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peligro, para lo cual es suficiente nutrirse con la información
pública corriente.
De ninguna manera existe en este momento ningún peligro
que pueda atribuirse puramente a la reelección indefinida de
los
ejecutivos

que,

en

última

instancia,

se

podría

concebir
como
algo

remoto

y

no

concretado,

sin

contar

con

que,

en
cualquier
caso,
con
o
sin
reelección
indefinida,
como
señalamos, el peligro devendría de la impunidad de los Estados
que cometan violaciones a los Derechos Humanos.
En
la

primera

línea

de

los

actuales

peligros

para

las
democracias
del

continente,

concretados

en

varios

casos
incuestionables,
se

cuenta

la

persecución,

prisionización

y
criminalización
de

opositores

por

parte

de

asociaciones
ilícitas
compuestas
por
algunos
jueces
prevaricadores,
instigados
por

poderes

ejecutivos

–en

general

no

reelectos
indefinidamente y ni siquiera por única vez-, con complicidad
de agentes de los servicios de inteligencia y de operadores de
los
medios

de

comunicación

hegemónicos,

monopólicos

u
oligopólicos, con el claro objetivo de amedrentar y proscribir
candidatos y partidos políticos, o sea, no sólo de desconocer
los derechos de las minorías, sino incluso de las mayorías.
El
segundo

lugar

entre

los

actuales

peligros

para
nuestras
democracias

-no
del
todo
independiente
del
anterior- lo ocupa la limitación a la libertad de expresión, el
discurso único y la construcción única de realidad por efecto
de
los

monopolios

y

oligopolios

de

medios

de

comunicación,
ante una desregulación total del régimen de estos medios, que
los
deja

librados

a

grandes

corporaciones

que

acumulan
concesiones
de

canales

de

televisión,

diarios,

radios

y