relevante porque en estos momentos, no son pocas las protestas
a lo largo y ancho de nuestra región, reclamando soluciones profundas a los sistemas
políticos, económicos y sociales.
19.
Si obviar este contexto es pretender tapar el sol con un dedo, considerar que un
sistema político es un molde fijo para garantizar la democracia, es una empresa tan
infructuosa como hacer un embalse de un río con arena de playa. Desde el intento de
globalización de la economía y el libre mercado con el Consenso de Washington, hemos
vivido años de intentos fallidos de programas económicos, sociales y políticos con recetas
neocoloniales de laboratorio fracasadas en nuestra región que dan cuenta que en el
corazón mismo del descontento latinoamericano descansa la brecha entre la promesa
democrática y la realidad. Cercanos a los 25 años del siglo XXI, los pueblos han decidido
que sus gobernantes no están a la altura de proyectos que busquen soluciones a los
problemas que enfrentamos como sociedades. Problemas enraizados y de larga data,
sólo por nombrar algunos: concentración de la riqueza y socialización de la desigualdad,
la
político, ejecuciones extrajudiciales de comunicadores sociales, líderes comunitarios y
defensores de derechos humanos, irrefrenable incremento en las tasas de feminicidios,
colapso de los servicios de salud, educación y seguridad pública, dantesca devastación
de las selvas, bosques tropicales y fuentes de agua, acompañado de una persistente
perdida de apego y fe en la institucionalidad democrática, evidenciada en cifras que
corroboran una constante desvaloración de la participación activa de la gente en los
procesos político electorales y en los asuntos públicos en general.