Allí donde malestar es.
"Todo encuentro, todo compromiso vincular supone desilusión, ambivalencia,
intermitencias del corazón a causa de las investiduras de cada cual dentro del vínculo”
(Kaes 1998, p.33). Sabemos que el sufrimiento es inherente al ser humano y al hecho de
vivir en comunidad, que "el programa del principio del placer es irrealizable y que la libertad
individual no es patrimonio de la cultura” (Freud, 1930, p.83). Las renuncias y exigencias
que los sujetos deben realizar para formar parte de esta empresa, son costosas y ponen a
prueba los recursos yoicos que cada uno ha logrado forjar. Pero hay otro malestar que
penetra la barrera antiestímulo, que jaquea la integridad yoica, que excede la posibilidad de
tramitación, que se hunde en el desamparo, la angustia y la desesperación. El sufrimiento
patológico, escribe Kaes, "es un impedimento permanente para amar, trabajar, jugar: se
asocia siempre a la imposibilidad de establecer vínculos de amor satisfactorio, creador de
vida, con uno mismo y con los demás” (1998, p.32). Expondré las diversas manifestaciones
de este sufrimiento en las escuelas secundarias que trabajé, y cómo muchas veces estos
malestares dificultan los logros de la tarea de educar.
Reiteradas inasistencias de los docentes, de los alumnos; enfermedades de los
docentes y directivos, licencias prolongadas; materias previas sin rendir tanto en el cursado
como al finalizar el mismo; repitencia de los alumnos; deserción escolar: conductas que
admiten pensar en cierta desinvestidura institucional, un desgaste que tiene más que ver
con una pérdida energética, "un marasmo, un agotamiento en el sostenimiento de la tarea
principal” (Pinel en Kaes, 1998). "Las investiduras sublimadas van a agotarse, la energía ya
no encuentra apoyos ni aportaciones internas y externas para reconstituirse. Hay una
regresión narcisista, cierre, repliegue sobre sí” (Pinel en Kaes, 1998, p.71).
Hay otros acting que se observan entre los que sí asisten a la escuela. Adolescentes
sordos, inactivos, anoréxicos de conocimientos inútiles, bulímicos de saberes caducos, hay
un no querer saber algún tipo de saber, y las clases terminan siendo muchas veces
repeticiones de métodos tradicionales, porque los docentes también sordos, inactivos y
anoréxicos de nuevas metodologías de enseñanza, se paralizan ante los alumnos que se
presentan hoy con otros apetitos. Agazapados en los dis-gustos del saber, el sufrimiento se
expresa como el sabor ácido de los menú educativos que nadie puede digerir.
Glotones de prácticas y saberes muchas veces infructuosos, algunos integrantes de
los equipos de gestión se refugian en las tareas administrativas, alimentos que les absorbe
mucho tiempo, y no les permite generar un genuino encuentro nutricio con el otro docente,
con el otro alumno. Sobreviene también para ellos la desinvestidura, la desligazón de la
función de educar. "La repetición de los actos cotidianos se efectúa en una pesada rutina: ya
no es cuestión de pensar la propia práctica, sino de subsistir uno y otro día. La falta de
placer y gratificaciones simbólicas mantiene sin salida una parte importante de la energía
pulsional. Los discursos se encierran en una repetición sorda y estéril, hay replegamiento en
la inacción” (Pinel en Kaes, 1998, pp.71-72).
Ahogados en el fondo de un mar lleno de vacíos, nadando entre la angustia y la
desesperación, emiten algunos sonidos: "nos sentimos agotados mentalmente, cansados,
no estamos apoyados por los otros docentes. Somos un cohete sin combustible, que no
puede despegar”.32 Ante estos sentimientos de impotencia, frustración y soledad
generalizados en todos los actores, las defensas son múltiples: la regresión a métodos
tradicionales de la enseñanza; la parálisis en la capacidad de pensar nuevas maneras de
enfrentarse al conocimiento y a la diversidad de alumnos, el replegamiento de la energía
32
Esta expresión formo parte de un trabajo realizado en uno de los talleres entre diferentes
instituciones, donde tenían que crear una figura, con piezas de un rompecabezas chino, que los
representara como institución.
60