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Debates actuales en Psicología y Sociedad. Año II, Nº 2, 2019. Pág. 1-16.
Exilio interno y campo psi en Córdoba durante la última dictadura militar. Primeras
aproximaciones e interrogantes
Internal exile and psi scientific field in Córdoba in the last military dictatorship. First
approaches and questions
Vissani, Laura; Scherman, Patricia; Fantini, Nilda
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Resumen. Se busca comprender mejor la configuración del campo psi en Córdoba durante la
última dictadura militar. Se analizan los espacios de encuentro y formación profesional que se
desarrollaron y se discute si estos pueden ser definidos como prácticas de resistencia en
condiciones de exilio interno. Se examina la noción de exilio interno en tanto enfatiza no sólo
los desplazamientos de lugar geográfico, sino la mudanza de hábitos a la cuales los exilados
se vieron sometidos. Se propone analizar la conformación de grupos de estudio -constituidos
como estrategias alternativas de formación y lectura-, como prácticas de resistencia
entendidas al modo foucaultiano. La figura de pliegue destacada por Deleuze, permite
considerar la configuración de un espacio donde se hace posible eludir la violencia ejercida
por el poder y continuar desarrollando un modo de hacer con otros, por fuera de los estrechos
marcos regulatorios que imponía la dictadura.
Palabras Clave: Dictadura argentina - Psicología- Historia reciente- Exilio interno
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Vissani, Laura. Licenciada en Psicología, UNC. Profesora Asistente, Escuela de Ciencias de la Educación,
UNC. Córdoba, Argentina. lauravissa[email protected]
Scherman, Patricia. Doctora en Psicología UNC. Profesora Titular Facultad de Filosofía y Humanidades, UCC,
Facultad de Psicología UNC, Córdoba, Argentina. patoscherman@gmail.com
Fantini, Nilda. Licenciada en Psicología, UNC. Maestranda, Maestría en Antropología,FFyH, UNC. Córdoba,
Argentina. nildafanti[email protected]m
Debates actuales en Psicología y Sociedad. ISSN en línea: 2591-524X
Año II, Nº 2, 2019. Pág. 1-16.
DOI: 10.22529/daps.2019.2(2)01 / Recibido: 19-05-2019 / Aprobado: 31-10-2019.
Artículo publicado bajo Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar.
© Universidad Católica de Córdoba.
Exilio interno y campo psi en Córdoba durante la última dictadura militar.
Primeras aproximaciones e interrogantes
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Debates actuales en Psicología y Sociedad. Año II, Nº 2, 2019. Pág. 1-16.
Abstract. A better understanding of the psi scientific field configuration in Córdoba in the
last military dictatorship is proposed. The meeting points and professional training are
analyzed. We discuss if these can be defined as resistance practices in conditions of internal
exile. This notion is examined, which emphasizes not only the displacements of geographical
place, but the change of habits to which the people exiled were subjected. We propose to
consider the formation of study groups -constituted at the time as alternative strategies for
training and discipline-, as resistance practices understood in the foucaultian way. The fold
figure highlighted by Deleuze, allows us to consider the configuration of a space where it is
possible to avoid the violence exerted by power and continue to develop a way of working
with others, outside of the narrow regulatory frameworks imposed by the military
dictatorship.
Keywords: Argentine dictatorship - Psychology- Presente History- Internal exile
L. Vissani, P. Scherman, N. Fantini
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Introducción: Sobre el escenario que configuró la dictadura argentina en el campo psi
El inicio de la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 significó un
duro golpe para la ciudadanía, y también para la formación profesional en psicología en la
Argentina. En tanto espacios de formación de jóvenes, las carreras de psicología fueron
revisadas y evaluadas a la luz del nuevo enfoque que el gobierno de la dictadura buscaba
implementar. Mientras algunas carreras cerraron sus puertas, ya sea de manera definitiva o
por largo tiempo, en otras no se permitió el ingreso de nuevos estudiantes (Carpintero y
Vainer, 2005; Calabresi, 2015; Di Doménico, Giuliani, Visca, Ostrovsky, Moya y Manso,
2008; Klappenbach, 2015; Sanz Ferramola, 2000). En Córdoba, tanto en la Universidad
Nacional como en la Universidad Católica, se cerraron las puertas al ingreso de nuevos
estudiantes, al mismo tiempo que se restringía el alcance de las lecturas permitidas (Autor,
2013; Autor, 2016). Algunos autores y textos fueron abiertamente censurados y otros,
reducidos a una expresión puramente técnica, disminuidos en sus posibilidades de entrar en
relación con otras lecturas, a riesgo de ser calificados de ideológicos, es decir, neutralizados
en su capacidad creadora (Autor, 2018). “Las universidades se convirtieron en ámbitos
acríticos donde se reprimió la libertad de pensamiento y fueron censurados o replanteados los
programas de las carreras mientras se abandonaban las propuestas de formación y
actualización profesional” (González Aguirre, 2012, p.117).
