Sobre esta caracterización, insiste la idea de una impunidad justificada para los casos
de estos jóvenes, que despliega su fuerza en el orden de lo moral construyendo criterios de
valoración y percepción social de la población con respecto a las víctimas a partir de la
estigmatización, consiguiendo el aislamiento y la desacreditación de estas personas. Hay en
ese mensaje, emanado de los círculos de poder y dominación, un proyecto social, un destino
ideológico para estas poblaciones que sentencia un devenir marginal, una vida precaria. Se
podría pensar aquí en la noción de “vida desnuda” propuesta por Agamben (1998) que, como
retoma Giorgi (2008) “refiere siempre a una ‘zona de indistinción’ entre la vida humana
socialmente reconocible y la vida ‘meramente biológica’, es decir la vida despojada de las
marcas que la vuelven objeto de protección y reconocimiento por parte de un orden jurídico y
político dado (…) donde la legibilidad social de un cuerpo se interrumpe” (p. 48). Vidas,
desprovistas de reconocimiento social, económico, político que reflejan la degradación de lo
social propia de la era neoliberal.
En el transcurso de nuestro trabajo, esto es, como psicólogas y psicólogos que
acompañamos a familiares de jóvenes asesinados por la policía de Córdoba, hemos
presenciado los innumerables efectos con los que opera la impunidad, en un movimiento que
es dialéctico entre las afectaciones colectivas, comunitarias y sociales y el propio malestar
psicológico, subjetivo y singular.
Diversos autores/as (Aguiar, 1993; Mejía Correa, 2005; Bottinelli, 2005; Gómez Isa,
2011) se han encargado de pormenorizar los sentimientos que emergen de las situaciones de
impunidad, tales como frustración, angustia, miedo, culpa, rabia, aislamiento, impotencia,
desconfianza y desamparo entre otros. Como dirá Barrault (2016) estos son “una serie de
sentimientos ante el avasallamiento en una relación de poder. No es solo además una relación
de poder sino la percepción de lo injusto de esta relación. Implica cierta relación con lo
público por su expresa presencia o su insistente ocultamiento” (p.6).
Entendemos que los efectos de la impunidad pendulan entre las tensiones de lo
singular y lo colectivo. La experiencia de nuestro equipo nos lleva entonces a posicionarnos
desde un enfoque psicosocial que tenga a lo social comunitario como el espacio privilegiado
de tramitación de estas afectaciones. La construcción de redes de sostén que permitan el
pasaje a lo público del dolor producido por la pérdida de un familiar, amigo, vecino, la
reconstrucción del lazo social, asentado en una cultura de derechos humanos y su ejercicio
ciudadano, la transformación de las instituciones de justicia y la garantía del derecho por parte