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Creatividad e investigación
por Luis Moisset de Espanés 1
Sum ario: 1. Creatividad - 2. Investigacn.
1. Creatividad
Estas neas tienen carácter anecdótico pero persiguen también
como objetivo efectuar algunas reflexiones sobre la investigación,
sus métodos, el derecho de cita y la forma de realizar esas citas en
una obra jurídica.
Ocupémonos primero de lo anecdótico. Hace algún tiempo un
excelente amigo y destacado civilista me solicitó participase en un
seminario que debía organizar, pidiéndome tomase a mi cargo el
tema dominio de automotores; mi primera respuesta fue negativa,
en razón del exceso de tareas que me impone la función judicial,
pero me desarmó dicndome:
-E l Seminario se realiza en la provincia de Neuquén y recuerdo
haberte escuchado que jamás negabas tu colaboración en tareas que
debiesen realizarse en la Patagonia.
Pensé para mis adentros: el pez por la boca muere...”, y debí
aceptar la cordial invitación que me formulaban.
A mediados de julio me llamó por teléfono para recordarme el
Publicado con el seunimo de Criticón (L.M.E.) en Lunes 4 30, Valencia,
157, 2a quincena - noviembre 1995, N° 157, p. 54; en Rev. del Notariado,
858, pág. 319; en Revista Judica del Perú (Trujillo) Año XLV, N° 1 (enero-
marzo 1995), p. 189; y en Zeus, T. 67, D-29.
DOCTRINA
compromiso, y comunicarme que mi participación tendría lugar el
11 de agosto; le comen que me había enterado de la reciente apa
rición de una obra sobre el tema y pensaba buscarla para ver qué
novedades contenía.
El lunes 25 de julio, día infausto en el que falleció una joven
profesora adjunta, discípula dilecta que efectuó su carrera docente
en mi Cátedra de Obligaciones, luego de acompañar a su marido,
su madre y sus pequeños hijos desde la Clínica hasta su casa, pasé
por una Librería y solici un ejemplar de la obra mencionada, pi
diendo la cargasen en mi cuenta.
Uno de los socios de la Librería, que al mismo tiempo es editor
y participa en la meritoria tarea de publicar Foro de Córdoba, me
propuso obsequiarme el libro, con la condicn de que le hiciese un
comentario. Acep, sin vacilar, pues no solamente el tema me apa
siona, sino porque consideraba un deber ponerme al tanto de todo
lo escrito sobre lo que iba a ser motivo de mi charla.
Al llegar a mi casa, cansado y triste por la pérdida de una ami
ga y discípula, me senté a departir con mi esposa, en la cocina, con
la mesa de por medio. Tenía todavía el libro en mis manos y, casi
irreflexivamente, al azar, lo abrí en la página 190; mi vista cayó
sobre el párrafo que se encuentra en la parte superior de esa página.
Automáticamente recorrí las primeras palabras y debo confesar que
me sentí algo sorprendido porque el texto que leía me resultaba fa
miliar y evocaba en mi memoria algo que creía conocer muy bien.
Suspendí entonces el diálogo y pedí a mi esposa que me espera
ra un momento; me levanté, busqué un ejemplar de mi obra sobre
Dominio de automotores y Publicidad registral y, con la ayuda de
mi mujer, cotejé el párrafo con lo escrito en la página 143 de ese
libro, verificando que había sido reproducido textualmente, sin cita
ni mención alguna y, menos aún, el empleo de las comillas que co
rresponde colocar cuando se efectúan reproducciones textuales.
Confieso que en el primer momento me sentí algo indignado,
pese a que mi esposa que me conoce muy bien afirma que
en realidad estos episodios no me enojan sino que me divierten y
que posiblemente mi molestia se debiese más bien a la comproba
ción de que no era el único que había sido reproducido sin citar,
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ya que al indagar algo más pude comprobar que en varias oportu
nidades el “autor” había procedido de la misma manera; a guisa
de ejemplo mencionaré que en análoga situación encontré párra
fos de Betti, Genovese, y del gran hipotecarista español, Ramón
Ma. Roca Sastre.
En resumen, encontré fragmentos tomados textualmente de al
gunos de mis trabajos, sin entrecomillar ni efectuar ninguna men
ción de la fuente, que superaban en conjunto el millar de palabras,
a lo que debían sumarse otros casos en que citaba autor, pero sin
individualizar correctamente los textos, ni colocaba las comillas
que exige el derecho de cita, aspecto al que me referiré más ade
lante.
Para concluir con lo anecdótico recordaré que un par de días
después, el miércoles 27 de julio, viajé a Paraguay donde partici
pé en un Congreso sobre Libertad de prensa, y tuve oportunidad
de conocer a un talentoso periodista y abogado, Helio Vera, que
acababa de publicar un pequeño libro, titulado Diccionario - Con-
trera 2, con definiciones en las que campea un ácido pero chis
peante buen humor. Nos dice allí que creatividad es la facultad
que poseen pocos elegidos quienes, habiéndose dado cuenta de
que no tienen el talento para crear, por lo menos demuestran cora
je para copiar3.
II. Investigación
a) Derecho y deber de cita
Paso, pues, a las reflexiones sobre la tarea del investigador que,
aunque posea alguna originalidad y pueda con su esfuerzo realizar
aportes novedosos que enriquezcan la cultura de la humanidad, ja
más podrá prescindir totalmente de los conocimientos que fueron
4 edicn, Colihue, Asuncn, 1994.