A la vez, se producía una masiva cesantía de docentes en las carreras ligadas a las
humanidades y ciencias sociales. En rdoba, las persecuciones a docentes y profesionales
identificados con diversas propuestas transformadoras comenzaron en el año 1974, luego que
el Gobierno Provincial fuera intervenido por el Gobierno Nacional, en un episodio conocido
como el Navarrazo (San Nicolás, 2016; Servetto, 2004; Philp, 2009). Este golpe policial
actuó con violencia directa sobre dirigentes estudiantiles y sindicales, dando como resultado
muertes y numerosas detenciones. Esta violencia que el Estado ejerció de manera frontal
hacia los sujetos involucrados en acciones de militancia política o social también impactó en
las prácticas científicas y profesionales, en particular en los dispositivos de trabajo grupal y/o
comunitario (Ferrero, Quiroga y Zuñiga, 2018). Tanto el trabajo de los colectivos
profesionales como el interés hacia el cambio de las condiciones sociales en la labor
comunitaria eran sospechados de dar lugar a actividades subversivas. En el ámbito de las
prácticas ligadas al campo psi se disolvieron distintas iniciativas; se cerraron las incipientes
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comunidades terapéuticas, docentes y profesionales fueron separados de sus cargos o debieron
partir al exilio (Carpintero y Vainer, 2005; Schiavoni y Wouters, 2014).
“…donde se hizo sentir de manera más demoledora el poder devastador de la
fuerza represiva fue en los secuestros y desapariciones de profesionales y
técnicos involucrados en proyectos y programas transformadores; en el recorte
de espacios sociales y fundamentalmente en el doloroso desmantelamiento de
las redes tejidas durante la puesta en práctica de estas experiencias, facilitadas
por las novedosas orientaciones teóricas ingresadas por la psicología”.
(González Aguirre, 2012, p.118)
Fue justamente en este período en que esta reciente profesión, que hacia fines de la
década de 1960 encontraba que su rol comenzaba a afirmarse (Klappenbach, 2006), que
comenzaba a ubicar su lugar y concebir su oficio en relación con la realidad latinoamericana
(Autor, 2018), cuando la dictadura vino a interrumpir de manera violenta esos procesos.
Klappenbach (2006) y Sanz Ferramola (2000) se refieren a los efectos de la dictadura sobre
los movimientos y discusiones que se daban en ese momento en el campo psi, indicando que
no sólo se secuestraron e hicieron desaparecer a psicólogos y estudiantes de psicología y se
cerraron carreras universitarias de psicología, sino que a la vez se interrumpieron bruscamente
las condiciones que habían favorecido el debate sobre el rol y que se visualizó a la psicología
como una de las ideologías que habían promovido una visión ajena a la tradición del país.
Esta calificación de la psicología como “ideología”, que implica una descalificación
de la misma como saber científico (Autor, 2016), alcanzó sobre todo a las prácticas que se
apartaban del ejercicio individual de la profesión asociada de manera casi exclusiva al ámbito
clínico, ejercicio que se percibía desvinculado de las acciones sociales y comunitarias, y
ligado al tratamiento característico de la medicina. En aquel momento, los psicólogos que
indagaban y se desempeñaban en otros ámbitos, que incursionaban en otras lecturas, que
enriquecían e interrogaban los saberes recibidos, estaban comenzando a producir nuevas
demarcaciones en el debate sobre el rol del este nuevo profesional, el cual comenzaba a
concebirse como agente de cambio (Klappenbach, 2006).
