período la sociedad salarial sufrió una de sus crisis más profundas, impactando fuertemente
en el conjunto social pero, dado que los sectores populares habitan en condiciones de
mayor precarización, los efectos en estas capas sociales fueron aún mayores.
Algunas de las características más sobresalientes de la crisis mencionada, en un
escenario de profundización del modelo neoliberal, fue la “desalarización y el retiro masivo
del Estado social, con el corolario de una pauperización y una fractura social sin
precedentes” (Merklen, 2010, p.63). Tal como señalan Svampa y Pereyra (2004) este
proceso se remonta hacia los años de la última dictadura militar, que facilitara la apertura al
modelo neoliberal. No es un dato menor que para que este ingreso sea posible fuese
necesario el nivel de crueldad y violencia con el que se ejecutó, posibilitando de este modo
la muerte, también, de otros proyectos de sociedad.
El neoliberalismo, como racionalidad gubernamental, como programa de gobierno,
tiene una incidencia decisiva en este proceso en tanto abandona la idea del pleno empleo
proponiendo un margen de desempleo “necesario”. También desestima un ideal que había
impregnado a la época anterior: la igualdad como horizonte político, para asumir que la
desigualdad es natural y positiva en tanto promueve la competencia (Foucault, 2007). En
este contexto, la única política social válida es el mercado. El Estado sólo debe intervenir
cuando se trate de pobreza absoluta, es decir, cuando los sujetos caen del juego económico
y por ende no se pueden garantizar por sí mismos las coberturas sociales. Esto provoca, de
acuerdo a Foucault, un caudal de población flotante que ya no es mano de obra necesaria,
sino asistida a una manera liberal, una población a la que “[...] se les garantiza simplemente
la posibilidad de existencia mínima en cierto umbral [...]” (2007, p. 248).
En nuestro país, el empobrecimiento y la exclusión se profundizan con el ascenso de
Carlos Menem a la presidencia, quien al compás de los lineamientos del llamado Consenso
de Washington (1989) lleva adelante una política de ajuste, flexibilización de las condiciones
de trabajo, desindustrialización, desmantelamiento de la estructura estatal privatizaciones
mediante. Otro momento de receso acelerado lo supuso el efecto que la Crisis del Tequila
produjo en nuestro continente y precipitó una masificación en los índices de desempleo,
promoviendo a su vez un proceso de descolectivización bajo una ideología de la gestión de
sí, del cuidado de sí mismo y de la competencia como modo de vinculación.
En este contexto, numerosos trabajadores fueron expulsados del mundo del trabajo,
viendo precarizadas las posibilidades y condiciones de empleo. Muchos de ellos se
refugiaron en el sector de trabajo informal, otros, en cambio no tuvieron la oportunidad de
vincularse con este mundo. A su vez, un amplio número de personas, mayoritariamente
mujeres, se volcaron al trabajo doméstico o comunitario en la búsqueda de recursos que
permitieran paliar los efectos de la caída (Svampa y Pereyra, 2004).
Las situaciones descriptas y la estrategia de focalización de las políticas sociales
implementadas a través de distintos programas de corte asistencial (Plan Jefes y Jefas de
Hogar Desocupados, Plan Trabajar, etc) contribuyeron a delinear un proceso de
territorialización de las clases populares, ya que el barrio es tanto el lugar de resolución de
necesidades (comedores y guarderías), como el soporte relacional que permite afrontar la
crisis: el lugar de la construcción de lazos de solidaridad y de la acción política (Merklen,
2010).
Sentidos del trabajo en habitantes de una villa de Córdoba
Comprender los procesos referidos al trabajo requiere una lectura situada, la
introducción de ciertas coordenadas que pongan en contexto los sentidos que los actores
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