Ver Helio Vera, Diccionario - Contrera, p. 29.
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DOCTRINA
adquiridos por quienes le han precedido en la ardua tarea de bús
queda de la verdad y el saber.
Pero, llegado el momento de concretar sus estudios en una obra,
debe poner escrupuloso cuidado en señalar las fuentes en que ha
abrevado, y si utiliza ideas o conceptos ajenos, deberá citar el
a
utor y el trabajo. Atendiendo a esa realidad la ley consagra el de
recho de cita, que configura al mismo tiempo un deber de cita,
que encuentra su marco en imperativos tanto de tipo legal, como de
carácter ético.
El catedrático argentino Isidro Satanowsky, en su obra Derecho
Intelectual4, al referirse al derecho de cita nos decía: tres requi
sitos condicionan el ejercicio de su derecho: indicar el nombre del
autor, hacer la cita entre comillas e incorporarla dentro de un texto
personal5, agregando a renglón seguido una previsión que estima
mos no debe olvidar jamás el investigador:
“Las citas pueden constituir, si no la parte esencial de una obra,
por lo menos la más interesante y multiplicarse hasta llegar a un
aprovechamiento ilegítimo de la producción ajena. Es por eso que la
ley ha previsto el caso determinando los límites dentro de los cuales
debe mantenerse el que cita. La ley argentina (art. 10), fija en un
máximo de 1000 palabras, y la italiana (art. 22) tres páginas” 6.
Cuando he dictado cursos sobre Metodología de la investiga
ción, o dirigido tesis doctorales, he recordado siempre estas reglas a
mis discípulos y en muchas oportunidades he debido rechazar traba
jos, u ordenar que se los corrigiese, porque en ellos se violaban los
principios que inspiran el derecho de cita recordándoles que aun
que no hubiesen procedido dolosamente— su conducta podía tornar
se icita si rebasaba los mites objetivos impuestos por la ley o, en
otros casos, configurar una falta ética al incurrir, por ejemplo, en
desprolijidades inadmisibles en un trabajo de tesis doctoral.
Tan antiguo y reconocido por todos es el deber de colocar las
citas entre comillas, que el Diccionario de la Real Academia, al re
4 Tea, Buenos Aires, 1954, 2 tomos.
5 Isidro Satanowsky, obra citada, T. I, 198-E, p. 354.
Obra y lugar citados en nota anterior.
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ferirse a las funciones que cumple ese signo, dice en la segunda
acepción de la mencionada voz: Signo ortográfico que se pone al
principio y al fin de las frases incluidas como citas o ejemplos en
impresos o manuscritos....
Por su parte Satanowsky insiste: Para que haya derecho de cita,
y no plagio o reproducción parcial, es indispensable indicar el
nombre del autor, hacer la cita entre comillas, incorporarla en un
texto personal, que la cita no forme un todo completo, no constitu
ya una obra distinta y no tenga un fin mercantil o de lucro. Debe
ser un simple accesorio y estar a modo de explicación” 7.
b) Plagio
Lamentablemente son muchas, casi dia excesivas, las oportuni
dades en que se menciona a pie de página un autor, pero se omiten
en el cuerpo del trabajo las comillas que debieron usarse para indi
car que se trata de reproducciones textuales. Es cierto que a veces
se cambia un verbo o un adjetivo, se suprimen un par de palabras o
se agrega alguna otra... Se trata de una forma solapada de engaño,
que presenta lo propio como ajeno y crea la falsa apariencia de que
hay una concordancia entre el pensamiento expuesto en el trabajo,
y el que se encuentra en la obra citada, cuando en realidad lo úni
co que se ha hecho es reproducir un pensamiento ajeno, como si
fuese propio.
Todo esto me recuerda nuevamente el Diccionario Contrera, de
Helio Vera, quien al referirse al “plagiodice: “Copia, en todo o en
parte, de un texto ajeno sin mencionar la fuente. Si la copia es de
varios textos debe ser llamada investigación” 8.
De esta forma se publican con frecuencia libros voluminosos,
cuyos “autorestienen como mérito principal el haber recopilado
ideas ajenas y haberlas presentado como si fuesen el producto de
una investigación original.
7 Satanowsky, obra citada, NE 480, T. II, p. 211.
Helio Vera, Diccionario - Contrera, p. 61.
Creo, sin embargo, que a veces algunas partes de esas obras
suelen ser propias de los autores; cuando tal cosa sucede resulta
fácil individualizar los aportes “originales, pues las frases e ideas
que no han sido tomadas de obras ajenas se distinguen por lo con
fuso de la redacción o los errores jurídicos que en ellas se deslizan
(por no decir horrores), porque cuando estos autorescarecen
de una guía orientadora, vacilan, tropiezan e incurren fácilmente en
errores o inexactitudes conceptuales.
Recuerdo que al comentar un cambio legislativo un crítico muy
cáustico afirmó:En esta ley hay cosas buenas y cosas nuevas;
pero lo bueno no es nuevo, y lo nuevo no es bueno. Me imagino
que si ese crítico leyera las obras a que aludo, modificaría ligera
mente su frase y diría: En el libro hay cosas buenas y cosas pro
pias; pero lo bueno no es propio, y lo propio no es bueno.
Sin embargo no desespero, pese a mi espíritu de Criticón. En los
cultores de nuestra ciencia también encontramos creatividad e
investigacn, y lo más notable es que quienes practican con es
fuerzo estas virtudes, lo hacen para satisfacer a su conciencia, sin
buscar ni esperar ningún reconocimiento.