En este marco, se producían relecturas de autores que habían sido recibidos en el país
años antes bajo una impronta clínica, pero que a fines de la década de 1960 eran leídos y
reflexionados desde otras coordenadas, sobre todo dentro de las universidades. Por ejemplo,
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las lecturas de Freud asociadas al marxismo, las lecturas de Piaget y de otros autores
asociadas a las nuevas pedagogías, sobre todo a la pedagogía de la liberación, la teología de la
liberación y la psicología social (Autor, 2018). Hacia principios de los años 1970 comenzaban
a definirse nuevos sujetos y nuevas subjetividades, herederos del mayo francés de 1968 y de
movimientos latinoamericanos, los cuales hacían sentir su efecto en las discusiones teóricas y
en las prácticas profesionales, no desvinculadas de posicionamientos políticos (Autor, 2017).
El texto Psicología, ideología y ciencia (Braunstein, Pasternac, Saal y Benedito, 1976) tan
difundido en la UNC y en otros lugares de Latinoamérica, da testimonio de ello.
Esas trayectorias dispersas, pero presentes en distintos puntos del país, se interrumpen
desde 1974 y más contundentemente a partir de 1976. El poder de la dictadura impone la
necesidad de desistir en la continuación de ciertas orientaciones en las prácticas,
particularmente aquellas que podrían llevar a un cuestionamiento del orden establecido. Al
mismo tiempo, el gobierno militar suspendió la posibilidad de realizar reuniones, con lo cual
quedaban también coartadas las posibilidades de conformar grupos profesionales, a riesgo de
generar sospechas.
El exilio y el insilio
En este escenario, surge la dimensión del exilio, el cual hace referencia a la gran
cantidad de personas que debieron optar por salir del país, buscando radicarse en algún país
extranjero, a través de amigos u otros contactos (Jensen y Lastra, 2014). En el caso de nuestro
estudio, algunos de estos profesionales retornarán luego al país y a las universidades a partir
de 1984, reinsertándose a veces en los espacios de los que habían sido separados, y
produciendo nuevas transformaciones, aun cuando los procesos interrumpidos en 1976 no
podrán ser recuperados, en lo que se considera una inmensa pérdida.
Sin embargo, muchos profesionales que por diferentes razones no emigraron y se
quedaron en el país, ya sea porque no se consideraban directamente perseguidos o porque no
lograban salir del país para radicarse en el extranjero, bien porque no tenían los medios
económicos o contactos materiales para hacerlo, sufrieron un impacto de otra índole. Nos
referimos a aquellas personas que ante esta irrupción del régimen militar, se vieron obligadas
por un lado a dejar su trabajo, ya sea por despido, autocuidado, o bien porque su trabajo se
disolvió; que también soportaron el exilio o la desaparición de colegas, compañeros y seres
queridos; que debieron modificar profundamente sus prácticas, y a veces mudarse de lugar de
residencia, -barrio, ciudad o provincia-. “Frente al avasallamiento de las libertades
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individuales y la perspectiva de perder la vida, se desactivó todo liderazgo popular. El exilio,
así como el insilio, fueron algunas de las estrategias más instaladas” (González Aguirre, 2012,
p.118).
La denominación de exilio interno, que puede aparecer como contradictoria en su
formulación, surge para dar cuenta de las migraciones o los desplazamientos que debieron
realizar quienes vieron interrumpida una trayectoria de trabajo y de formación, sea porque se
cerraron sus lugares de trabajo, o que fueron cesanteados, o que trabajaban con otros que
habían partido al exilio (Casola, 2009). Algunos eligieron para desarrollar su profesión otros
puntos del país, buscando nuevos espacios de trabajo, o bien tuvieron que mudar de prácticas
laborales. Tal fue el caso de tres profesionales y docentes universitarias que entrevistamos en
el curso de nuestra investigación, encontrándonos con esta particularidad que se repetía en las
tres historias de vida: el desplazamiento, el movimiento, la búsqueda y creación de nuevos
espacios donde desarrollar la profesión (Autor, 2015).
