En conversación con Félix Guattari, en las mencionadas clases de 1986, este pensador,
activista del mayo francés del ’68 y coautor de varias obras junto con Deleuze, se pregunta
cuáles serían los operadores de esos pliegues, que van a producir en un momento una
mutación en la subjetividad. Allí Guattari relata la situación de una pequeña mutual de
estudiantes, desde la cual algunos participantes produjeron pequeñas transformaciones que
llevaron a otras, luego transformaciones mayores. Esos estudiantes, que disponían de fondos
de la seguridad social de los estudiantes, crearon un gabinete de ayuda psicológica,
inspirándose en el psicoanálisis, planteando problemas del saber, de la relación pedagógica,
de la sexualidad de los estudiantes. “A partir de allí se cristalizaron lo que llamo operadores
de subjetivación completamente nuevos” (Deleuze, 2015, p. 159). Estos operadores de
subjetivación luego tuvieron su efecto en 1968: en Estrasburgo, un pequeño grupo desvió
parte de esos fondos para imprimir octavillas, pequeños panfletos, que se repartieron en las
jornadas previas a las revueltas del mayo francés. Dice Guattari “Hizo falta que hubiese un
operador mínimo, un pequeño territorio de manejo de las relaciones actuales, podemos
llamarlo un pequeño territorio liberado, un pequeño territorio de reapropiación, para que
de repente el pliegue cuaje” (Deleuze, 2015, p.160).
Discusión: Los grupos de estudio como pliegues
Consideramos que los grupos de discusión, las pequeñas organizaciones de
profesionales en plena dictadura, preservaron ese pequeño territorio de subjetividad, lo
sustrajeron de los ámbitos donde el poder se hacía sentir con fuerza, de las universidades
intervenidas, de los libros quemados y prohibidos, de los autores silenciados. El pensamiento
que se quería desterrar definitivamente pudo ser resguardado, para quienes se quedaron en el
país, atravesando los difíciles años de la dictadura militar. Con la recuperación de la
democracia, volvieron a aparecer las ideas, así como los sujetos que debieron callarse y
resguardarse en un exilio interno y los que volvieron del exilio propiamente dicho.
Las referencias a Deleuze y a Foucault, nos ayudan a analizar el movimiento de estas
agrupaciones, de estos grupos que se reunían a leer, buscando un lugar y una forma para
pensar juntos, para no quedarse solos y continuar transitando un camino. Estas referencias son
tanto más necesarias en tanto y en cuanto la consideración de nuestra historia reciente como
campo de estudio nos presenta un doble desafío: historizar el pasado acontecido y
simultáneamente, reconstruir las condiciones de posibilidad de su propio análisis (Franco y
Levín, 2007; Levin, 2016).