CRISTINA FILIPPI
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No obstante, esta ejecución personal implicaba también ejecu
ción patrimonial, ya que el deudor se desplazaba junto con todos
sus bienes. Apoderarse de aquél, implicaba también tomar posesión
de éstos, de suerte que podríamos decir que el procedimiento de
quiebra actual mantiene en esencia el mismo principio, con la sal
vedad de que la persona del fallido permanece incólume. Es sola
mente su patrimonio el que se enajena.
Vendido como esclavo, ¿dónde? -Tras el Tíber, dicen las fuen
tes, dando testimonio de que, para esos tiempos, sólo una orilla del
río era romana. En la otra reinaba la ciudad etrusca de Veyes.
Un ciudadano no podía ser vendido como esclavo en la misma
Roma, y no sólo por razones jurídicas, fundamentalmente en virtud
de una motivación política. Rebaños de siervos que otrora habían
sido hombres libres constituirían un recordatorio demasiado vivido
de la crueldad y voracidad de los patricios, y una permanente invi
tación a la sublevación de los plebeyos.
Lo cual nos lleva a otro problema, agudizado con la introduc
ción del derecho de postliminio en virtud del cual, si un ciudadano
romano esclavizado lograba huir y retornar a la patria, recuperaba
automáticamente su libertad, como si jamás la hubiese perdido.
¿Una consecuencia? -La obvia, los deudores vendidos como escla
vos en la orilla norte del Tíber, o cerca de ella, no valían práctica
mente nada. Les bastaba escapar, cruzar el río, y quien los había
comprado perdía todo derecho sobre ellos. Volvían a ser hombres
libres, de pleno derecho. No recibían castigo, al contrario recupera
ban la ciudadanía como si jamás la hubiesen perdido.
Era menester entonces no solamente cruzar el Tíber, sino tam
bién adentrarse lo suficiente en territorio etrusco, como para dar
garantías suficientes de que el siervo fugitivo pudiera volver a ser
capturado, antes de que pisase suelo romano. Ello planteaba algu
nos inconvenientes, sobre todo cuando los acreedores eran dos o
más, si descartamos la opción que preveían las XII Tablas 2,
2 Por su crueldad durísimamente criticadas por A u l o G e lio , Noches Aticas,
Ejea, Buenos Aires, 1959, cuando reproduce un diálogo entre Sexto Cecilio y el
filósofo Favorino.