Se ha señalado que el exilio interno o insilio fue una modalidad más extendida entre la
clase trabajadora y militantes de superficie (Casola, 2009). Sin embargo, aunque extendido,
consideramos este que no ha recibido en nuestro campo la atención suficiente, dado que se
discute la entidad del mismo y ciertas dificultades metodológicas lo acompañan. Entre las
dificultades metodológicas ligadas a la investigación del exilio interno encontramos: ausencia
de registros migratorios, inexistencia de colectivos de exiliados y de actividades específicas.
De manera que el conocimiento de estos procesos descansa en la entrevista oral y las fuentes
privadas como principal fuente de investigación (Casola, 2009).
Casola (2009) se pregunta por el modo en que el exilio interno podría, como el exilio
exterior, recorrer el camino de la resistencia. Ya que, a diferencia de la comunidad de
exiliados en el exterior que logró jugar un rol importante en las actividades de denuncia a la
dictadura, creando redes de apoyo y solidaridad con los organismos de derechos humanos,
desde la posibilidad de decir, de denunciar lo que estaban viviendo, los exilios internos
estuvieron marcados por el silencio y la desconexión de las organizaciones. “Dado que la vida
privada se convirtió en sustituto de la pública, el aislamiento o la autocensura se
transformaron en opciones presentes en la vida cotidiana” (Gonzalez Aguirre, 2012, p. 118).
El silencio y el ocultamiento como modalidad de lazo social que imponía la dictadura, a
través de diversas estrategias, ha sido calificado como un proceso de inversión del mundo
(Catela Da Silva, 2001). Esta autora -en su estudio sobre familiares de desaparecidos-,
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muestra cómo la tragedia individual, íntima, privada, transformó la relación con lo público.
La práctica individual, privada, de la profesión, se convirtió en la alternativa más viable ante
este escenario, lo cual se condice con lo planteado por Casola (2009) respecto de la
preponderancia del ámbito privado en la definición de los nuevos modos de vida.
Sin embargo, si bien la opción de desvincularse y enfocarse en la práctica clínica en el
ámbito privado parece haber sido la más recurrentemente adoptada en aquel momento en una
Córdoba vigilada, para algunos profesionales fue posible producir algunas acciones que les
permitieran poder continuar desarrollando, en parte, el camino y las lecturas elegidas. Nos
referimos a la posibilidad de producir ciertos movimientos sobre una nea de acción, sobre el
límite que la dictadura imponía, pero sin salirse de esa línea, ya que traspasarla implicaba la
posibilidad concreta de persecución y muerte.
Los grupos de estudio durante la dictadura
Algunos de estos movimientos, que González Aguirre (2012) denomina como
estrategias de supervivencia, fue la conformación de grupos de estudio. El progreso de la vida
académica e intelectual ya no se centraba en las universidades, que se habían convertido en un
territorio monótono en materia de desarrollo de pensamiento. Las carreras de psicología
permanecían con una mínima actividad, despojadas de lecturas o discusiones transformadoras,
escasamente innovadoras en materia de concepciones y prácticas del campo psi. Frente a este
panorama surgían propuestas de lectura, grupales, pero pequeñas, de escaso número de
participantes, los llamados grupos de estudio (Courel y Talak, 2001). Eran grupos más o
menos cerrados, que se establecían en torno a un tema y/o autor en particular. En otros casos
eran propuestas más abiertas, como cursos vinculados a asociaciones de profesionales,
algunas recientemente creadas o actividades y espacios de formación convocadas desde los
servicios de salud de los hospitales. Estos espacios se podían sustraer en parte a la mirada
evaluadora de la censura, en tanto conservaran las características de perfeccionamiento
técnico ligado siempre al ejercicio clínico de la actividad profesional.
