El modo de sostener ese encuentro fue posible a través del trabajo. De esa manera,
como Asociación, durante el año 2003 participamos del Programa Pequeños Hogares,
impulsado por la Secretaría de Protección Integral del Niño y del Adolescente del gobierno
de Córdoba; con el objetivo de crear nuevos espacios institucionales destinados a los
menores que se encontraban bajo la protección de esta Secretaría y que resultaran
superadores de los modelos existentes. Cuando el malestar proviene de la vulneración de
los derechos, es fundamental que el Estado brinde protección y asistencia especiales.
Nuestro aprendizaje, en la construcción y elaboración del hacer, del saber hacer y el
conocimiento en la psicología se contextualizó en el ámbito institucional-clínico. Trabajo que
implicó la elaboración de propuestas en las problemáticas de la infancia y políticas públicas
que nos posibilitaron la adquisición de una experiencia y conocimiento que atravesó nuestro
hacer como profesionales de la salud mental.
En la misma dirección y en continuidad a lo realizado, los miembros de la Asociación
Construyendo Redes realizamos un convenio con la Secretaría de Niñez, Adolescencia y
Familia (en adelante Senaf), órgano creado por la ley 26.061. Secretaria perteneciente al
Ministerio de Desarrollo Social, hoy, órgano de aplicación, desarrollo y promoción de
políticas públicas y regulador de la protección integral y los derechos del niño.
El compromiso profesional presente en la labor llevada a cabo en la Senaf, en el
marco del convenio mencionado, nos puso frente al malestar, el dolor y el sufrimiento en sus
aspectos más descarnados: la diversidad de malos tratos, destratos y crueldades en los
vínculos afectivos primarios, bajo la forma de maltrato, abusos y abandono de niños,
violencia de género, entre otros.
Problemáticas en donde el desvalimiento y la vulneración de derechos constituyen
una pareja que produce padecimientos a quienes se encuentran afectados e involucrados y
tienen un impacto en el posicionamiento de técnicos y profesionales intervinientes.
Forma de expresión abrupta e irruptiva del malestar actual, lo que nos llevó, sin
saberlo en primera instancia, a usar todos nuestros sentidos en la comprensión de lo que
nos atravesaba y se desplegaba como el padecimiento ligado estrechamente al
desvalimiento social y psicológico del ser humano.
Nos implicó situarnos y poner en claro nuestra concepción filosófica de hombre, cuál
es nuestro posicionamiento ético y profesional desde el que damos cuenta de nuestra
práctica y elaboraciones teóricas.
En este sentido entendemos al hombre produciendo y producido por la cultura. El ser
humano para ser sujeto de cultura y pertenecer a una sociedad debe renunciar a aquello
que en el inicio de la vida lo hizo humano, lo pulsional. Freud, nos expresa claramente que
la renuncia pulsional del ser humano para pertenecer a la cultura es un costo que asumimos
en donde el beneficio radica en la pertenencia a un conjunto social y la accesibilidad a lo
cultural. Esta renuncia trae malestar, ¿cuáles son las alternativas, entonces?, el ser humano
puede buscar vías de expresión y salida que permiten la compensación y reparación de
aquello que renuncia. Vías y canales involucrados en la base de la constitución de la
subjetividad que tendrán su expresión según las particularidades de los sujetos y los
contextos socioculturales. En otras palabras, la naturaleza humana está determinada por las
condiciones sociales en las que se desenvuelven, naturaleza humana situacional
(Lewkowicz, 2004) irreductible de una situación a otra.
Desde que nace el sujeto recibe una serie de marcas que lo constituyen y ordenan,
marcas de índole emocional-humanizantes y pertenecientes a un orden social. Lo social, en
sentido práctico las organizaciones sociales, generan enunciados de discurso que tienen
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