M ARÍA CRISTINA FILIPPI DE GHIRARDI
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Ambos han recorrido la campiña italiana, los dos y sobre todo
Tiberio vieron sus miserias, pero no las entienden. No son capaces
de captar qué es lo que la gran masa popular realmente desea.
Ofrecen un gran proyecto, pero la plebe va a terminar dándoles la
espalda porque, en realidad, busca algo distinto.
Una cosa es ver, mirar con los propios ojos y juzgar de acuerdo
a las necesidades personales, presumiendo sin más que eso mismo
es lo que precisan los demás. Otra muy diferente es tener la viven
cia real, convivir con la gente a la que se quiere ayudar para poder
discernir, con conocimiento de causa, qué es lo que precisamente
quieren. No haber sabido percibir esto es, a mi juicio, la gran falen
cia de las iniciativas de Tiberio y Cayo Graco.7
Repárese que ese pueblo, destinatario y beneficiario último de
las leyes agrarias de los hermanos tribunos, es el mismo pueblo que
vendió por monedas las parcelas que les habían asignado las leyes
Sextias y Licinias. Hizo eso porque el trabajo del campo ya no le
interesaba, por eso también rehusará instalarse en una colonia leja
na, si el precio es abandonar Roma y sus placeres.
Tal, en fin, el motivo por el cual prefieran unirse a la oligarquía
dando la espalda a sus benefactores, cuando éstos pretendieron in
cluir a otros menesterosos, italianos esta vez, entre los favorecidos
por su política distributiva. La que se entabla es una guerra de po
7 Voy a intentar explicarme con un ejemplo, porque considero que el punto es
crucial. Supongamos un turista recorriendo una montaña desolada, alejada de la
civilización. Imaginémoslo visitando un rancho, cuyos habitantes carecen de ve
hículos automotores, de electricidad, de teléfono, de conexión a Internet, de te
levisión, radio y la infinidad de electrodomésticos que nuestra cultura consumis
ta nos ha hecho considerar vitales para la subsistencia. Imaginemos también que
este hombre, bienintencionado, llegue con un camión trayendo de obsequio todo
eso, incluyendo un generador para producir electricidad. ¿Los hará más felices?
Posiblemente no, probablemente no haga más que crearles nuevos problemas,
como procurarse combustible por ejemplo. Quizás esos modestos pobladores
hubiesen preferido algo distinto, un casal de palomas, o tal vez un par de muías.
¿Qué sucederá? Lo probable es que vendan los regalos, a una ínfima fracción de
su valor, para procurarse lo que verdaderamente necesitan. El gasto hecho por el
aspirante a benefactor no será debidamente valorado, porque vio, pero miró sin
percibir, sin aprehender la realidad que sus ojos le mostraban, y lo que se ocul
taba detrás de ella.