González Aguirre (2012) se refiere a estas modalidades de agrupación de esta manera:
“Fue en este contexto que muchos psicólogos hicieron un refugioen grupos de estudio, en
función de diferentes problemáticas teóricas, pero, principalmente, amparados en la seguridad
que proporcionaban vinculaciones con colegas cimentadas con anterioridad al golpe
(González Aguirre, 2012, p.122). Gentile (2009) ha destacado la importancia de la
supervivencia de los vínculos, las micro-redes de reparación subjetiva y la defensa de los
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espacios sociales profesionales, tales como el hospital, los pequeños e itinerantes grupos de
estudio, las asociaciones profesionales y las revistas. “A partir de estos grupos, y casi
excluyentemente por afinidad teórica, se fortalecieron asociaciones científicas que
contribuyeron, principalmente durante el período 1976-1978, a la unidad de la profesión”
(González Aguirre, 2012, p.123). En Rosario, Gentile (2009) recuerda “el carácter vivificante
del estudio y las discusiones que se dieron en ese periodo” en particular en las lecturas de
Lacan, de su redefinición de la teoría y la clínica psicoanalítica. A estas experiencias
asociativas se les reconoce un efecto positivo, ya que continuaron profundizando propuestas
teóricas complejas, contribuyendo al desarrollo disciplinar local y fortaleciendo las bases
científicas de la psicología (González Aguirre, 2012).
En esta misma línea, Diana Maffía (2010) reflexiona sobre su experiencia en sus años
estudiantiles durante la dictadura y lo que para ella significó la Sociedad Argentina de
Análisis Filosófico -SADAF-, fundada por profesores como Gregorio Klimovsky, que habían
sido apartados de la universidad: “Las inolvidables reuniones de los sábados, donde una
conferencia era seguida de un comentario y luego un debate colectivo, fueron una escuela de
discusión crítica y aprendizaje de pluralidad y apertura.” (Maffia, 2010, p.9). Nuestras
entrevistadas han señalado algo semejante respecto a la intensidad del estudio, a la posibilidad
de encontrar autores y enfoques novedosos, incluso acerca de la satisfacción alcanzada en el
estudio reflexivo de los textos. Maffía ha señalado que en Sadaf cursó seminarios desde
perspectivas teóricas, -materias, autores y métodos-, que no se transmitían en la carrera de
filosofía de la UBA.En Buenos Aires, a estos grupos que mantuvieron vivo el conocimiento
se los llamó después La Universidad de Las Catacumbas (Maffia, 2010, p.9).
Estas asociaciones y grupos de lectura, realizados al margen de las cátedras
universitarias, surgieron como alternativa de formación en un momento y en un contexto
particularmente opresivo, de censura en el terreno de las ideas y de persecución política. El
momento particular en el que surgieron, esta coyuntura, nos lleva a considerarlos como
espacios de resistencia, de creatividad, de potencialidad, que permitieron dar continuidad a las
lecturas, a una libertad de pensamiento, y sostener las prácticas en el límite de lo permitido.
Nos preguntamos ¿es legítimo pensarlas en tanto pliegues, en tanto formas de resistencia?
Seguimos este interrogante, entendiendo a esta noción desde los desarrollos de Michel
Foucault sobre el poder.
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De poder y resistencias
En el texto El sujeto y el poder, Foucault (1988) distingue entre relaciones de
violencia y relaciones de poder:
Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o sobre cosas: fuerza, somete,
quiebra, destruye: cierra la puerta a toda posibilidad. Su polo opuesto sólo
puede ser la pasividad, y si tropieza con cualquier otra resistencia no tiene más
opción que intentar minimizarla. En cambio, una relación de poder se articula
sobre dos elementos, ambos indispensables para ser justamente una relación de
poder: que "el otro" (aquel sobre el cual ésta se ejerce) sea totalmente
reconocido y que se le mantenga hasta el final como un sujeto de acción y que
se abra, frente a la relación de poder, todo un campo de respuestas, reacciones,
efectos y posibles invenciones. (Foucault, 1988, p. 14)
En este sentido, consideramos que durante la dictadura iniciada en 1976 en la
Argentina convivieron ambos modos: la violencia, que llevó a la desaparición forzada de
personas, y un ejercicio del poder que restringió, censuró y prohib ciertas prácticas
individuales o grupales, pero sin anular totalmente las posibilidades de acción.
