IDENTIDAD
Su formación filosófica en Bélgica, su formación teológica en
Alemania, su especialización en bioética en los Estados Unidos, y
su destino como misionero en Japón, lo fueron llevando — paulati
na pero inexorablem ente— , hacia ese universalismo sin fronteras
de ciudadano del mundo, que caracterizaría toda su vida.
En los Estados Unidos, completando su formación jesuítica con
la experiencia de la Tercera Probación, y en fidelidad a su inquie
tud por la justicia, se solidarizó con los presos de algunas de las
cárceles de máxima seguridad de aquel país, a los que visitaba con
frecuencia, siendo él mismo, años más tarde, encarcelado en Japón.
Y ya en el Japón, en donde fue capaz de insertarse en la cultura
nipona para comprenderla desde dentro y profundamente, también
se solidarizó con las victimas de una de las mayores tragedias del
Siglo XX, los afectados en Hiroshima por la explosión de la bom
ba atómica. Como rector del noviciado de los jesuítas en Yamagu-
chi, muy cerca de Hiroshima, fue testigo de prim era mano de los
efectos devastadores de la energía atómica mal utilizada.
Por su iniciativa, el noviciado se convirtió rápidamente en hos
pital de primeros auxilios, y él se lanzó decididamente a la ayuda
humanitaria, aplicando sus conocimientos de medicina para aliviar
los terribles sufrimientos de tantos seres humanos y salvando la
vida de cientos de personas. Desde su radical optimismo de hom
bre enamorado de Dios, Pedro A rrupe trabajó incansablem ente
para transform ar la fuerza destructora de la bomba atóm ica, en
energía para la creatividad y la solidaridad.
Y pese al horror vivido, al ser protagonista de uno de los episo
dios más tristes y terribles de la historia de la humanidad, Pedro
Arrupe quedaría marcado definitivamente y para bien por la bom
ba, que hizo estallar en él y afianzarse, su increíble libertad espiri
tual y su enorme osadía evangélica.
Porque él, que fue testigo directo del poder destructor del mal, y
del daño que pueden causar la malicia y el odio entre los seres hu
manos, sin embargo nunca perdió la fe y la confianza en el hom
bre. Por eso mismo, siempre animó a todos a mirar la realidad con
los ojos de Dios, para descubrir el lado bueno de las cosas y del .
mundo.