Es en este punto donde aparece la resistencia como una fuerza que surge en el seno de
las relaciones de poder, pero que se despliega como una relación de provocación permanente;
la resistencia como provocación, no como enfrentamiento del poder (Foucault, 1988, p.16).
Es en este juego de poder y resistencia, de un ejercicio del poder que imponía estrechos
márgenes al ejercicio de la libertad, donde no pudo aniquilar todas las diferencias, la
resistencia encontró formas de manifestarse. Las ideas y las acciones que no eran permitidas
encontraron la manera de sobrevivir bajo nuevas formas, de maneras diversas.
Pliegues
Podemos considerar a estas reuniones, asociaciones y grupos de estudio como una de
esas formas de resistencia, justamente porque no se enfrentaron de manera directa al poder
imperante, sino que se configuraron a la manera de un pliegue. Siguiendo a Deleuze en sus
desarrollos sobre la subjetivación en Foucault, la noción de pliegue nos ayudará a despejar
mejor, a precisar los rasgos de la aparición de estos espacios donde podía ejercerse cierta
libertad, en un contexto de censura y restricción. Estos dispositivos, estas formas de
resistencia surgidas en condiciones de exilio interno, pueden considerarse como un refugio,
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siempre que no lo entendamos como una vuelta hacia la interioridad de cada sujeto, a lo
privado de cada uno, a una individualidad. En el afuera colectivo, en el ámbito de lo público,
cualquier manifestación directa en oposición al poder, significaba arriesgar la vida.
Proponemos considerar los grupos de estudio -de los cuales participaron estudiantes,
académicos y profesionales- como pliegues. Siguiendo a Foucault, la subjetividad se distingue
de una interioridad, para convertirse en un pliegue.
Se trata de las líneas primeras de una lectura posible
2
, que resulta interesante en tanto
nos permite analizar estos dispositivos de formación sobre el trasfondo del momento y
escenario en que surgieron y se desarrollaron, dejando huellas hasta hoy. Deleuze señala que
al final de su período de reflexión sobre el poder, Foucault se pregunta por la posibilidad de
franqueamiento de la línea del poder y cómo sería posible hacerlo, en los siguientes términos:
“¿cómo alcanzar un afuera que sea verdaderamente un afuera?” (Deleuze, 2015, p. 14). La
pregunta puesta en juego por Foucault es si se puede plantear un más allá de la línea del
poder, si es posible traspasar el límite trazado por el poder, y advierte que más allá de ese
límite lo que se presenta es el se muere, la muerte efectiva, pero también la muerte en el
sentido de la no vida, de aquello que anula las posibilidades vitales. “En otros términos,
habría efectivamente un más allá de la línea del poder, habría efectivamente franqueamiento
del poder, habría efectivamente línea del afuera, pero este más allá aparece como la muerte”
(Deleuze, 2015, p. 14).
No obstante, existe la posibilidad de que se produzca otra cosa en esa misma línea del
afuera: “…para que todo sea relanzado sería preciso aquí tampoco tenemos elección- que la
línea del afuera sea capaz de ciertos movimientos que la arranquen de la muerte” (Deleuze,
2015, p. 21). Esta otra cosa a la que se alude es un movimiento, el cual puede sustraer una
parte de esa línea del afuera, y producir una invaginación sobre esa línea, dando lugar a un
pliegue. Esta línea del afuera es fundamentalmente movimiento, entendido como flujo,
oscilación o vibración permanente. Metafóricamente se la ilustra bien como una línea
animada por movimientos peristálticos, o bien como una invaginación, según el uso que a este
término se le da en embriología. Una invaginación que va a formar un hueco, conformado por
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Nos apoyamos en el texto La subjetivación: curso sobre Foucault III, de Gilles Deleuze (2015), donde se
reúnen las clases del curso que el filósofo dictó sobre Foucault en la Universidad de Vincennes, entre abril y
mayo de 1986. Es el tercero y último de una serie de cursos sobre lo que él llama los tres ejes del pensamiento de
Foucault: el saber, el poder, la subjetivación.
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el movimiento de la línea. Es en esa posibilidad de hacer un pliegue donde sería posible vivir
en relación al horizonte del poder, el hueco donde algo de la vida pueda ser posible.
Es esta línea del afuera que al plegarse constituye un adentro más profundo que no
remite a un mundo interior, genera un espacio a través de esta operación que Foucault llamará
subjetivación.
De este modo, la subjetivación aparece como plegamiento y construcción de un
espacio nuevo, diferente, que produce y aloja subjetividad, pero que se deriva de la línea del
poder, de un afuera que es su límite. Aún dentro de un sistema atravesado por líneas de fuerza
que traza el poder, a través de la censura, las prohibiciones, hay un espacio posible donde
ejercer esa libertad, donde el gobierno de sí sea posible.
Aquí vemos entonces, desplegarse el tercer eje del pensamiento de Foucault: la
subjetividad. Deleuze remarcará que el ser del sujeto, o la subjetividad, es el plegamiento del
afuera (p.53); indica que, al plegarla, se arranca a la línea del afuera de la muerte y encuentra
una manera de vivir, que es vivir en los pliegues. El poder en sus más variadas formas, se
impone, forma parte de nuestras vidas, pero a su vez, la vida produce nuevos pliegues, nuevas
formas de subjetivación que se sustraen a esas nuevas formas de poder, que tendrían potencial
para generar espacios sustraídos de las amenazas por el control y la dependencia del poder. A
su vez, una vez surgidas nuevas formas de subjetivación, el poder va a tratar de controlarlas,
de doblegarlas.
La dimensión de la subjetivación es tanto individual como colectiva, di Deleuze
(2015, p.171), y daba como ejemplos las subjetivaciones comunitarias de mayo del ’68 así
como la subjetivación de las mujeres con los movimientos de liberación femenina. La
emergencia de nuevas luchas, de nuevos tipos de lucha y la emergencia de nuevas
subjetivaciones son complementarias. La subjetividad no aparece como una interioridad
individual, fuera de las coordenadas impuestas por el afuera, por lo social, por las relaciones
de poder en un momento y contexto determinado. Al contrario, es atravesada por estas
luchas
3
.
3
Entre los tres ejes, poder, saber y sí mismo o subjetivación, habrá todo el tiempo relaciones de lucha, de
oposición y también de compromiso. “Pero así como no cesan de nacer nuevas relaciones de poder, y así como
no cesan de nacer nuevas formas de saber, tampoco cesan de nacer nuevos modos de subjetivación, capaces
algunas veces de oponerse a las relaciones de poder y de independizarse de ellas, otras veces de entablar con
ellas compromisos.” (Deleuze, 2015, p.134).
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En conversación con Félix Guattari, en las mencionadas clases de 1986, este pensador,
activista del mayo francés del ’68 y coautor de varias obras junto con Deleuze, se pregunta
cuáles serían los operadores de esos pliegues, que van a producir en un momento una
mutación en la subjetividad. Allí Guattari relata la situación de una pequeña mutual de
estudiantes, desde la cual algunos participantes produjeron pequeñas transformaciones que
llevaron a otras, luego transformaciones mayores. Esos estudiantes, que disponían de fondos
de la seguridad social de los estudiantes, crearon un gabinete de ayuda psicológica,
inspirándose en el psicoanálisis, planteando problemas del saber, de la relación pedagógica,
de la sexualidad de los estudiantes. “A partir de allí se cristalizaron lo que llamo operadores
de subjetivación completamente nuevos” (Deleuze, 2015, p. 159). Estos operadores de
subjetivación luego tuvieron su efecto en 1968: en Estrasburgo, un pequeño grupo desvió
parte de esos fondos para imprimir octavillas, pequeños panfletos, que se repartieron en las
jornadas previas a las revueltas del mayo francés. Dice Guattari “Hizo falta que hubiese un
operador mínimo, un pequeño territorio de manejo de las relaciones actuales, podemos
llamarlo un pequeño territorio liberado, un pequeño territorio de reapropiación, para que
de repente el pliegue cuaje” (Deleuze, 2015, p.160).
Discusión: Los grupos de estudio como pliegues
Consideramos que los grupos de discusión, las pequeñas organizaciones de
profesionales en plena dictadura, preservaron ese pequeño territorio de subjetividad, lo
sustrajeron de los ámbitos donde el poder se hacía sentir con fuerza, de las universidades
intervenidas, de los libros quemados y prohibidos, de los autores silenciados. El pensamiento
que se quería desterrar definitivamente pudo ser resguardado, para quienes se quedaron en el
país, atravesando los difíciles años de la dictadura militar. Con la recuperación de la
democracia, volvieron a aparecer las ideas, así como los sujetos que debieron callarse y
resguardarse en un exilio interno y los que volvieron del exilio propiamente dicho.
Las referencias a Deleuze y a Foucault, nos ayudan a analizar el movimiento de estas
agrupaciones, de estos grupos que se reunían a leer, buscando un lugar y una forma para
pensar juntos, para no quedarse solos y continuar transitando un camino. Estas referencias son
tanto más necesarias en tanto y en cuanto la consideración de nuestra historia reciente como
campo de estudio nos presenta un doble desafío: historizar el pasado acontecido y
simultáneamente, reconstruir las condiciones de posibilidad de su propio análisis (Franco y
Levín, 2007; Levin, 2016).
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Considerar las acciones ligadas a los mecanismos de discusión en el campo psi
presentes en aquel momento, como una forma de pliegue en esa opresiva línea de poder,
como un espacio donde algo de lo vital se hizo posible, que permitió que esas lecturas
siguieran con vida, permite destacar un pequeño espacio donde el hacer y pensar con otros
fuera mantenido. Pliegues, pequeño territorio liberado, para aquellos a quienes el poder
pretendía imponer, erradicar todo vestigio de pensamiento propio. En este trabajo,
recuperando voces de los actores que participaron de estos grupos, en Buenos Aires, Rosario
y también en nuestro medio, pretendimos reflexionar sobre estas iniciativas que permitieron
sostener la vitalidad de ciertas lecturas. Una resistencia ejercida, no como una confrontación
en la línea del saber-poder, sino en puntos singulares, puntos de subjetivación de pequeñas
experiencias instaladas en pliegues que se sustraen al saber-poder imperante. Estos espacios
permitían dialogar y discutir con otros, romper el silencio que pesaba sobre el colectivo
profesional; el foco no estará en grandes experiencias revolucionarias, sino en pequeñas
experiencias locales, casi silenciosas, que lograron dar continuidad a algunas prácticas,
ponerlas en común y ejercer una capacidad crítica sobre las mismas en relación a ciertas
lecturas, que en definitiva resulta un cuestionarse acerca del orden de las cosas.
Como indicamos más arriba, Guattari relata dos experiencias muy acotadas que
tuvieron un papel importante en el mayo del ´68 en Francia, la de Estrasburgo y otro grupo en
Nanterre: “Lo que quiero decir al subrayar estos dos ejemplos aparentemente un poco
incomprensibles, es que justamente porque eran incomprensibles, justamente porque no eran
directamente interpretables en las coordenadas políticas de la época, en las coordenadas
sindicales, en las coordenadas grupusculares, crearon ese efecto de ruptura…” (Deleuze,
2015, p.160). Retomando las experiencias locales, justamente por ser silenciosas, por ser de
baja magnitud, se tornaron incomprensibles para políticas imperantes y permitieron habitar de
otro modo el espacio casi totalmente ocupado por el saber-poder impuesto por la dictadura.
Para finalizar, nos gustaría destacar estas palabras de Diana Maffía:
“Le debo tanto a Sadaf, le debo tanto a la convicción durante el exilio interno
de quienes fueron echados o renunciaron a sus cátedras en la noche de los
bastones largos, pero no renunciaron a su vocación y hasta el retorno de la
democracia en los 80 mantuvieron generosamente vivo el espíritu crítico, la
pasión por el conocimiento, la convicción ética como marco de la
investigación, el compromiso con la democracia y los derechos humanos. Ellos
Exilio interno y campo psi en Córdoba durante la última dictadura militar.
Primeras aproximaciones e interrogantes
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